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IX

Plaza central era el lugar donde la mayoría de la población de Crownless pasaba sus fines de semana pues estaba lleno de tiendas de ropa, comida, artilugios y lugares para pasar el rato; pero los días de entresemana era un lugar tranquilo donde se podía disfrutar de silencio y buena vista. Dominic adoraba el café SILDER por ser el lugar más vintage de todo el pueblo, poseía en sus paredes un tapiz café antiguo, decorado con pequeñas frases en letra cursiva, su favorita: El baile es vida. Tenía en el medio del local un reloj de pared color negro, y encima de él se posaba un cuadro en óleo de una mariposa azul, por eso su mesa preferida estaba frente al reloj y al cuadro majestuoso de la mariposa.

Ordenaron café americano para ambos, coincidían en la idea de que cualquier derivado de este dejaba simplemente de ser café. Dominic se sentó frente a José. no por el deseo de verlo a los ojos, si no por el miedo que le causaba estar a su lado, aparte de que el pasillo a la salida del café se dejaba ver muy al alcance.

—Bueno... ¿Me contaras? —pregunto Dominic a José sin poder verle a los ojos.

—Dominic, esto es jodidamente extraño. Cometiste un asesinato, me heriste y huiste de Dorbent.

José había bajado la voz e inclinado su cuerpo para acercarse a Dominic, quien al escuchar la palabra asesinato abrió los ojos como platos.

— ¿A quién y por qué? —pregunto con la voz cortada—. ¿Qué hice contigo?

Dominic no obtuvo respuesta por parte de José, se dio cuenta que su silencio se debía a que la mesera se aproximaba a ellos con la jarra de cerámica llena de café, dos tazas, azúcar, crema y cucharas para que se lo preparasen.

—Aquí tienen. Que lo disfruten.

La mesera dejo en la mesa las cosas y continuo con su camino, dejando a los dos muchachos solos en la mesa lo antes posible.

Una vez que José la vio alejada lo suficiente continúo hablando.

—Te enamoraste de nuestro director de baile, Humberto Portman. Tenía una hermosa familia, una joven y bella esposa que le había dado dos hijos. La mayor casi cumplía los siete años. Humberto te hizo caso, correspondió a tus insinuaciones; tiempo después eras el príncipe en el lago de lago cisnes—Hizo una pausa para sorber un trago de café. Dominic seguía con los ojos abiertos, pero ahora estos estaban llenos de lágrimas—. Un día después de que ensayáramos todos hasta tarde me percate de que había olvidado mis llaves en el estudio, por lo que me regrese desde la estación de autobús. Al llegar las luces de la oficina estaban prendidas, me acerqué para ver si podían abrir la puerta del estudio, pero... ni siquiera pude entrar; te vi, Dominic, te vi teniendo sexo con Humberto. Estabas en el suelo, en cuatro mientras te penetraba. Estaban de espaldas a la puerta, por ello no me vieron, pero fue ahí cuando me di cuenta de lo que tenían. Decidí no decirte nada, tu siempre decías que sabias muy bien lo que hacías y a donde te dirigías —José miraba a Dominic con los ojos abiertos, mostraba que a él también le angustiaba escuchar aquella historia—. Hubo un tiempo, las dos semanas antes del estreno en las que te comportaste muy extraño, llegabas sumamente molesto, incluso tu desempeño en los ensayos se vio perjudicado. Humberto ya no se acercaba a ti, ni te pedía que te quedaras después del ensayo. Supuse que las cosas habían terminado entre ustedes...

Dominic estaba escuchando estupefacto ante la historia de José. Quería llorar de miedo e impotencia al no poder recordar todo eso. ¿Cómo era posible no recordar todo eso?

—... el último ensayo se dio dos días antes del estreno. Ese día llegue al apartamento y estabas tumbado en el suelo llorando estéricamente, comenzaste a gritarme que me fuera y te dejara solo. No lo hice, me quedé contigo para saber que ocurría, entonces me confesaste todo. Humberto se arrepentía de lo que estaban haciendo así que te dejo, no dejaría a su esposa ni a sus hijos por ti. Furioso y celoso lo seguiste buscando, lo acosabas hasta el límite de invitar a su esposa a comer. Humberto en su miedo te amenazo de acabar con tu carrera artística y de sacarte de la compañía por hacer eso. No entendiste, seguiste molestando y entonces cumplió su palabra, te elimino del elenco y de la compañía —Detuvo su narración al ver las lágrimas emerger de los ojos de Dominic. Eran dos ríos los que fluían de sus ojos, no sabía si estaba listo para escuchar todo—. ¿Quieres saber lo que paso? No te siento capaz.

Dominic lo miro con impotencia.

—Continua. Debo saberlo —Contesto Dominic. Limpió sus lágrimas y posó su mirada en su taza de café.

—Está bien —Tomo un sorbo de café y prosiguió—. Furioso y cegado entraste a la casa de Humberto y diste fin a la vida de su esposa e hijos con un revolver. No quiero ser gráfico, Dominic, pero les diste un disparo a dos bebes de apenas ocho y dos años. Después de eso simplemente corriste al departamento y llegue yo. Me asuste Dominic, te dije que huyeras de la ciudad, que te alejaras, que iba a reportar el asesinato, hablaría con la policía, pero te daría tiempo de huir. Te molestaste y me arrojaste una lampara a la cabeza, me golpeaste hasta dejarme inconsciente; luego huiste.

— ¡Por dios! ¿Qué paso cuando despertaste?

Dominic limpió sus lágrimas de nuevo y se acercó a José.

—No dije nada. Simplemente las cosas tomaron su curso. No solo acabaste con su familia; hiciste una parada en la compañía, le cortaste la garganta a Humberto. Paso un tiempo y tu tía se contactó conmigo, le tuve que contar todo, por tu bien. Llego al departamento una carta del neurólogo de la ciudad, habías ido tiempo atrás por unos malestares —José hizo una pausa y trago saliva antes de proseguir—. Tienes un tumor en el cerebro. Necesitas tratamiento, el doctor me explico que los tumores y la demencia pueden ir de la mano, en especial siendo que siempre fuiste una persona explosiva, y las cosas con tu padrastro en la infancia te macaron demasiado. Vine hasta Crownless solo para encontrarte y para brindarte ayuda. Se que tarde, pero tu tía dejo de contestar el teléfono y necesitaba llegar a la compañía, sabía que estabas bailando, para ti bailar lo es todo, por lo que me hice amigo de Toumas en una muestra de baile a la que asistió en Texas.

—¿Un tumor? ¿Demencia? ¿Enserio? Mate a una familia, José. No necesito tratamiento, necesito prisión, pagar por las cosas terribles que he hecho—Dominic pronuncio cada palabra con impotencia, pero en el fondo sentía miedo de las consecuencias.

—Eso ocurrió hace mucho, ni siquiera lo recuerdas. Y la investigación, como todas en Dorbent, se canceló al poco tiempo. Puedes dejarlo atrás. Pero necesitas ir a un neurólogo, y aquí en este pueblo no creo que haya uno. Permíteme ayudarte, Dominic.

—Soy un asesino.

—Lo eres. Ese tumor necesita atención. Éramos mejores amigos en Dorbent, vivíamos juntos, nos protegíamos siempre. Permite que vuelva a ser lo mismo.

Dominic miro con duda a José, después le dedico una sonrisa de amistad.

—Regálame un abrazo, José —Dijo con voz quebrada.

Sin dudarlo José se alzó de su silla y abrazo fuertemente a Dominic. Sentía su corazón latir tan fuerte que parecía salirse de su pecho, y, a sus pulmones respirar agitados. Como extrañaba ese calor, ese calor que valía la pena todas las mentiras.

Si, había mentido, pero era por el bien de los dos.

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