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El Ogro Y La Muerte

Ocho días después bastante recuperada decidió volver a su casa o a lo había quedado de ella. Mientras camina, con su fiel compañero siguiendo sus pasos, piensa que no ha llegado a un acuerdo sobre rayo. Aún no le dan a firmar nada y salvo la palabra empeñada, no tiene nada.

—No puedo dejarte aquí —comenta y el animal alza el rostro hacia ella —Eres lo único que tengo. —susurra arrodillándose en medio de la pradera. —hemos perdido todo, recuerdos de mamá, la abuela y el abuelo.

Alza la cara a la distancia y ve los restos calcinados de su hogar. La única zona que no sufrió daño fue la casa de rayo. Sus tesoros estaban enterrados debajo de ella, rayo era el encargado de custodiarlo. Da un salto se levanta empezando a danzar de un lado a otro, hace movimientos rítmicos equilibrándose en un pie, luego el otro, con la mascota saltando a su alrededor y ladra, tan feliz como ella.

—Vamos por ella rayo y se lo llevamos a la señora —corre en dirección a su casa.

Quienes la ver correr pradera arriba, sonríen, sin poder entender de dónde saca energías la chica. Johnny que la vigila desde su habitación le ha pedido a Oliver que la siga.

Con la respiración entrecortada, limpia su rostro con el dorso de su mano. Se arrodilla frente a la casa último recuerdo de las manos ágiles de su abuelo y saca las colchas del interior de la morada de su amigo. Rayo ladra al verla sacar sus pocas pertenencias y hace un mohín.

—Te haré una mejor, no te enojes —le calma y señala la casa —necesitamos sacar esto de aquí y darlo a la señora Salma.

Más ladridos, a rayo no parece importarle otra cosa que no sea su hogar destruido. Sonríe una vez ha sacado todo y ve la figura oxidada, ingresa la mano por enésima vez y toma la cadena preparándose. El mecanismo es un tanto antiguo, sólo tiene que agarrar suficiente fuerza para tirar de la cadena y traerse la casa. Se acomoda en el césped, abre sus piernas apoyando sus talones en las dos vigas de madera a lado y lado. Aprieta sus labios y sus débiles músculos crean la fuerza que necesita para lograr su objetivo.

Ignora los ladridos de su mascota, quien siempre a odiado que alguien meta mano en sus pertenencias. Solía limpiar continuamente el hogar de rayo, por aseo y para vigilar que el cofre esté allí.

—¡Listo!

Tal cual se lo enseñó su abuelo hace muchos años, la casa cedió. De rodillas se acerca al sitio que ha salido a la luz y limpia con sus manos las hojas y tierra. Empieza a escarbar conducta que es imitada por su compañero y en segundos están llenos de tierra. Su labor devela una pieza en madera, en el centro una aldaba en hierro oxidado que abre. Dentro de la caja un baúl polvoriento, que algunas arañas han usado como hogar.

—Los tesoros de mamá —susurra sacando el baúl y limpiándolo con manos ágiles.

El baúl de su mamá era color madera, en las esquinas tenía acabados dorados. Antes de regresar a la casona Rov y con el baúl debajo del brazo, quiere ver los restos de su hogar. Limpia el baúl lo suficiente para poder entregarlo a la señora Salma. Avanza hacia los escombros calcinados que en alguna época fue su hogar.

Las paredes chamuscadas, el techo colapsó en su totalidad. Su próxima jefa, envió a sacar lo poco que podía ser rescatado, pocas cosas han sobrevivido. Es tan pequeña así, sin paredes o techo que le cuesta asociarla con el hogar en el que ha crecido.

—Verónica, —escucha llamarla George —Lamento mucho tu situación, he estado tratando de verte, pero no ha sido posible.

—Estoy bien, gracias por preocuparte —habla tomando en sus manos restos del viejo florero.

—He estado pensando mucho en ti y me preguntaba. —no lo escucha, porque sus pensamientos sólo lo ocupan lo que está viendo.

Los recuerdos se agolpan en su cabeza, ella a los cinco con su abuelo sentados al pie de la chimenea. Destapa los regalos aquella navidad, era ese cofre que tenía en sus manos. Pasa saliva y sigue avanzando hacia llegar a la habitación.

"Nadie tiene la vida comprada, todo acaba en un abrir y cerrar los ojos sin que te des cuenta. Llora sin miedo, sonríe sin pena, que no todo debe ser perfecto para ser feliz."

Le parece escuchar a su abuelo y hasta recrearlo sentado en la cama. Viéndola a ella pasar el peine y trenzas su indómito cabello. Escucha a George lejano decir que le ayudará a conseguir una Beca universitaria, su padre le dará empleo.

—Ya tengo un empleo —logra decir —también voy a estudiar.

Aún no le dicen dónde va a vivir, en que ciudad vive el niño. De momento, sólo sabe que es huérfano como ella, que sus padres murieron en un accidente de aviación. El conductor de la avioneta era el esposo de la señora Salma.

—Señorita Dumas, lo mejor es irnos ese olor y polvo le hacen mal —afirma dando media vuelta y ve a George.

—¿Trabajarás con los Rov? —afirma pasando por su lado sin dar detalles.

El regreso a casa la energía se ha ido, la ha dejado en las ruinas de su casa. Le han prometido alzarla de nuevo, pero no traerán los recuerdos. Le darán cobijo, comida, empleo, estudios, es demasiado para ella.

Oliver la ve caminar en silencio su mascota parece notar su estado de ánimo porque camina al mismo paso lento que ella. Johnny la observa regresar con algo debajo de su brazo, sin el mismo ánimo que la vio partir. Disfrutó su baile el movimiento de caderas, pelvis adelante, tras o en círculos. Sus pequeños pechos moverse con el ritmo.

Recibió con sorpresa la erección, una que no tenía desde el accidente. Siete meses en los que creyó no podía servir como hombre, le parecía una burla que tuviera una observado a esa mujer que parecía sacada del siglo pasado.

—Johnny ¿Podemos hablar? —pregunta su abuela y afirma en silencio. —sé que debí decírtelo, pero tu estabas en el hospital.

Pasa saliva sin decir nada ¿A quién se queja? A la vida por tratarlo como la mierda, al mísero destino que lo dejó huérfano de padre y a su abuela viuda cuando era muy niño. Su abuela había sido padre y madre, para él, la mujer que le dio todo. Justo ahora que podía devolverle parte de su trabajo caía en silla de ruedas y ahora ella se iría.

—No quiero dejarte solo, no alcanzas a imaginar lo difícil que es para mí dejarte Johnny...

Y a él no pagarle como se debe.

Espera un milagro, uno que probablemente nunca ocurra. Esas cosas no le dan a él mucho: Milagros, sonrisas y felicidad, está acostumbrado a que nada sea fácil en su vida. Esta al pie de la ventana contemplando la vista de los terrenos con sus binoculares. De pequeño, solía correr por todos ellos con sus padres siguiendo sus pasos. Hoy día no podía llegar, era imposible atravesar el bosque y ver el rio, la silla de ruedas se lo impedía.

—¿Por qué ella? —pregunta al verla ya cerca y sin binoculares.

—No tiene a nadie al igual que tú y ven las cosas de manera diferente —responde —Remy dice es honesta, divertida e inocente.

—Se la comerá viva la gran ciudad abuela, no será más que un estorbo. —molesto aleja la vista de la mujer y enfrenta a su abuela. —no necesito una nana... tampoco serviré de niñera.

—Volvió... —le interrumpe y aprieta con fuerza las ruedas de la silla —con un novio nuevo, se lo presentó a sus padres, están molestos, Jeremy me ha llamado. Detesta su falta de empatía contigo. No podemos decirle que aún la lloras y te niegas a caminar, estás muerto en vida. Tal parece que ella se hubiese llevado toda tu risa... —sus palabras salen violentas, pero en susurros.

Le gustaría que fuera a los gritos así no le dolería tanto, en voz baja habla del dolor que está sintiendo por él. Su abuelo, no pudo más que mentirle, le ha dicho que conoció a una chica en el poblado hermosa, inocente y que lo ama. Alza la ceja ante tamaña mentira, pero al ver su rostro dolido calla.

—Te ha convencido de caminar, vivirás un tiempo aquí por ella... Lo siento cielo, odié decirle la verdad —vuelve la vista a la pradera y la observa sentada con el cofre en sus piernas.

Rostro y vestido llenos de polvo y hollín, no tiene idea que edad pueda tener, pero se comporta como una niña de doce años. Inspira fuerte intentado dominar la erección que le produce su risa.

—Envíala al estudio en una hora...

—Johnny....

—Confía en mi abuela, ingresa diez minutos antes y te muestro lo que ella va a firmar. —eso parece calmarla pues sonriente sale de su habitación.

(...)

El abogado de la señora Salma quería verla, lo que le decía que iba a firmar su contrato. Entra a la habitación que le han adaptado, se asea y viste lo mejor que puede. Mira su reflejo en el espejo y decide dejar su cabello suelto. Le habían dado una habitación de los dueños, pero ella decidió por una del servicio.

Cruza la enorme casona, pues su habitación está justo del lado opuesto, con los documentos en las manos. Sonríe a cada persona que ve y da los saludos correspondientes.

Exceptuando a Remy y Oliver, que llegaron con la señora Salma, las demás personas del servicio la conoce. Se detiene frente de la puerta negra y toda dos veces suave.

—Adelante —habla una voz profunda del otro lado.

Obedece ante la orden dada y entra con la cabeza baja, dentro de la habitación alza la mirada y se siente extasiada con tantos libros. Su cuerpo empieza a moverse viendo la enorme biblioteca hasta que sus ojos se cruzan con unos negros, tan negros como una noche sin estrellas.

No se había hecho una imagen mental del hombre al que iría a ver, un abogado, alguien mayor, gordo, calvo y de baja estatura. Por lo menos así era en las películas que solía ver en casa de su padrino los domingos cuando era niña.

El hombre detrás del escritorio la mira con desdén y rastros de odio, tiene la piel rosada y el cabello oscuro. El contraste entre ambas partes de su cuerpo le da un toque único. Es su rostro que llama más su atención, es realmente hermoso, con una furia en sus ojos negros que causan miedo.

—Buenas tardes, mi nombre es Verónica Dumas —empieza a hablar sin atreverse a dar un paso más.

—Adelante, siéntese —ordena una vez más y le señala una silla frente a él con sus largos dedos.

Detalla sus manos y sin querer aprieta las suyas, manos rosadas sin callosidades, dedos largos y una manicura impecable. Lo observa mientras mira algo en su computadora. Tiene todo el aspecto de un príncipe, pero con el comportamiento de un ogro. Sonríe ante esa situación y es pillada por el hombre que sólo la mira con asco.

—¿Tengo monos en la cara? —le pregunta presionado el mouse.

—No, ¿Por qué? —Pregunta sin intimidarle su comportamiento.

—¿Sabe contar, leer? —lanza una pregunta sin responder la de ella y se alza de hombros mentalmente.

—¿Qué desee que cuente o lea? —Pregunta y el sigue con la vista fija en su pantalla.

—Le hice una pregunta...

—Y yo le respondí...

—¿Tiene algún retraso mental? —continúa con la serie de preguntas sin sentido.

—No ¿Y usted? —su respuesta parece molestarlo y le mira con enfado —no soy yo la de las preguntas estúpidas señor. —se excusa rápidamente.

Verónica logra sostener su mirada sin que logre perturbarle su enojo o comportamiento grosero. Por largos segundos se sostienen la mirada sin que ninguno de su brazo a torcer. Saca de la impresora los documentos que deja en el escritorio con un fuerte golpe.

—Tengo un perro....

—Olvídelo—le interrumpe y Veca aprieta los labios es su turno de estar molesta. —no tiene permitido mascotas en la casa Rov.

—Rayo se sabe comportar, es un buen cuidador si el niño lo ve lo amará...

—¿Qué ni...? —guarda silencio abruptamente y la ve sin decir nada un instante.

Verónica toma los documentos que le han pedido y los deja a la vista del hombre. Anexa a ella los títulos de propiedad de sus tierras y Johnny las nota. Toma entre sus manos los documentos escuchándole decir que perdió su casa por esos papeles.

—No tengo nada que ofrecerles salvo mi trabajo y eso —señala los títulos — me gustaría hacer algunos cambios a ese contrato.

Consciente que va a pedirle más dinero Johnny le insta a seguir hablando. En espera que empiece a describir todos los absurdos que es muy seguro pedirá. Le cuesta no demostrar sorpresa cuando le pide o mejor, exige.

No desea le paguen los estudios, ella puede pagarlo con su salario. No tendrá que pagar comida, estadía y demás, por lo que salario sale libre para ella. Dará el resto de tierras aledañas a su casa para pagar los arreglos de la misma.

—Solo les pido tener acceso al río, a la pradera y me dejen llevar a rayo. —finaliza. —tendré un título y un empleo, no necesito tantas cosas.

¿De qué sitio ha salido esta mujer? Mira los registros de propiedad y luego a ella. Lo piensa un instante antes de asentir para empezar a corregir y anexar algunos detalles al contrato.

—De acuerdo, señorita Dumas, pero un error o mal comportamiento de su amigo y este irá a una perrera. —Vuelve a dar imprimir y minutos después entrega los nuevos documentos. —Debería leerlos antes —aconseja al verla tomar un bolígrafo.

—Confío en la señora Salma....

Sonríe al escuchar aquello y ella firma los documentos sin leerlos, no esperaba que lo leyera, todo el comportamiento de la chica era inocente. Su abuela tenía razón, Verónica Dumas es un ser sacado de otro mundo. Un poco burda en los extremos y comportamiento, pero nada que unas clases no pudiera solucionar. Firma la última hoja y le entrega los documentos al abogado.

—Necesito llenar su ficha de empleo, —explica y asiente mirándolo fijamente—Le haré unas preguntas, que deberá responder precisas, un sí o un no si se requiere y nada más —asiente y lo ve guardar los documentos en un lujoso maletín. —¿Edad?

Le incomoda sus ojos fijos en él, la chica mira directo a los ojos en todo momento. No se ha molestado o luce nerviosa, tiene el control de su cuerpo.

Y por alguna razón odia eso en ella.

—23 años.

—¿Estado civil? Indique si tiene compromiso.

—Soltera, sin compromiso.

—Conoce las normas de etiqueta...

—Si. —le interrumpe y asiente.

En las siguientes dos horas las preguntas continua y Johnny tiene la oportunidad de ver el comportamiento de la chica. Todo lo que va llenando le permitirá hacerse a un perfil de ella. No puede ir por allí contratando personas sin saber nada sobre ella. Será lo más cercano a una enfermera y necesita saber todo de la mujer que llevará a su casa y vivirá con él.

—¿Toma algún medicamento? Si es si, cuáles y por qué.

—No comprometerá mi rendimiento —se apresura a decir. —no es contagiosa y puedo llevar una vida normal.

—No fue lo que le pregunte...

—Señor Rov, —Remy entra a la oficina sin tocar —la señora Salma...

Johnny que imagina de que se trata le pide callar un instante y a ella que salga. Sale con una sonrisa en sus labios y lo deja a él con la noticia que no deseaba escuchar.

—Oliver y el doctor están con ella en estos momentos. —dice Remy sacando la silla de ruedas oculta detrás de los muebles.

—Yo puedo —ordena al ver que la mujer intenta ayudarle —¿Por qué no me llamaron antes?

—Ella no quiso, quería esperar a que usted firmara... —alcanza la silla y se impulsa con las dos manos.

Quién iba a decir que años y años de gimnasia le harían las cosas fáciles ahora. Un helicóptero ha salido hasta acá y los llevará a ambos a la capital. La chica deberá quedarse, de momento no se le antoja tener que aparentar.

Fue una historia que se me ocurrió y que he querido plasmar y compartir con ustedes.

Espero la disfruten y no va a alterar mis otras historias.

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