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Las semanas siguieron transcurriendo, siguió yendo como siempre al colegio y visitaba el dōjō de su amigo, pero aún estando rodeado de tantas personas se sentía algo vació, antes de distanciarse de Takemichi, él le había dado las prendas que Kazutora había dejado en su habitación, una chamarra blanca que era muy grande para su tamaño y unos dos polos negros, Baji no se negó aceptarlos y solo se los llevó a su casa, el aroma de Kazutora estaba impregnada en las ropas, la última vez que había sentido sus feromonas había terminado desmayándose, pero solo quería creer que era porque comenzó a manifestarse, esta vez era distinto, su alfa insistía en que olfateara las prendas para calmar de una vez esa ansiedad, Baji sentía que no era adecuado, no quería sentirse como un pervertido oliendo las prendas de los demás, pero la idea era tan tentadora que lentamente batallando en no hacerlo, terminó cubriendo su rostro con la chamarra, tan dulce y a la vez ácida que hacia poner a su alfa de buen humor, lo extrañaba y era doloroso el no saber que hacer. 

—Kazutora-san... 

Decaído se acorrucaba en las prendas, abrazando la chamarra queriendo imaginar que al que estaba abrazando era a él, querer creer que lo tenía en sus brazos y acariciaba su cabellera negra como aquella vez que lo consoló en su celo, esa vez juraba que la habitación de Takemichi estaba repleta del aroma del mayor, maldecía el no haber podido sentirla, seguro y era tan embriagante, tan refrescante y adorable con su rostro ruborizado, se veía como un cristal, mostrando resistencia pero siendo frágil, tan arisco que no permitía que nadie se le acercara, y solo le pidió a el hacerlo y poder dormir a su lado en su estado vulnerable. 

Quería volver a verlo, su intimidante mirada dorada, su llamativo lunar y tatuaje tan único en él, quería volver a jugar, visitarlo y prepararle todas las comidas que quisiera, no importaba que lo haya lastimado, nunca podría enojarse con él. En pocos minutos, las lagrimas comenzaron a bajar de sus cuencas y en su habitación comenzó a esparcirse esas agrias feromonas, su primer celo había llegado. 

El recuerdo de su primer amor hizo que su alfa entrara en calor, los recuerdos hizo que lo anhelara y deseara marcarlo por haberse alejado de su lado, pero Baji solo lloraba extrañándolo y por sus pensamientos desvergonzados que hicieron que tuviera una erección.

—Alfa idiota, él es muy especial y no podemos marcarlo solo porque te hirió el orgullo de mierda.    

"Omega, mi omega." Limpió sus lagrimas y mordió su labio hasta el punto que sangrara, el calor hacia que su mente se nuble, se sentía bien el llamarlo su omega, la poca moralidad y respeto que le tenia iba haciéndose pequeño y escondiéndose en un rincón de su consciencia, su ropa comenzaba a incomodarlo, solo quería deshacerse de esa incomoda erección. Con una mano mantenía la chamarra cerca de su rostro y con su izquierda comenzó a desabotonar su pantalón, bajando el cierre y haciendo a un lado su ropa interior, era la primera vez que iba a masturbarse y tenia la preseminal desbordando de su uretra, cuando sus dedos tocaron la cabeza, una corriente paso por todo su cuerpo, pequeños espasmos sentía en su estomago, volvió a tocar su miembro y comenzando a moverse de arriba hacia abajo, los jadeos y gemidos los retenía en aquella prenda, ahogándose con el vago aroma de Kazutora. 

—Kazutora...— Suspiró recordando lo encantador que era, rechazando siempre a los demás pero siendo tolerante con el.   

Baji ya no estaba consciente de si mismo, su alfa había tomado el control y se restregaba en las prendas de Kazutora, olfateando las pocas feromonas que quedaron en la ropa, sus colmillos cosquilleaban, quería morderlo, marcarlo y tenerlo como suyo, tocar su piel, acariciarlo y hacer que tenga a sus bebés, la fantasía borrosa de verlo desnudo y alzando sus brazos para recibirlo con un abrazo hizo que se corriera, jadeó y gruñó sintiendo el líquido caliente en la palma de su mano, respiraba rápidamente, el aire le faltaba y el dolor de cabeza era fuerte, tenia que tomar los supresores. 

Lo último que recordaba era ver a su madre preocupada entrando a su habitación. 

Kazutora sintió un escalofrió, estaba confundido, no era la primera vez que le disparaba a una persona, ignoró aquella sensación y regresó su mirada a los hombres que se mantenían de rodillas y estaban atados de manos y pies, Izana ya no era tan tolerante con el por lo que lo llevaba a sus trabajos sucios, dijo que ya no iba a jugar más con Emma y debía de obedecer sus ordenes. 

—En serio es muy irritante cuando no cumplen con su palabra.— Con una sonrisa en su rostro, disparó en una de las piernas del hombre haciendo que grite, pero no era tan ruidoso por la venda que tenia. —Yo cumplí con la entrega, pero tú no con el dinero, mmm. ¿Que deberíamos hacer, Kakucho? 

El moreno volteó viendo al nombrado, el de distintos tonos de pupilas, con una mueca apática comentó que lo trituraran. 

—Nadie debería disgustar al rey. 

—¡Que siervo tan listo!— Soltó la pistola y chasqueo sus dedos haciendo que sus hombres se llevaran a los otros que tomó como traidores. —Nada personal, solo negocios. 

Izana iba irse tranquilamente, pero uno de esos alfas logró quitarse la venda de su boca y gritó aquellas palabras que más odiaba.

—¡Omega arrogante! ¡Te crees tan superior solo porque estoy atado, tú solo sirves para que te rompan el culo y llores como una puta!— Estúpidamente intentó esparcir sus feromonas, pero su alfa en definitiva tenia miedo. —Que mierda...

—Mmm. ¿Te diste cuenta? Ni tu cobarde alfa puede soltar sus apestosas feromonas.— Disfrutaba el reírse y ver aquella expresión de miedo. —Oh hombre. ¿Por qué no puedes morirte en silencio?— Caminó hacia él y pateó su rostro manteniendo sus manos en sus bolsillos. —Aprende tu lugar, bastardo.— De su bolsillo sacó una navaja y miró a Kazutora. —Ven aquí, pensaba dejarlo morir con rapidez pero ahora estoy con los ánimos de verlo morir lentamente.~ 

Tiró el cuchillo hacia Kazutora y este lo agarró del mango sin siquiera lastimarse, sinceramente no quería escuchar los gritos del hombre, pero tampoco estaba para oponerse a las ordenes del albino, comenzó a pasar la navaja por los lugares que lo guiaba Izana, sin duda una muerte que lo haría rogar por matarlo rápidamente. 

—Estas demente. 

—Solo cállate y corta. 

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