C A P I T U L O 2
El Prisionero
"Dese prisa, mi señor. El maestro lo espera y no hay mucho tiempo para su preparación."
Jimin se despertó para ver al sirviente que lo había comprado a Gordo Hyuk lo miraba ansiosamente. Parecía estar descansando en algo suave y cómodo, pero cuando miró a su alrededor, se dio cuenta de que no era el sofá blando en que se había quedado dormido.
"¿Dónde estoy?", Preguntó, incorporándose poco a poco y poniéndose una mano en la cabeza. Se sentía un poco mareado y su nuevo entorno bailaba a su alrededor en un círculo vertiginoso. Cuando las cosas por fin se enfocaron, vio que estaba en un dormitorio en un suave, espeso colchón. En lo alto del dosel verde oscuro que estaba hilado de oro que coincidía con la colcha en la que estaba sentado. Alfombras de vivos colores estaban esparcidas por el suelo de mármol y hacia una pequeña puerta de oro a su derecha, vio una nube de vapor que se elevaba desde una bañera de oro.
"Está en el palacio real de Rigel Nueve", le dijo el siervo. "Cuando la nave aterrizó aún estaba tan profundamente dormido que me fue imposible despertarlo. Así que con cuidado lo transportamos aquí a fin de no perturbar su sueño. Pero ahora es tiempo de que despierte y se prepare para conocer a mi señor."
"Oh, sí, su señor. Lo recuerdo," Murmuró. Vagamente recordó un sueño inquietante, algo acerca de ser atado desnudo a una cama. Pero el sueño se desvaneció cuando el sirviente lo apuro a levantarse y lo llevó con otro sirviente, este era un doncel, que le había prometido que se haría cargo de él.
"Un baño caliente es justo lo que necesita", dijo el sirviente que matronalmente se había hecho cargo de él. "No tenemos mucho tiempo, pero debemos hacerlo lucir excelente para el maestro." Llevó a Jimin al baño y lo ayudó a desvestirse y meterse en la bañera humeante de oro.
Jimin se mostró reacio a quitarse la ropa delante de otra persona, incluso un doncel, pero el criado que cuidaba de él estaba tan desconectado acerca de todo el asunto que sentía que no tenía otra opción. Una vez en el agua caliente con aroma a flores, todas sus reticencias desaparecieron mientras el calor suave empapaba sus cansados huesos. No se había relajado durante más de cinco minutos antes que la voz de el sirviente interrumpiera su soledad.
"Y ahora es el momento de afeitarlo."
"¿Afeitarme?" Jimin se sentó en la bañera, y el sirviente le dio una mirada aprensiva. "¿Qué quiere decir?"
"En sus regiones inferiores, mi querido. Debe estar en forma para ver al maestro."
Jimin miró a los suaves rizos rubios en su entrepierna, que se arremolinaban suavemente en el agua tibia. "¿Su maestro demanda que me afeite antes de que ni siquiera me vea?"
"Se trata de su preferencia, sí." El sirviente sostenía una navaja pequeña en la mano. "¿Quiere hacerlo o lo hago yo?"
Jimin no tenía ni siquiera que pensarlo. "Yo lo haré." Se volvió de espaldas modestamente, contento de que la navaja fuera del tipo que podía usar bajo el agua. "¿Así que su maestro es tan monstruoso que no va a ver a un doncel a menos de que esté perfectamente preparado?" Esperaba una respuesta, pero cuando no llegó se volvió hacia el sirviente, una vez más. A su alrededor sorprendido, el rostro del criado estaba pálido y le temblaban los labios. "¿Está bien?", Preguntó Jimin con preocupación. Tal vez él sirviente estaba teniendo algún tipo de ataque. Pensó en pedir ayuda y luego se estremeció ante la idea de la sala llena de extraños, mientras que estaba sentado desnudo en el baño. Pero si tuviera que...
"Yo... Perdóneme, mi señor", dijo él sirviente, al fin, recuperándose, lo que fue un pequeño alivio para Jimin. "Es sólo que... mi amo no es un monstruo. No en realidad, sabe. Es muy amable y muy generoso y.... y no puede evitar esta situación."
Jimin sintió un escalofrío filtrarse en él. "¿Cuál es esa situación?", Preguntó, pero él hombre negó con la cabeza.
"Estamos tomándonos demasiado tiempo, mi señor. Vamos, no hay tiempo para charlas ociosas - debe estar vestido y en la cámara de mi señor en media hora." Parecía de nuevo rápido y profesional mientras ayudaba a Jimin a salir de la bañera y lo envolvía en una toalla gruesa, suave y esponjosa, pero la duda y miedo se permanecieron en el fondo de la mente de Jimin, no obstante. ¿Qué era exactamente lo que estaba pasando aquí en el palacio de Rigel Nueve?
No tuvo tiempo para preguntárselo mucho debido a que el sirviente lo llevó de nuevo al dormitorio y le entregó unas ropas que ponerse.
"¿Realmente esperas que me ponga esto?" Jimin miró la débil y transparente ropa en la cama con incredulidad.
El sirviente frunció el ceño. "Debe usar lo que se le indica para conocer al amo ¿Quiere le ayude a ponérselo?"
Jimin leyó la mirada determinada en los ojos del sirviente y supo que significaba que le pondría el traje por la fuerza si era necesario. "No, no," dijo a toda prisa. "Voy a usar lo que sea necesario. Pero..." Vaciló con delicadeza. "¿Podría tener algo de privacidad?"
El sirviente dejó escapar un Mmmm, pero se volvió y salió de la habitación. "No tiene más que diez minutos," dijo mientras cerraba la puerta de madera ricamente tallada atrás él. "El maestro lo espera antes de que salgan las lunas gemelas."
Jimin no veía que cosa tenía que ver la salida de las lunas con el asunto, pero no había tiempo para preguntar. Arrojó la mullida toalla en la que había estado envuelto y se puso la parte superior del primer conjunto. Era una fina camisa de seda de gasa y el material era a la vez sumamente apretado y extremadamente suave. A través de ella se podían ver claramente sus duros pezones, endurecidos por el miedo y el deseo. Miró a su alrededor, pero no había ropa interior que usar debajo de él y ocultar su exposición. Bueno, obviamente así era como el amo quería que se presentara. Jimin fue por la parte inferior del traje.
Para cubrir su entrepierna había una pequeña prenda de lo que se suponían debían ser calzoncillos. Pero en verdad no cubrían casi nada. Un pedazo de seda pequeña se adjuntaba a varias cuerdas de seda, pero cuando se puso la prenda, Jimin se encontró con que tenía que elegir entre cubrir su pene o sus testículos, ya que no era lo suficientemente grande como para abarcar tanto. Trató de jalarlo y cubrir un poco de cada uno y terminó con la prenda colocada de manera que sólo la cabeza de su miembro estuvo expuesta. Sin embargo, la cadena en la parte inferior se apretaba tanto sobre su entrada que empezó a humedecerse, preparándose para ser tomado, hasta pensó que se volvería loco de la espera. Usar algo que parecía hecho para estimular su cachondo orificio iba a garantizar que estuviera húmedo con miel mucho antes de que se encontrara con misterioso del amo cara-a-cara. Se preguntaba si eso era lo que él quería, verlo excitado, tan caliente con tanta necesidad que fuera incapaz de ayudarse a sí mismo. Bueno, suponía que podría preguntárselo cuando lo viera, si se atrevía.
Reflexionando sobre el resto del traje, Jimin tiró del pantaloncillo corto de seda. Su ranura alta llegaba casi hasta el fondo de su ombligo, mostrando en lugar de ocultar el diminuto calzoncillo que seguía frotando su excitado esfínter. Un par de zapatillas blandas completaban el equipo.
Se observó en el gran espejo que estaba colgado en la pared opuesta y se sonrojó. Nunca se había imaginado a sí mismo en este tipo de traje. Debería estar en el Templo de la Luz en este momento, con el pelo rapado como sacrificio a la diosa y usando una modesta túnica larga y blanca que lo cubría desde el cuello hasta los tobillos. En cambio, estaba vestido como el peor tipo de prostituto, a punto de vender su virginidad a un hombre misterioso que nunca había conocido. Y, sin embargo, una parte de él, la parte que nunca había tenido muchas ganas de ir al templo, desde el principio, estaba sólo un poco excitado.
¿Cuál sería la apariencia de su nuevo Amo? ¿Iría a ser alto, de pelo oscuro y ojos penetrantes como el hombre que había visto en los videos porno? ¿Iba demandarle que se humillara y arrodillara delante de él para tomar su pene en su boca? Y después, ¿Cómo iba a tomarlo? ¿Desde atrás como un animal? O ¿Demandaría que lo montara y cabalgara con su pene llenando su interior? Sólo pensar en esas cosas le hacía sentir el pene erecto y la entrada humeda e hinchada con necesidad.
Pero antes de que pudiera dejarse llevar, un golpe seco sonó en la puerta haciéndole saber que era hora de irse. Era hora de conocer a su nuevo amo.
Jimin dejó la seguridad de su dormitorio vacilante, inseguro de lo que el sirviente que esperaba, digiera. Sin embargo, el hombre lo miró de arriba abajo y asintió en señal de obvia aprobación.
"Muy bien, mi señor. Ya es hora de irse." Llevó a Jimin por el impecable palacio que consistía en muchas salas grandes llenas de ricos muebles y hermosas obras de arte. Tapices gruesos que debían haber tardado años en tejerse por muchas manos, adornaban las paredes y los pisos de mármol. Pinturas eróticas de hombres, donceles y mujeres entrelazados con miradas de éxtasis en sus rostros colgaban por todas partes. Era evidente que el que vivía aquí disfrutaba las cosas buenas de la vida, y adoraba los placeres de la carne. Placeres que Jimin nunca había experimentado. Pero estoy a punto de hacerlo, se recordó, tratando de sosegar sus rodillas que temblaban mientras caminaban. Sólo espero complacer a este amo, quien quiera que sea.
Por fin, el sirviente abrió una enorme puerta de madera atada con hierro y le indicó un conjunto de escalones de piedra que conducía a la oscuridad. "Aquí tengo que dejarte, mi señor," dijo, asintiendo hacia Jimin. "Porque no me atrevo a ir más lejos."
"¿Pero por qué?" Jimin parecía tener miedo, sin saber qué debía hacer. "¿El amo se enojará si usted me acompaña?" Le preguntó, vacilante dando el primer paso y volviéndose a mirar hacia atrás.
"Está prohibido", dijo el criado, sin contestar a su pregunta. "Tiene que ir solo. Continúe hacia abajo hasta llegar a la parte inferior y ahí en el calabozo encontrará su destino."
"¿El calabozo?" Jimin podía sentir el miedo que brotaba en él, pero trató de controlarlo respirando profundamente.
"Adiós y buena suerte, querido." El hombre le dio una mirada que era a la vez compasiva y severa después, cerró la puerta por la cara de Jimin, dejándolo en la penumbra.
Jimin se quedó allí por un momento, tratando de detener el grito que quería salir de su garganta. Su primer impulso fue golpear en la puerta y demandar que lo dejaran escapar, pero era evidente que no iba a ayudar nada. No, no había nada que pudiera hacer más que ir por el largo tramo de escaleras y ver lo que le esperaba en la parte inferior.
Y así descendió y se encontró en el calabozo grande, con corrientes de aire. Fue sólo después que vio la cama inmensa y el montón de huesos humanos cuando una voz le llegó.
Una voz que decía: "Así que tú eres la víctima más reciente. Bienvenido a la guarida de la bestia, mi señor."
Sorprendido, Jimin se volvió rápidamente para ver quién estaba hablando. Apenas había tenido tiempo para explorar la extraña y siniestra mazmorra y ahora se encontraba con que no estaba solo.
Perdida en las sombras estaba la figura oscura de un hombre. Pero no cualquier hombre, era la criatura más grande que Jimin había visto nunca. Elevándose sobre él, vistiendo sólo un par de pantalones negros andrajosos, era un sólido muro de los músculos. Uno de sus muslos era tan grueso como su delgada cintura y sus hombros eran realmente dos veces más amplios que los suyos. De hecho, Jimin habría tenido bastante miedo de él si no estuviera encadenado a la pared del calabozo.
"Soy Jimin." Dio un pequeño paso hacia él, nervioso al ver las cadenas que lo ataban ante sus ojos. Eran tan gruesas como su muñeca, pero el hombre era tan grande que parecían simples cuerdas unidas a sus enormes miembros. Tenía el pelo negro y espeso apartado de la frente alta y los ojos oscuros brillaban con la luz de las antorchas. Alrededor, de sus abultados bíceps tenían gruesas líneas negras que Jimin en un primer momento pensó que eran un segundo grupo de esposas. Pero cuando estuvo más cerca pudo ver que eran las marcas de algún tipo, al parecer, dibujados en su piel con tinta indeleble. Cuando movió su cabeza para mirarlo, vio que tenía el mismo signo negro dibujado en las bandas a través de sus sienes. Se curvaban hacia adelante como cuernos, que terminan en puntas en la frente.
"Veo que estás vestido para la ocasión." Su voz profunda retumbó desde su enorme pecho y Jimin sintió sus mejillas calientes con un rubor mate. Cruzó los brazos sobre su pecho tímidamente, esperando que no pudiera verlo muy cerca para que no viera que iba casi desnudo en la penumbra.
El pantaloncillo corto y la camisa estaban muy lejos de ser lo que esperaba vestir para aquel momento - la larga y blanca túnica del convento que cubría todo, desde el cuello hasta los tobillos-. Pero teniendo en cuenta la actitud inflexible del sirviente que lo había conducido hasta aquí, había estado obligado a ponérselo o ir desnudo al calabozo, una idea impensable sin importar cuál fuera su último propósito.
"Ellos... los criados parecían pensar que era necesario", murmuró. Estaba empezando a hacerse una idea muy mala de su situación. La sensación de que debería haberse quedado en su planeta natal Beta Seis. Sin importar qué tan sombrío fuera su futuro con el Gordo Hyuk, no hubiera estado en una mazmorra con un montón de huesos. Pero estaba aquí y no había vuelta atrás.
Aclarándose la garganta, dio otro paso hacia el musculoso hombre atado y lo miró a los ojos. "¿Es... usted un prisionero? ¿Un preso de la bestia de la que hablan?" Le preguntó, buscando en sus oscuros ojos alguna pista sobre su identidad ya que no hacía ningún esfuerzo para presentarse. "Me dijeron que iba a encontrar a un hombre aquí", continuó en voz alta, sin aliento. "Un hombre al que tengo... que servir." Las palabras atascaban en su garganta y tuvo que expulsarlas. Era difícil admitir, incluso para sí mismo lo que tenía que hacer aquí en el calabozo, mucho menos en voz alta a un extraño.
"Es una buena manera de decirlo." Se rio, con un profundo rumor teñido de amargura. "Sí, mi señor, soy un prisionero aquí. Un prisionero de mis propios deseos oscuros. Un preso de una maldición puesta en mí hace cinco largos años."
"¿Deseos?" Jimin sabía que debía de preguntar acerca de la maldición, pero que no era la palabra que le había llamado la atención.
"Ciertamente". Rio con dureza y una de las cadenas que lo ataban a la pared se sacudió resonando contra la piedra húmeda.
Jimin se había acostumbrado a la luz tenue y ahora, por alguna razón se encontró viendo los pantalones negros rasgados que llevaba el hombre encadenado. Reprimió un grito ahogado cuando vio aumentando el grueso bulto entre sus musculosos muslos, el estiramiento de la oscura tela que la cubría. ¿Qué rayos, Diosa... querida del cielo, ¿era ese su pene? Jimin nunca había visto uno de otra persona a pesar de que había visto un montón en los prohibidos videos porno que había visto. Pero nada de lo que había visto podía compararse con el enorme eje entre las piernas del prisionero. Era más grueso que su muñeca y la parte superior sobresalía de la cintura de los deshilachados pantalones y llegaba casi hasta su ombligo. La cabeza rosada, en forma de ciruela latía contra su plano abdomen y había una gota perlada de líquido pre-eyaculatorio rebordeando su orificio.
Diosa. Jimin sintió que su boca se secaba mientras daba otro paso adelante, con los ojos congelados a la vista delante de él. Al estar cerca del prisionero, podía oler su almizcle, un olor profundo como el cuero, especias exóticas y saladas. El olor de un hombre que lo necesitaba. Parecía invadir todos sus sentidos a la vez y hacerlo perder la razón. Tenía la extraña necesidad de alcanzarlo y tocarlo, considerar la longitud de su espesor en la palma de su mano y probar su textura, para saber finalmente como un pene real se sentiría... Pero era un perfecto desconocido, no podía hacer tal cosa.
"¿Te gusta lo que ves?" Su voz profunda se burlaba. "Tienes que perdonar mi estado de excitación, pero al ver tus dulces y pequeños pezones y tu dulce olor, de la manera en que aparecen hace que sea difícil controlar mis reacciones."
Con las mejillas encendidas, Jimin obligó sus ojos a ir lejos de la vista erótica entre sus muslos y la espalda hasta su rostro pálido. "D-dime acerca de tu maldición," balbuceó él, sin saber qué más decir. "¿Por qué estás encadenado a la pared en este lugar oscuro y terrible?"
"Te diré lo que quieras saber, si sólo me das un poco de alivio." Asintió hacia abajo a su enorme eje que sobresalía de la parte superior de sus pantalones y se movía incómodo. "Me han encadenado aquí, así que no puedo ayudarme a mí mismo y cómo puedes ver, tengo una horrible necesidad de ayuda." Sus palabras eran amargas y sarcásticas, como si no esperara su ayuda, pero para su sorpresa, Jimin se encontró realmente teniendo en cuenta su petición.
Volvió a mirar su pene palpitantemente, enojado todavía goteando líquido pre-seminal contra de su vientre plano y se le ocurrió de pronto que sufría de dolor, casi en agonía. La compasión lo inundó, así como la compulsión extraña de tocarlo de nuevo. Era tan grande y fuerte y, sin embargo, una persona cruel lo había dejado encadenado aquí, quizás como una ofrenda a la bestia de la que le habían hablado. Se había nombrado un prisionero de sus pasiones y sin embargo no podía hacer nada para saciarse. Y se veía un poco como el hombre de sus sueños, aunque nunca había imaginado al hombre de sus sueños pálido, tan grande e imponente.
"Yo... Voy a tratar de ayudarte", dijo vacilante, dando un paso más cerca de él. "A pesar de que no puedo ser muy bueno en eso. Nunca he..." Sacudió la cabeza, incapaz de terminar. Era evidente que el hombre de cabello oscuro necesitaba acciones, no palabras. Sintiendo un cosquilleo de extraña excitación, se inclinó y le desabrochó el pantalón negro ajustado, liberando la longitud de su rígido eje.
Por un momento se quedó mirando, sin saber por dónde empezar. Estaba lo suficientemente cerca para sentir el calor del enorme cuerpo del prisionero, irradiaba contra el suyo y su olor oscuro, almizclado seguía llenándole la cabeza, pero no tenía sentido quedarse de pie allí mirando fijamente. Valientemente se adelantó y tomó su longitud en la palma de su mano.
"¡Dioses!" Gimió el prisionero desde lo más profundo de su garganta. Sus caderas se movieron hacia adelante, presionando su eje con fuerza contra la mano con una urgencia, la que hablaba de su necesidad. Jimin lo acarició con asombro, finalmente sorprendido, de sentir algo que con lo había fantaseado solo durante tanto tiempo. Estaba caliente y palpitante en su mano y, sin embargo, la textura de su piel era tan suave como pétalos de rosa. Era como sostener una barra de hierro al rojo cubierto de terciopelo que latía al ritmo de su corazón. Experimentalmente trató de envolver con sus pequeños dedos helados todo el camino alrededor y descubrió que no podía, era demasiado gruesa. Acarició el largo eje como pudo y sintió una extraña emoción correrle por la espalda ante sus gemidos y las maldiciones que salían de sus labios llenos con cada toque.
Inesperadamente, una imagen se formó en su mente. ¿Cómo sería tener este enorme miembro no en sus manos, sino llenando su interior? Jimin no tenía idea de cómo iba a encajar en su apretada entrada, pero la idea de él abriéndole las piernas y presionando la larga, espesa, palpitante carne en su apretado orificio no salía de su cerebro. ¿Lo disfrutaría, como los donceles y mujeres en el video porno parecían hacerlo? ¿O le dolería cuando violara su barrera y chocara toda la longitud espesa contra su carne dentro de su esfínter? ¿Iba a querer quedarse dentro de él cuando se corriera y si era así, iba a ser capaz de sentir que se corría, palpitando en su interior mientras llenaba su orificio con su semen?
"¡Dioses! Estoy cerca... tan cerca ", jadeó, trayéndolo a la realidad de la fantasía viva a la que se había entregado, mirando hacia su parte inferior, Jimin vio que la gota de líquido pre-seminal en la punta de su pene se había convertido en un río que corría por encima de su vientre plano. Era brillante y a la tenue luz de las antorchas y por alguna razón se encontró queriendo probarlo.
¿Me atreveré? Jimin había visto el acto realizado con bastante frecuencia en los videos porno y, sin embargo, nunca había soñado con realizarlo él mismo. Honestamente, nunca había pensado quererlo. Pero había algo en la impotencia del hombre encadenado y el poder que sentía cuando lo acariciaba que lo hacía quererlo mucho más. Después de todo, había venido a él vestido con un traje que mostraba claramente sus apretados pezones y su pene y hacía peor su necesidad. ¿No se lo debía a él, aunque era un desconocido, ayudarle de cualquier manera que pudiera?
Sin detenerse a pensar en él, Jimin se dejó caer de rodillas ante él. Ignorando la piedra dura y fría contra de su carne mientras se adelantaba, frotando la longitud dolorida de su grueso miembro contra su mejilla. Su almizcle era más fuerte aquí, una mezcla embriagadora de cuero y especias que lo hacía sentir borracho de necesidad. Podía sentir sus pezones latiendo acorde con su deseo y entre sus piernas el trocito de seda que le servía de calzoncillo estaba apretando su creciente dureza y humedad. ¿Por qué la idea de probar a este hombre, de chuparlo, lo ponían tan excitado, que era una cuestión que no podía responder? Sólo sabía que quería ayudarlo, quería darle placer hasta que viera el chorro de esperma caliente salir de la punta de su pene.
"Dioses", murmuró otra vez, mirándolo. "¿Qué crees que estás haciendo?"
"Ayudándote." Jimin le acarició de nuevo y levantó la vista para encontrar sus oscuros ojos tan llenos de necesidad. "¿Quieres que me detenga?" Sin esperar respuesta, se inclinó y dio con la boca abierta un suave beso en la coronilla de su pene. El eje que sostenía en la mano, saltó en respuesta al tacto suave y cuando se retiró pudo saborear la sal, el sabor ligeramente amargo de su capa pre-eyaculatoria en sus labios. Lo lamió pensativo y decidió que le gustaba el sabor y miró hacia arriba de nuevo viendo que lo miraba.
"Sería un tonto si te pidiera que pararas", murmuró con voz ronca. "Pero lo confieso, tu buena voluntad por llevarme a tu boca para aliviar mi dolor me sorprende."
"Casi tanto como me sorprende a mí", dijo Jimin demasiado bajo para que él escuchara. Pero se había comprometido ahora y quería llevar el acto hasta el final. Se inclinó de nuevo, esta vez sin atreverse a tomar toda la cabeza de su pene en forma de ciruela en la boca. No estaba seguro de cuánto más podría encajar, pero la cabeza por lo menos la podía manejar, y disfrutó chuparla y explorar hasta su orificio resbaladizo en la parte superior de la punta con de su rosada y pequeña lengua.
El prisionero se quejó de nuevo y presionó suavemente en su boca. Jimin se lo permitió, abriendo ampliamente los labios para acomodar una o dos pulgadas de su eje. Pronto estaba chupándolo con suavidad, pero con urgencia entre sus labios mientras succionaba y lamía para obtener más de su salado líquido pre- seminal. Mientras lo acariciaba en su boca, hablaba en voz baja y ronca, haciéndole saber lo mucho que amaba la sensación de sus labios suaves y dulces, de su lengua contra de su eje.
"Eres hermoso arrodillado así", susurró mientras Jimin trabajaba para meter más de su miembro en su dispuesta garganta. "Sólo verte me dan ganas de romper estas cadenas y unirme a ti. Quiero enterrar mi cara entre tus largas piernas. Quiero apartarte ese pequeño trozo de seda que tienes en tu entrepierna y comerte dulcemente hasta que gimas y jadees. Quiero presionar mi lengua en el interior de tú orificio y te sienta temblar mientras te corres por mí."
"Mi señor" murmuró Jimin, por fin, retirándose por un momento de su erección palpitante. "Me haces sonrojar con esa forma de hablar. Ni si quiera te conozco."
"Y sin embargo eres tan amable en traerme alivio, aunque sólo sea por un momento," rugió él.
"No te he dado ningún alivio hasta el momento," dijo Jimin, mirando su pene aún duro.
"Pero me has llevado directo hasta el borde", le dijo. "Mejor acaba con tus manos. Si me llevas a tu boca otra vez no voy a ser capaz de aguantarme."
"¿Quieres decir que... te correrías en mi boca?" Jimin se sonrojó mientras hablaba. Era otro acto que había presenciado, y nunca podría desempeñar. Y, sin embargo, se encontraba extrañamente intrigado por la idea. ¿Quería tener el miembro del prisionero en la boca y sentir el pulso de su grueso pene contra de su lengua mientras él brotaba esperma caliente en su garganta?
"No te lo pediré", dijo el prisionero, pero todos los músculos de su enorme cuerpo estaban tensos con la necesidad de liberación. "Lo que has hecho es un favor mayor del que cualquiera de tus predecesores me han demostrado."
Jimin quiso preguntar de qué predecesores estaba hablando, pero de nuevo, sintió que necesitaba más acción que palabras. Miró los ojos oscuros y amargos del prisionero y luego los bajó con suavidad a la cabeza que la quemaba de su miembro, una vez más.
"No hace falta que me lo pidas", murmuró. "Me complace darte alivio." Dobló la cabeza una vez más, tomó la cabeza en forma de ciruela y metió gran parte de su eje como pudo entre los labios y comenzó a lamer y chupar de una manera que no dejaba ninguna duda en cuanto a su intención.
"¡Dioses!" Él movió la cabeza hacia atrás, sus caderas brincaron, y él sintió una oleada de poder puro que pareció saltar entre ellos. Y después él se corrió, se corrió con fuerte borbotones salados por su dispuesta garganta mientras Jimin seguía adelante y lo instaba a dejarse ir.
Descubrió que su semen estaba caliente y espeso y delicioso por completo. El olor picante oscuro de él parecía impregnar su esencia, por lo que no era una tarea en absoluto a tragar los chorros calientes que bombeaba a la parte posterior de su garganta. Se sorprendió vagamente de encontrarse a sí mismo no menos disgustado por su propio afán de beber todo lo que tenía que dar. De hecho, estaba más excitado que nunca con sus pezones punzantes contra la camisa de seda fina y su miembro hinchado y caliente con necesidad.
Por fin, dejó de correrse y Jimin se alejó de mala gana, lamiendo las esquinas de su boca como un gato tratando de obtener los últimos restos de crema. Para su sorpresa, sin embargo, su pene de roca sólida entre sus muslos no bajó ni un poco. De hecho, parecía estar más duro y dolorosamente erecto que nunca.
"¿Por qué... por qué no estás satisfecho?" Miró desde el eje que pulsaba hasta el prisionero con ansiedad. "Lo siento, mi señor, lo hice lo mejor que pude para ti."
Sacudió la cabeza y cerró los ojos con fuerza por un momento. Cuando los abrió, estaban llenos de un tormento como nada que Jimin nunca hubiera visto antes.
"No es culpa tuya, pequeño," dijo con sorprendente delicadeza. "Hiciste todo lo posible y mucho más que cualquiera de los otros chicos desventurados que mis siervos han traído aquí."
"¿Los otros chicos?" Jimin se puso de pie y frunció el ceño. "Pero entonces... ¿Y la bestia de la que hablaste antes?" No se sorprendió al escucharlo. Si bien atado y desnudo, el hombre inmenso tenía un aire de nobleza en él que no se podía negar.
Asintió con cansancio. "Soy Yo."
"Pero ¿por qué estás encadenado como un preso? ¿Y qué hay de la bestia de la que has hablado antes?" Ahora que le había dado la liberación, Jimin encontraba su curiosidad poderosamente excitada.
Suspiró y tuvo la sensación de que se habría frotado los ojos o se pasaría una mano por el pelo en señal de frustración si sólo sus manos hubieran estado libres.
"Soy ambos, el amo y el prisionero. Como te dije antes, estoy bajo una maldición. Y por eso también soy la bestia."
¤Mily¤
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