5. El futuro
mimamotteru sono manazashi wa so colorful (Tu mirada protectora es tan colorida)
oshietekureta nda (Tú me enseñaste)
itsu no hi ka sono kanashimi wa (Que algún día esta tristeza)
bokura o tsumuide iku (Volverá a unirnos)
Your Eyes Tell- BTS
—Hey... ¿Te sientes nervioso?
Asintió soltando un suspiro intentando relajarse.— Han sido... casi veinte años desde que nos fuimos. Y todo ha cambiado.
—No deberías de preocuparte por eso. Estoy contigo. Bueno, estamos contigo.- corrigió haciendo reír al contrario.— Sabes que podemos regresarnos cuando queramos Shouyo.
—Lo se.- le sonrió.
Shouyo soltó otro suspiro antes de apoyar su cabeza en el hombro de Tobio. Entrelazó sus dedos con los del más alto y cerró por unos instantes los ojos.
Después de años de haberse ido del país en el que nació, regresaba por la muerte de su madre.
Había sido un golpe realmente duro el que la mujer se hubiese muerto pero al menos ya descansaría en paz. Le habían diagnosticado leucemia hacía un par de años. Él, como hijo preocupado, le propuso que fuese hacia Estados Unidos para que tratasen mejor su enfermedad, pero ella se negó.
Exitosamente, superó la enfermedad, pero hacia menos de un año que volvió a aparecer lo que terminó consumiendo su vida definitivamente.
Ahora, regresaban para el funeral que se celebraría en un par de días, y junto con su hermana mirarían que hacer con la casa en la que vivía en su adolescencia. Él, personalmente preferiría vender la casa de su infancia. Habían demasiados recuerdos en ella, tanto buenos como malos. Y eran estos últimos en venir a su cabeza y empezar a atormentarle.
Y sinceramente, quería dejar de pensar en ellos. Todavía tiene pesadillas de aquellos tiempos y era muy difícil desprenderse de ellos.
Aún así, habían veces en las que pensaba, ¿que habrá sido de Atsumu? Él había sido su primer amor, y esos nunca se olvidan. Muy, pero muy en el fondo, se preocupaba por el mayor aunque le hubiese dañado y dejado secuelas tal vez de por vida.
—¡Papás, mirad! ¿Es ese el Skytree?
Shouyo y Tobio miraron por donde su hijo señalaba con su dedo en la ventana del avión.
—¿Lo es?- insistió el chico.
—Quizás.- dijo Tobio encogiéndose de hombros.
—Que respuesta más vaga, papá.
—Tienes que entenderle, Soichi. Tu padre es algo bobo.
El pelinegro le dio un golpe suave mostrando su indignación, mientras que el menor reía por lo dicho por su padre.
El chico se recostó en el hombro de Shouyo mientras que Tobio recargó su cabeza en la del pelinaranja cerrando los ojos hasta que el avión aterrizara en el aeropuerto. Debía mantener un poco de paz mental antes de instalarse en la que fue la casa de Shouyo durante años.
Tenía que estar preparado para el posible reencuentro de Shouyo y Atsumu.
El castaño se encontraba como siempre en aquel pequeño banquito que su hermano y Shinsuke habían comprado para él. Era su pequeño rincón.
En sus manos tenía una guitarra tocando algunos acordes que cuando le gustaba lo que sonaba, lo apuntaba en las partituras que tenía al lado. A medida que iba tocando, tarareaba una posible canción que uno de sus tantos famosos cantantes aclamaría y cantaría.
Después de todo, él seguía creyendo que no tenía voz para cantar, mientras que su mente trabaja a mil por hora para crear una bonita canción que llegasen a los corazones de los oyentes. Le gustase o no, era compositor.
Había ido a un psiquiatra después de casi suicidarse. Quiso tirarse de un puente en un día de invierno hasta que su cuerpo fuese una papilla cuando chocase contra las frías aguas. Sin embargo, no tuvo éxito. Despertó en el hospital atado a las barras de la cama; y la imagen de dolor de Shinsuke y Osamu le hizo sentir un poquito culpable.
¿Pero que querían que esperasen de él? El amor de su vida no estaba y sus padres tampoco. No quería seguir siendo una carga para su hermano. Él debía de vivir su vida junto a Shinsuke. Casarse en un país donde el matrimonio homosexual fuese aceptado. Adoptasen algún niño o que fuesen hasta Estados Unidos con un vientre de alquiler porque su país tampoco lo aprobaba.
Pero todo salió mal.
Seguía vivo y seguía haciendo sufrir a su hermano y no era justo.
—Oye pedazo de mierda...
Atsumu dio un bote del susto y sin querer hizo un rayón en la partitura que escribía.
—¿Que clase de vocabulario es ese? Tienes trece años.- regañó el castaño.— ¿Y cuantas veces te he dicho que toques antes de entrar?
—Oh, venga. No seas así.- se acercó hasta el mayor y le abrazó por el cuello dándole un beso en la mejilla.— Eres el único que me entiende en esta casa.
—Eso es porque no digo la clase de cosas que haces.- le dijo volviendo a acomodar la guitarra en su regazo.— Y supongo que quieres algo. ¿Qué es esta vez?
—Prométeme que no se lo dirás a mis padres.
Atsumu miró a la chica alzando una ceja.
—Haruka... Sabes que te quiero. Pero no quiero que Samu y Shin me arranquen la cabeza por tus locuras.
La chica se mordió el labio inferior y se sentó en el espacio libre del banco. Miró como el castaño deslizaba sus dedos por las cuerdas de la guitarra encontrando un ritmo agradable.
—Aki me invitó a su casa.
El chirrido de las cuerda mal tocadas se hizo eco en la habitación y Atsumu subió la mirada de golpe hacia su sobrina. Sus mejillas se encontraban sonrojadas y esquivaba su mirada.
Por favor, él no era la persona indicada para dar la charla. Eso era trabajo de Shinsuke y su hermano. Él era... el tío enrollado que consiente a los sobrinos porque no tiene hijos.
Pero su niñita había tenido la valentía y confianza de decirle algo tan intimo solamente a él. Y sin duda, le hacía sentir especial.
Dejó su guitarra apoyada a un lado y se acercó un poco más a la castaña. Le agarró con cariño las manos y la miró a los ojos.
—Si fuera tu padre... No dejaría que te acostases con un chico hasta que tuvieses al menos cincuenta.- la menor rió.— Pero no lo soy. Y lo único que puedo decirte es que tengas cuidado. La primera vez es algo muy importante y es algo que cuando lo entregues no podrás recuperarlo. Quiero que... Estés segura de lo que quieres. Y que no estás siendo presionada por ese estúpido chico hormonal.- le acarició con cariño la cabeza.— Te lo digo por experiencia Haruka. No hagas algo solo porque todo el mundo lo hace. No cambies para caerle mejor a nadie.
La castaña se inclinó hacia al frente para resguardarse en el pecho del mayor, y este la envolvió con sus brazos y repartió besos por toda su cabeza.
—¿Esto lo dices por el chico de tus canciones?
Atsumu sonrió triste y le asintió.
—Él fue y será mi primer amor. Y por querer ser algo que no soy, lo perdí.- separó a la chica y acarició la mejilla.— No quiero que te arrepientas de nada.
Haruka le sonrió y asintió.
—Si ocurre algo... ¿Prometes ir a buscarme?
—Claro que si. Eres mi niñita consentida después de todo.
La castaña le dio un beso en la mejilla antes de levantarse. Sacudió su mano a forma de despedida y salió de la habitación del mayor cerrando la puerta a su paso.
Atsumu sacudió la cabeza con una sonrisa tirando de sus labios y volvió a tomar la guitarra entre sus manos. Un poco más animado que antes de que su sobrina entrase empezó a tocar las cuerdas creando nueva música para anotar en sus partituras.
La llegada de esa niña a su familia de tres, había sido realmente un gran cable a tierra para él. Se tomó en serio la medicación que le mandaban y no había un día que se la saltase. Cuidaba a esa chiquilla como si fuera su propia hija: la cuidaba si estaba enferma, intentaba no intoxicarla con su mala cocina, la recogía de la escuela cuando era más pequeña...
Hacía un millón de cosas juntos.
—¿Es tu hija?
Su respiración de repente se cortó. Su corazón comenzó a latir como loco y sentía que sus manos temblaban como si sufriese de parkinson.
—Tiene tu sonrisa.
De forma lenta y algo dramática la verdad; giró su cabeza con los ojos abiertos hasta el tope.
Al otro lado de su ventana. En la casa de enfrente que había estado vacía por no sabe cuantos años, estaba Shouyo. La persona que creyó jamás volver a ver después de enterarse de lo del accidente.
—Shou...yo.
El pelinaranja alzó una mano saludándolo.— Ha sido un tiempo... Tsumu.
Su cuerpo entero parecía clavado en aquel lugar incapaz de ponerse en pie. Las palabras que millones pensó para poder decirlas nada más verle a saber en que momento, no salían de su garganta.
—¿Cuantos años tiene?
—¿Eh...?
—Tu hija.
Atsumu parpadeó en su dirección hasta que reaccionó.
—Oh... Eh... No... No es mi hija. Es la de Samu y Shinsuke. Y tiene t-trece años.
—Comprendo.- asintió Shouyo.
Ninguno de los dos dijo nada más haciendo el ambiente realmente incómodo. Solo estaban allí mirándose. Uno comprobando si aquello en realidad era real mientras que el otro procesaba que el momento había llegado.
En realidad, Shouyo nunca se llegó a pensar que Atsumu seguiría viviendo en aquella casa. Quería creer que después de años, se acabaría mudando. Pero al entrar por la puerta de su antigua habitación y ver a través de su ventana, le trajo millones de recuerdos.
Ver a Atsumu de nuevo, y con sus cabellos castaños, no rubios por culpa de un tinte, le hizo sentir como aquel chiquillo de trece años locamente enamorado de ese tonto. Y aquella chica... Era realmente bonita, similar al castaño y con una sonrisa igual de brillante que la que tenía el castaño en antaño.
—¿Como se encuentran tus padres?
Atsumu tragó saliva.— Seis meses después de que te... fueses, ellos murieron.
—Oh... lo siento. No sabía.
El castaño negó con su cabeza.— Tranquilo, ya han pasado años y puedo hablar sin problema.
—¿A que te refieres?
—Cuando te fuiste entré en depresión, que se agravó cuando mis padres murieron. Quise suicidarme para no seguir siendo una carga para mi hermano pero no pude. Estuve en tratamiento psicológico y luego me derivaron a un psiquiatra para que pudiese mandarme medicación.- sonrió tembloroso.— Pero ya estoy mejor, y gracias a Haruka, mi recuperación fue más rápida.
Shouyo asintió y se rasó la nuca. Nunca se llegó a imaginar que algo así le pasase a Atsumu. Se veía un chico mentalmente estable entre lo que cabía.
—¿Y... como te fue a ti?- preguntó el castaño.— ¿Que ocurrió con... Kageyama?
—¿Te enteraste?- vio al mayor asentir.— Cuando llegamos a Estados Unidos pasaron un par de días hasta que finalmente despertó. Con terapia volvió a caminar aunque no puede estar mucho tiempo de pie. Yo tuve que ir con un psicólogo después de todo lo que había pasado y en poco tiempo me recuperé... Aunque las pesadillas a veces reaparecen.
Atsumu bajó la mirada asintiendo.
—Y yo... me casé con Kageyama.- eso hizo que la cabeza del castaño se alzase con velocidad.— Después de intentarlo de nuevo, finalmente nos casamos y ambos somos felices y estamos enamorados del otro.
Sus palabras fueron como un duro golpe en el estómago que le quitó hasta la última gota de aire.
Pero se lo había buscado. Literalmente lanzó a Shouyo a los brazos del pelinegro.
—Papi~, papá pregunta que si quieres curry para el almuerzo.
Los ojos de Atsumu se dirigieron al chico pelinaranja que apareció de repente. Era ligeramente más alto que Shouyo, pero tenía su inconfundible colo de pelo.
Tan naranjas como las mandarinas. Y sus ojos tenían un azul tan claro como el mismo cielo.
Y aquello que sentía en sus ojos no eran para nada lágrimas queriendo salir de ellos.
—¿Quién es?- preguntó el chico.
—Oh, em... Soichi, él es Atsumu un... amigo de la infancia.- presentó al castaño.— Atsumu, él es Soichiro, mi hijo.
—Es un placer.- asintió el castaño.
El pelinaranja menor le asintió de vuelta antes de desaparecer volviendo a dejarlos solos.
—No voy a negar... que me duele verte ser feliz con alguien que no soy yo pero...- Atsumu rió triste. Miró a los ojos caramelo de Shouyo y le sonrió.— Pero me lo merezco.
—Atsumu yo...-
—Aún así, me alegro que seas feliz. En serio.
Shouyo asintió y alzó su mano despidiéndose del castaño.
Dio media vuelta y se alejó del lugar dejando solo a Atsumu al otro lado de su ventana.
El castaño cerró su ventana y corrió la cortina. Caminó hacia su puerta para ponerle seguro y se tumbó en su cama. Abrazó una almohada y enterró su cara en ella dejando salir silenciosas lágrimas.
Shouyo tenía una familia, amorosa, y era feliz en ella. Y aunque no quisiera, había hecho un futuro sin él.
Y lo único que podía hacer era aceptarlo.
Porque como se dice, si amas algo, debes dejarlo ir.
Oficialmente, este es el final.
Fue incluso mucho más raro que el capitulo anterior. O al menos yo así lo siento.
No quería escribir algo demasiado complejo ni nada, solamente algo por encima de lo que había sido la vida de Shouyo y Atsumu después de mucho tiempo. Tampoco quería que Atsumu quedase como un cabrón después de lo que hizo.
Quise que el Atsumu de esta corta historia no fuese el típico bromista y cariñoso que escribo en otras de mis historias. No se en las demás historias AtsuHina, pero supongo que ponen a Atsumu como el chico bromista enamorado de Shouyo, y yo quise que en esta historia, se viese que un Atsumu diferente.
Espero que les haya gustado estos capítulos que les han hecho sufrir y que al menos este final sea algo que se esperasen. Porque todos sabíamos que el AtsuHina no acabaría junto después de lo que pasaron.
Nos estaremos leyendo en Siempre fuiste tu y Yo, en Karasuno. Ahora me pondré a escribir para retomar esas dos historias después de un tiempo.
Gracias por su apoyo.
~Zeni13~
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