3. Shouyo y Tooru
Más allá del bien y el mal
Siempre hiciste lo que tú quisiste
Nunca viste nada más allá de tu verdad
Más- Agoney
¿Cuanto había pasado desde que Atsumu se había ido?
No lo sabía, pero parecía demasiado tiempo.
Dejándole allí tirado en el suelo con la ropa mal acomodada. Con un dolor en su parte trasera y más roto de lo que había estado nunca.
Desde que está con Kageyama en su relación de amigos con beneficios, se ha sentido mejor. Se comportan como los mejores amigos y tienen sexo casual cuando quieren. Estudian juntos, pudo volver a comer después de un tiempo sin miedo a vomitarlo, y había dejado de cortar su piel.
¿Para qué hacerlo si su vida empezaba a centrarse de nuevo con Kageyama en ella? Lo veía innecesario.
Pero ahora volvía a estar hecho pedazos, y de es de nuevo por culpa de Atsumu.
Con la vista nublada buscó su mochila. No estaba tan lejos y pudo alargar su brazo hasta alcanzarla. Todo su cuerpo se quejó por un movimiento tan simple como ese. Rebuscó en el interior su teléfono, y al encontrarlo, marcó el número de la única persona que sabía podría ayudarlo hasta en el peor de sus momentos.
—¡¿Hinata, donde estás?!- se notaba preocupado.
—... En un almacén...- le dolía hasta hablar.— En la parte de atrás de la escuela.
—¡No te muevas de allí!
Ja... como si pudiera.
La llamada se cortó y dejó caer su mano hasta chocar con el suelo.
Cerró los ojos. La cita a la que tenía pensado ir con Kageyama se había arruinado. Y sobretodo a la persona que los esperaba a ambos. ¿Qué le diría cuando hizo todo su esfuerzo en venir desde Argentina solo para las vacaciones de invierno?
Escuchó las puertas ser abiertas con fuerza, pero el no las tenía ni siquiera para girar su cabeza y mirar.
—Dios... ¡Hinata!
Kageyama se acercó con prisas hasta él. Movía sus manos sin saber que hacer temiendo que con el solo toque le produciese más dolor del que le habían hecho. Con la mayor delicadeza que tuvo, sostuvo al pelinaranja entre sus brazos.
Miraba horrorizado la sangre que había entre sus piernas y en el suelo.
Cuando acabó de hablar con el profesor y lo fue a buscar a la salida, no lo encontró. Preguntó a los pocos alumnos que quedaban en el lugar, pero parecía que ninguno lo había visto. Fue entonces que se puso a buscar por toda la institución sin llegar a encontrarlo.
Sabía que Hinata nunca se habría ido sin decirle nada. Sobretodo cuando le dijo que quería presentarle a su primo que venía desde Argentina, y que era alguien muy especial para él. Recuerda la infinidad de veces que le había hablado de Oikawa Tooru, y de lo genial que era. Le decía que sin duda quería ser alguien como él.
Pero ahora...
Hinata parecía un pobre animalito desnutrido y golpeado.
Sus lágrimas no tardaron en rodar por sus mejillas. De impotencia, de rabia de tristeza. Por no poder haber llegado antes, por no haber podido impedir tal atrocidad.
—¿Quien te hizo esto?- preguntó con voz rota.
—¿Acaso importa?
—Claro que lo hace. Te han violado Hinata. El responsable tiene que pagar.
El pelinaranja con dificultad alzó su mirada a la azulina.
—Dudo que esa persona sufra más que yo.
El labio de Kageyama tembló sin control, y un estrangulado llanto salió de su garganta.
—¿Por qué lloras?- le dijo tembloroso Hinata alargando su mano limpiando las lágrimas del menor.
—No pude evitar que te cortaras, y ahora no pude evitar que te hicieran esto. Soy un inútil.
—No digas eso... E-estas aquí conmigo.
Kageyama lloró amargamente sosteniendo con delicadeza a Hinata. Y este derramaba lágrimas silenciosas.
Ninguno no sabe cuanto tiempo permanecieron allí. El pelinegro desahogándose con su audible llanto mientras que el pelinaranja respiraba, lloraba silenciosamente, y callaba el tremendo dolor que sentía para no preocupar de más a Kageyama.
Él solo podía estar ahí. Sufriendo el dolor físico que quemaba su cuerpo, mientras que Kageyama expresaba el dolor emocional de ambos.
—Hay que llevarte a un hospital para que te revisen.
Hinata negó con la cabeza.— No... Llamarán a mi madre. Y no quiero preocuparla.
—Por favor Hinata...- decía el chico con voz temblorosa.— Necesitan comprobar que estás bien.
—No estoy bien, Kageyama.- sus lágrimas no paraban de salir.— Y mis cortes fueron el inicio de todo esto.
Kageyama llevó su frente a la contraria y negó con su cabeza.
Hinata sentía como las lágrimas del pelinegro mojaban su cara y como su cuerpo temblaba de la impotencia, de los sollozos retenidos. Quisiera poder alargar su mano y acariciarle su cabeza. Decirle que todo estaba bien, que no hacía falta que se preocupara.
Pero solo le estaría mintiendo.
¿Qué sentido tenía la vida ahora?
Estaba roto. Nadie quería algo roto. Y por mucho que lo reparase siempre tendría grietas (cicatrices) visibles incapaces de reparar.
—¿Que quieres que haga Hinata?- seguía sollozando Kageyama.— Dime, y lo haré.
Hinata soltó un suspiró tembloroso y doloroso.— Quiero morir, Kageyama.- dijo esta vez, llorando.— No quiero seguir viviendo.
Kageyama negó.— No. No digas eso.
—¿Qué sentido tiene que siga respirando?
—Somos amigos, y además te quiero. No voy a permitir que la persona a la que amo diga esas cosas.
—¿Como puedes decirme estás cosas? ¿Como puedes quererme aún en este estado?
—Eso me da igual. Puedes ser ciego, sordo, manco, cojo, da igual, te seguiría amando.
El labio inferior de Hinata tembló con violencia. Se escondió en el pecho de Kageyama y lloró allí mojando su uniforme. ¿Como podía decirle eso? ¿Como podía creerle? Atsumu le dijo algo parecido en el pasado y mira como resultó.
Siendo violado por la persona que creyó sería el amor de su vida.
—Sácame de aquí.- lloró Hinata.
—Vale.
—Déjame quedarme contigo, p-por favor.
—Está bien.- respondió igual de dolido el pelinegro.
Kageyama acomodó con manos temblorosas la camisa de Hinata. Abotonó botón por botón y se mordía el labio inferior para que dejase de temblar. Le quitó la molesta corbata y la guardó en su propia mochila. Miró a la parte inferior y le dio un escalofrío por toda la columna. La sangre empezaba a secarse en las piernas de Hinata y sus caderas parecían que empezaban a formarse moretones de los dedos del tipo que abusó de él. Limpió como pudo la evidencia de tal desgracia evitando que supiesen lo que había pasado.
Tragó duro y con la mayor delicadeza que tenia fue subiendo la ropa interior y luego los pantalones. Quería volver a romper en llanto. Hinata parecía una muñeca de trapo. No oponía resistencia y parecía que la fuerza le había dejado. Se colocó su mochila sobre los hombros y se colocó sobre uno de ellos el bolso del pelinaranja. Soltó un suspiro tembloroso y con aún más delicadeza cogió al chico entre sus brazos al estilo nupcial. Pudo escuchar un bajo quejido de parte del más bajo y él solo puso soltarle un bajo y roto "lo siento" conteniendo sus ganas de llorar.
Salieron del lugar y agradeció que no hubiese nadie en los alrededores. El pelinaranja se ocultaba en su pecho como animalito asustado y él intentaba darle toda la protección que ponía y que no pudo darle. Caminó por los lugares menos concurridos hasta llegar a su casa de miradas indeseadas.
Al llegar batalló para encontrar las llaves, y al hacerlo volvió a luchar para que el chico entre sus brazos no cayese al suelo. Entraron al genkan y se quito sus zapatos y los de Hinata. Subió por las escaleras hasta llegar a su habitación y depositó al más bajo en su cama. Arrojó sus pertenencias a algún lado de la habitación y se arrodilló en el suelo al lado de la cama.
—Voy a preparar el baño, ¿vale?
Hinata solo asintió sin mirarle y con los labios apretados se levantó para preparar un baño de agua caliente.
El pelinaranja se encogió en su sitio haciéndose bolita y dejó que sus lagrimas volviesen a salir. Atsumu había sido una bestia.
En el fondo de su destrozado corazón, muy en el fondo, seguía queriendo a Atsumu. Y esperaba al día en que le dijese lo que había hecho que se alejase de él. Pero ahora... El poco cariño que le tenia había muerto. Había desaparecido. Al igual que su conexión con la tierra.
Miró su bolso tirado cerca de la cama, y con todo el dolor del mundo se estiró para poder agarrarlo y rebuscar en él su teléfono. Metió la mano y hurgó a ciegas hasta dar con el pequeño aparato. La luz lastimó sus llorosos ojos al encenderlo y buscó la conversación que tenía con Oikawa. Seguramente estaría preocupado de no haber llegado al lugar que acordaron y él sin dar señales de vida...
Tooru, perdón pero no creo poder vernos hoy.
¿Estás bien?
Me preocupé al ver que no llegabas a la hora que acordamos.
Sí... Tenemos un trabajo urgente de última hora.
Tranquilo.
Pero que sepas que a la próxima no te libras de mi.
Bien.
Salió de su conversación y cambió a la de su madre. Tendría que decirle que se quedaría ese fin de semana junto a Kageyama. No quería preocuparla.
Ya estaba lo suficientemente preocupada con los problemas que había estado teniendo durante este tiempo. Su madre no era tonta y se daba cuenta de todo.
Mamá, me quedaré con Kageyama estos días.
¿Sus padres no se molestaran?
No... Ellos están de viaje de trabajo y su hermana está a unas cuadras de aquí.
Está bien.
Si ocurre algo, llámame.
Heh... ¿Si ocurre algo?
Ese algo ya había ocurrido.
Apagó su teléfono y dejó que sus lágrimas volviesen a salir de sus ojos de manera silenciosa.
Sintió como Kageyama entraba a la habitación y pudo vislumbrar la compasión brillando en sus ojos. Eso le sintió fatal. No quería que le viesen con compasión, con pena. Al menos, no quería que esa mirada viniese de Kageyama.
—P-por favor... N-no me mires así.- le dijo roto.
—Lo siento...- se disculpó el menor.— El baño... está listo.
Hinata asintió, y Kageyama se acercó para cargarlo de la misma manera que lo había hecho en todo el camino hasta su casa.
Lo sentó en la tapa del retrete y pudo ver como el cuerpo entero del pelinaranja se tensó y contuvo la respiración.
—A... Aguanta un poco. Voy a quitarte la ropa.
Hinata volvió a asentir y se dejó hacer.
Desaflojó su corbata para sacársela por encimad e la cabeza. Fue desabrochando botón a botón hasta retirarla completamente. Cuando vio que las manos de Kageyama se dirigían hacia la hebilla de su cinturón todo su cuerpo se tensó mucho más hasta el punto de doler y temblaba como un loco.
Esto obviamente no pasó desapercibido por el menor y con el mayor cuidado que tuvo, agarró las mejillas de Hinata.
—Hinata, mírame. Soy yo, Kageyama. No te haré daño.
—Eso tu no lo sabes.- murmuró.
Y aquello le había dolido al pelinegro.
—Él siempre decía que nunca me haría daño... Y mira lo que hizo.
—¿Él...? ¿Quien es él Hinata?
—Nadie.- apartó su mirada de la azulada.
—Hinata... Por favor.- suplicó.
El pelinaranja le miró y se mordió el labio inferior.
¿Podría confiar en Kageyama para algo como esto?
—Yo...
Lo primero que hizo, fue gritar. Gritó con fuerzas lleno de terror.
Gritó como en aquel momento no pudo. Como cuando las fuerzas abandonaron su cuerpo.
Sentía su piel sudorosa y como el pelo se le pegaba a la frente. Su respiración era acelerada como su corazón y le era imposible dejar de gritar.
Sentía que se ahogaba.
Alcanzó a ver que eran apenas las cinco de la madrugada, y aún había personas que estaban profundamente dormidas. Pero para él, dormir era imposible. Todas las noches se despertaba empapado en sudar y asustado rememorando lo que Atsumu le había hecho. Aún así no llegaba a gritar. Solo alcanzaba su teléfono y llamaba a Kageyama hasta que se calmaba, y él pelinegro por muy dormido que estuviese, se quedaba al otro lado de la línea.
Pero ésta noche era diferente.
Aquella pesadilla... La había sentido mucho más real que las anteriores. Sentía el toque de Atsumu en su cuerpo. Como le desgarraba con cada uno de sus embistes. Como no escuchaba ninguno de sus gritos pidiéndole que parase. Que no quería aquello.
Se sentía sucio.
Cada vez que se duchaba, restregaba su blanca piel hasta que se tornaba roja deseando que con ello dejase de estar sucio. Sus heridas se habían vuelto a abrir por aquello y creía que era lo mejor.
Se agarró de sus mechones naranjas y se los jaló con fuerza a la vez que gritaba y de sus ojos salían incontables lágrimas.
La luz de su habitación se encendió de repente lastimándole sus ojos. Vio a su madre entrar preocupada y como Natsu, igual de preocupada se quedaba en el umbral de su puerta.
—Shouyo, cariño, ¿por qué gritas?- preguntó preocupada.
Se acercó a él y estiró su brazo para intentar tocar una de sus manos, pero eso hizo que le diese un manotazo a su madre apartando la mano y se pegase aún más a la pared.
—¡No me toques! ¡No me toques!- gritaba.
La mujer agarró su mano con preocupación.
Las luces de la habitación de la casa de enfrente se encendieron y se pudo ver como sus cuatro miembros se asomaban a la ventana preguntándose el porqué de tales gritos a esa hora.
Aquello sorprendió un poco a Hinata. ¿Qué tan alto había gritado? Pero lo dejó correr. Estaba teniendo un ataque de pánico como para preocuparse de los decibelios de sus gritos.
—¿Ocurre algo Mimura?- preguntó la madre de los gemelos.
La mujer se acercó a la ventana de su hijo sin quitarle la vista de encima y respondió.
—No lo se...
—Escuchamos gritos.- siguió el hombro.
—No lo se...- repitió llorosa la mujer y esta vez los miró.— De repente Shouyo empezó a gritar. Y no quiere que lo toque.
Volvió a mirar a su hijo y lo vio mover los labios con su teléfono pegado en la oreja.
—¿Le ha pasado algo en el instituto?- quiso saber la mujer.
—Lo siento... No soy... No soy cercano a Shouyo-kun en clases.- dijo apenado Osamu.
—¿Y tu Atsumu?- dijo la mujer.— Erais inseparables.
Osamu miró a su hermano que no apartaba la mirada del pelinaranja y frunció el ceño.
—Yo tampoco soy cercano a él...
Aquello había sido la última esperanza de la mujer de que le dijese algo.
De repente, el sonido del timbre e incesantes golpes en la puerta de su casa se escucharon. Mimura miró hacia la puerta de su hijo como si de ella viniesen aquellos sonidos aunque era obviamente imposible.
Natsu fue más rápida que ella y bajó las escaleras para ir a abrir a quien fuese que estuviese tocando a esa hora. Al abrir la puerta y ver a Kageyama se sorprendió. El chico entró sin decir nada y quitándose los zapatos con rapidez subió las escaleras en dirección al cuarto de Hinata.
Al entrar, lo vio pegado a la pared envuelto en un nido de mantas y sábanas. Sus ojos rojos de llorar y las manos aún en sus mechones naranjas.
Todos al verle se sorprendieron. Sobretodo Atsumu quien frunció el ceño.
Pero quien más se sorprendió fue Mimura al ver como el pelinegro no era apartado por su hijo.
—Hinata...- llamó.
—Kageyama...- murmuró.
El ojiazul se subió a la cama y le envolvió con sus brazos.
—Tranquilo... Estoy aquí.
—Fue horrible...- le dijo.
—Lo se. Pero ya estoy aquí.
—Tengo miedo. Era tan real. Su calor, su aliento, su tacto...- decía tembloroso.
Kageyama besó su cabeza.— Shh... No pienses en eso, no tengas miedo. Ya estoy aquí.- miró hacia la casa de enfrente. Lo miró a él.— Ya estoy aquí.
Mimura se acercó con paso vacilante hacia la cama donde amos chicos estaban abrazados. O más bien donde su hijo se aferraba a Kageyama y el pelinegro lo sostenía sin intenciones de dejarle ir. Asegurarle de que estaba ahí. Con él.
—Kageyama-kun... ¿Qué ocurre?
El chico le miró y abrió la boca un par de veces sin saber muy bien que poder decir.
—Lo siento. No puedo decirle.
—Kageyama-kun, por favor. Dime lo que pasa.
El chico tomó una respiración larga y asintió a medias.
—Es... una pesadilla.
—Dime la verdad.- dijo.— Tu no vendrías por una pesadilla.
—Si no quiere creerme no lo haga, Hinata-san. Pero es una pesadilla.
La mujer aún si creer en las palabras del pelinegro asintió con un nudo en su garganta al no poder saber que era lo que le pasaba a su hijo.
—Esta bien. Apagaré la luz para que podíais dormir.- se giró hacia la ventana e intentó sonreír a los que estaban del otro lado.— Id a dormir. Todo se solucionó.
—¿Está segura?- preguntó Atsumu.— Yo no lo estaría.
—Ella dijo que todo se solucionó, Atsumu.- dijo Osamu entre diente.— Kageyama-kun llegó y tranquilizó a Shouyo-kun. Todo. Se. Solucionó.
Ambos hermanos se fulminaron con la mirada y Osamu fue el primero en apartarla. Discutir con el rubio era perder el tiempo. Y él no debería de darse el lujo de perder horas de sueño cuando estaba a un par de horas de exponer un proyecto.
Pero no era tonto como para saber, que su estúpido hermano había hecho algo. Porque se había dado cuenta de la mirada que le dio Kageyama.
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—¿Estás bien?- le preguntó Kageyama.
—Sí...- le sonrió de lado.— Perdón por llamarte a esa hora. Y que tuvieses que venir hasta mi casa.
Kageyama sacudió la cabeza.
—No te preocupes por eso. Yo fui quien te dijo que si algo pasaba podías llamarme. Daba igual la hora.
—Aún así lo siento. Vi como intentabas no quedarte dormido en matemáticas.
—Las mates son aburridas.- ambos rieron y eso sentir cálido al corazón del ojiazul.— Deberías de decirle a tu madre lo que ocurre. Estaba preocupada.
Hinata bajó la mirada.— Eso solo la preocuparía más.
—Pero yo creo que...-
Kageyama dejó de hablar y se puso delante de Hinata cubriéndolo con su espalda. Frunció su ceñó y lanzó su mejor mirada intimidatoria hacia la escoria que se le acercaba.
—Aparta. Quiero hablar con Shouyo.
Al oír su voz, Hinata se tensó como una cuerda y se pegó a la espalda del más alto agarrando con fuerza su camisa del uniforme.
—Él no quiere verte.- dijo Kageyama.
—Yo no he oído que no quiera.
—No hace falta. Él no quiere ver a ninguno de ustedes dos.
—Valientes palabras de alguien que juega en dos bandos.
Hinata con la mirada aún en el piso, salió de detrás de la espalda de Kageyama.
—Estoy seguro que Kageyama no va saltando de pene en pene como tu, Suna-san.- murmuró Hinata.— Yo que tu me haría una revisión. No vaya a ser que...-
El sonido de una cacheta hizo eco entre los pasillos haciendo que el notable murmullo se disipase y la mirada de todos los que allí se encontraban recayese en ellos cuatro.
Hinata llevó su mano temblorosa hacia su mejilla golpeada y sus pobres ojitos estaban abiertos y anegados en lágrimas que negaba a dejar caer. Por querer defender a Kageyama, él se llevó la peor parte.
—Escúchame bien estúpido. Yo no soy una puta ni nada por el estilo. Pero date cuenta que el tipo que tienes al lado no es sincero contigo. No lo conoces bien.
—Él no dijo que lo fueras.- dijo Kageyama abrazando a Hinata y escondiendo su cara en su pecho.—¿Y tu estás seguro de que la persona que tienes al lado es sincera contigo?
—¿Qué...?
Kageyama se encogió de hombros.— Después de todo, nunca terminas de conocer a las personas, ¿cierto, Miya-san?
Suna miró con interrogación al rubio y este solo pudo mantenerse callado.
Kageyama negó con la cabeza y caminó hacia la salida con Hinata aún escondido en su pecho. Cuando sintió una mano en su hombro, cerró los ojos y soltó aire lentamente.
—Aún necesito hablar con Shouyo.
—No, no lo necesitas.
—No te metas en esto, Samu.
El castaño apartó la mano de su hermano del hombro del menor y le sonrió.
—Puedes irte.- el pelinegro asintió y se fue alejándose de la gente amontonada alrededor de ellos a la espera de algo.— Deja tranquilo a Shouyo-kun. Esta es mi última advertencia Atsumu.
—Deja de entrometerte donde nadie te ha llamado.
Osamu se acerco hasta su gemelo, le agarró con fuerza el hombro y se inclinó hasta que su boca estuviese a la altura de la oreja del otro.
—Sé que algo pasó entre tu y Shouyo-kun. Y te juro por nuestra madre, que como me entere, te acordarás del día en que te di una paliza.
—¡Shouyo!- gritó lleno de emoción al verlo.
Se levantó de su silla y corrió a abrazarlo.
Besó su cabezita infinidad de veces y se sintió reconfortado al sentir como sus brazos le devolvían el abrazo con cariño y soltaba bajas risitas ante sus constantes besos en su cabellera naranja.
—¡Mi querido Shouyo! Te he echado de menos.
—Yo también, Tooru.
El castaño sonrió mucho más grande y le volvió a abrazar con fuerza.
—T-tooru. No r-respiro.
Avergonzado, el castaño se apartó un poco y empezó a acomodar los mechones sueltos del pelo del menor.
—Cuando no pudiste venir el otro día me sentí muy triste. Tenía muchas ganas de verte.
—Lo siento. Pero ya estoy aquí. Y...- se separó del mayor y miró hacia atrás.— Te presento a Kageyama.
Oikawa entrecerró los ojos y empezó a escanear al menor. El pelinegro se removió incómodo y nervioso por el escrutinio del castaño.
Al final, el mayor acabó sonriendo.
—He oído hablar de ti.
—Espero que cosas buenas.
—Oh si.- asintió.— Las malas también.- sonrió malicioso.— Sé lo que le hiciste a mi lindo Shouyo.- abrazó al pelinaranja.— No te permitiré tenerlo tan fácilmente.
Kageyama rió nervioso.— Bueno él... él, ya sabes.- hizo movimientos con sus manos.— Él puso la etiqueta de solo amigos.
—Ouch, eso debió doler.- se burló.— Pero mi lindo Shouyo merece lo mejor.
—Me avergüenzas, Tooru.- dijo Hinata sonrojado.
El carraspeo de una garganta les hizo mirar hacia atrás, y esta vez fue Oikawa en sonrojarse.
Soltó al menor y se acercó hasta el moreno sentado en la silla al lado de donde él había estado sentado minutos atrás; y puso ambas manos en sus hombros.— Shouyo, este Iwaizumi Hajime.- se mordió su labio inferior intentando que su sonrisa no fuese muy obvia.— Mi prometido.
Shouyo abrió la boca sorprendido la boca al igual que Kageyama sin poder creérselo.
—¿Tu...?
Oikawa asintió varias veces completamente feliz.
Hinata soltó un bufido divertido y sonrió feliz por su primo. Se acercó con prisas y le abrazó con fuerzas.
—No me dijiste sobre esto en la llamada de la otra vez.
—Quería que fuese una sorpresa y... ¡Sorpresa!- dijo feliz
Hinata le devolvió la sonrisa al castaño aunque un poco más pequeña que la que tenia.
Oikawa se sentó al lado del moreno y le agarró la mano entrelazando sus dedos y le sonrió viéndole completamente enamorado. Hinata y Kageyama se sentaron frente a la pareja y el pelinaranja era incapaz de separar sus ojos de aquellas manos entrelazadas.
Él fue así un tiempo. Cuando creía que con Atsumu todo era color de rosa. Luego pensó lo mismo con Kageyama aunque volvía a sentir ese cálido sentimiento en su pecho. Pero sentía miedo de que le ocurriese la misma desgarradora desgracia que ocurrió con Atsumu. Incluso creía que nadie podía tocarlo. El mínimo roce le hacia saltar del miedo y Kageyama es el único que podía tocarlo sin que se asustase.
—¿Y como os conocisteis?- preguntó Hinata.
—Iwa-chan es entrenador deportivo.- dijo orgulloso Oikawa.— Y lo conocí en un partido amistoso.
—Oh, así que también vives en Argentina.- habló esta vez Kageyama.
—Mejor aun.- dijo emocionado Oikawa.— Iwa-chan vive y trabaja en Estados Unidos. ¡¿A que es impresionante?!
Kageyama y Hinata parpadearon de la sorpresa.
—¿Y como llevasteis la distancia?
—Fue... Duro.- habló después de un tiempo Hajime.— Fui yo quien pidió su numero. Pero creo que fue lo peor que pude hacer.- Oikawa le dio un suave golpe mientras reía.— Él fue quien se me declaró primero, pero le dije que no.
—¿Os lo podéis creer?- dijo con tono de indignación.— Me rechazó. A mí.
—¿Por qué lo hiciste?- quiso saber Kageyama.
—Tenia miedo.- confesó.— Puede que hayan personas que acepten las relaciones del mismo sexo, pero tenia del rechazo, del que dirán.
—Pero con mis dotes de persuasión y un poco de sexo desenfrenado le hice cambiar de idea, hasta el punto de comprometernos
A Hinata y a Kageyama se le tiñeron las mejillas de rojo al oír las desvergonzadas palabras del mayor.
No es que ellos no hubiesen hecho ese tipo de cosas, pero no eran tan abiertos como Oikawa.
—Pero dejemos de hablar de nosotros.- el castaño se apoyo en sus codos y su barbilla en sus manos.— ¿Como os conocisteis vosotros?- miró a Kageyama.— Shouyo siempre habla de ti que creo que hasta te conozco.
Oikawa alargó una de sus manos y pellizco una mejilla de Kageyama. Con el ceño fruncido, Iwaizumi le apartó la mano y le abrazó posesivamente.
El castaño rió en sus adentros.
—Fue en una biblioteca.- dijo Kageyama.— Creo que fue... Amor a primera vista.- miró a Hinata mientras este se sonrojaba lentamente.— Siempre le veía estudiar y vi mi oportunidad de acercarme cuando no podía alcanzar un libro. Cuando nos conocimos un poco más le pedí salir y aceptó. Pero cometí errores y rompimos.- suspiró derrotado y miró a los mayores.— Y cuando quise volver a estar en su corazón, dijo que fuésemos solo amigos.
Oikawa jadeó.
—Que cruel Shouyo.- se llevó la mano al corazón.— Ser frienzoneado es lo peor que hay.
Hinata rió apenado.
—Puede que me hasta equivocado diciéndole eso a Kageyama... Pero de momento me gusta lo que tenemos de esta forma.- miró sus mano mientras jugaba con ellas.— Ha visto lo peor de mi y lo valoro.
El pelinegro apretó los labios. Sabia a lo que se refería y le dolía.
En cambio, Oikawa miró preocupado a su lindo primo y luego a su fornido prometido quien le devolvió la misma mirada preocupada.
Sacudió la cabeza e intentó poner una sonrisa en sus labios.
—Bueno, ¿por qué no pedimos algo?- propuso el castaño.— Hablar es mas entretenido mientras tomamos algo ¿no?- miró a Hinata.— ¿Me acompañas, Shouyo?
El pelinaranja asintió y se puso de pie dispuesto a acompañar al castaño.
Sin embargo, la mano de Kageyama le impidió avanzar. Este se puso de pie y le sonrió a Oikawa.
—Me gustaría acompañarte. Quisiera hablar sobre como era Hinata de pequeño. Él nunca me cuenta de esas cosas.
—Porque son vergonzosas- dijo apenado el pelinaranja.
—¡Claro!
Ambos caminaron hacia la cola que había para el mostrador dejando a Hinata e Iwaizumi atrás.
—¿Y bien?- dijo serio Oikawa.— Vi tu mentira a kilómetros.
—Necesito tu ayuda.
—¿Para qué?- se cruzó de brazos.— No voy a ayudarte a reconquistar a Shouyo. Tu te lo buscaste. Fue bastante emotivo lo que dijiste, pero no cuentes conmigo.
—Admito que lo que hice estuvo mal pero te juro que de verdad estoy enamorado de él. Le amo.- Oikawa entrecerró los ojos en su dirección.— Pero es otra cosa... Relacionada con Shouyo.
Oikawa se acomodó el pelo y movió sus marrones ojos por todo el local hasta volver a centrarlos en los azulinos.
—¿Que es lo que ocurre?
—Quiero que no te alteres. Es delicado.
Oikawa golpeaba su pie contra el piso mientras se mantenía apoyado contra un lateral de su coche y estaba sumamente cabreado. Iwaizumi a su lado se mantenía alerta de las posibles locuras que podría cometer. No estaba dispuesto que su tonto prometido fuese arrestado y su boda tuviese que retrasarse por sus estúpidos impulsos.
El castaño bufaba y juraba que después de esta, se pondría millones de cremitas anti-arrugas en su cara para quitarlas por culpa de esta situación.
Se escuchó el claro sonido de la finalización de clases y el esperaba con ansias a que Shouyo y Kageyama saliesen de ellas. Durante dos semanas había estado tranquilo yendo a buscar al par junto a la compañía de Hajime con la tranquilidad de no encontrarse con el desgraciado que dañó a Shouyo. Habia visto cual era su vehículo personal y le daban ganas de romperle las ventanillas del coche, pincharle las ruedas y rayarle cada milímetro de esa chatarra.
—Si lo haces, llama a otro para que te saque de la cárcel. Te amo, pero contrólate.
Sin embargo, las palabras de su querido Iwa-chan le hicieron calmar sus impulsos.
Aún así, sentía que hoy sería el día de la gran desgracia. Su cuerpo lo sentía, y por eso se sentía mucho más ansioso de lo que debería. Sabía que si le veía aunque fuese un solo mechón de su pelo, se lanzaría como una leona hacia su presa a desgarrarle la yugular. Y eso Iwa-chan no podría pararle.
Vio la distintiva cabellera naranja de su querido Shouyo y se tranquilizó un poco. Lo vio junto a Kageyama quien le había ayudado a que todos estos días saliesen nada más sonar la campana y así poder llevarlos a casa. En estos meses de descanso que tenía en Japón, los aprovecharía para cuidar del hermanito menor que nunca tuvo.
—No hacía falta que vengas todos los días.- fue lo primero que le dijo Hinata al verle.— A Kageyama y a mi no nos importa caminar hacia casa.
—Tranquilo. A Iwa-chan y a mi no nos importa. ¿Verdad Iwa-chan?
El moreno miró mal al castaño. Giró su cabeza hacia el pelinaranja y le sonrió amable.
—Para ser sincero, preferiría tener sexo desenfrenado en el apartamento que alquilamos que estar aquí...- los otros tres se sonrojaron, sobretodo Oikawa.—Pero pronto seremos familia, y no importa. No te preocupes.- le revolvió el pelo y Hinata rió.
—Bien, bien. Es hora de...-
La voz de Oikawa se apagó de golpe y Hajime se golpeó en la frente. Iba a pasar. Y no lo podía evitar.
—¿Tooru?- preguntó Hinata ante el inesperado silencio.
—Mejor será irnos. Tenemos entradas para el parque de atracciones.- dijo apurado Iwaizumi y Kageyama asintió con la misma rapidez.
Sin embargo, Oikawa los evadió y caminó con prisas. No estaba pensando cuando llegó hasta su objetivo para en su coche, y elevó su mano dando una fuerte cachetada.
Todos a su alrededor miraban sin entender y el agredido se llevó sorprendido su mano hacia su mejilla golpeada. Miró al castaño y arqueó una ceja en signo de interrogación.
—¿Otro de tus tantos amantes?- dijo Osamu a su hermano.
—¿Que voy a saber? No lo conozco.
—Normal que no me recuerden. Eran unos críos cuando me fui.- ambos gemelos se miraron.— Soy Oikawa Tooru.
Los hermanos abrieron sus ojos sorprendido y asintieron. Sabían que el chico estaba en Argentina por las tantas conversaciones que Shouyo tenía con el castaño antes de que dejasen de hablarse.
—¿Pero por qué me pegas?
Oikawa dio un paso al frente.— Se lo que hiciste.
—No se a que te refieres.
—¿Ah no? ¿En serio?- preguntó con el enfado bullendo dentro de él.— ¿Acaso te olvidaste lo que ocurrió en el almacén exterior?
Atsumu se tensó.
—¿Qué ocurrió en el almacén exterior?- quiso saber Osamu.
—Oh, ¿no se lo has dicho?- se hizo el sorprendido.
—¿Qué ocurre Atsumu?
—Venga, dile.- incitó Oikawa.
Atsumu apretaba los puños y no apartaba la mirada del castaño.
—Tooru... ¿Qué haces?
La vocesita asustada de Hinata trajo a la realidad al castaño. Le miró con sus manos agarrando con fuerza la correa de su bolso y mirándole solo a él.
—Pongo a este tipo en su sitio.
—P-pero no te ha hecho nada. Vámonos.
—A mi no. Pero a ti sí.
Hinata contuvo su respiración y se tensó. Miró al rubio quien le devolvió la mirada con el ceño fruncido y claramente enfadado.
—¿Q-qué...?
Oikawa apretó los labios.— Me lo dijo Tobio-chan.
Hinata giró su cabeza con rapidez hacia el pelinegro y sus ojos se llenaron de lágrimas. Se sentía traicionado.
—¿Por qué lo hiciste...? ¡Confiaba en ti!
—Lo hice por tu bien.
—¡¿Por el mio o por el tuyo?!- gritó.— ¡Me traicionaste!
—No es cierto.- se acercó hacia el pelinaranja a paso cuidadoso.— Necesitas ayuda Hinata.
—¡Contigo bastaba! ¡Pero prefieres soltarle a todo el mundo lo que pasa!
—Shouyo...- habló Hajime.— Kageyama solo lo hizo porque estaba preocupado por ti.
Hinata rió irónico entre lágrimas.
Iwaizumi también sabía de su patética desgracia. ¿Quién más no lo sabía? Para así poder ir gritárselo a los cuatro vientos.
—Shouyo- dijo Oikawa.— Shouyo, necesitas ayuda. Una violación no es ningún juego.
—¿Qué...?- preguntó Osamu con la voz apenas audible. En ese momento su cabeza hizo un click y miró a su hermano.
Sus ojos estaban abierto y su estómago se sentía pesado y revuelto. Tanta presión que no podía aguantar que se tuvo que apoyar en el coche mientras devolvía todo lo que había comido con dolor.
Su hermano había abusado de Hinata.
Y aquello le provocaba escalofríos.
—Eso no es verdad.- negó Shouyo.— No me ha pasado nada.- miró a Kageyama.— ¡Esto es tu culpa!- le gritó para salir corriendo de allí.
—¡Hinata espera!- gritó también para salir corriendo detrás del chico.
El pelinaranja esquivaba a las personas que habían en su camino y escuchaba de fondo los gritos de Kageyama diciéndole que parase. Pero no lo haría. El menor le había engañado.
Le había contado algo demasiado personal que solo tenían ellos dos a Oikawa. Probablemente le diría a su madre y se agobiaría hasta el punto de no querer seguir viviendo. Este era su problema. No el alguien más.
Sus lágrimas nublaban su visión pero no le importaba.
Sintió un jalón hacia atrás que le hizo caer al suelo. Limpió sus lágrimas y miró al frente como un montón de gente estaba alterada. Parpadeó varias veces y el miedo se apoderó de él.
—¿Ka... geyama?
Se levantó con torpeza y caminó negándose a creer en ello. Apartaba a las persona de forma débil. Sus ojos completamente abiertos y con el cuerpo temblando.
—¿Kageyama?- volvió a pronunciar.— Oye, no es gracioso.- dijo, pero era más para él.
Caminó un poco más y a sus ojos volvieron las lágrimas. En el asfalto se empezaba a notar un charco de sangre rodeando al cuerpo allí tendido y Hinata negaba con su cabeza.
Corrió hasta allí lo que le quedaba y se dejó caer en el piso al lado del cuerpo importándole poco que su ropa se manchase de sangre.
—¡Kageyama! ¡Por favor! ¡Abre los ojos!- gritaba.— ¡Kageyama!- miró al frente a la gente que susurraba y no hacía nada.— ¡Una ambulancia! ¡Llamen a una ambulancia!
Miró a los ojos cerrados del pelinegro y sus lágrimas no dejaban de mojar su relajado rostro.
—No me dejes. Lo siento, Kageyama. Por favor, no me dejes.
Acariciaba su cara y pelo y seguía repitiendo lo mismo una y otra vez como un mantra.
Quien debería de estar tendido en el suelo debería de ser él. No Kageyama. Ese coche le tendría que haber arrollado a él. No a Kageyama.
Quien debería de pender del hilo de la muerta debería ser él. No Kageyama.
—Por favor resiste.- fue lo último que susurró Hinata antes de caer inconsciente por todas las emociones que le invadían.
Bueno, se podría decir que es un giro un poco inesperado.
En un principio, tenia pensado que tras descubrir que Kageyama le dijo a Oikawa lo que pasaba con Hinata, este intentaría suicidarse acabando en el hospital.
Luego lo descarté y lo dejé como un atropello, el cual seria Hinata el atropellado pero me dije que ya había sufrido demasiado como para sumarle un atropello. Pero bueno, aun así sufre con Kageyama tirado en el suelo.
Espero que les haya gustado e intentaré traer el próximo capitulo lo más rápido que pueda.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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