1. Shouyo
Confundimos el amor con lo que tuvimos
Terminamos siendo enemigos
Quisiste prometer, yo te quise creer
Pero al final tú y yo nos perdimos
Aitana, Reik- Enemigos
Hinata se encontraba sentado en la bañera de su casa rodeado de agua ya fría.
Miraba su muñeca izquierda y como un líquido carmesí corría hacia abajo llegando hasta sus dedos dejando caer pequeñas gotas en el agua.
El cortarse ya sean los brazos, las piernas, sus muñecas, incluso su estómago, era algo común después de un tiempo. Al principio era doloroso, pero a medida que se iba infringiendo dolor se acostumbraba a esa sensación.
Ese día se cumplían tres meses desde que había cogido la cuchilla de un afilador y empezaba a cortarse la piel. También se cumplían tres años de la muerte de su padre lo que lo hacía aún más doloroso.
La vida ya no tenía sentido para él y un millón de veces se le había pasado por la cabeza el acabar con su vida. Ya sea cortándose las venas, saltando desde lo más alto de un edificio, siendo arrollado por algún vehículo, ahogado... Había tantas maneras de morir... Pero él no era capaz de llevarlas a cabo.
Era por eso que se cortaba. No llegaba hasta las venas, pero el ver la sangre salir de su cuerpo manchando su piel, era algo satisfactorio para su vista.
Miró la plateada cuchilla y la giró con sus dedos. Algo tan pequeño... Infringía tanto dolor. La apretó contra su palma sintiendo como le pinchaba sin llegar a hacerle sangrar. Dobló su pierna y llevó la cuchilla hacia uno de los lugares vacíos y sin cortes y presionó con ella la piel. Aplicó la fuerza necesaria y empezó a ver como la sangre emanaba desde su interior.
Soltó un obvio quejido ante el dolor, pero luego se sintió tranquilo. Llevó su cabeza hacia atrás apoyándola en la pared de azulejos blancos y presionó de nuevo en otro lugar. La puerta del baño fue tocada y movió con pereza su cabeza hacia ella sin emitir sonido.
—Shouyo.- era su madre.— Llevas mucho rato ahí dentro. ¿Estás bien?- se quedó viendo a la puerta y no dijo nada. Su madre tocó de nuevo la puerta, probablemente preocupada.— ¿Shouyo?
—Estoy bien. No te preocupes.
Su tono era monótono, sin ningún rastro de emoción. Escuchó a su madre suspirar y alejarse del baño. Miró al techo y se fue deslizando por la bañera hasta estar completamente cubierto por el agua. Sus cortes ardían por el contacto con el líquido pero no le importaba.
Salió a flote y se puso de pie. Quitó el tapón de la bañera y miró como el agua desaparecía del desagüe sin dejar rastro... Ojalá el pudiera hacer lo mismo.
Se enrolló una toalla y sacó gasas y esparadrapo para cubrir sus cortes. Cuando lo hizo, se miró en el espejo. Las gasas empezaban a mancharse de sangre y podía ver viejas cicatrices en su estómago y brazos. Repasó con su dedo los huesos de sus clavículas y fue bajando notando también sus costillas. El hueso de su cadera también sobresalía, al igual que el de sus rodillas.
Pero era algo normal cuando había dejado de comer, y lo poco que ingería lo vomitaba a la primera de cambio.
Se colocó su pijama de manga y pantalón largo y se secó con pereza el desorden de lo que era su pelo. Colgó la toalla y salió del baño para ir y encerrarse directamente en su habitación.
Se tiró en la cama y se tapó con las mantas. Miró su teléfono antes de apagarlo y suspiró cansado al ver la infinidad de llamas perdidas de parte de Kageyama. Desde que le dio la cachetada, el chico no paraba de llamarle y hace lo que sea para llamar su atención durante las clases. Él obviamente le ignoraba sin vergüenza alguna, y los chismes de que ellos dos habían roto, se había esparcido por los pasillos de instituto más rápido que la pólvora.
Tampoco había vuelto a ver a Atsumu o a Suna después de que amablemente le abrieron los ojos. Los veía de pasada en los pasillos y no entraba a la cafetería para evitar malos royos. En cambio el se iba a comer al baño un poco antes de guiar sus dedos hacia el interior de su garganta y vomitar los apenas cuatro mordiscos que le daba a su comida.
Suspiró, y se mordió el labio inferior.
Quería darle una segunda oportunidad a Kageyama. Pero eso era denigrarse a sí mismo.
Aunque si pensaba darle esa oportunidad a Kageyama... ¿Por qué no también a Atsumu?
El rubio fue alguien muy importante en su pasado y era uno de los causantes de su terrible presente. Pero todos cometen errores, ¿no?
Lo que quedaba de su maltrecho corazón, deseaba perdonar tanto a Kageyama como a Atsumu... Pero la parte hecha trizas le recordaba que no quería volver a pasar por más dolor del que le causaron y él mismo se está causando.
Quería enamorarse sin que le hiciesen daño, pero era imposible aquello. Siempre alguna de las partes acabará con el corazón roto, pero no sería tan dañino si terceros se meten de por medio como hicieron con él.
Apagó su teléfono y cerró sus ojos dispuesto a dormir.
Tendría una larga noche par pensar que era lo que debía de hacer con el pelinegro y cierto rubio.
—¿Podemos irnos de aquí? El olor me está mareando.
Hinata cubría su nariz ante el intenso olor de comida de la cafetería.
Había deicidio hablar con Kageyama, quizás arreglar las cosas y dejarlas siendo solo amigos. Pero al pelinegro se le había ocurrido hablar en el peor lugar de todos.
Las personas les miraban y murmuraban de ellos. Pero había una sola mirada que sentía sobre él y que le incomodaba en demasía. Su estómago no dejaba de sentirse apretado al igual que su garganta y quería correr hacia los baños y sacar todo lo que tenia dentro.
Aunque fuese simplemente unos mordiscos que le había dado a un onigiri.
—Tengo hambre.- se encogió de hombros.
Hinata procuró no tomar una gran bocanada de aire si no quería ensuciar el suelo de la cafetería.
—Pareces más concentrado en comer en vez de hablar de lo nuestro.
Kageyama tragó lo que masticaba y apartó la bandeja de comida mientras se limpiaba la boca.
—Lo siento...- alargó sus manos hacia las del mayor y las cogió con delicadeza.— Yo... Después de lo que pasó, me di cuenta que eres alguien más importante de lo que llegué a pensar.
Hinata se abstuvo de bufar.
Este era un claro caso de "no sabes apreciar lo que tienes hasta que lo pierdes".
—Le dejé claro a Hoshiumi, el chico que viste, que tu eras más importante. Su cachetada al romper fue más dolorosa que la tuya.- dijo apenado.
Hinata rió bajo y miró sus manos agarrados.
Kageyama le acariciaba con sus pulgares la porción de piel que estos abarcaban. Era agradable esa sensación pero no sentía adecuado sabiendo todo lo que había pasado.
—Kageyama, yo te quiero.- el contrario sonrió.— Pero no creo poder estar contigo. Al menos, no ahora.
—Oh... Ya veo.- dijo con un tono triste en su voz.
No separaron sus manos y tampoco dejó de mover sus pulgares en su piel.
Sentía un cosquilleo en su piel y su estómago se retorcía pero no como usualmente lo hacia. Sentía sus mejillas levemente acaloradas y se avergonzaba de ver ahora al pelinegro a los ojos.
—P-pero... P-podría ser como antes.- habló tímido.— C-cuando me coqueteabas en la biblioteca.
Kageyama estalló en todos los tonos de rojo posible y bajó su mirada apenado.
Aquella vez cuando conoció al pelinaranja, sus ojos no dejaban de verlo. Y vio su oportunidad de acercarse cuando no pudo alcanzar un libro de un estante elevado y él amablemente le ayudó.
El pequeño coqueteo que empezaba a realizar fue demasiado vergonzoso y a la vez muy tierno. Era totalmente diferente a cuando conoció a Hoshiumi. Algo mucho más atrevido y con muchas indirectas muy directas.
Pero sentía que el pelinaranja lo valía. Y lo arruinó todo jugando a dos bandas. Cada día se decía que tenía que cortar cualquier lazo con el peliblanco, pero el mayor le tenia comiendo de la palma de su mano y no sabía como decirle que no.
—Podríamos estudiar juntos hoy.- propuso el pelinegro.— Los parciales se acercan y no sé... La biblioteca es un buen sitió.
Hinata bajó la mirada tímido y asintió.
—Me parece bien.
Puede que su corazón volviese a latir aún si todavía no puede borrar las claras cicatrices que sufrió.
—Gracias por acompañarme hasta casa.- le dijo Hinata girándose a verle.— Me gustó estudiar contigo.
—A mi también.- sonrió Kageyama.— Hasta mañana.
—Sí... Hasta mañana.
Alzó su mano en forma de despedida, pero no se esperó aquel cálido beso en su mejilla por parte del pelinegro. Sintió sus mejillas tornarse completamente rojas y bajó su mirada.
Kageyama estaba siendo más atrevido que antes.
Cuando se conocieron, no fue hasta tres meses después de conocerse que el más alto había rozado sus labios contra la piel de su mejilla haciéndole sentir la misma emoción que sintió entonces.
Mariposas en el estómago y su mejilla caliente donde había sentido aquellos labios. Su corazón corriendo a mil por hora como si estuviese en una maratón, y una vergüenza adueñándose de su sistema incapaz de ver al contrario a la cara.
—Nos vemos.- fue lo último que dijo Kageyama al irse.
Hinata se dio la vuelta y entró con rapidez a su casa.
Se apoyó en la puerta al cerrarla y se mordió el labio inferior llevándose una de sus manos al pecho sintiendo su rápido palpitar.
—Shouyo... Llegas tarde.- le dijo su madre en forma de regaño.— ¿Donde estabas?
—Fui a la biblioteca a estudiar... Con Kageyama.
Las facciones de la mujer se relajaron al escuchar el nombre del chico.
—Hace tiempo que no viene. ¿Por qué no lo invitaste a venir?
—Lo siento... Lo haré la próxima vez.
La mujer solo pudo suspirar.
Hinata se quitó sus zapatos y se dirigió a las escaleras dispuesto a subirlas para ir a su habitación a dejar sus cosas.
—No tardes mucho en bajar. Tenemos visitas.
Con el ceño fruncido, subió con rapidez las escaleras y al llegar a su habitación lanzó su bolso a algún lado de ésta y volvió a bajar.
¿Quién podría ser?
Nadie les visitaba a estas horas.
Al llegar a la sala, las mariposas en el estómago que le había dejado Kageyama antes de irse desaparecieron siendo sustituidas por las ganas de devolver aquel pan de melón que el pelinegro le había comprado y que milagrosamente su estómago había retenido; y el agradable calor del beso en su mejilla ahora se sentía frió como el hielo.
Avellana y caramelo se juntaron haciéndole sudar frió.
El rápido palpitar de su corazón ante la emoción que el menor dejó en él, ahora un palpitar mucho más rápido y sonoro que antes haciéndole doler el pecho.
—... ¿Qué?- fue lo único que pudo pronunciar.
—Shouyo cuanto tiempo. Nos has cambiado nada.- sintió unos brazos rodearle y de inmediato se tensó como las cuerdas de una guitarra.— Aunque sigues un poco delgado. Deberías de comer más.
—Se lo digo siempre.- habló su madre.— Pero últimamente ha perdido el apetito.
—Eso no es bueno muchacho.- dijo esta vez un hombre.— Estás en edad de crecimiento.
El pelinaranja miró a su madre en busca de respuestas.
—¿Qué está pasando aquí mamá?
—¿Acaso no te acuerdas?- preguntó sorprendida.
—¿Acordarme de qué?
—Y pensar que pasabais tanto tiempo juntos...- dijo la mujer que le había abrazado llevándose un mano a la cara dramatizando.
—Hoy es 5 de octubre cariño.- su cuerpo de inmediato se tensó al oír aquella fecha que había olvidado.— Hoy es el cumpleaños número dieciocho de Osamu y Atsumu. Vamos a celebrarlo juntos.
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Aquella cena fue la más horrible de su vida.
Sentía el estómago cerrado y apenas podía pasar la comida por la garganta. Atsumu no le había quitado la vista de encima en todo ese tiempo.
Las arcadas habían sido constantes todo el tiempo pero pudo disimular. Los padres de los gemelos no paraban de hablar con su madre y Natsu hablaba con Osamu en susurros de a saber qué. Atsumu y él eran los únicos que se mantenían en silencio y lo que más le sorprendía era que ninguno de los adultos dijesen algo de su inusual silencio.
Ayudó a recoger los platos de la mesa, lavarlos y ponerlos en su sitio. Esperaba con ansias que sus vecinos -sí, vecinos. La familia Miya vivían justo en la casa de al lado y actualmente era una mierda.- se fueran de casa para poder liberar la presión de su estómago en su amiga la taza del váter.
Vio a su madre subir las escaleras junto a Natsu y él se quedó junto a los invitados en un incómodo silencio. Los adultos le preguntaban sobre sus estudios y él tan solo respondía con monosílabos.
Al bajar su madre, agradeció internamente el que estuviese allí, pero la vestimenta que llevaba le descolocó por completo.
—¿Piensas salir?- le preguntó.
—Vamos a salir a dar una vuelta.- dijo el hombre.— Solo los adultos.
—Oh... Diviértete. Yo cuidaré a Natsu.
—¿No te lo dije? Osamu y Atsumu se quedarán contigo. Como cuando eran pequeños. ¿No es genial?
No, no era genial.
Que los gemelos se quedasen en su casa no era genial. Con lo que le pasaba en esos momentos nada era genial.
No se hablaba con Osamu desde hace dos años. Y Atsumu era alguien a quien le gustaría tener lejos. Muy lejos.
—En fin... No me esperes despierto cariño.
Su madre le besó la frente y se fue junto a los padres de los gemelos. No quería compararlo porque era su madre, pero aquel beso lo había sentido frío, no cálido como el de Kageyama.
Respiraba con rapidez y se giró a ver a los gemelos que estaban detrás de él. Osamu evitaba su mirada y se rascaba la nuca en signo de incomodidad. Atsumu por su parte no apartaba la mirada de su persona y le hacia apretar con mas fuerza el estómago.
Se giró de nuevo y subió corriendo las escaleras hacia su habitación. Cogió su pijama y se fue con rapidez a encerrarse en el baño. Tiró las prendas al suelo y se inclinó hacia el váter y devolvió la comida que había ingerido.
De sus ojos salieron lagrimas por la fuerza de las arcadas. Tosió unas cuantas veces hasta no poder más y tiró de la cisterna. Se apoyó en en la tapa del váter e intentaba recuperar la respiración.
Se levantó con las piernas temblando y abrió el grifo del lavamanos. Se enjuagó la boca y se mojó la cara. Alzó la vista al espejo y se miró. Lo que le devolvía el objeto era una imagen demasiado lamentable de si mismo. Apartó la mirada justo cuando la puerta fue tocada.
La miró por uno largos segundos hasta que volvió a ser tocada.
—Se que estás ahí. Sal.
Era Atsumu.
Su respiración volvió a ser rápida y un irremediable miedo le invadió sin razón.
—Shouyo. Sal de ahí o soy capaz de entrar.
—¿Qué quieres?- preguntó sin abrir la puerta.
—Abre la puerta.
Caminó hacia ella y al abrirla frunció el ceño e intentó mirarle con enfado.
—Ya. ¿Qué quieres?
El rubio se acercó a él con la mirada seria.
—¿Acaso tu no aprendes?
—¿A que te refieres?
—No te hagas el tonto. Sabes a lo que me refiero.
—No. No lo hago. Ahora vete.
El mayor bufó y detuvo la puerta cuando pretendió ser cerrada por el menor.
—¿Por qué has vuelto con el imbécil de Kageyama?
—No he vuelto con él.
—No me mientas Shouyo.- le agarró del brazo.— Hoy vi como os agarrabais de las manos en la cafetería. Y como te besaba antes de irse.
—Eso no significa nada.
Atsumu apretó el brazo que tenia agarrado lastimando al más bajo.
—¿Acaso quieres ser el segundo plato de ese tipo? Por dios, date cuenta de las cosas Shouyo.
—Eso no te importa. Kageyama ha cambiado, yo lo se.
—Shouyo, abre los ojos. ¡Te está utilizando!
—¡Y eso no te importa!- le gritó de vuelta.— ¡Tu no eres nadie en mi vida para decidir en ella! ¡Te fuiste de ella por voluntad propia!
—¡No porque quisiera!
—¡Pues explícamelo entonces!
El rubio calló y le miró con los labios apretados. Quería apartar la mirada de la contraria pero debía mantenerse firme.
—No puedo decirte.
Hinata apretó sus dientes y se zafó del agarre que el mayor ejercía sobre él. Miró disimuladamente su muñeca viendo que las gasas empezaban a mancharse a paso lento del rojo de la sangre.
Volvió a centrar su mirada en la avellana y parpadeó varias veces para evitar que sus ojos se aguasen.
No sabia porqué lloraba. Si por el dolor de su muñeca con las heridas reabiertas o la actitud del rubio.
—Vete.
—Shouyo. Tenemos que hablar de esto.
—Vete. No quiero oír nada que venga de ti.
—Por favor Shouyo. Estás siendo alguien demasiado fácil para ese tipo. No te rebajes así.
—Te he dicho que te vayas. No quiero oír lo que tengas que decir. Aún sin son insultos.
—No son insultos. Solo pretendo que recapacites. Ese tipo no te conviene.
Hinata rió irónico.— ¿Y tu si me convienes? No me hagas reír.
El rubio no le hizo caso y dio un paso al frente adentrándose más al baño y haciendo que el estomago de Hinata se contrallese.
Le acorraló contra el lavamanos y apoyó sus manos en él y le miró con intensidad. Inclinó su cabeza hacia abajo y la giró levemente hacia un lado. Hinata contuvo la respiración y giró su cara alejando sus labios del rubio.
—Vete. Por favor.- giró apenas su cabeza para mirarlo.— No juzgues a Kageyama cuando tu haces lo mismo.- el rubio se alejó y le miró ceñudo.— Si tu amigo no te presta la atención que necesitas, no vengas a buscarla en mi porque no te la voy a dar.
Atsumu se alejó del pelinaranja y salió de baño. Se giró a ver al menor que aún seguía en donde le dejo y volvió a hablar.
—No quiero que luego vengas a mi llorando por salir herido.
Hinata volvió a reír miró al techo negando con la cabeza mientras se mordía el labio.
—Llevo demasiado tiempo herido, Miya-san. Y cuando quise ir contigo tu ya no estabas ahí.- le miró con dolor.— Así que no digas que iré corriendo pidiendo tu consuelo cuando ya no recuerdo la última vez que me lo diste.- se restregó las manos por la cara. La presión en su estómago aumentaba por momentos.— Vete, por favor. El solo verte me hace sentir dolor.
Atsumu no dijo nada, pero se alejó del baño.
El pelinaranja cerró con rapidez la puerta y le echó el seguro. Se deshizo de su ropa y llenó la bañera de agua caliente. Rebuscó entre las gavetas del mueble del baño aquella conocida cuchilla en lo que se llenaba la bañera.
Se quitó las gasas llenas de sangre y miró sus heridas. Las del brazo derecho se habían reabierto por el agarre de Atsumu, mientras que las del izquierdo solo eran simples cicatrices algunas ya secas. Se metió dentro del liquido transparente y sintió el escozor en las heridas. Alzó la cuchilla y acribilló sin piedad su brazo izquierdo.
No le importaba reabrir viejas heridas. Total, Atsumu ya se había encargado de hacerlo. Insistir un poco más no mitigará el dolor que siente. De sus ojos salían gruesas lágrimas y sollozos leves de sus labios. El dolor emocional que sentía en esos momentos era mucho más fuerte que el físico y se odiaba por ello.
Había tenido una linda tarde de estudio con Kageyama, la cual le había hecho olvidar sus problemas. Había podido comer algo sin que fuese al baño enseguida a devolverlo. Y su mente se sentía mucho más relajada de lo que la había tenido en esos tres meses.
¿Por qué con tan solo la presencia de Atsumu, le hacia recordar todo lo malo?
Lloró amargamente y ya ni sabía porqué.
También si se hubiese dado cuenta antes de cerrar la puerta, se habría dado cuenta que Atsumu nunca se había ido del todo y le había escuchado llorar haciéndole al rubio sentirse como la mierda.
—... Y el idiota de Tsukishima dijo eso. ¿Te lo puedes creer? Todavía no se como alguien tan amable como Yamaguchi sale con un tipo tan ácido como él.- Kageyama miró al mayor y se preocupó.— Oye... ¿estás bien?
Tocó el hombro de Hinata sobresaltándolo.
Este le miró y le sonrió de lado y volvió a mirar al suelo.
Ambos se encontraban sentados en un banco alejado en el patio del instituto y Hinata tenia las piernas estiradas y movía sus pies chocándolos entre ellos. Kageyama era el que hablaba por los dos y apenas y le prestaba atención a lo que decía.
Llevaban dos semanas siendo solo amigos y aquello le había echo pensar en muchas cosas.
Le gustaba estar con él, pero en ese tiempo se dio cuenta que su relación era mucho mejor siendo solo amigos que novios. Podía comer pequeñas y pocas cosas sin preocuparse que más tarde lo acabase echando por la boca hecho papilla. Tampoco se había vuelto a cortar cualquier parte de su cuerpo y creía que Kageyama era la causa de eso.
Ignoraba a Atsumu en todo lo que podía y desde lo ocurrido en su casa aquel día tampoco le apetecía volver a verle.
—He estado penando...- llamó la atención Hinata.—... Que lo nuestro está muerto.
—¿Qué significa eso?
El pelinaranja le miró y se encogió de hombros.— Estamos bien siendo solo siendo amigos.
—Oh...
—Pero tenemos buena química sexual.- añadió.— Podemos ser follamigos.
Kageyama soltó un bufido divertido.
—Quieres que seamos solo amigos... ¿Pero quieres que tengamos sexo?
Se volvió a encoger de hombros.— Te quiero, y el sexo contigo es genial. Pero creo que ser amigos es lo mejor para los dos.
Kageyama se frotó la cara y miró al claro cielo azul.
Había sido friendzoneado. Pero ¡hey! Podían tener sexo. No estaba todo perdido.
Dejó a Hoshiumi aún si el contrario no le soltaba. Aquella bofetada le había dolido, pero no tanto como la pérdida del pelinaranja. Y ahora que podía estar con el chico que hacia latir su corazón, éste le decía que era mejor que fuesen solo amigos pero que podían ser amantes casuales.
Que desastre.
El pelinegro asintió y sonrió de lado.- Entonces solo amigos.
—Solo amigos tampoco.- miró divertido al ojiazul.— Solo mejores amigos.
—Claro, eso marca la diferencia.
Ambos rieron y miraron al frente.
Habían personas en las mesas exteriores de la cafetería charlando con tranquilidad o comiendo lo que servían ese día. Sin embargo podía ver que en el interior los grandes equipos de deporte como el de fútbol, baloncesto y voleibol, tenían grandes cantidades de personas a su alrededor.
—Mi madre va a llevar a Natsu a sus clases de ballet. Tardará en llegar a casa.
—E-eso significa que...
—Quisiera tener sexo contigo.- confirmó.— Pero solo si tu quieres. Y si no quieres, ven de todas formas a casa. Mamá quiere verte.
—Oh, um... Claro. Iré a tu casa... Para las dos cosas.
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Hinata subía las escaleras de su casa con tranquilidad con Kageyama a sus espaldas.
En realidad estaba demasiado nervioso. Después de tres meses iba a volver a tener intimidad con alguien y le preocupaba en demasía.
Habia adelgazado, y sus huesos eran mucho más notorios que antes. Estaba lleno de cortes por todos lados y era asqueroso. Entendería que a Kageyama le diese asco y no quisiera acostarse con él.
También dejaría que le viese así. Ser vulnerable de nuevo después de tiempo de dejar de serlo. O tal vez nunca lo había dejado de ser.
Sabía que el pelinegro había cambiado, pero temía que se alejase de él por como lucia ahora. Él sabia que necesitaba ayuda, pero no quería ir a un psicólogo o un psiquiatra para contarle sus problemas.
Abrió la puerta de su habitación y dejó su bolso a un lado de esta. Se acercó a la ventana mirando hacia la casa de enfrente asegurándose de que Atsumu no estuviese en su propia habitación. Se alivió al no verle y por ello no cerró la cortina que tenia perfectamente amarrada a un lado. En cambio, la abrió un poco para que una leve brisa entrase por ella y que el olor a sexo no fuese notable una vez hayan acabado y ser descubiertos por su madre.
Miró Kageyama y ambos se sonrieron con una sonrisa nerviosa.
—Estoy nervioso.- confesó Kageyama con las mejillas ligeramente sonrojadas.
—Yo igual...
El mayor se mordió el labios inferior y bajó la mirada.
Esta situación le recuerda cuando lo hizo la primera vez con el chico. Sin saber que hacer o como moverse. Un poco irónico dado que no era un virgen y sabia como iba el tema.
Kageyama fue quien se atrevió a quitarse primero la ropa y aquello alteró a Hinata.
—¿P-podríamos no mirarnos mientras nos desvestimos?
—Eh... Claro.
—También... Déjate la ropa interior.
El pelinegro volvió a asentir y se dio la vuelta.
Hinata vio como se deshacía de su chaqueta y como se iba desabotonando su camisa del uniforme. Él hacia lo mismo con mucha más pena de lo que el contrario se podría llegar a imaginar.
Le siguieron los pantalones junto a los calcetines quedando solo con un pequeño trozo de tela cubriendo las partes más nobles de cada uno.
Hinata prosiguió a quitarse con cuidado las gasas que envolvían sus cortes viendo que aquellos lugares maltratados estaba cicatrizados. Eso no le hacia estar más tranquilo si Kageyama le llegaba a rechazar.
—P-puedes girarte.- murmuró bajito.
El pelinegro se giró con lentitud y abrió los ojos como platos.
Su boca se entreabrió ligeramente y su vista no dejaba de recorrer aquellos lugares dañados. Los huesos pronunciados en el menudo cuerpo. Y lo único que sentía era un profundo dolor en su pecho que le impedía respirar.
¿Qué le había pasado a Hinata?
Era alguien brillante que no mostraba ningún signo de depresión o tristeza. Siempre sonriendo y riendo por cualquier cosa.
—Te doy asco, ¿verdad?- bajó su mirada y se abrazó a si mismo.
—No... Yo...- no sabia ni que decir.— ¿Que ocurrió Hinata?
El mayor rió con dolor.— No lo se... Desde que terminamos empecé a infringirme dolor.- mostró sus muñecas cortadas y las acarició.— No quiero echarte la culpa ni que te sientas culpable. Lo que pasó entre nosotros fue lo que hizo estallar todo lo que tenia guardado... O eso es lo que me gustaría creer. Sentir dolor o vomitar lo que comía era lo normal desde ese día. Quizás por ti, quizás por Atsumu-san, quizás por mi... Pero desde que volvimos a estar juntos pude volver a comer aunque con miedo, y dejé de hacerme marcas en mi piel.- tomo una bocanada de aire.— Llegue a la conclusión que me hace bien tenerte a mi lado... ¿Eso me hace egoísta?
El más alto dio un paso al frente y luego otro hasta llegar junto al mayor y poder así envolverle entre sus brazos. Sentía como temblaba y no sabia si era por Hinata que tal vez estaba llorando o por él, por el miedo que estaba sintiendo al saber que el chico ha estado solo ese tiempo sin nadie a su lado pudiendo haber acabado con su vida.
Separo el cuerpo contrario y le agarró de las todavía regordetas mejillas.
—Puedes contar conmigo para lo que quieras. Lo bueno y lo malo. Boke.
El pelinaranja rió con lágrimas que no había caído de sus ojos y se dejó abrazar de nuevo.
—¿Podrás tener sexo con este pequeño saco de huesos?
Kageyama bufó divertido.— No eres un saco de huesos.
—Bueno, estoy en camino de parecerme a uno.
El ojiazul volvió a separar a Hinata de su cuerpo y le regaló una mirada seria.— Pues yo te ayudaré a que eso no ocurra.
Hinata le sonrió amplio.
—Cuento con ello, bakayama.
Rieron bajo y se miraron a los ojos.
Era amigos. Mejores amigos. Y también eran follamigos.
El pelinegro se inclinó hacia abajo y capturó los labios contrarios en un dulce beso.
Los movía lento y sin prisas, disfrutando el momento. El más bajo se puso de puntillas y rodeó el cuello contrario intentando obtener más de aquel contacto, mientras que el pelinegro llevó sus manos hacia las huesudas caderas y lo atrajo hacia él haciendo que sus semi erectos miembros se rozasen.
Con los pulgares le acariciaba las caderas y Hinata enredaba sus cortos dedos en los mechones negros.
El menor fue quien repasó el labio inferior del otro con su lengua pidiendo permiso para entrar en la cavidad del otro. Sus lenguas se encontraron en una batalla por ver quien dominaba el beso, siendo Kageyama el vencedor.
Acostó al pelinaranja en la cama sin romper aquel fogoso beso, y al separarse le dio un leve mordisco en su labio inferior escuchando un suspiro salir de sus labios. Repartió besos por su cuello y fue bajando hasta llegar a uno de sus pezones. Mordisqueó levemente el pezón derecho y jugueteaba con el izquierdo con una de sus manos.
Hinata suspiraba y apretaba con fuerza la almohada sintiendo las corrientes de placer recorrerle.
Kageyama atendió al otro pezón con su boca humedeciéndolo como al derecho, y proporcionándole mordidas algo más fuertes sin llegar a ser dolorosas. Bajó por su torso dando húmedos besos y cuando llegó al plano estómago de Hinata paró en seco y miró el lugar. Acarició con cariño las cicatrices y el pelinaranja entreabrió los ojos.
El ojiazul le acariciaba los cortes que se hacia y su mirada era llena de tristeza y puede que de comprensión.
Le besó las cicatrices de aquel lugar con cuidado. Con cariño. Como si el simple roce fuese a quebrarle. A re abrirle las heridas. Hizo lo mismo con sus piernas a medida que bajaba con lentitud su bóxer azul marino. Dejaba besos más intensos en el interior de los muslos haciéndole retorcer los dedos de los pies.
Vio como se deshacía de sus propios boxers de color negro que le quedaban como anillo al dedo; percatándose de la clara excitación que cargaba. Hacia tres meses que no lo hacia y creía que el pene de Kageyama era más grande de lo que recordaba.
Sintió como un dedo ensalivado por Kageyama se iba introduciendo lentamente dentro suyo haciéndole tensar todo el cuerpo. El pelinegro se acercó hasta su oreja y le mordisqueó el lóbulo de ésta.
—Tienes que relajarte.- le susurró.
Hizo su mayor esfuerzo y relajó lo más que pudo su cuerpo.
El fino y largo dedo de Kageyama se movía en su interior preparándole para lo que venia. Sus labios rozaban su cuello, una manera para olvidar que había algo profanándole su intimidad. Un segundo dedo se fue abriendo paso con más facilidad en su interior moviéndose con la misma delicadeza que cuando tenía un solo dedo. Suspiros salían de sus labios y tenía los ojos cerrados sintiendo con claridad cada toque. Cada roce.
Un tercer dedo le invadió llenándolo aún más. Pero él sabía que un par de dedos no era lo mismo que el miembro del más alto.
Miró a Kageyama, que tenía las mejillas sonrojadas y los ojos le brillaban de lujuria. Su respiración era entrecortada como la suya y tenía la boca ligeramente abierta cogiendo aire por ella. Sintió el momento en que los dedos fueron retirados de su interior y la punta de su pene rozaba con su entrada.
Estiró sus manos y las deslizó por el pecho del más alto tocando el vello corto que ahí había, hasta llegar a su cuello y acariciar los cortos pelos de su nuca. Le atrajo hacia él e iniciaron un nuevo y lento beso sintiendo como el otro le acariciaba las mejillas con el dorso de ambas manos.
Gimió bajo rompiendo el beso sintiendo como se iba introduciendo dentro de él.
Lágrimas corrieron de sus ojos sin saber por qué y acabó sollozando bajo. Se tapo los ojos con ambos brazos y dejó que salieran lágrimas de ellos. El pelinegro ya se había introducido por completo y se mantenía quieto sin moverse.
Kageyama alargó sus manos y apartó los brazos del otro de su rostro. Limpió sus lágrimas y le besó la frente. Luego besó las cicatrices de sus muñecas y las acarició.
—¿Por qué lloras?
—No lo se.
—Nadie llora por nada. Dime que ocurre.
Hinata le sonrió y le acarició las mejillas.
—Eres tan bueno Kageyama.- dijo con voz rota.— No quiero arrastrarte a los problemas que tengo. No es justo.
—Nada es justo en esta vida.- se encogió de hombros.
El pelinaranja le dio un golpe en el hombro haciéndole reír.
—No es momento para que te pongas filosófico.
—Cierto. Se supone que íbamos a tener un poco de sexo. Pero parece que nos pusimos sentimentales.
Hinata sonrió de lado.— No quiero arrastrarte en mis problemas.
—No hace falta.- le acomodó un rebelde mechón tras la oreja.— Yo iría igualmente a tus problemas. Te quiero, aunque me hayas friendzoneado.
El más bajo rió.— Estoy seguro de que encontrarás a alguien que te ame.
—Pero mientras, déjate amar.- continuó el menor.
—Junto a mis problemas.
—Junto tus problemas.
Rieron una última vez antes de que Kageyama se empezase a mover de forma lenta.
Se introducía con cuidado y miraba con atención las facciones del pelinaranja. Movió un poco más rápido sus caderas dando golpes certeros escuchando los bajos suspiros del otro al igual que los suyos.
El interior del pelinaranja estaba caliente y apretado y aquello solo le hacía querer ir mucho más rápido y enterrarse hasta el fondo del chico.
—M-más rápido, Kageyama.
El menor obedeció y movió sus caderas con mayor velocidad. Las cortas uñas de Hinata se clavaban en su espalda y había enrollado sus piernas alrededor de sus caderas haciendo más profunda la intrusión. El choque de pieles y chapoteo reinaban en el lugar junto a los altos gemidos que emitía la boca del pelinaranja.
El pelinegro guió su mano hacia el miembro del mayor y empezó a bombearlo a la misma velocidad de sus embestidas. Hinata tiraba su cabeza hacia atrás sintiendo que golpeaba aquel lugar que lo volvía loco. El sonido de sus gemidos había subido un par de decibelios y estaba seguro que si alguno de los miembros de la familia Miya se encontraba en aquella casa le estarían escuchando.
Al menos pedía que los adultos no estuviesen, porque estaba seguro que le dirían de sus travesuras a su madre. Y él seguía siendo ese niño casto y dulce para su madre.
Gimió aún más alto cuando el orgasmo le invadió y liberó toda su esencia en la mano de Kageyama. Este por su parte dio un par de embestidas más hasta que se liberó con un grave gemido y la respiración entrecortada.
Se dejó caer de espaldas a la cama dejando al pelinaranja encima suyo, rodeándole con sus brazos la menuda cintura.
—Eso fue intenso.- rió Kageyama.
—Aún tenemos tiempo de una segunda ronda.- sonrió de lado Hinata haciendo círculos en el pecho del ojiazul con sus dedos.
—Me parece bien.
Rieron viéndose a los ojos antes de volver a comenzar con una nueva sesión de arrumacos.
Y tal vez, si Hinata hubiese mirado mejor hacia la ventana de enfrente, se habría dado cuenta que Atsumu entraba en ese momento a su habitación y había visto todo lo que ellos dos hacían.
Porque la cama de Hinata quedaba justo frente de ambas ventanas.
Pues nada, aquí tienen una parte de la continuación del día 5 de la AtsuHina Week.
Puede que haya sido doloroso y quizás a algunas personas no les guste este tipo de temas, pero en estos cuatro o cinco capítulos que planeo hacer, quiero reflejar que no todo es tan bonito como parece.
Quizás el final haya sido algo así como bonito para Hinata junto a Kageyama, pero de una aviso que no lo pienso dejar así. Obviamente vemos como Hinata tiene problemas y con solo el apoyo de Kags no podrá salir adelante.
También querría que hubiese sido algo más largo, hasta incluso algo más doloroso, pero Hinata ya sufre demasiado aquí incluso para mi que escribo esto. Y esto es algo que nunca había escrito y que nunca se me había pasado por la mente escribir.
En fin, espero que aunque este lleno de dolor y sufrimiento, espero que les haya gustado.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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