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Dolls

Las muñecas fueron creadas para ser la mujer perfecta. Esas criaturas plastificadas con ojos de vidrio y curvas bien proporcionadas se convirtieron en el invento ideal para todos los millonarios que podían pagarlas. Eran mujeres sin alma y sin corazón, por lo mismo no eran capaces de llorar, de reclamarles, de exigir, de engañarlos; no tenían esa irritante boca que les hacía hablar en los momentos inconvenientes y eran más eficaces que cualquier esclava, ya que tampoco poseían voluntad.

Adrien Agreste nunca fue fanático de esas cosas, le causaban escalofríos.

La familia Agreste tenía una interminable fortuna debido a que uno de sus antepasados fue el creador de la primera que había construido en honor a su fallecida esposa; la muñeca salió con unos defectos lo que la terminó poniendo en clausura en una vieja bodega, sin embargo el invento fue bien recibido y pronto, todos los hombres buscaban ganar fortuna para conseguirse una muñeca.

Su padre, Gabriel Agreste había sido el segundo más grande de la familia. Era un hombre callado, sin amistades ni amoríos. Su madre lo logró sacar de su taller y hacer feliz por unos años hasta que se le encontró en su cuarto muerta por consumir amoniaco. Fue un suicidio.

Su padre volvió al taller y se encerraba ahí por días. Cada año sacaba muñecas con menos errores y más atractivas, la perfección de ellas radicaban a que su falta de conciencia no las volvía capaces de rebelarse contra los humanos, dejando en ridículo a todas aquellas películas de ciencia ficción donde la máquina se rebelaba contra el hombre.

Se rumoreaba que Gabriel, el más grande ingeniero de su sangre, estaba encerrado creando por fin a la muñeca perfecta; una con energía ilimitada y vida ilimitada capaz de poderse personalizar en sonidos y forma física por cada cliente. Otros en cambio, decían que el Agreste ya había abandonado esto y que simplemente se dedicaba a criar a su hijo y a enseñarle su labor para ser un digno predecesor; cosa que era totalmente falsa ya que Adrien no pasó ni un segundo de su miserablemente adolescencia a lado de su padre.

La noche era fría y en aquella habitación a penas y resonaba un melancólico violín por las prácticas nocturnas de Adrien en aquel instrumento. Siendo sincero el instrumento no era algo que le fascinara tocar, pero era la única manera en la que podía mantener feliz a su padre sino quería inmiscuirse en el mundo de las muñecas.

—Joven Agreste, su padre tomó un vuelo a Londres para presentar a Emilie; su más reciente muñeca.— dijo aquella mujer de cabello corto. Era tan fría, tan correcta, de una complexión perfecta y tan eficaz que sino fuera por algún par de ocasiones en donde la había atrapado echando suspiros por su progenitor dudaría que es humana. Negó divertido y depositó el violín en la mesa.

—Que descaro ponerle el nombre de mamá.— negaba con una sonrisa sarcástica.— ¿Y qué? ¿Sí se parece a ella?— cuestionó viendo sus zapatos bien lustrados, tratando de ignorar lo mucho que le ardía la noticia en su pecho. La mujer asintió y él apretó los puños.— El muy idiota perdió la cabeza; ya no sabe la diferencia entre una mujer y una muñeca. Lo único es que voy a tener que soportar que cualquier estúpido lleve a una mujer igual a mi madre por las calles. Genial.— la secretaria apretaba sus labios, se le notaba incómoda.— Voy a mi habitación.— anunció.

—Pero joven, su práctica aún...

—No le diga nada a mi padre.— interrumpió sin regresar a verla.— Si no es por usted ni siquiera se entera sobre mi vida.— y se caminó por aquella fúnebre y triste mansión.

Era irónico como un creador de muñecas había estado tan perdidamente enamorado de una humana y de lo obsesionado que se volvió en replicar la perfección de ella. Su padre se había vuelto alguien macabro cuando su madre murió; alguien quisquilloso y perfeccionista a demasía.

Justo cuando estuvo a punto de entrar a su cuarto escuchó una puerta rechinar a lo lejos. Volteó, el taller de su padre estaba abierto. Nunca había entrado, el mismo hombre se lo había prohibido; pero para alguien con 18 años cada sitio inexplorado implicaba una nueva aventura y él sin duda quería experimentarlo.

Se encaminó hacia él lentamente asustado de que alguien lo atrapara hasta que por fin logró ingresar. El olor a encierro y polvo inundó sus pulmones en seguida. El lugar lucía más viejo que el resto de su casa que se cubría en detalles de mármol, en cambio está tenía oídos de madera y techos altos del mismo material. Había varias cajas y partes de muñecas por todas partes, trozos de piel dejando charcos babosos en el suelo y ojos de vidrio corriendo como canicas, torsos sin pies ni brazos y cabezas mal puestas sobre percheros. Todo esto le daba un asco tremendo.

Se acercó hasta el estante de libros en donde para su sorpresa sólo habían obras de la autoría de la misma familia. Anthony Agreste, Jameson Agreste, François Agreste, Eugene Agreste, Joseph Agreste, Henri Agreste y por último Gabriel Agreste. Abrió el libro del primer Agreste y leyó la primera página.

"Marinette"

Ese nombre no lo había escuchado en su vida, y eso que de niño le habían enseñado bastante bien la historia de la familia para portar bien el apellido. Hojeó rápido el libro, por lo que parecía era un experimento que había iniciado bien pero estaba dando respuestas que no había esperado.

"Mi esposa se dio cuenta que tuve una aventura".

El adulterio siempre estuvo prohibido para los Agreste. Algo era extraño.

"Necesito protegerla".

Y más cálculos matemáticos y bocetos extraños que conforme avanzaban perdían su sentido científico y se tornaban más esotéricos, como si se tratara de algún tipo de ritual y letras sin sentido.

"Maté a la mujer que amaba".

Y el resto del libro estaba en blanco. Adrien tragó saliva, eso había sido muy extraño. Tomó el libro de François, el Agreste con mejor sentido del humor y más social que hubo a partir de la creación de las muñecas.

"Marinette"

Otra vez ese nombre. Sin embargo el diario iniciaba tranquilo, con viejos bocetos de estructuras para las muñecas; algunos diseños los reconoció porque están expuestos en el museo de reliquias tecnológicas de Paris. Sin embargo las páginas poco a poco se fueron llenando de números que no describían alguna operación o ecuación a realizar, algunas las había tachado con rayones violentas y en otros había manchas secas de sangre. Habían arrancado varías páginas sin razón aparente.

"Todos los Agreste arderemos en el infierno".

Y en aquella página, pegado con cinta; se hallaba su lengua seca pegada. Con razón no volvió a hablar.

Aquellos libros le empezaban a dar una vibra espantosa que provocaba que sus manos temblaran. Tenía la tentación de leer el de su padre o Henri, su abuelo; quien probablemente fue el último en haber terminado su diario. Lo tomó esperando hallarse con algo normal por fin.

"Marinette".

Carajo.

—¿Quién eres tú?— escuchó de repente tras suyo a una voz tan aterciopelada y dulce que hizo a su piel erizar por completo. Su corazón latía frenético y el aire se tornó de una espesura que era difícil inhalarlo con la misma felicidad. Volteó.

Una enorme cápsula que anteriormente estaba cubierta por una sábana se había abierto y de ella había salido una hermosa mujer de cabellos azabaches, tez aperlada y suave, ojos de un distintos tonos de azul matizados entre sí y con un par de labios delicados, finos pero perceptibles. Su cuerpo estaba expuesto por completo, sus delgados brazos, sus curvilíneas caderas, esos pechos no tan exagerados siendo de un tamaño tan perfecto, sus piernas bien formadas. Tragó saliva ante tal deidad.

—Y-Yo soy...— Oh, hablar con chicas nunca le había costado tanto; pero es que esa mujer lucía tan perfecta y humana a la vez que parecía la medida perfecta entre una doll y una mujer ¿El problema? No sabía ni siquiera quién era. La azabache se acercaba cada vez más a él con unos movimientos tan delicados que era casi imposible mantenerse con la cabeza fría. Mierda. Cerró los ojos y dirigió su mirada a otra parte obligándose a no gozar de esa maravillosa imagen.— Tápate con esa sábana.— pronunció apuntando hacia aquel manto que había caído de la cápsula donde se encontraba. Ella se detuvo y obedeció. Para cuando volteó hacia ella nuevamente ya estaba cubierta. Respiró un poco más tranquilo.

"Ella estaba en esa cápsula, Adrien; es una doll en proceso seguramente." Se dijo así mismo tratando de razonar por fin un poco. "Seguro es el prototipo de alguna nueva muñeca"

Regresa a tu cápsula.— pronunció con todas su fuerza de voluntad. La chica palideció, una mirada de terror la cubrió y su preciosa semblante se arruinó. Se acongojó de inmediato y la vio voltear hacia aquel objeto con repulsión, miedo, odio.

—No. No me hagas volver. Por favor. Te lo suplicó.— rogó con su espalda encorvada aproximándose a él y tomando las cálidas manos del varón entre las suyas. Estaba helada como un témpano. Adrien percibió el gesto con confusión y miedo.— Hace mucho frío ahí, por favor.— pegó su frente a sus manos con los ojos cerrados, dejando soltar un par de lágrimas.— No quiero volver.— alzó su mirada, sus dulces y rasgados ojos estaban cristianizados y sus labios dibujaban una triste mueca.

"Adrien, las mujeres de verdad somos complicadas ¿Sí? Pero movemos los corazones. Lo sabrás cuando veas a tu chica indicada a los ojos." Las palabras que su madre le dijo de niño hacían eco en su cabeza. Una Doll no podía tener unos ojos así de preciosos, las doll no tenían piel con sensación térmica ni tampoco podían llorar ni hacer peticiones.

Ella no se trataba de una doll, era una chica humana ¿Cómo carajos su padre había encapsulado a una pobre joven? Sintió el coraje recorrer desde su paladar hasta la boca, sim embargo prefirió dejarlo de lado y llevarse consigo a la azabache hasta su habitación para ocultarla hasta que encontrara un lugar mejor para tenerla.

Los diarios se quedaron ahí y en el tiempo que él pasaba con ella se podía olvidar por completo de la existencia de ellos. En algún momento le preguntó su nombre pero ella se excusó con que jamas tuvo uno; no le sorprendía, para el año 2067 la esclavitud había sido permitida otra vez y muchos de ellos perdían sus nombres.

¿Por que su padre había congelado a una triste esclava? Era más que claro que ella era tan hermosa como una doll, seguramente la había tomado como modelo.

Su personalidad era especial. Hablaba mucho, era inquieta, y disfrutaba de jugar un montón de juegos de mesa con él; mostrando que tenía mucha más personalidad que cualquiera doll.

Ella no es una doll. Una Doll no reiría tan sonoramente.

Ella no es una doll. Una Doll no rechinaría los dientes mientras duerme.

Ella no es una doll. Una Doll no actúa sin órdenes.

Ella no es una doll. Una Doll no se mordería el cabello cuando está nerviosa.

Ella no es una doll. Una Doll es analfabeta y ella podía leer.

Ella no es una doll.

Eran palabras que Adrien se decía en las noches cuando dormía con ella a su lado y una mala corazonada lo invadía, su cabeza se iba hacia aquellos diarios y todo lo leído golpeaba fuerte contra su pecho.  Sus pies cosquilleaban por el impulso de ir y buscar el misterio entre sus hojas.

Esa noche se sentía especialmente estresado por todos esos idiotas pensamientos, sentía su cabeza colapsar y su corazón latiendo a un punto que ya dolía, como un nudo que se atoraba en su garganta y apretaba cada vez más fuerte sintiéndose prácticamente ahorcado. Tenía su cabeza recargada en el frío cristal de su ventana intentando sumergirse en la oscuridad profunda que le ofrecía esa noche. Acarició un poco su cuello para asegurarse que esa soga que parecía ahorcarlo era sólo metafórica.

—Adrien ¿Está todo bien?— regresó a ver a la chica, quien lo abrazaba por debajo de sus brazos rodeando por completo su torso. Él se pasó una mano por su rubio cabello sintiéndose incómodo.

"Tú, esos libros, ese lugar." Dijo su cabeza, mas fue un pensamiento que prefirió ignorar.

—Mi padre ya casi regresa y no te he podido ocultar.— mintió sin regresar a verla. La escuchó soltar una ligera risa mientras ella acariciaba un poco su pecho.

—No te preocupes por eso.— inhaló un poco en su cuello provocando al varón.— También puedo cuidarme sola ¿Sabes? — viró hacia ella algo aturdido por su respuesta. Ella sólo tenía una pequeña sonrisa en su rostro.— Hay que quitarnos un poco esta tensión ¿sí?— pronunció seductora antes de unir a paso lento sus labios contra el muchacho y dejarlo encapsulado en su mundo.

Él lo supo después de esa noche de sexo.

Ella en definitiva no es una doll.

[•••]

Gabriel Agreste miraba su mansión sintiéndose desdichado de regresar a ese vil lugar. Últimamente su cabeza tenía una fuerte migraña más que molesta que le traía recuerdos borrosos de su juventud. Agh. Según los estudios que se había hecho hace no mucho era probable que los Agreste de alguna manera tuvieran un gen hereditario que les causaba hipertensión a todos.

Sacó un cigarrillo mientras la secretaria le habría la puerta.

—Nathalie ¿Algún mensaje relevante?— preguntó bajando del auto. La mujer negó. Estuvo a punto de dar una orden cuando la jaqueca dio una punzada agresiva haciéndolo caer de rodillas por el dolor insoportable. La mujer se inclinó preocupada hacia él para ayudarlo a levantarse.

—Señor ¿Está todo bien?— cuestionó con una angustia genuina. El aire le empezó a faltar, literalmente ponía todo de su parte para poder respirar, como si hubiese corrido mil millas ¿Por qué su cuerpo le estaba fallando así?

—Sí, estoy bien.— respondió un poco débil mientras reacomodaba su postura.— Sólo llévame hasta mi taller ¿Okey?

Y empezaron a encaminarse hasta aquel lugar, con todo el peso de Gabriel prácticamente siendo arrastrado por Nathalie debido a las pocas fuerzas que ahora traía. Por fin entró a la habitación él sólo para quedar pasmado al darse cuenta que la "mujer" no estaba encapsulada cómo debería.

La migraña se volvió más fuerte y el mundo parecía dar vueltas alrededor de él, sólo era consciente de que su corazón latía porque seguía vivo, de no ser así hubiera pensando que se le detuvo desde aquel instante. Los recuerdos lo asfixiaban de repente y un montón de imágenes pasaban por su cabeza.

Mierda. No. No otra vez.

—¡Nathalie!— gritó a su empleada sintiéndose inmóvil en aquel sitio, la mujer no tardó en aparecer apurada.

—¿Qué sucede, señor?— preguntó la secretaria. Gabriel tomó un respiro, se sentía sudoroso, ansioso, incapaz de formular una oración cuerda, sus puños se apretaban y su mirada estaba perdida en el suelo.— Busca a Adrien. Dile que quiero verlo y pásame mi maldito diario.— la mujer le pasó el cuaderno en seguida para después ir a buscar al joven Agreste.

Gabriel sacó una pluma y abrió en la última página que escribió para comenzar en la siguiente. ¿Qué debía escribir? ¿Por qué no lo había pensado mejor antes?

"Adrien, si todo sale mal...."

Agh, la maldita cabeza le dolía más. El desgraciado dolor no lo dejaba en paz. Lágrimas de aquella insufrible sensación se escaparon de los ojos grises del sujeto. Gabriel se tapaba los oídos por un irritante y fuerte pitido que se clavaba en sus oídos como si de estacas se tratasen pretendiendo hacerlos sangrar.

No, demonios, no. Eso lo estaba causando ella.

Debía escribir. Debía...

"Ella está maldita." Escribió con una caligrafía pésima por el dolor.

Sintió su espalda crujir con fuerza provocando que Gabriel apretara con fuerza donde estaban sus ojos tronando sus lentes haciendo que los vidrios se clavaran en sus manos y sus ojos. Carajo. Carajo. Carajo. Maldita criatura.

Tomó el cuaderno a tientas.

"Ciclo. Acaba." Escribió dejando un camino de sangre a través de la hoja por sus manos ensangrentadas.

"Muestra. Tu hijo. Ella. Alej..."

—¡Ni creas que te voy a permitir acercarte a ella otra vez, padre! — escuchó la voz de su hijo entrar de repente. Se le escuchaba molesto y aparentemente la imagen de su padre con vidrios clavados en sus ojos no lo había descolocado.— Eres un monstruo. Me das asco.— pronunciaba con odio claro en sus palabras.

Esa discusión ya la había escuchado antes y por fin se acordaba, por fin su asquerosa memoria había vuelto. Él y su padre, Henri. Él gritándole con severidad mientras su progenitor se arrancaba con fuerza las orejas hasta poder desprenderse de ellas. Recordaba cómo él mismo fue quien las pegó en su diario.

Debía detenerlo. Ya sabía lo que se venía.

—¡Escúchame Adrien!— decirle que aquella mujer no era más que una doll con un enorme y mortal error era inútil. Lo sabía porque su mismo padre se lo dijo esa tarde y él se negó a creerle. Marinette te enamoraba y te utilizaba para destruir a un Agreste.— ¡Lee el diario! ¡Por favor! — suplicaba en el suelo alzando su cuaderno. Adrien golpeó su brazo mientras lo veía con rabia cubriendo sus ojos.

—¡No haré nada de lo que tú digas!— respondió firme. Demonios.— Te matare, te matare por lo que le hiciste.— rechinaba los dientes del coraje. El padre sentía que su alma desfallecía.

—¡Lee! ¡Estamos atrapados en un ciclo!— aclamaba su padre exasperado. Adrien reía irónico mientras tomaba unas pinzas que normalmente se usaban para colocar los ojos de las muñecas.

—Deja de bramar estupideces.— respondió aproximándose al desvalido hombre. Gabriel ya no sabía más que decir, lo había hecho todo mal. No logró detener nada.

—¡Marinette es una doll quebrantada!— y entonces, Adrien clavó las pinzas en el lugar de los ojos de su padre provocando que un grito ahogado escapara desde la garganta de su progenitor. Las india cada vez con más y más fuerza observando cómo el objeto metálico India sus garras en aquellas cuevas oscuras donde aún Día estaban un par de perfectos ojos índigos.

El corazón insatisfecho de Adrien con más y más fuerza hasta que el objeto se rompió en cintura del entrecejo de su padre. Molesto por ello sacó el objeto y miró por última vez el rostro vivo de su padre, sintiendo como su lecho subía y bajaba con fuerza por el enorme odio que ahora le tenía.

Tomó impulso y golpeó con más fuerza el mismo sitio rompiéndole por completo el entrecejo y dejándolo inerte de vida, cayendo contra el suelo en un golpe seco.

Adrien respiró agitado al ver aquella imagen. Regresó a ver a "Marinette" quien había estado todo ese tiempo contemplando la escena orgullosa. Al verla supo que había cometido un grave error, su pecho comenzó a arder.

Miró al cadáver de su padre ¡¿Qué carajo se había hecho?!

—¡Papá!— gritó y abrazó el cuerpo del hombre con las lágrimas ya inundando su rostro. Sentía su cabeza con una jaqueca de repente. Esa mujer estaba maldita. Se sentía.... se sentía débil.

Esa mujer, ella lo estaba provocando.

Se arrastró hasta las orillas del escritorio sintiendo que no podía cargar ni con su propio cuerpo y ahí, tomó uno de los muchos diarios en blanco que estaban vacíos mientras la azabache sólo lo observaba victoriosa.

El hombre escribió en la primera hoja el nombre que le había dicho su padre.

"Marinette"

—Nunca te olvidaré, bruja.— espetó Adrien con coraje viendo a la fémina. Ella rió y se colocó de cuclillas frente a él, tomó con su índice su mentón y lo miró divertida.

—Yo creo que sí lo harás.— y besó sus labios con frenesí hasta que por fin, le robó el aire suficiente a Adrien hasta dejar desmallado a su débil cuerpo.

Cuando Adrien despertó, no entendía nada. Sólo vio el cuerpo de su padre sin vida y supo que su vida había colapsado. Se acercó a él sintiendo que su corazón se desplomaba ante aquella brutal imagen donde una herramienta se clavaba en los ojos de su padre ¿Quién había sido capaz?

Se mordió la lengua mientras las lágrimas impetuosas salían de sus ojos. Miró su diario y sus lentes rotos a un lado de él. Respiró profundo y los tomó.

Colocó los rotos lentes de su padre al final desea hoja para conservar el cuaderno.

Ahí, miró un mensaje interesante, confuso; escrito con una caligrafía bastante buena.

"Haz muñecas".

Y lo hizo.











¡Feliz Halloween! Aquí yo con mi especial de cada año (el primero fue el capítulo 16 de "En la lejanía" y el segundo fue "Perfect for you") . Esta vez con un thriller que había estado planeando ya hace un par de años basada en un concepto más básico de uno de mis terrores nocturnos cuando niña.

En mi defensa nunca fui de muñecas xd Gracias Toy Story.

Un relato en honor al estilo único y especial de "Carlos Luis Zafon". Todas sus obras son altamente recomendables.

Sé que no soy una experta en el género pero no tienen una idea cuanto lo adoro, es en serio mi favorito

¿Qué opinan?

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