DOLLFACE.
JULIO 2017, LUNES 10.
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PETER PARKER:

—¿Ya estamos todos listos para irnos? —Preguntó Emma entrando al auto y sentándose en el asiento del piloto, poniéndose el cinturón de seguridad de inmediato.

—¡No! —exclamé, haciendo que todos en el auto dieran un brinco en su asiento.

—Ayer no me dejaste dormir, Parker —Se quejó Sebastian—. ¿Qué te falta?

—La cosa —le digo entre dientes.

—¿Qué cosa?

—La cosa en el taller.

—Oh.

—Ya vuelvo —antes de que las chicas pudieran contestar, salí del auto con la llave de Emma en mi mano. Yo rodeé la casa y fui hasta el garaje, el cual era el taller de Emma. Abrí la puerta con el botón de la llave y esperé unos segundos para poder entrar.

Busqué el pañuelo donde habíamos escondido la pequeña piedra brillante de color púrpura, y al encontrarla, lo tomé en mis manos y me volteé con la intensión de salir e ir al auto, para poder irnos a Washington.

Cuando iba apretar el botón para cerrar la puerta, mi pulso se aceleró al ver a los mismos hombres de la noche anterior con un aparato en sus manos, que parecía ser un rastreador.

—Mierda. —Murmuré para mí mismo, entrando de nuevo al garaje y escondiendo la piedra en mi bolsillo. Oí como comenzaban a acercarse al taller, ambos con la vista en su aparato.

Me escondí entre las grandes cajas que Emma tenía allí de su viejo equipo, pero al ver que aún podían verme, corrí hacia la mesa y me sostuve de la parte de abajo de la madera.

—Creo que está cosa no está bien construida. —Escuché decir a uno de ellos, mientras entraban al lugar para buscar la pequeña piedra—. Dice que está aquí, pero no veo nada —habla mientras removía algunas en la mesa.

—¿Sabes qué? Mejor vayámonos —dijo el que lo acompañaba—. Tiremos esto al lago y mejor le decimos al jefe una excusa. Venimos desde muy lejos y quiero dormir.

Ambos le echaron una última mirada al lugar, y al voltearse, yo aproveché para utilizar una de las habilidades que Tony le había puesto a mi traje el año pasado, disparando una diminuta araña electrónica al pie de uno de ellos, que serviría como rastreador.

Salí debajo de la mesa y suspiré, desprendiendo de mi muñeca el aparato que mostraba un holograma con la ubicación de los hombres.

—¿Peter? —Me crucé de brazos para cubrir el dispositivo, y me volteé para ver quién era. En la puerta pude ver a Liliane, mirándome con media sonrisa—. ¿Qué ocurre? ¿Nos vamos?

En ese momento me di cuenta que tenía una gran sonrisa en mis labios—. Sí, claro.

Ambos fuimos al auto, y al llegar, le hice una seña a Sebastian para que se fuera a los asientos adicionales que estaban detrás de los asientos traseros. Él obedeció, y le di el rastreador con rapidez junto a la piedra para que ni Liliane, Michelle o Emma lo vieran.

A pesar de que Emma sabe que soy el Hombre Araña, no quería preocuparla.

No había dormido muy bien la noche anterior, así que la media hora que llevábamos de camino, la había pasado durmiendo, hasta que mi celular me despertó.

—¿Hola? —Contesté, adormilado.

—Saliste de Nueva York, ¿dónde estás? —escuché la voz de Steve al otro lado de la línea.

—Oh, no me digas que me pusiste un rastreador en mi... —callé al momento en que iba a mencionar mi traje—. Mochila.

—Sí, te puse un rastreador por si ocurre una emergencia —puse los ojos en blanco ante su respuesta—. Contéstame. ¿Dónde estás?

—Voy a Washington por dos días, ¿recuerdas?

—Oh, sí es cier-

—¡Telarañas! —Wade pareció arrebatarle el celular a Steve para hablarme, lo que me hizo reír.

—¡Wade!

—¿Es Wade? Ponlo en altavoz, quiero escuchar su voz. —Dice Emma con dulzura, mirando fijamente el camino.

Yo obedecí—. Wadey, estás en altavoz, ahora Emma, Sebastian, Michelle y Liliane puede en escucharte, así que por favor, cuida tu lengua-

—¡Los odio tanto a los tres por abandonarme, maldita sea! —Me interrumpió en un grito desesperado—. ¡Hank me quiere drogar!

—¡Quédate tranquilo o te voy a sedar! —se escuchó la voz de Mccoy a lo lejos.

—¡Me duele la mano, Wade! —Escuché a Jean chillar.

—¿Por qué te fuiste, Peter? —Lloriquea mi mejor amigo.

—Wadey...

—¡Amistad terminada! —Su voz sonó como si estuviera llamando.

—Wade...

—No, mentira, sin ti no soy nada, no me dejes por favo-

—¡Wade! —Exclamé en una risa para calmarlo—. Tranquilízate, ¿bien? Hbalaré contigo mientras te inyectan el líquido para que estés más tranquilo, ¿te parece? Ahora, dime qué hiciste ayer.

—Ayer me hice una paja con la mano que Hank está tocando —a lo lejos se escuchó un quejido asqueado por parte del recién mencionado, seguido de las risas de mi mejor amigo.

Rodeé los ojos al escuchar a los demás en el auto reír—. ¿Y qué más?

—¡Steve me compró helado! Creo que mi suegro me aprecia más.

—Wade, necesito tu otro brazo para inyectar-

—Estoy hablando con Peter. Silencio.

—Dame eso —escuché a Steve.

—¡No! ¡Los am- —Wade pausó—. ¿Ésta es mi mano? ¡Está bonita! ¡Está sensual! ¿Estoy-

—Ya lo sedamos para poder introducir el líquido en su cuerpo con tranquilidad. —Por suerte, quité el altavoz antes de que el rubio hablara, y así Michelle no lo va a reconocer—. Debes llamarme al llegar a Washington, al salir y al llegar a Nueva York, ¿bien?

—Sí, papá —puse los ojos en blanco.

—¡Y nada de ponerse el traje en público porque irán a buscarte si te ven!

—Entendido. Adiós, los amo a todos —y colgué.

Liliane me miró sonriente. Yo hice lo mismo, guardando mi teléfono desechable que usábamos para llamadas.

—Hola. —Saluda ella, juguetona.

—Hola —saludo de vuelta.

—Hola —Sebastian se asomó entre nosotros.