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🌸 O1 ─ ʀᴜᴛɪɴᴀ ˚᳝᳝ ⸱

Hijo, ven. Tengo algo que quiero darte —dijo el señor Choi, llamando a su pequeño hijo.

¡Voy Papá! —un tierno Yeonjun de cuatro años corrió a su papá, saliendo de su cuarto entre risas y emoción por su posible regalo.

¿Qué podrá ser? ¿Una nave espacial? ¿Lo llevará al cine? O mejor ¿Su padre lo llevará a escoger algo de la casa de antigüedades?

Amaba las cosas de ese lugar, siempre que acompañaba a su papá quedaba con ganas de llevar algo de ahí.

Cuando el niño se acercó a su padre, él hombre se agachó a su altura y le entregó lo que quería darle.

Yeonjun inclinó su cabeza con confusión ¿Una muñeca? Creía que nunca le darían ninguna por evitar el regaño de su mamá.

¿Una muñeca? —El hombre rió un poco y acarició el cabello de su amado hijo.

Cuando supe que te gustaba jugar con las muñecas, recordé que mi madre tenía este muñeco reservado para su primera nieta —Yeonjun frunció el ceño e hizo un puchero ¿acaso le dijo niña?

Pelo yo no soy una niña...

Él no tenía primas, sólo son San, Beomgyu y él.

No, pero sé que te gustan las muñecas y me pregunté "¿Porqué no darle algo tan lindo como el juguete favorito de mi madre? Yeonjunnie es un niño muy responsable, sabrá cuidarlo mejor que nadie" —los ojos de Yeonjun se iluminaron con mucha emoción y se le pasó el enojo.

Tal vez no era normal en esa época que a los niños les gustará jugar con las muñecas, y que Yeonjun no era como el resto. Tal vez su papá lo vió muy solito.

Yeonjun miró al muñeco y posó su manita detrás de la cabeza, para mirarlo con más cuidado y detalle, como cuando su padre revisaba los objetos y asegurarse de que estuvieran en buen estado.

El muñeco era muy lindo, muy detallado para ser un muñeco de la infancia de su abuela. Su cabello no era como el de las muñecas que le vió a las niñas que ingresaban a la casa de antigüedades. Su muñeco era mejor, incluso al verse sonriendo tenía unos hoyuelos.

Barbie no tenía hoyuelos, tampoco Polly Pocket. Y si los tuvieran estaba seguro que se verían mal. Su ropa era muy atractiva también, pero estaba seguro que su abuelo o sus tíos abuelos no vestirán así, y tampoco su tío.

No cuando el diseño trae un fuerte rosa entre sus telas negras y muchos accesorios que usarían tal vez el grupo estadounidense favorito de su madre.

Entonces... ¿Tiene nombe? ¿Puedo ponele uno? —el niño miró a su padre, esperando por su respuesta.

El hombre lo tomó en brazos y le besó la frente, le gustaba que Yeonjun fuera tan agradecido a pesar de ser tan pequeño.

Se llama Soobin. Así lo llamó la abuela.

Soobin... Es un lindo nombe, Soobin —Dijo el niño, esta vez dirigiéndose a su nuevo compañero —Vamos a se gandes amigos —aseguró y lo abrazó con mucho cariño.

Muchos padres consideran importante el primer juguete que fueran a recibir sus niños, usualmente es al que los niños tienen más apego.

Yeonjun no recibía su primer regalo cuando Soobin llegó a sus manitos, pero si fue el juguete con el que no podía dejar así sea para dormir o tomar un baño.

Cuando fue creciendo sus intereses fuera del hermoso juguete también, y cuando menos se dio cuenta, a los once años había dejado de jugar con su mejor amigo.

Fue ahí que dejó de verlo, sin saber del paradero de su juguete.

Sin embargo, en lo muy profundo de su corazón atesoraba infinitamente todos los recuerdos que le dio el amado juguete que le dio su padre.

El día de Yeonjun siempre comenzaba a las seis de la mañana, de lunes a viernes exceptuando los festivos o fines de semana, esos días comienzan a las ocho.

Su alarma se escucha, el la apaga con pereza, se coloca sus lentes y va al baño para hacer sus necesidades y ducharse. Luego, más despierto se viste con lo que encuentra primero y le haga una idea; ese primaveral lunes encontró su terno gris, por lo que lo combinó con una camisa blanca que fue planchada con anterioridad y sus zapatos negros favoritos.

Luego de peinar su cabello negro y acabar de arreglar su refinada apariencia, se coloca sus lentes y se va hacia la cocina a preparar su desayuno, para ese entonces ya son las seis y media de la mañana.

Su vida era tranquila, nada fuera de lo común ni muy ordinaria, simplemente vivía en paz.

Era un hombre soltero y con su pequeño Ni-Ki de unos adorables siete años, sin ligues ni compromisos más que su trabajo y la junta de padres de la escuela de su hijo. Tal vez su casa era un poco pequeña, pero Ni-Ki y él tienen su propio espacio como para considerarlo cómodo.

Hablando de Ni-Ki...

Ya eran las siete y el desayuno estaba listo, por lo que limpió la cocina, sirvió el desayuno y se dirigió al cuarto de su pequeño hijo.

Lo miró dormir pacíficamente por el umbral de la puerta y sonrió, no había mejor vista que ver a su hijo tranquilo, y también cuando estaba feliz, jugando o dibujando. Se acercó a su hijo y lo despertó con pequeños toques en su mejilla.

—Ni-Ki~  —lo llamó y vió a su hijo abrir los ojos y parpadear muchas veces, producto de la luz del sol que se filtraba entre las cortinas —Despierta pequeño, debes ir a clases.

Yeonjun sentó al niño y tomó el uniforme de su pequeño, para luego comenzar a vestirlo mientras el chiquillo seguía tratando de espantar al sueño.

Sus adormilados ojos lo hacían ver más adorable de lo que era, sin embargo le duraba poco, ya que usualmente cuando su papá ya había terminado y lo llevaba al baño para lavar su carita y peinarlo, él ya estaba más activo.

Ambos tenían un desayuno muy pacífico, mientras Yeonjun leía el periódico y bebía su café, Ni-Ki estaba comiendo su cereal y cantando las canciones de la caricatura de turno en la televisión.

Luego, se lavaban los dientes y salían finalmente al exterior. No vivían lejos de la escuela, por lo que Yeonjun no veía la necesidad de llevar a su hijo allí en la camioneta que poseía, prefería caminar y terminar de despertar a su pequeño Ni-Ki.

Se despedían en la puerta y el pequeño Choi corría al interior del establecimiento y le tomaba la mano a su maestra para luego perderse de la vista de su padre.

No era normal ver a un padre soltero, menos a alguien tan joven y guapo como Yeonjun, quien sin darse cuenta atrajo la mirada de muchas madres y algunos padres. Pero no le importaba, por que para el momento en el que Ni-Ki hablaba con su maestra sobre su fin de semana, Yeonjun ya estaba volviendo a su complejo departamental para subir a su camioneta y empezar la segunda parte favorita de su día; su trabajo.

¿En qué trabajaba Yeonjun? En la Casa de antigüedades la cual siempre amó. Aquel lugar era uno de los mejores legados que le pudo dar su padre.

Él era uno de los dueños del local, sin embargo no lo veían encerrado en la oficina de su padre como el hombre solía hacerlo. Él en realidad reparaba los objetos que ponían a la venta, los limpiaba y también era el que cerraba los tratos con la gente que subastara algún objeto que tendría mucho valor monetario.

Como ya iban a ser las nueve de la mañana, Yeonjun ya estaba ingresando a la tienda con muchas cajas, algunas pesadas, otras no tanto. Pero todas contenían los nuevos objetos que pondrían a la venta una vez fueran evaluados y limpiados.

En el local se encontraría su amigo y socio, Kai Huening. Y tal como estaría suponiendo, Kang Taehyun estaría en la bodega.

El local ya estaba abierto, atendiendo y luego de unas horas estaría en el taller de la tienda para terminar de reparar ese reloj. De no ser porque a Kai a veces le encantaba distraerlo con charlas extrañas.

—Jisung no sabe que yo sé, pero quiere pedirme matrimonio —Yeonjun detuvo de inmediato su actuar, pensando un poco en lo que dijo su amigo.

— ¿Matrimonio?

— ¡Si! Desde que legalizaron el matrimonio homosexual Jisung ha estado insinuándolo con sus padres y hasta se presentó a los míos  —agregó Kai con una radiante sonrisa, se le veía feliz con eso.

—Ya veo —el pelinegro sonrió y volvió a lo suyo —Felicidades~.

—Tal vez tú podrías considerar tener a alguien en tu vida, es bastante entretenido —comentó su amigo, sin embargo de Yeonjun sólo salió una mueca.

¿Porqué él querría una pareja? Él estaba bien así, tenía otros planes y en ellos no estaban conseguir pareja.

—Mm, no lo sé —el chico limpió el engranaje y lo colocó con sumo cuidado —No me llama la atención. Además, seamos sinceros ¿Quién me querría con un hijo que no es de esa persona?

—La persona correcta te querrá con o sin hijo —Yeonjun guardó silencio, mirando con atención al mecanismo del objeto, faltaba un engranaje más y estaría funcionando perfectamente.

El tema estaba que nadie lo miraba con buenos ojos por eso, y a pesar de sentirse sólo, lo más importante para Yeonjun es su pequeño Ni-Ki.

—Tal vez —habló Yeonjun y tomó el engranaje faltante, comenzando a limpiarlo —Pero no es lo que estoy buscando. Tengo otros planes de vida y no creo que haya alguien que se quiera adherir a eso o que quiera vivir la vida que llevo.

—Mm —Kai no dijo nada más. De todas formas las palabras de Yeonjun eran sinceras y sin remordimientos.

El reloj comenzó a funcionar, y Yeonjun sonrió, satisfecho con su labor.

— ¿Qué hora es? —el pelinegro abrió la ventanilla donde se encontraban las manecillas del reloj, moviendolos para dejarlos en la hora actual.

Eran las doce y cuarenta minutos, en poco tiempo su hijo saldría de clases e iría a la casa de sus tíos.

Según ellos, habían cosas que podrían ser de utilidad en la casa de antigüedades.

Sus tíos cuando le dejaban sacar cosas del ático las dejaban en un lugar cercano, sin embargo esta vez fue distinto.

Eran las tres de la tarde y pensaba que tal vez se quedaría la tarde entera clasificando las cosas por su propia cuenta, pero era probable que demorará menos por que no habían muchas cosas que puedan ser de utilidad.

Habían muchos objetos de sus abuelos, estaba la cuna en la que San y Beomgyu durmieron -luego Ni-Ki también- y algunas fotos. Más no había mucho.

Supuso que esa fue la razón por la que no bajaron nada del ático, seguramente querían que sacara lo que viera conveniente y no lo que ellos ya no necesitaban.

Estaba tranquilo, revisando el tocadiscos de su abuela, tal vez podía arreglarla y dejarla de muestra en la vitrina. O llevarse la caja con la curiosa colección de engranajes de su abuelo. Podrían servirles de repuestos.

— ¡Mira Papi, una muñeca! —Yeonjun se volteó a su hijo, quien se supone estaba abajo con sus tíos.

—Ni-Ki ¿Qué haces aquí? Te dije que no subieras, un bicho podría picarte —dijo el chico y se acercó a su pequeño, quien le extendió la muñeca.

—Es que estaba aburrido —el padre sonrió y alzó una ceja — ¡Es una muñeca muy linda!

Yeonjun se puso a la altura de su pequeño y tomó el juguete, su rostro cambió esa sonrisa por un gran gesto de sorpresa.

Era su muñeco, Soobin.

Lo miró con detalle, no parecía que hubieran pasado más de diez años sin jugar con él, estaba limpio... Tal y como lo dejó en su cama la última vez que lo vió.

— ¿De dónde sacaste este muñeco, Ni-Ki? —Preguntó el pelinegro, alzando la mirada a su hijo.

—De esa caja —apuntó el niño y Yeonjun se acercó a la caja.

Habían muchas muñecas, con las cuales jugaba secretamente para evitar los regaños de su madre o llamar la atención de sus hermanos menores y se burlaran de él. También habían unos otros juguetes que no esa época Beomgyu y San ya no ocupaban.

Pero ¿qué hacía Soobin en esa caja? Según su madre, lo había desechado.

No importaba ya, Soobin estaba en sus manos nuevamente.

— ¿Papi?

Yeonjun miraba el juguete con cierta melancolía, pero pronto estaba diciéndole a Ni-Ki que escondiera al juguete en su ropa, que se lo llevarían a casa.

A las seis de la tarde ya estaban en la casa de antigüedades, dejando los nuevos objetos que fueron adquiridos y Yeonjun hizo ciertos papeleos. Ninguno mencionó algún detalle sobre el juguete recuperado.

A las ocho y media, Yeonjun y Ni-Ki estaban en casa. Cenaron y Ni-Ki tomó un baño, luego de eso aprovechaba lo último que quedaba de su tiempo despierto se ver las caricaturas mientras su papá estaba en su cuarto, mirando a quien fue su compañero de tantas aventuras imaginativas y tantos sucesos de la vida real...

—Ha pasado mucho tiempo ¿No, amigo? —habló para sí mismo, luego suspiró —A veces, deseo que alguien como tú no acompañara a Ni-Ki y a mí.

Yeonjun estaba bien con su vida, más a veces sentía que un engranaje de su vida faltaba.

Sacudió suavemente su cabeza y dejó al muñeco en el cajonero, acomodado como si estuviera sentado en el mueble, y luego el dueño del juguete se fue a acostar a su hijo y darle un cálido buenas noches.

A las diez, Yeonjun se encontraba durmiendo en el escritorio de su pequeño estudio, donde trabajaba lo que restaba y administraba algunas cosas de la casa de antigüedades...

A las dos de la madrugada, Yeonjun sintió la repentina pero cómoda textura de sus sábanas, también un extraño peso a su lado.

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