Capítulo Veintidós: Intoxicación
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1
—Damas y caballeros, les habla su capitán, comunicándoles que en veinte minutos se ejecutará el aterrizaje en el aeropuerto de Acapulco, Guerrero. Solicitándoles así, permanecer en sus asientos con los cinturones abrochados. Gracias.
La voz grave y amable de Enzo suena por los altavoces desde la cabina. ¿Había olvidado mencionar que también era piloto?
Todos avanzan por los pasillos tranquilamente mientras yo me sujeto fuertemente al reposabrazos de mi asiento mullido, al que me he aferrado desde el abordaje.
Luego de haber solucionado el asunto con Edson, fui a recoger algunas cosas del edificio, como el abrigo Gucci que Ana insistió que conservara. Evitando mirar dolorosamente al living, donde está la sangre seca de Nego. Ayer fue la última vez que regresaría a ese lugar.
Al volver a la mansión todo estaba listo para el vuelo del día siguiente. Estaríamos en Acapulco para que Vittorio cerrara un trato con algunos ejecutivos, claro, con la mafia involucrada. Pero a los ojos de Alexis, únicamente es una reunión aburridísima; para ella, el objetivo principal es que mi hermana y yo nos encontremos por primera vez en la vida.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas, obligandome a conservar la calma. El aire es el peor lugar para que personas como nosotros se muevan, aquí arriba no hay vías de escape en caso de algún ataque sorpresa.
Coco, el chihuahua de Alexis, no para de ladrar en mi dirección. Cata se encuentra bajo mi abrigo, con el pelo erizado y gruñendo en respuesta. Así ha sido toda la hora de vuelo que ha durado el viaje.
Danielle ríe con burla, dejándose caer en un asiento frente a mí, colocando una copa de ¿martini? en la mesita auxiliar.
—Relajate. Deberás acostumbrarte, no será la última vez que hagas esto.
—Ya, claro. A la próxima, que sea por autopista.
—A la próxima no será posible ir por autopistas —dice como si nada, bebiendo de su copa.
—¿Dónde, esta vez?
—Al viejo mundo.
—¿Eh?
—En una semana volveremos a Italia.
Giro la cabeza para mirar por la ventanilla a mi lado. Desde aquí arriba se observa todo un poco más despejado y pequeño. El mar se ve mucho más cerca de lo que jamás me hube imaginado estar. De un azul oscuro, impresionante, tan majestuosamente intimidante. La inevitable sensación de vértigo, viene a mí. La saboreo y digiero.
«En una semana volveremos a Italia» Me pregunto si verdaderamente estuve alguna vez allí. Suena muy lejano. Irreal.
—He llegado a la conclusión de que yo aún soy menor, como Alexis y... mi hermana. ¿Por qué no...?
—No dentro de un par de meses —dice Danielle, interrumpiéndome.
Otra vez el silencio se instala entre nosotras. Al menos he averiguado que seré mayor de edad en un par de meses.
—¿Por qué una Camorra se mezcla con los Cosa Nostra? —pregunto en otro intento de distraerme.
—Alianzas... Y negocios —infiere con misticismo, volviendo a beber de su copa.
Al poco rato Alexis brinca a nuestro lado, ignorando que Coco está por saltar de su bolso y atacar.
—¿No es emocionante? —Casi grita de alegría—. Ya lo tengo todo planeado. He quedado con Tash esta tarde en el hotel para ir a un pub con pase VIP. Y déjenme informarles que no es un simple pub. Insistí en que Tash llevara a...
—Damas y caballeros, estamos comenzando el proceso de aterrizaje. Solicitamos permanecer en sus asientos con los cinturones de seguridad abrochados. Es posible que se presenten ligeras turbulencias, mantener la calma. Les informamos que son las dos y treinta y uno, hora local. Y la temperatura: cuarenta grados centígrados. Se recomienda descender del avión con ropa ligera. Usen los señalamientos de seguridad para un buen tránsito al salir. Agradecemos su preferencia usando nuestra aerolínea. Confiando en que hayan tenido buen viaje, esperamos su regreso.
Vuelvo a tomar otra bocanada grande de aire, ganándome así, algunas miradas curiosas. Me cercioro que mi cinturon esté bien sujeto y tomo a Cata en mis brazos.
Mi estómago se contraté al sentir el descenso del jet privado que Gio solicitó.
Intento imitar la reacción de todos cuando el avión finalmente impacta contra tierra firme.
Pasados diez minutos, que me parecieron una verdadera eternidad, el avión deja de moverse y Enzo anuncia que podemos bajar.
Todos comienzan a moverse, los primeros en bajar son algunos esbirros, luego Vittorio con su guardaespaldas pegado a él y al final nosotras. Yo me quito el abrigo y sujeto a Cata con un solo brazo. Dejándome puesto el conjunto que Alexis me eligió para éste día. Un bikini con una paleana azul con estampado de flores atada en la cadera y un chaleco de mezclilla, sandalias romanas, lentes de sol y un sombrero ridículamente amplio.
Soy la primera en terminar de bajar las escaleras, y cuando lo hago, resisto las ganas de besar la alfombra roja que han colocado.
2
Cómo era de esperarse, nos instalamos en el mejor hotel de la ciudad. Las cosas a mi alrededor me provocan fascinación y repugnancia al mismo tiempo. Todo aquí es un derroche de plata. El BMW que solo nos lleva a Vittorio y a mí estacionandose frente a un edificio alto, imponente y lujoso. Las ropas del hombre que abre la puerta de nuestro lado. Cómo los guardaespaldas se disponen para que nosotros podamos salir del auto. El umbral de la entrada. El suelo de piedra caliza. Los ascensores con alfombra y Mozart de fondo. La ausencia de pasillos y en su lugar salones gigantescos con esculturas antiguas. El penthouse más suntuoso que el de mi edificio en la capital.
Todo me da ganas de vomitar.
—Espero que no te moleste compartir esta parte del hotel con Alexis y Scodellario. Alexis así lo ha pedido —dice Vittorio acercándose al minibar y preparándose una bebida.
Incluso con bermudas y camisa playera de palmeras amarillas no deja de infundir miedo. No es difícil ver al mismo diablo en él.
—Pediré que quiten eso de aquí —señala las bebidas con el ceño fruncido—. Tranquila, este asunto aún no te incumbe. Tú salida en escena causará toda una revolución. Pero no todavía. Sólo disfruta, mientras tanto, tus últimos días. Pido disculpas si esto parece desmesurado, pero créeme que no habrías vivido hasta hoy si los planes de tu exposición no se ejecutásen... Aunque sea difícil de creer, es por tu bien... En verdad lo siento.
Y sin más, da media vuelta y regresa al ascensor. Antes de que las puertas se cierren, logra alzar su vaso de whisky en forma de despedida, un brindis. Sin embargo, no pude evitar notar que se veía más cansado de lo habitual. Las bolsas bajo los ojos pueden decir mucho más que sus palabras. Las líneas de expresión más marcadas revelan que hay algo que le preocupa en exceso.
Y mi insaciable sentido de la curiosidad quiere saber qué es.
No tarda mucho tiempo en que mi equipaje lo trae un botones malhumorado. Luego llega el de Danielle y por último, la montaña de maletas de Alexis. En verdad no sé porqué esa chica necesita tantas cosas.
Espero a las chicas mientras peino el piso. Es demasiado grande para tres personas. Hay cuatro camas dispuestas en distintas partes de la habitación. Las paredes son de cristal traslúcido, por lo que el único lugar con privacidad es el baño. No hay cocina, el restaurante está habilitado durante todo el día, sin servicio a habitación; dónde está expresamente prohibida la entrada a menos que uses calzoncillos Calvin Klein o bien marcas nacionales de renombre. Hay un área destinada para juegos, una mesa de billar ocupa parte de la esquina del extremo; también el hotel cuenta con un casino para socios.
El balcón tiene una vista preciosa hacia el mar. No estamos en la costa precisamente, tendríamos que viajar diez minutos en coche para llegar al agua; aunque bien podemos usar la zona de recreación en el ala sur del edificio, donde las albercas y spas son un peligro si Alexis merodea por aquí.
Lanzo una mirada asesina a las puertas del ascensor. Me habría sentido mucho menos incómoda si no hubieran exagerado en el nivel de seguridad. Hay cámaras por todas partes, podría apostar que también en el servicio. La lente únicamente me mira sin disimulo.
Intentando ignorar ese hecho, me acerco al barandal del balcón. Subo a la penúltima barra y extiendo los brazos. El aire se respira limpio y cálido. La tarde ya está cayendo. Y yo ansío ver el arrebol del ocaso del sol.
El suave sonido del ascensor cuando vuelve a subir, anuncia la llegada de las chicas. Alexis había logrado arrastrar a Danielle de compras, una vez más en dos días, yo me salvé porque Vittorio ordenó que yo llegara con él.
—¡Es hora, Zia! ¿Estás lista? —Alexis grita entusiasta. Sus cabellos rubios rebotan en tirabuzones por su cabeza mientras camina de un lado a otro buscando ropa para esta noche— Tash está un poco ocupada ayudando a tortugas a llegar al mar. Pero dice que llegará.
—¿Sabes que no llegó en avión? —me pregunta Danielle con cierta exasperación—. Lo que hizo fue caminar por las carreteras haciendo autostop porque le regaló todo el dinero y su móvil a unos vagabundos. La única manera de contactar con ella fue cuando llamó desde una cabina pública una semana después de que la hubiéramos buscado. De no ser porque ya lo ha hecho antes nos hubiéramos preocupado más. Bueno, mientras hacía autostop se encontró con una caravana de los suyos que venían hacia aquí hasta que fueron detenidos y llevados a la estación de policía porque los tipos llevaban maría. Después hubo que pagar una multa para que siguiera su camino. Aún así, Gio tuvo la sensatez de enviar a un guardaespaldas para que la vigíle, ¡Y lo ha burlado todo este tiempo! Definitivamente tiene tu sangre.
Danielle había abierto una botella de vino y bebía de ella mientras hablaba y caminaba por todo el piso, agitando los brazos y derramando líquido rojo en la madera fina del piso.
—¿Y por qué actúas así?
—Por que nos acabamos de enterar. —Es Alexis quien responde, ahora es ella la que se masajea las sienes—. Ha estado así desde que nos llamó cuando bajamos del avión.
—Tuvo suerte —aventuro.
—¡No ha sido suerte! —Explota Elle—. Fue Gio y el guardaespaldas quienes la salvaron. Pudo haberle pasado algo. La suerte no existe.
Danielle parece más afectada que yo por García, incluso que Alexis. Se supone que ella no debe saber nada, Danielle no está ayudando mucho en ese aspecto bebiendo así.
—¿Cuántas copas lleva? —Pregunto dirigiéndome a Alexis.
—No lo sé, dejé de contar después de la tercera allá abajo.
—Entonces creo que no podrá salir en ese estado.
Ante mi comentario Danielle flipa y Alexis me mira con los ojos desorbitados.
—Estoy perfectamente —dice Elle, dirigiéndose al cuarto de baño. Y parece verdad, no arrastra las palabras, pero actúa extraño— Además, tengo que ver a mi... — pero no alcanzamos a escuchar el resto porque cierra la puerta.
Después de unos instantes, escuchamos el agua de la regadera caer y a Danielle cantando una canción desentonada en italiano.
—¿Estará bien? —Pregunto
—Eso creo —responde Alex.
3
Crouthe es el sitio donde Alexis programó el encuentro con Natasha García. Bien puede ser una discoteca, únicamente la concurrencia juvenil de la alta sociedad es la que busca un poco de diversión. El ambiente está cargado de fragancias caras, humo de tabaco y alcohol. La música es un constante sonido electrónico que hace bailar a las luces estroboscópicas. Hay muchas personas en la pista de baile, en la barra o charlando en las mesas.
Danielle y Alexis caminan directamente hacia la barra. Donde el bartender se luce montando un espectáculo al servir las bebidas. Me pregunto si Alexis y Natasha tienen ID falsos... ¿Pero qué pregunto? Por supuesto que las tienen.
—¿No es genial? —pregunta Alexis al borde de la euforia mientras se balancea al ritmo de la música.
—Sólo espero que no tarden demasiado —comenta Elle, quién ya parece un poco más en sí.
Elle nos empuja al interior del gentío para atravesar una puerta corrediza de cristal y salir a un patio donde hay más personas divirtiéndose, sólo que aquí hay una piscina gigante.
—Esperemos aquí. Gio debe estar en el edificio contiguo. Le dije que permaneceríamos visibles hasta que él apareciera —dice Elle comenzando a quitarse un poco de ropa.
¿A quién se refería con él? ¿A Gio?
Nos dirigimos a unas tumbonas con sombrillas cerca de la alberca.
—¿Es necesario mostrar los pechos? —Pregunto, señalando a las chicas en topless.
Ambas ríen.
—Tal vez, necesitas broncear un poco ese cuerpo, nena —responde Elle.
Me siento en una silla quedándome con todo lo que llevo puesto. La tarde se siente calurosa, en la noche no será necesario algún abrigo. Con las gafas de sol de Dior puestas, observo a la multitud disfrutar del día.
Cuando una sombra se posa sobre mí. Deslizo los lentes por el puente de mi nariz y miro a la persona a mi lado cuando Alexis grita eufórica:
—¡Tash! —Alex abraza a la chica, impidiéndome verla.
De pronto mi estómago se siente pesado. Las ganas de salir corriendo son irrefrenables. Voy a conocer a mi media hermana después de quince años. Hermana que no supe de ella hasta ayer.
Un odio que no logro comprender hierve en mi sangre. No quiero hacerlo.
Ni siquiera me doy cuenta de cuándo me pongo en pie y empiezo a retroceder, lejos.
Hasta que mi mirada cae en sus ojos verdes.
La atmósfera se vuelve vibrante y ya no estoy segura de querer apartarme de ella.
Apenas una chica de quince o dieciséis años está parada justo frente a mí. Con el cabello castaño más rizado que jamás haya visto, esponjado como una nube de chocolate en su cabeza, con una tiara de flores intentando aplacar un poco su rebeldía. Tiene unas facciones adorables, las mejillas un tanto regordetas y un mentón fino. A lado de Alexis, Natasha es un par de centímetros más alta, esbelta. No lleva maquillaje, ni siquiera lo necesita. Sus espesas pestañas oscurecen el contorno de sus grandes ojos verdes, sus mejillas de un rosado natural y labios finos, es imposible no voltear a verla y exclamar: «¡Oh, Dios! ¡Pero qué hermosa!». La ropa que lleva no es suntuosa en absoluto, sólo unos pantalones cortos, una blusa holgada muy colorida y sandalias complementan su atuendo.
Hippie. Es la primera palabra que me viene a la mente al verla.
De pronto sus ojos se llenan de lágrimas.
—Así que tú eres la mia sorella — dice, con voz entrecortada y un marcado acento español.
Sin esperarlo, sin pedirlo, sin pensarlo, me acerco a ella y la rodeo en un fuerte abrazo. Ella responde unos instantes después. Inhalo el aroma de su cabello y lo memorizo.
Es ella. Ella es.
—Natasha.
—¿Zia? —Y rompe a llorar.
Sujeto su cabeza en mis manos, aplastando su nube de cabellos, para mírale a los ojos y encontrar un rastro de mí en ella. Y lo hay. No es perceptible, pero ahí está.
—Hola —saludo.
En respuesta ella sonríe y me da dos besos en el aire.
—Hola.
Un ruido estruendoso nos saca abruptamente a Natasha y a mí de nuestro ensimismamiento.
Alexis se suena ruidosamente los mocos. Pareciera que ha llorado.
—Lo siento. Una alergia —explica sin convicción.
—¿Qué les parece si entramos y pedimos un trago para celebrar? —Ofrece Danielle, intercediendo—. Supongo que a todas no hace falta.
Volvemos dentro y esperamos turno en la barra mientras Tash habla un poco sobre sus pericias.
—No fue tan malo, ¡tenía un sabor delicioso a naranja! —Le miro sorprendida. Describe cómo fue que la policía los detuvo por llevar marihuana en el autobús.
—¿¡Fumaste maría?! —Alexis hace la pregunta por mí.
—Sabes que no es la primera vez. —Y sus labios forman una sonrisa cómplice que me golpea como un balde de agua fría.
No me siento con la autoridad suficiente de reprenderla por ello, así que me limito a guardar silencio.
—¿Qué? —Exige Danielle. Al menos si no soy yo, será ella.
—Solo ha sido una calada. Relajarte, Dani —evade Natasha.
Danielle entrecierra los ojos hacia ambas niñas. Lo único que puedo decir es que nada bueno saldrá de esto.
Nuestro turno llega y Elle murmura algo al oído del barman.
—Espero que estés lista para probar la piedra filosofal —me dice Danielle cuando el chico se va, recuperando el buen humor.
—¿Piedra filosofal?
—El elixir de la vida... Ya lo verás.
Tomamos lugar en una de las mesas más cercanas esperando la orden.
Cuando el mesero llega con ella, a Danielle le brillan los ojos con malicia.
En la bandeja hay una botella grande de vino y otra pequeña con un líquido que no identifico, recipientes pequeños con especias y ¿miel?, sevilletas, cuatro vasos minúsculos, agitadores y un cilindro.
—Unicamente se necesita nuez moscada, pimienta negra, gengibre, cáscara de naranja, enebro, azúcar... —Danielle vierte los ingredientes con forme los va mencionando al cilindro con la precisión de un químico—; todo en polvo, y luego miel... En realidad es necesario dejar esto macerar por treinta días, pero yo añado el ingrediente secreto —Elle alza en el aire la botellita con el contenido de un misterioso tono azulado. Coloca la boquilla sobre el cilindro y deja caer tres gotas. Al instante un humo blanquecino comienza a salir del cilindro. Yo soy la única que se aparta un poco a la espera de una explosión. No sucede nada.
—Y también debería destilarse, pero no queremos envenenarnos, ¿cierto? —Continua mientras vierte en los cuatro vasos un poco de la mezcla que acaba de hacer, tomando la botella de vino— Se le agrega aguardiente... o un buen vino italiano. Y listo. Tienes en tus manos el secreto de la vida eterna. Bebe con cuidado —advierte cuando nos entrega a cada una un vaso.
Inmediatamente me llevo el vaso a la nariz. Picante y fresco. Interesante.
—Por la familia —celebra Elle levantando su vaso en el aire.
El brindis de Danielle expresa más que el encuentro de Natasha y yo. Ella se refiere al motivo de mi aparición. Pero eso solo lo noto yo.
—Por la familia —respondemos chocando nuestros vasos.
Con suma precaución bebo un buen trago del licor. Es como si miles de burbujas explotaran dentro de mi boca con un sabor mentolado y amargo. Cuando pasa por mi garganta es imposible no hacer una mueca al sentir el fuego correr por mi cuerpo.
—¡Dios, Dani, ya me siento inmortal! —Exclama Tash, sacando la lengua.
—¿Esto tiene efectos secundarios? —Inquiero.
—Quizá, la primera vez que yo lo probé no recordé nada del día anterior y desperté entre una especie de orgía.
Todas nos atragantamos y apartamos las bebidas.
Danielle suelta una carcajada.
—Es broma —aclara aún riendo.
—Más te vale —amenaza Alexis.
De pronto un cosquilleo en el cuerpo me advierte que estoy siendo observada. Con cuidado voy pasando la mirada por todo el antro. La gente se divierte, sólo algunos hombres voltean a ver hacia nuestra mesa, las chicas lo saben, pero les gusta jugar con ellos mirándolos de reojo e ignorándolos. Sin embargo no son tan insistentes como aquella mirada.
Estoy repasando la barra cuando lo encuentro.
Un chico de unos veintipocos charla con un par de chicas mientras éstas casi están sobre él. El las ignora y únicamente me mira a mí. Segundos después él susurra algo a ambas y ellas, reticentes, se marchan. El chico pide otra bebida y se recarga en la barra mientras espera. Juguetea con un agitador entre sus manos, girándolo de dedo en dedo. Todo esto lo hace sin dejar de mirarme.
Yo, por mi parte, hago lo propio. Termino mi piedra filosofal de un solo trago y tomo la soda en vaso alto con pajilla que Elle pidió. Las chicas conversan entre ellas ignorando mi juego.
Le doy un buen repaso al chico mientras doy vueltas a la pajilla con mi lengua, mordiendo y bebiendo cada poco tiempo. El hombre permanece impertérrito, fingiendo ignorárme. Está claro que mi juego le gusta. Procedo a analizárlo con más detenimiento.
Cabello castaño en un corte urbano con la parte superior calléndole rebelde en ondas sobre la cabeza. Su camisa blanca marca a la perfección cada uno de sus músculos bien trabajados, espalda ancha y caderas estrechas. Alto, uno ochenta y tres. La distancia entre nosotros es considerable, pero no suficiente para no notar que sus ojos son azul oscuro. Tez clara, pero bronceada por el sol costero. Perfil griego, músculos maxilares bien desarrollados, nariz recta, labios finos y pómulos altos. Es tan... ilegalmente atractivo. Tan cautivador que fastidia.
Vamos, que el hombre es, digamos, todo un Adonis. El hombre es elegante. El hombre es, digamos, descarado, sexy. El hombre es orgulloso, soberbio, de mirada febril. El hombre tiene, digamos, una chulería peligrosa. Tan insoportable, tan arrogante... Alguien debe bajarle un poco los humos a este tipo.
Le guiño un ojo, sugerente. Él ríe levantando la cara al techo, divertido. Llama a un camarero, le dice algo apuntando a nuestra mesa sin ningún disimulo y nuestra competencia continua. Labios mordidos, miradas lascivas, reacciones eróticas.
El camarero llega y deposita una copa frente a mí. La conversación entre las chicas cesa.
—Invitación de un amigo secreto —explica el camarero.
—Gracias, pero oye, ¿por qué no te sientas y hablamos un poco? —Palmeo el asiento vacío junto a mí, consciente de que el hombre sigue allí. Me reprendo por usar así al pobre camarero. Al ver que el chico duda, le dedico mi sonrisa infalible—. Por favor, insisto.
El barista debe tener dieciocho años. Delgado, ojos castaños, piel morena, cuerpo atlético. Me pregunto si practica surfing.
Las chicas me miran asombradas, en el caso de Natasha y Alexis. Danielle mira con sospecha la copa de Chardonnay que trajo el chico.
—Sé lo que te propones —dice el camarero, cediendo, regalándome una bonita sonrisa y encogiéndose de hombros—. Llevo tiempo intentandolo contigo.
El sentimiento de culpa oprime otro poco mi estómago. Tomo la copa de vino para contrarrestarlo.
—No bebas —ordena Danielle con voz gélida.
—¿Quieres relajarte, Ellie? —inquiero, y dirigiéndome al chico—: ¿O intentas envenenarme?
—No, la envía el chico de allá —reponde con desgana, señalando al lugar del hombre.
Donde ya no hay nadie.
No busco, porque sé que aún está aquí, observandome.
Me acerco aún más al chico.
—Y, ¿cuál es tu nombre?
—Aarón, Aarón Guerra —responde él.
—Y dime, Aaron, ¿tienes novia? —Pregunta Tash, sorprendiendonos a todos.
Vaya, esta chica si que no tiene pudor.
—¿Qué? —Pregunta ella cuando nota nuestras miradas—. ¿No es lo que todas queremos saber?
Yo alzo los hombros en respuesta, lo cierto es que no. Y me siento mal por ello.
—Algo así, nada serio. ¿Por qué la pregunta? —La voz de Aarón ha tomado un matiz seductor hacia Natasha. Reprimo el impulso de apartarlo de ella.
—¡Oh! No, por nada, sólo pregunto. ¿Salimos ésta noche? —responde Tash.
—Muy bien, Aarón, gracias por la bebida —apremio al chico a levantarse e irse—. Hasta pronto.
—Llámame —alcanza a decirle a Natasha.
—Lo haré —responde ésta.
Alexis le da un pellizco a mi hermana, quien suelta un gritito.
—¡Es un completo extraño! —Susurra Alexis.
—Ya no, conozco su nombre —defiende Tash—. Creo que terminar en una orgía no suena tan mal, después de todo.
Alexis le da un manotazo en la cabeza esta vez.
—No tienes remedio.
Natasha sonríe abiertamente.
Giro la cabeza en busca del hombre chulo. Lo encuentro. Avanzando en dirección a nuestra mesa, con paso decidido. Y no parece muy contento. Bien, se lo merecía.
Continúo bebiendo de mi soda tranquilamente.
Cuando finalmente llega a nuestra mesa, enarco una ceja en su dirección.
—Hola, Nick —saluda Danielle con voz monótona sin alzar la vista de la carta—. Llegas tarde. Como siempre.
¿Nick?
—Tuve un percance—miente mirando en mi dirección —. Lo siento.
Su voz es profunda pero no excesivamente grave. Algo mueve en mis intestinos.
—¡Nick! —Exalta Alexis, levantándose para abrazarlo por el cuello.
Me pongo en pie, siguiendo a las chicas.
Saluda a todas con dos besos al aire.
—Nick, ella es Zia DiMeo —me presenta Danielle— Zia, él es...
—Me han hablado tan mal de ti que he estado ansiando conocerte —comenta el chico con acento, interrumpiendo a Elle.
Yo le miro recelosa. ¿Qué se propone?
—Nick Falcone —dice, haciendo una reverencia con un florero, tomando mi mano derecha para posar sus labios en un beso. Y guiñando un ojo, añade en un susurro para que sólo lo escuche yo—: A tu servicio.
No estoy muy segura de si es la bebida que Danielle nos preparó, o el calor del momento: algo en su voz movió un bloque de mi memoria.
Mi puño vuela a su rostro antes de que pueda detenerme. El impacto ha sido fuerte, los nudillos me duelen. Pero él apenas gira la cabeza, llevándose una mano a la mejilla, más asombrado por mi atrevimiento que por el dolor.
Todos en el lugar se quedan de piedra. Alexis contiene el aire llevándose ambas manos a la boca. La risa de Danielle es lo único que se oye entre nosotros.
—No era necesario dejarme inconsciente para traerme aquí. —aclaro mi lapsus.
Falcone entrecierra los ojos hacia mí, dejando un par de rendijas de océano impenetrables. Me está analizando. Yo también me encierro en mi coraza, desafiándolo con la mirada.
—Ya era hora de que alguien te pusiera en tu lugar, Nick —comenta Danielle, divertida—. ¡Sabía que esa chica haría algo grande por la humanidad!
Falcone le lanza una mirada fulminadora.
—¿Eso es aqua vitae? —Pregunta él con voz ronca, señalando el cilindro mezclador y los vasos sobre nuestra mesa.
Sin esperar afirmación se sienta, sirve un vaso completo de elixir y se lo bebé como si de simple agua se tratara.
Todas nos sentamos en la mesa de nuevo.
Alexis acaricia el costado izquierdo del rostro de Falcone, donde empieza a surgir un cardenal. Éste se aparta un poco sin parecer grosero.
Sonrío ante mi logro.
—Supongo que estamos a mano —observa él, luego de un momento.
—No del todo. Me falta dejarte inconsciente —respondo alzando los hombros.
Él asiente con una media sonrisa curvando sus labios, bebiendo otro trago.
—¿Es que ustedes los DiMeo son tan aguerridos?
—No puedo responder a esa pregunta, pero por mi parte, ten por seguro que no cejaré hasta obtener venganza.
De repente Gio se materializa a nuestro lado con pinta de 007 versión Hawaii. Lleva unas bermudas negras, con las mangas de su camisa blanca enrolladas hasta los codos, una corbata atada desenfadadamente, gafas de sol y sombrero.
—¡Hombre, las noticias circulan rápido! —Se burla Gio, haciéndose espacio entre Alexis y yo— ¿Alguien lo ha grabado? Zeta, cariño, ahora eres mi persona favorita en el mundo —parlotea besando mi cabeza.
—Cállate, Baneli —farfulla Nick Falcone.
–––––––♦ • ♠ • ♦–––––––
Nota:
¡Tenemos dos nuevos personajes! Mientras unos se van otros llegan, jeje.
¿Qué les pareció la presentación de Nick Falcone? Ansiaba sacar a la luz a este hombre, será otro personaje clave para el desarrollo de la historia.
A que creían que iba a dejar a Zeta sola en este mundo, sin familia... :'( ... No soy tan malvada.
¡Voten y comenten!
—🐾Sue.
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