Capítulo Veinticuatro: Subestimación
––––– ♦ • ♠ • ♦ –––––
Siete días.
Han pasado siete días desde la última vez que vi a Nego. Siete, agonizantes días en los que pareciera que mi vida se introdujo en un bucle infinito de desasosiego. Su ausencia no hace más que empeorar las cosas... aunque su presencia no creo que las mejore tampoco; al menos lo haría todo un poco más llevadero.
Ni siquiera estoy segura de que lo nuestro tenga algún arreglo. Me mintió, sin importar que haya sido por mi bien o no. Justo ahora eso me importa una mierda. Si fue capaz de ocultar su verdadera identidad y la mía, puedo asegurar que hay más.
En este infierno no se puede confiar en nadie, ni siquiera en los pensamientos propios.
El viaje a Italia está a otros tres días, eso significa que Nego se encuentra a setenta y dos horas al otro lado del Atlántico. El reencuentro cercano me lleva a preguntar si Nego fue honesto conmigo en algún momento.
Me siento incompleta sin el compañero de toda mi vida junto a mí. He de admitir que desde que supe que estaba con vida, un gran peso se liberó de mí; pero eso no quita la falta que me hace. Tenerle lejos se parece mucho a estar muerto.
Ambos compartimos la tristeza de la soledad. No tenemos a nadie mas que a nosotros mismos. Somos el complemento del otro. O eso creía.
Es difícil digerir que Nego nunca fue lo que siempre pensé. Todo este tiempo él simplemente estuvo cumplimento una consigna. «Prométeme que nunca me abandonarás» «G, hace tiempo que hice esa promesa. Lo juré» En retrospectiva, nunca mintió; sólo omitió, actuó.
Falso, todo fue falso. Y no es fácil pensar que algo es real ya.
Hace cerca de media hora, el teléfono en la habitación sonó, era una llamada de recepción enlazándome con Gio para decirme que las chicas no llegarán ésta noche al hotel, que no me alarmara y me sugería que recuperara energías. Lo único que he hecho es tumbarme en una de las camas y sufrir mi crisis existencial a solas.
Afortunadamente Alexis se ha llevado a Coco a un spa para canes al otro lado de la cuadra y no regresará por él hasta mañana al medio día. Mientras tanto, Cata permanece con un humor de perros. Supongo que estar rodeado de agua y un calor insoportable, no es muy placentero para un gato huraño, como lo es ella. He logrado entretenerla con una esfera de luces en el living, donde espero no destroce algo.
Son las 2:40 am. Desde que subimos hasta aquí, no me he movido de la misma posición sobre la cama de cara al techo, divagando sobre la pesadilla en que se ha convertido mi vida. Decido que necesito una ducha con urgencia.
Saco algunos enseres de mi equipaje y un albornoz. Entro al cuarto de baño, que también tiene piso de madera, extrañamente. Manipulo los controles de audio que hay dentro para llenar el ambiente con un poco de ruido. A medida que avanzo por la habitación me despojo de la poca ropa que llevo encima. Opto por una ducha en lugar de un baño en la tina, abro las puertas de la regadera y entro. Dentro ya hay gel corporal y champús. Abro primero el agua fría, para el calor sofocante de ésta parte del mundo, se agradece. Luego el agua caliente hasta no poder soportarla más; voy alternando las temperaturas a lo largo del tiempo que duro en la regadera. Cuando termino, los cristales del cubículo de la ducha están empañados en vapor, y se respira un aroma agradable a hierbas, debido al jabón que usé.
Los omnipresentes espejos en las paredes me muestran mi famélica figura y las múltiples cicatrices que me he ganado en mi vida de callejera. Mi cabello corto se eriza sobre mí cabeza, apuntando a todas direcciones. Es verdad que mi piel necesita más color. Y mis ojos defectuosos son difícil de ver por más de cinco segundos. Todo un caso.
Seco mi cuerpo con total calma, aplico crema humectante y algunos cosméticos que Alexis sugirió para proteger mi piel de la reciente depilación que me dejó sin un pelo en todo el cuerpo. Sinceramente, no le encuentro utilidad a ello. Desenredo mi cabello y lo vuelvo a desordenar, creo que así me gusta, me da un aspecto desenfadado.
Siempre he sido muy higiénica, no estoy segura de si es costumbre aristócrata o manía familiar, incluso cuando vivía en las calles, me gustaba conservarme limpia, aunque eso trajera problemas, quizá toleraba las manchas en la cara porque eran requisito para no ser desplumada en algún callejón. Cepillo mis dientes con minuciosidad, hasta crear abundante espuma.
No oigo el ding del ascensor debido al volumen alto de la música, sólo los golpes a la puerta de madera que separa el recibidor del resto del piso. La insistencia de los golpes frustran mi hora de intimidad higiénica. De mala gana, cubro mi cuerpo desnudo con el albornoz, ni siquiera me preocupo por atarlo bien en la cintura.
Salgo del baño y voy a abrir la puerta. ¿Quién viene a molestar a las tres de la mañana?
—Qué —espeto cuando abro a quien quiera que esté al otro lado, aún con cepillo y espuma en boca.
Nada me hubiera preparado para lo que vería al abrir la puerta. Al parecer, para los insomnes, la madrugada es un buen momento para filosofar y tomar un baño.
Por mucho que intentara lucir despreocupado, recargado en el marco de la puerta con una toalla al rededor de la cintura, dejando su torso bronceado, musculoso y húmedo al descubierto; y un cigarrillo colgando de sus arrogantes labios, el pecho de Nick Falcone sube y baja agitado. Es evidente que ha llegado aquí corriendo.
Es tarde para intentar cubrir adecuadamente mi cuerpo con el albornoz. Sus ojos azules no abandonan mi rostro, lo agradezco, me proporciona seguridad. Sin en cambio, él parece cómodo mostrando su cuerpo, quizás demasiado.
—Regla número uno de la mafia, minina: Nunca abras la puerta sin antes averiguar las intenciones de quien está del otro lado. —La voz de Falcone es apenas un susurro grave, y su marcado acento italiano me hace sentir unas ganas irrefrenables de ser empotrada contra los muebles cuando habla en un volumen tan bajo.
Aprovecho para sacar el cepillo dental de mi boca y enjuagarme con el agua de una botella abandonada a un lado.
—Y si no, dispara primero, pregunta después —respondo, empleando no tan intencionalmente su mismo tono—. Ley de supervivencia.
Una de las comisuras de sus labios se eleva ligeramente. Apaga su cigarrillo en el cenicero sobre la mesa inmediata. Pero no entra.
—Regla número dos: nunca dejes esperando a un capo en la entrada cuando la visita inicia tan civilizadamente.
—¿Qué te trae aquí? —Pregunto crudamente.
—Bien hecho.
—Aprendo rápido —finjo modestia.
—Vittorio me envía. Las cosas no parecen ir de acuerdo a lo planeado —dice, adoptando una actitud dominante e intentando entrar. Yo me pongo justo frente a él, impidiéndole el paso. Sintiendo su piel caliente y consciente de que debajo del albornoz hay absolutamente nada.
Si eso es verdad, la cosa sí que está muy fea, lo suficiente para que Nick Falcone tuviera que interrumpir su baño por venir a toda prisa aquí.
—¿Puedo confiar en que es cierto?
Falcone entrecierra los ojos hacia mí, evaluando mi pregunta, como si su palabra fuera el evangelio.
—Absolutamente —responde despacio. Y me aparta de una forma poco delicada.
Camina por todo el piso apresuradamente, mirando por las ventanas y cerrando todas las cortinas, apagando el audio y las luces más intensas. Cata sale de la sala con peor humor porque Falcone también apagó su esfera de luces. Vuelve a la entrada y desactiva el ascensor a este piso, pone seguro en las puertas, verifica las cámaras de vigilancia, haciendo señas a algunas.
Mientras se desplaza por el piso, tengo una vista admirable de su cuerpo. Es posible notar que en la espalda tiene una inscripción tatuada de hombro a hombro, y el brazo izquierdo tambien está lleno de grafías incomprensibles. Verdaderamente es un hombre guapo, difícil ignorarlo, perfectamente tonificado, sin excesiva masa muscular, luciendo su dedicación al entrenamiento mediante la desnudez. El cabello, aún mojado, deja caer gotas de agua sobre la piel bronceada de su pecho y espalda, y éstas de deslizan muy ufanas sobre su cuerpo perdiéndose en la blanca toalla que deja la vista esa V tan incitante.
Finalmente, parece buscar algo.
—¿Y las bebidas? —Pregunta un tanto molesto.
—Vittorio ordenó que las quitaran de aquí —digo, bostezando y estirando los brazos—. Tengo leche, pero es de Cata, ¿quieres?
Hace una mueca de asco.
—Bueno, tú haz lo que tengas que hacer, yo iré a terminar de asearme. —Camino hacia la puerta del baño.
Estoy a punto de entrar cuando un cosquilleo en los pies me advierte de la cercanía de Falcone.
—¿Necesitas algo? —Me giro para mirarle a la cara.
—Mis órdenes son precisas: no perder de vista a Zia hasta que de la señal. —Se acerca un poco más a mí y susurra, permitiéndome oler su fragancia masculina—: Eso incluye ir con ella al aseo.
—Para ser un capo, acatas muy bien las órdenes de Vittorio —comento en tono burlón.
Él vuelve a entrecerrar los ojos.
—Tienes razón, no soy el capo de los Falcone, pero estoy por serlo. Y no querrás volver a desafiarme cuando eso suceda.
—¿Eso es una amenaza?
—No, es una advertencia.
Levanto los hombros.
—Como sea. Según tengo entendido, estoy aquí para tomar el control de mi familia, supongo que eso nos pone en la misma posición.
—Hablas demasiado pronto. Ascender en la mafia no es asunto fácil, mucho menos para un mito como tú. Pero me gustaría ver ese día.
—Me subestimas, cariño.
—Tal vez, pero no lo digo por ti, sino porque yo vengo de esa mierda y sé cómo es vivir en el infierno. Sólo puedo decirte que en esta vida nadie muere por simple accidente. Ciertamente no me sorprendería encontrar tu cuerpo frío en la mañana. Y no sería yo quien lo dejara así, puedes confiar en mí. Es otra de las razones por las que se te envió a la calle: había que forjarte un carácter frío y calculador. No muchos sobreviven a tu edad, el hecho de que estés aquí ya es bastante.
Sus palabras no me afectan, hace tiempo que deje de temerle a la muerte, la respeto, pero no le tengo miedo.
—¿Algo más? —Pregunto en tono aburrido.— Me das sueño.
—Sí, ¿de verdad no quieres que entre allí contigo? Podría... ser de utilidad.
Su insinuación me da algo con qué trabajar.
—¿Y también divertido?
—O interesante, si así lo deseas.
Nuestras voces bajan de volumen, volviéndose estimulantes.
—¿Instructivo?
—Sin duda.
—¿Decente?
—De ninguna manera.
—¿Sin compromiso?
—No es lo que busco.
—¿Inolvidable?
—Por supuesto.
Me llevo una mano al mentón, pensativa.
—No, gracias, estoy cansada.
Abro la puerta y entro, Falcone se queda quieto, demasiado estupefacto como para impedir que cerrara.
Segundos después, escucho su móvil sonar y a él maldecir.
Termino de asearme y me pongo un poco de ropa, una pijama de seda que había en el armario contiguo, cortesía del hotel, que consiste en un pantalón corto por encima de los muslos, una pequeña blusa de tirantes y un batín, todo muy ligero y en color borgoña. Alboroto mi cabello, nuevamente, medio recojo el cuarto de baño, al fin y al cabo los de limpieza vendrán.
Cuando salgo, intento ignorar la presencia de Falcone, que está sentado en un sofá con una revista en las manos. La toalla de su cadera aún permanece ahí, afortunadamente, pero abierta de una forma que hace volar la imaginación.
Cata retoza en lo alto de un librero, moviendo lentamente la cola de un lado otro y con la mirada fija en Falcone. Él parece no notarlo, pero a ella le causa desconfianza, pues tiene el lomo erizado y no pierde detalle de sus movimientos. O quizá sea que también le enerva tenerlo cerca.
—Lindo pijama —comenta, dejando la revista a un lado y mirándome fijamente, con una mano sobre sus labios.
¡Por el amor de Dios, pónganle algo de ropa!
—¿Verdad que sí? —Alardeo girando sobre mí, provocando que la bata se infle y revele más que la tela del pijama.— ¿A qué hora te vas? —Me detengo abruptamente, poniéndo cara seria.
—Hasta que Vittorio lo decida. ¿Por qué la prisa? —Pregunta, levantándose.— Yo me siento perfectamente aquí, contigo, ¿y tú?
—Sin problema, la cuestión es que no mucha gente logra... soportarme, por decir algo. Lo cierto es que siento lástima por ti —suspiro dramáticamente.
Falcone estrecha los ojos, otra vez.
—¿A qué te refieres? —Inquiere despacio.
—Ah, no, por nada, es sólo que te enviaron aquí, a cuidarme, como si fueras una pilmama. —Sonrío tímidamente—. Parece que Vittorio no te toma muy en serio.
Los ojos de Falcone son apenas dos rendijas azules. Luego, sin previo aviso, suelta una risotada, genuinamente divertido.
—Lo que tú no sabes es que yo le pedí a Vittorio que me enviara a mí en lugar de Enzo —suelta, aún riendo.
—¿Y por qué harías algo así?
Se encoje de hombros con una sonrisa en los labios.
—Para fastidiarte y entretenerme un rato.
—No soy un payaso, ya puedes irte a buscar a alguien más para que te entretenga —replico, airada.
Se acerca más a mí, su nariz rozando mi oreja, su cuerpo pegado al mío, su aliento golpeando mi mejilla, susurra:
—Hasta el momento encuentro esto más interesante que cualquier otra cosa.
Estando así puedo ver que en su lóbulo derecho tiene una perforación que no había notado antes. Un sutil diamante adorna su oreja, brillando nítidamente en varios colores, incluso lanza haces en algunos puntos pese a la escasa luz, comprobando su autenticidad.
—Estas tensa, puedo ver que quieres golpearme —asegura.
—Es probable, muy probable.
—Anda, hazlo —dice—, aquí, en el otro lado. —Señala su mejilla derecha, donde no hay cardenal—. Vamos, lo deseas.
Esta vez mi mano vuela extendida para estamparle una bofetada, como haría una dama.
¿Por qué no lo supe antes? Era una trampa.
Falcone aprisiona mi muñeca justo a tiempo. En el impulso logra girarme y mi espalda choca contra su pecho, ahora me sujeta ambas manos, cruzándolas frente a mí. Ha sido tan rápido que no me deja tiempo a reaccionar.
Cata lanza un maullido y salta desde el librero hasta el sillón, lista para atacar de ser necesario.
El pecho caliente de Falcone sube y baja con rapidez, igual que el mío. Me retuerzo en un intento de liberarme.
—Demasiado impulsiva —susurra en mi oreja con ese acento que hace tan suyo y que lanza un escalofrío por mis entrañas.
Alzo los hombros.
—No podía resistirme a una oferta tan tentadora.
Le escucho sonreír.
—Nestore advirtió sobre ti, dijo que no te provocáramos, que tuviéramos cuidado contigo, y que él no se haría responsable si no hacíamos caso a su advertencia.
—¿Sí? Pues deberías reconsiderar tu decisión, Nestore me conoce mejor que nadie.
—Creo que también me amenazó con que me mantuviera alejado de ti, no lo recuerdo bien —comenta, fingiendo divagar—. No debió hacerlo si no quería que me metiera contigo, cometió un error al amenazarme, porque eso acrecentó mi curiosidad por saber de ti.
La mención de Nego me pone en alerta. ¿Intentó protegerme de Falcone? ¿Por qué? Eso quiere decir que también le conoce lo suficientemente para advertir que conocernos crearía problemas. Ciertamente Nick Falcone parece todo menos inofensivo.
En un movimiento ágil y aplicando toda la fuerza que poseo, alzo los brazos para soltarme de uno y levantarme por encima de los hombros de Falcone en una compleja pirueta que requirió años de práctica. Termino de pie a su espalda. Al igual que él, lo hice con rapidez.
Me recreo en pasar mis uñas largas por la piel de su espalda en un camino lento. El permanece tenso, en guardia, pero a la espera.
—Deberías hacer caso a las advertencias, cariño —susurro lo más cerca de su oreja—. Jugando conmigo... corres peligro.
En uno de los espejos en las paredes, puedo ver una sonrisa sinuosa apareciendo en sus labios, mostrando sus dientes blancos.
—¿Es que no comprendes que para gente como nosotros todo lo que grita peligro es magnético?
—Lo sé, pero nadie es tan estúpido como para lanzarse al abismo.
—Subestimas los alcances de la estupidez humana.
Sonrío ante la certeza de su chiste.
—Me voy a dormir, el suelo está disponible para ti. Avísame si alguien viene e intenta matarme. Buenas noches.
Y me preparo para una noche de vigilia, mirándole mientras él me observa dormir.
–––––––♦ • ♠ • ♦–––––––
Nota:
¡Hola de nuevo!
Pregunta: ¿les gustan los ships? Porque he recibido algunas críticas al respecto de Nick Falcone. Muchos querían que Zia regresara con Nego y otros tenían esperanzas en Gio. A mí me resulta gracioso todo eso. Yo prefiero mil veces a Nick.
Pero lo voy a someter a votación. ¡Voten!
♥ Nick + Zia = ¿Nia?
(Jajajaja, soy malísima para esto)
♥ Gio + Zia = ¿Gia?
(Suena horroroso. Jajajajaja)
♥ Nestore + Zia = ¿?
(Creo que quedan mejor con los apellidos. Jaja)
No olviden que hay más personajes para combinar... Yo sólo digo...
Después de todo es mi historia, y ahora sí estoy segura de que me van a matar con lo que se avecina...
¡Hasta la vista! (Sigo leyendo sus sugerencias para el cast)
Besos.
—🐦Sue.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro