Capítulo Tres: Nego
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En cuanto llegamos al apartamento, Marco continua dormido y la presencia de Nego es palpable. Cuando él está cerca es como si todo el caos de mi mente se estabilizara, y mis problemas y preocupaciones fueran más ligeras. El ambiente se siente más acogedor y a demás huele a comida caliente.
Me llevo el dedo índice a los labios para indicar a Ana que guarde silencio. A pasos ligeros me encamino a lo que alguna vez fue la cocina haciendo el menor ruido posible.
Nego se encuentra de espaldas a mí, con los brazos cruzados y mirando por la ventana a la calle. Me recargo en el marco de la puerta y admiro las vistas. Es increíble que aun llevando ese horrible mono verde de trabajo se vea bien, los cabellos cobrizos oscuro medianamente largos le dan un aire sofisticado, y con la espalda ancha y brazos musculosos provoca miedo. Sé que el rostro que no veo oculta unos ojos verde oscuro penetrantes que hacen sentir la mas completa calma y al mismo tiempo dar la sensación de estar en el ojo de un huracán. Para mí es fácil leer su rostro, al instante sé qué es lo que piensa cundo le tengo de frente, o al menos es la sensación que me provoca mirarle.
—¿Deleitándote? — Y el momento se rompe. Es imposible asustar a alguien como él, ni siquiera mientras duerme.
—Sólo descansaba un poco. Llegas pronto— comento, esquivando el tema
—Sí, mañana tengo que estar más temprano en la casa —explica, aun sin darse la vuelta. Camino lentamente hasta él y le abrazo por detrás, rodeándole el abdomen y recargando mi mejilla en su ancha espalda, él coloca sus manos sobre las mías.
Tener a Nego cerca me hace sentir segura. Él siempre ha estado ahí para mí, ha sido un amigo, un hermano, un padre e incluso una gran madre. Le quiero por eso, porque nunca me abandona, aún cuando puede hacerlo. De todas formas, nada le ata a mí. No la haría, no como mi madre.
Ella. Nunca le conocí. Y espero no hacerlo. Hasta donde sé, podría ser una puta adicta que se embrazó hace casi dieciocho años y decidió abandonar a su engendro antes de que le provocara más problemas. Empaquetarla a la edad de siete años y dejarla en la calle, literal, en la calle, para no saber de ella. Así fue como conocí a Nego.
No recuerdo exactamente cómo, es muy vago. Siempre evito a toda costa pensar en ello, pero ahora me permito torturarme un poco.
‹‹Me despierta el ruido de mi estomago al rugir. Tengo hambre. Me desperezo y al hacerlo veo a un niño de piel nieve y cabellos fuego mirándome atentamente. Yo también lo inspecciono, pero ambos nos sentimos incómodos así que miro a otro lado. Noto que hace mucho frió, observo a mí alrededor y no llego a más allá de las paredes acartonadas de una caja grande donde el niño y yo estamos dentro. Tengo hambre. Me levanto y salgo de la caja para ir a buscar algo de comida. Lo primero que advierto es un hedor espantoso que me marea por un momento. Después nada. Una calle muy estrecha dónde ni un coche cabe, dando a otra calle más grande. A los laterales sólo veo las paredes de dos edificios diferentes. En las orillas hay montones y montones de basura acumulada, animales de todo tipo saliendo de los bultos. Me giro, y es lo mismo. La caja, en donde hace un minuto dormía, está acomodada en una orilla. El día es claro pero está nublado y hay neblina en el ambiente, parece que lloverá.
El niño con piel nieve y cabellos fuego sale de la caja. Intento preguntarle dónde estamos y quién es él, pero parece no entenderme. Ya no me mira, sus ojos están puestos en sus zapatillas sucias y rotas. En cuanto se digna a hablarme, después de un minuto de eternidad, dice algo que no entiendo. Continúo haciendo preguntas mientras mi paciencia se agota gradualmente y termino llorando y gritando de rodillas en el piso empolvado. El niño se arrodilla a mi lado y me abraza. No me molesta, el gesto es tan cálido que no me doy el lujo de despreciarlo en un momento tan angustiante, aunque es la primera vez que le veo. No vuelve a decir nada, se limita a abrazarme.
Terminamos el contacto porque sentimos las primeras gotas de lluvia sobre nuestras cabezas. Me toma de la mano y él dirige el camino en busca de algo comestible.››
—¿En qué piensas? —El Nego del presente está mirándome directamente y esos ojos oscuros no dejan que mienta.
—En cómo nos conocimos —reacciono con voz distante. El nota que estoy inestable y se tensa inmediatamente, tampoco es su tema favorito.
—No pienses en eso —evade, envolviéndome en sus fuertes brazos y recargando su cabeza sobre mía—. Te dará otro dolor de cabeza.
—¿Por qué entraste a la caja? —Le ignoro. Sabiendo cuál es la respuesta, quiero oírla nuevamente de él.
Suspira, resignándose. Tarda varios segundos en mentalizarse.
—Llegué a ese callejón porque escondía mi comida robada en un bote de basura. Pero cuando estaba más cerca, vi una caja muy grande y limpia arrinconada por ahí. Recordaba que el día anterior no estaba, lo que llamó mi atención fue que no era una caja vieja, era nueva y limpia. Me acerqué y escuché un ronquido muy fuerte, —me río, estoy segura de que esa es una exageración suya. Yo no ronco. — y me asusté, casi salgo corriendo si no fuera porque era un hombre valiente. Abrí la caja y, ¡oh, sorpresa! había un duende dentro.
—¿Qué sentiste cuando me viste? — Le apremio a que continúe, a pesar de que es una historia muy simplona, pero extrañamente me divierte.
—Pensé que eras un ayudante de Santa que accidentalmente cayó en la caja del regalo. Sentí curiosidad y me metí, calculando que habría suficiente espacio para ambos. Me quedé cerca de dos horas viéndole babear, hasta que su estómago también me despertó. Estaba asustado cuando te levantaste, creía que —hace una pausa para mirarme, con una expresión de fingido susto— me irías a lanzar un hechizo que me convirtiera en sapo o qué sé yo. En lugar de eso, vi una increíble mezcla de azul y verde en sus ojos que me paralizó donde estaba.
—¡Yo no ronco ni babeo, idiota! —me quejo y le suelto un golpe en el pecho.
—Claro que sí, y eres adorable cuando duermes —dice y deposita un dulce beso en mis labios.
Bufo, intentando no hacer caso, sin éxito, a su último comentario. Siento como me sonrojo por ello.
—¿También sabías que parece que tienes un ojo de un color y el otro de otro? —Se burla, escudriñando mis ojos—. Pero si miras más de cerca, el centro del ojo derecho es azul y alrededor es verde, en el izquierdo es al revés.
—Pues tú pareces una antorcha andante, ¿sabes? —Contraataco. ‹‹Una antorcha muy ardiente›› —pienso.
—En el fondo me adoras. Lo sé.
—Idiota. —Ésta vez soy yo quien le besa, más arduamente. Los labios de Nego son dulces como sus besos, no fuerzan la situación. Pero yo vuelvo el beso más intenso, tanto que termino sobre la mesa.
Imaginar mi vida sin él podría significar el fin del mundo. Pero claro, jamás le diría eso, suena cursi.
Nos separamos rápidamente por el sonido de un carraspeo infantil. No logro entender por qué hacemos eso cada vez que nos interrumpen, es como sin nos estuviéramos escondiendo, aunque tanto Ana como Marco ya lo saben, al igual que todo el mundo. Quizá sólo sea para mantener el interés.
—Hola —inicia Ana con voz cómplice alargando la palabra.
Ninguno de los dos responde, aún estamos acalorados.
—Yo sólo venía a prepararme un bocadillo —añade, divertida—. Tengo hambre —y se dirige a las bolsas de las compras.
—¿Bocadillo? —Pregunta Nego, confuso.
—Sí, ha dicho un bocadillo. —Me apresuro a responder—. Yo también quiero. —Y me pongo a ayudarle a Ana para no mirar a Nego.
Lo único que necesito es evitar el interrogatorio.
—¿Tú no quieres, Nego? —inquiere Ana.
—Por supuesto —dice lentamente, sentándose en la mesa y lanzándome una mirada indicando: ‹‹hablamos después››.
—Ahora vengo, tengo que ir... al servicio —informo sin necesidad, levantándome de la mesa rápidamente.
Legando al umbral de la puerta casi suelto un grito estúpido —he dicho casi— al ver a Marco entrando a la cocina.
—Tal vez necesites afeitarte, Marco —tartamudeo imperceptiblemente. Me recompongo y sigo mi camino. Segundos después escucho las carcajadas de Nego y Ana.
‹‹Estúpido inconsciente››.
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Nota de la autora:
Hallo!
Este es, quizás, un capítulo de esos aburridos pero necesarios para que la historia continúe. Pero en realidad tiene mucha información... *coff* *coff* Eso lo sabrán más adelante *coff* *coff... ¡Muahahaha!... O tal vez la han localizado.
¡Díganme qué opinan, por favor! ¡No me dejen con la incógnita!
Vale, yo los leo. Ciao!
—🦎Sue.
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