Capítulo Treinta y tres: Miedo
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Mi día más temido ha llegado.
Ésta noche Augusto se reunirá con su peor pesadilla. O es lo que quiero yo pensar.
No podemos esperar más tiempo. Si la hija de Anthony y Sonia sige en las sombras, mayor es la capacidad de eliminarle sin dejar rastro. Quien sea que quiera quitarla del camino, su capacidad de hacerlo se reducirá si los medios, las familias, toda Sicilia y el mundo se enteran. Su foco de atención estará puesto en ella, después de todo, de cara al mundo, sólo somos magnates dueños de corporativos. Y siendo así, una muerte repentina luego de su reaparición, creará muchas suspicacias y nos expondría a muchos.
Pero esa es una idea muy optimista.
En realidad, hay mucho más de fondo. No es un secreto que Augusto haya codiciado desde siempre el lugar de su hermano, Anthony, como jefe de la familia DiMeo. Un lugar que por derecho le corresponde a Zia DiMeo, su única heredera legítima. Las razones son muchas para sospechar de él. Y a nadie le va a hacer mucha gracia que sea una chica la que tome posesión.
Y eso, eso es a lo que temo.
El poder consume a las personas. La obsesión por el control corrompe el alma y acaba con los pocos resquicios de humanidad.
Zia no es una persona mala, no hay maldad en ella. Sólo intenta reunir los fragmentos de su dignidad, de su persona, de su pasado. Pero ella no comprende el precio que hay que pagar por ello.
Para una persona que lo ha perdido todo, como yo, hay momentos en la vida en los que seguir existiendo ya no tiene razón de ser. Se encuentra solo. Viviendo un infierno consigo mismo. Desterrado de su cuna por culpa de un tercero. Denigrado hasta el nombre. Y aún así, va por la vida buscando una pequeña chispa que le de un motivo por el cual aferrarse a ella, por más que no tenga sentido.
Zia es mi bálsamo, por ella es que me sujeto a la vida. Cuidar de ella... es mi misión.
—¿Nestore? —La voz de Danielle me llama desde la puerta de mi habitación—. Tenemos que irnos.
Está hermosa. Su vestido gris oscuro se ciñe a cada curva de su cuerpo con sensualidad. Una apertura en la falda al suelo deja al descubierto una gran parte de su pierna izquierda hasta el muslo. Todo su cabello blanquecino atado en un complicado moño descubre su rostro, espalda y clavícula. Sus ojos verdes son más penetrantes con esa oscuridad en torno suyo.
—¿Necesitas ayuda? —pregunta. Sin esperar respuesta se acerca a mí, frente al espejo de cuerpo completo y me ayuda a acomodar la corbata y colocarme la americana. Deja descansar sus esbeltas manos sobre mi pecho unos segundos—. Listo, estás perfecto, como siempre. ¿Nos vamos?
—Luces preciosa —comento en un susurro, sonriéndole. Le ofrezco mi brazo para marcharnos.
—Gracias —dice con soberbia, tan digno de ella, sujetándose a mí—. Elegido para la ocasión.
Bajamos al vestíbulo, donde nos separamos. Ahí nos esperan Vittorio y Gio; Vittorio lleva su conjunto clásico de traje Armani a la medida, en tono hueso con camisa negra y una rosa también negra en la solapa, ha cogido el bastón con pomo de su padre, aunque no lo necesita. Si no lo conociera bien, no me habría atrevido a bromear con él, aún a riesgo de sufrir su ira:
—Ni vestido así nos ocultas tu demonio interno, Vittorio.
—Es un don, hijo —dice, girándose a mirarnos—. ¡Ellie, mírate! La más bella afrodita —piropea a Danielle.
—Por primera vez te equivocas en algo, Vittorio —dice la voz de Nicholas bajando las escaleras.
Me resulta doloroso tener que girar la cabeza en dirección a ellos, pero finalmente lo hago.
Al lado de un soberbio Falcone, se presume una hermosa chica exótica que, como cada escultural acompañante suya, irradia belleza. Lleva un atuendo árabe de gasa negra, un corpiño decorado con pedrería preciosa y un pantalón holgado demasiado revelador para mi gusto, deja al descubierto su abdomen plano y esbeltos brazos de piel alabastro. De un día a otro su cabello ha pasado de corto granate-púrpura a largo azabache, atado en una coleta alta. Lo aceptable de todo ese atavío es el velo que le cubre la mayor parte de su joven rostro, permitiéndo sólo mirar esos defectuosamente perfectos ojos apenas maquillados.
—No quiero meterme en dilemas de belleza femenina ante semejante par de deidades —objeta Vittorio—. Sólo el Señor sabe lo que podría ocurrir.
Normalmente me son indiferentes las mujeres que van del brazo de Nicholas a cada evento social, pero que lleve a ésta en particular, me enerva hasta las entrañas.
Por mucho que la chica quiera aparentar tranquilidad, es evidente su nerviosismo. Vaya que sé que cuando está tan tranquila es porque algo le inquieta, por lo general siempre está intentando crear demencia en alguien.
Y no es para menos, pero no puedo hacer nada si es lo que decidió cuando yo le ofrecí otra alternativa.
Su mirada busca la mía, y yo, inconscientemente, le sonrío un poco para tranquilizarla, suspira y se relaja.
—Los autos esperan ya —comunica Gio.
Salimos a recibir la noche cálida para instalarnos en nuestros respectivos transportes. Gio y yo vamos al frente de la limusina con Vittorio y Danielle dentro. Mientras que Falcone irá en su deportivo con ella.
El día es una coincidencia irónica, pues es la víspera de su cumpleaños.
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Nota:
¡¡Sorpresa!!
¡Quiero sus opiniones!
Hoy me sentí magnánima y quise compartir con ustedes un pedacito de Nego. ¿Qué les pareció?
¡Besos!
—🦋Sue.
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