Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Quince: Despertar

––––– ♦ • ♠ • ♦ –––––

Cuando despierto, lo primero que noto es el dolor punzante de mi cabeza. Como si dentro tuviera una granada a punto de estallar. Tenso las mandíbulas para sobrellevar el dolor, pero eso sólo logra aumentarlo. No quiero abrir los ojos. No siento absolutamente nada además de mi cabeza palpitante. Me encojo haciéndome un ovillo y presionando con las manos mi cráneo.

Me encuentro un poco desorientada, mi boca tiene un sabor espantoso, me tiembla todo el cuerpo y los sentidos los tengo adormecidos. Poco a poco voy recordando los hechos que me trajeron a esta situación. El recordar hace que me duela más la cabeza, no sólo por el alcohol ni el golpe que recibí.

La policía me tiene. Seguramente ahora estoy en una celda de la correccional o la prisión, donde pertenezco. Más motivos para no despertar. Habría sido mejor ser alcanzada por una bala en la cabeza a seguir viviendo en una realidad donde Nego no está conmigo.

Nego.

Pensar en su ausencia me hace un nudo en la garganta pero me niego a llorar más. Eso hace patética su partida.

Tengo que salir de aquí a como de lugar. Necesito saber qué es lo que ha sido de Nego, porque una parte de mí persiste en que aún está vivo.

Obligo a mis músculos a moverse, este esfuerzo también involucra más dolor e impide  levantarme. Así que regreso a mi posición original y me concentro en despertar por completo. Muevo, poco a poco, cada extremidad de mi cuerpo para recuperar la sensibilidad. Un pie choca contra el otro y me doy cuenta de que no tengo mis botas, eso indica que encontraron mi navaja. Luego advierto que tampoco mi sudadera la traigo puesta, este hecho me pone en alerta y me hace estremecer ¿Qué han hecho conmigo? Me incorporo súbitamente y mis ojos se encuentran entre una oscuridad escarlata. Me llevo una mano a la frente para controlar un mareo. Luego mis ojos se habituan a la falta de iluminación y analizo todo con más detenimiento.

No estoy en una celda. Esto ni siquiera parece una zona de alguna prisión. Estoy sobre una cama con dosel más grande que la de mi habitación en el edificio, la iluminación está reducida porque pesadas cortinas rojas cubren los ventanales de las paredes. La habitación es amplia y hay muebles en los alrededores que no logro distinguir, el dolor de mi cabeza es insoportable. Mi corazón se acelera, esto es más preocupante que estar en una celda.

Comienzo a moverme para levantarme y buscar una salida pero se oye abrir la puerta. Yo me encojo entre los edredones. Una cabeza asoma indecisa por la apertura, luego de cerciorarse que estoy despierta, entra. La figura alta y esbelta de una mujer atraviesa la habitación y llega hasta las ventanas, seguida de otra figura más pequeña y rolliza.

—Voy a abrir las cortinas —advierte, con una voz que cosquillea mi memoria adormilada.

Luego jala una cadena y se hace la luz. Yo me tapo la cabeza con la manta y después la saco para recibir a la luz del medio día. La iluminación hace posible que distinga a las mujeres que acaban de entrar.

Sin la gorra de visera que siempre trae cubriéndole medio rostro y sus ropas tres tallas más grandes haciéndola ver más baja de lo que en realidad es, me cuesta trabajo reconocerla. Ahora viste un pantalón ajustado negro de tiro alto que resalta sus ya de por sí largas piernas, una blusa sin mangas de gasa blanca dejando entre ver un sostén negro de encaje y su larga melena ceniza le cae en ondas por la espalda y hombros. Una sonrisa tímida aparece en sus finos labios. Delle.

En cuanto la reconozco retrocedo como gato acorralado hasta caer de la cama. Me levanto a toda prisa. Tomo la lámpara que está en la mesita de noche, estrello contra la madera el cristal que cubre el foco, provocando un ruido estremecedor de algo quebrándose y la blando hacia la peliblanca. La mujer a la que no había prestado atención grita, Delle se pone en guardia pero no ataca, permanece tranquila, levanta sus manos mostrando las palmas.

—No pienso hacerte daño —dice y parece sincera.

—Eso fue lo último que escuché antes de recibir un porrazo en la cabeza —respondo burlona sin bajar mi improvisada arma.

Ella es la culpable de que me capturaran, no lo olvido. El que esté aquí lo hace todo más confuso, está claro que traicionó a Edson, también que no es quien pretendía ser, pero, ¿Por qué?  ¿Dónde estoy? ¿Por que ella ya no parece la misma? ¿Qué ha sido lo que pasó? Son muchas preguntas y pensar me hace doler más la cabeza.

—¿Qué está pasando? —Exijo con las mandíbulas apretadas, luchando contra el martilleo incesante de mis cabeza.

—Tranquila. Se te explicará todo.

Es lo mismo que Nego dijo antes de desaparecer.

—Pero antes debes tomarte esto —continua, señalando la bandeja que la otra mujer, que había permanecido pálida y en silencio, sostiene con todas sus fuerzas—. Es ibuprofeno, para el dolor.

Miro  con desconfianzas​ el vaso con agua y las dos  pastillas minúsculas sobre la charola.

Delle capta mi gesto.

—Si no quieres tomarlas, bien. Pero después no estés de llorica porque te duele todo —dice con su humor habitual. Luego se tranquiliza a sí misma—. Detrás de aquella puerta hay un baño, puedes asearte; también hay ropa limpia en el ropero. Tómate tu tiempo. Vendré dentro de dos horas a recogerte—. Y sale de la habitación con cierta elegancia. La mujer de servicio deposita la bandeja con el vaso y el medicamento sobre la otomana a los pies de la cama y también sale a toda prisa.

Me quedo con mi soledad. Pensando. Están pasando muchas cosas demasiado rápido, no he tenido tiempo de asimilarlo todo.

Ana está muerta. Nego desaparecido y herido. Sobreviví a una emboscada. Estoy secuestrada en una especie de castillo. Delle es una agente doble.

Bueno, este día parece que será largo.

Me deslizo por la pared hasta llegar al piso, necesito pensar. Nego me ocultaba algo, dijo que me lo explicaría después. Delle me tiene aquí, y no creo que sea simple coincidencia. Comienzo a atar cabos. Nego y Delle tienen vínculos...

¿Por qué?

Después de un tiempo de deducciones tengo un plan. Camino hacia las ventanas y reviso las cerraduras, no hay seguros ni nada que las mantenga en su sitio. Intento abrir una y se desliza sin esfuerzo. La vista da a un bonito jardín interno rodeado de muros, hay una piscina justo debajo de mi habitación, una vía de escape fácil. Sin embargo, de estar prisionera no habrían​ dejado las ventanas abiertas. Voy hacia la puerta y también se puede abrir. Entonces caigo. Cierro de nuevo la puerta y avanzo a la que Delle señaló como el baño, abro y entro. Confío en que aquí, al menos, pueda tener privacidad.

El baño es un cuarto amplio impecable, de baldosas blancas, y muebles blancos, la iluminación inclusive es blanca con sensores, pues se encienden a mi paso. Hay cubículos para cada necesidad: para el váter y el orinal. Un jacuzzi al fondo mantiene la habitación llena de vapor y una amplia bañera se encuentra frente a los cubículos de los sanitarios. La regadera está rodeada de cristales que reducen el espacio pero otorgan el suficiente para moverse bien. A un lado del lavabo se encuentra un estante con todo tipo de cosméticos de belleza, tratamientos dermatológicos y perfumes en elegantes botellas.

Impresionada, pienso en que los propósitos de Delle deben ser muy ambicioso para privarse de estos lujos involucrándose con Edson y su pocilga.

Y entonces, me dirijo a tomar, por primera vez en la vida, una ducha con agua caliente. Un nudo de odio y tristeza se instala en mi garganta al contemplar la suntuosidad en la que viven muchas personas mientras otros tantos se mueren de hambre en las calles.

Me despojo de mis ropas que contrastan con la blancura del lugar y entro a la regadera. Me lleva mi tiempo dominar el modo a los controles de la temperatura y a la regadera misma. Me enjabono con uno de los champús y jabones aromáticos que hay a un lado. Cuando salgo, las toallas están dispuestas inmediatamente, tentando a sentir su blanca suavidad.  Tomo una y con extrañeza prosigo a secarme.

Recojo mi ropa y salgo del cuarto de baño rodeada por la toalla apagando las luces a mi paso. Me paro frente a la puerta corrediza del ropero y me preparo para lo próximo que me encontraré. Abro y suelto un suspiro de alivio al ver solo unas cuántas prendas y zapatos en una habitación destinada sólo para la ropa. Muchos de los percheros y estantes están vacíos, me dirijo a la sección dónde se colocó un poco de ropa y la observo, ignorando siempre mi reflejo en los múltiples espejos. Muy inocentemente me pregunto si son caras, el material es de calidad y la confección sencilla, pero eso no quita que sean ostentosas. Únicamente tomo la talla correcta de ropa interior de los cajones y después de ponérmela, salgo de ahí. Vuelvo a vestirme con mi propia ropa, sucia, deslavada y hecha jirones que estaba pulcramente doblada sobre una silla. Me cepillo el cabello con un peine de bambú y gozo de la suavidad que ha adquirido con el champú.

Para cuando Delle vuelve a entrar yo ya espero detrás de la puerta. Silenciosamente me coloco justo detrás de ella y paso por encima de su blanca cabeza el cordón improvisado que hice con las fundas de las almohadas. Y jalo hacia atrás, sin hacerle tanto daño. Ella se retuerce intentando liberarse.

—Necesito respuestas —bramo.

—Te las daremos —dice con voz ahogada.

—¿Quiénes son ustedes?

No responde, pero un intento de sonrisa cruza por su rostro. Luego, sin esfuerzo aparente, se inclina hacia delante jalándome de las muñecas, obligandome a subir a su espalda y caer al suelo. Después ella se lanza sobre mí, me sujeta contra el piso, tal y como lo hizo la última vez. El esfuerzo de la pequeña lucha me puede y el dolor vuelve con más intensidad.

—Lo que necesitas es un buen entrenamiento si quieres sobrevivir, gatita —susurra amenazante. Se levanta rápidamente y me tiende una mano. Yo la rechazo y me siento a descansar sobre la cama.

Alcanzo el vaso y el medicamento que no había tocado. Me paso las pastillas con un gran trago de agua.

—¿Qué hago aquí? —Vuelvo a preguntar.

—Ésto es seda de la India —me reprocha ignorándome y observando mi soga de fundas. Yo me encojo de hombros.

—¿Dónde está Nego? —Esta vez me levanto y me coloco frente a ella. Finalmente Delle me mira y repara en mi ropa, una mueca reprobatoria tuerce sus labios.

—El imbécil del Goracci ha tenido que hacer un encargo fuera del país —dice con desdén como si eso respondiera a mi pregunta.

—¿Qué hago aquí? —Repito, pronunciando despacio cada palabra.

Una sonrisa burlona curva sus labios. Me doy cuenta de que sus ojos no son marrones, como había pensado, sino de un verde malva, como un bosque virgen observado desde las alturas. La tez de Delle es de un color moreno pálido y sus facciones afiladas le otorgan una belleza increíble, difícil de alcanzar.

—Bienvenida. Vittorio ansía verte.

—¿Quién eres?

—Danielle Scodellario, heredera legítima de la famila regente del clan Camorra, futura jefa de los Scodellario. El grano en el culo de los DiMeo de la Cosa Nostra. Llámame Elle —dice con un orgullo intimidante. Me tiende su mano para estrecharla.

—Jenny, a secas.

Su sonrisa orgullosa se desvanece para ser sustituida por una de compasión que me exaspera.

—Ya lo veremos, Jenny a Secas. Sígueme.

Ciertamente no me sorprende que Delle no sea su nombre real, a estas alturas ya nada debe impresionarme. Lo mejor es hacer lo que digan y hacerlos hablar para obtener respuestas. Camino detrás de Delle, es decir, Danielle, preguntándome de dónde me suena el nombre de Vittorio.

Elle me hace atravesar pasillos y habitaciónes igual o más opulentas que la que acabo de abandonar. Al llegar a un gran salón de baile, una sensación incómoda de déjà vú me invade. Elle sube por unas escaleras de travertino rojo y paredes del mismo material pero yo me detengo al pie para observar una curiosa estatuilla dorada de un soldado bebiendo de su casco mientras una lanza le atraviesa un brazo.

—Cortesía de una invitada especial —comenta Elle esperándome a media escalera.

Subimos hasta que Danielle se detiene frente a una puerta doble de roble. Toca tres veces y entra sin esperar respuesta.

—Aqui está, Vittorio. Toda tuya, suerte; tiene una tendencia psicópata a atacar a su interlocutor.

Dudosa, entro a un estudio que bien podría se una galería de arte, hay cuadros y esculturas por todas partes, los muebles parecen tallados en maderas finas,  hechos a juego unos con otros para adornar esa habitación en concreto. Una mesa larga ocupa la mayor parte de la oficina, dónde algunos hombres se encuentran sentados y otros más de pie. Varios de los presentes se levantan cuando Danielle y yo entramos. Las miradas de todos caen en mí con intensidad. Yo las ignoro descaradamente, pues a mí me atrae más el delicioso olor de la comida dispuesta en la mesa. No había notado el hueco de mi estómago hasta ahora.

—Señores, el diamante en bruto —dice despacio uno de los hombres que había permanecido sentado y que ahora se pone de pie con parsimonia. Al parecer es él quien lleva la batuta en este lugar. Murmullos de exitacion rompen el silencio que se había instalado.

Todos visten de manera elegante, ya sea con el traje hecho a la medida o desenfadadamente con la corbata desanudada y un cigarrillo en los labios. 

—Ven aquí, querida. Esperábamos con ansias tu llegada —invita el hombre. Lo analizo con detenimiento, es preciso conocer al enemigo antes del enfrentamiento. Se mueve con la soltura de la autoridad sin ser pretencioso, aparenta unos cuarenta y muchos, de cuerpo bien conservado, pero su cabello canoso revela su experiencia a través de la vida y me observa con unos ojos ambarinos llenos de astucia, la viva imagen de la inteligencia. Es un hombre de cuidado.

—Antes de hablar con nadie necesito saber dónde está Nego — demando mirando a todos con calma. Algunos ríen ante mi petición.

—¿Lo ven? No es necesario probar que es una de ellos —dice el hombre a los demás —. Querida, permíteme presentarme, mi nombre es Vittorio Falcone... Por el momento sólo Vittorio. Comprendo que estés confundida con todo esto, pero para eso estás aquí, para aclarar algunas cosas de suma importancia. Toma asiento y acompáñame a almorzar, que de seguro mueres de hambre con todo lo que te ha pasado.

¿Y éste hombre por qué se cree que sabe lo que he pasado? Jalo una silla haciéndola rechinar y ganándome miradas reprobatorias de algunos hombres. Me siento con desgana si apartar la mirada de él. Alguien coloca un plato frente a mí.

—¿Y bien? —Apremio.

—Vittorio, te felicito por la culminación de la primera parte de tus proyectos —se apresura a decir otro hombre en la mesa, el tipo es de facciones duras y acento áspero, probablemente ruso. Me taladra el rostro con la mirada mientras habla con Vittorio—. Pero nada prueba que sea verdaderamente ella. Yo quiero pruebas, el Círculo querrá pruebas, no puedo formar parte de tus juegos infantiles de manipulación. Lo siento, Vittorio. Los míos y yo nos retiramos —dicho lo cual se levanta y se despide de Vittorio con dos besos al aire en cada mejilla.

—Y yo lo siento por ti, Iván, de verdad que te pierdes de una gran ganancia.

Después el hombre que responde al nombre de Iván se despide de mí con un movimiento de cabeza y sale del estudio seguido de cinco hombre más. Vittorio suspira ruidosamente cuando están suficientemente lejos.

—Que no te moleste, querida; tiene miedo —me dice.

—La cobardía de su amigo me tiene sin cuidad, señor. Yo quiero saber qué es lo que han hecho con Nego.

Vittorio esboza una sonrisa cansada que le hace aparecer arrugas en las esquinas de los ojos.

—Él está bien, no tienes de qué preocuparte.

—No creo en nada de lo que me dice.

—Y haces bien, pero puedes confiar en mí.

—Pruébeme que Nego está bien.

Vittorio suspira y hace un ademán a uno de sus guardias para que se acerque. Un tipo joven que me parece familiar se ubica a un lado de él.

—Hagámosle una pequeña llamada a... —se interrumpe para mirarme— Nego.

El corazón me late desbocado al saber que volveré a hablar con Nego. El esbirro saca un móvil y comienza a tocar la pantalla, luego de establecer conexión me tiende el aparato, yo se lo arrebato y lo pego a mi oreja. El sonido de los tonos intermitentes me desespera un poco. Cinco tonos después se escucha un poco de ruido al otro lado de la línea.

—No tengo tiempo, Gio. ¿Qué quieres? —Dice la voz de Nego. Ignorando que suena cansado y apagado, un gran peso se desvanece de mi cuerpo al saber que está con vida.

—Nego...

Silencio.

—¿G?

—¿Estás bien? —Preguntamos al unísono.

—Sí —respondemos

Ambos soltamos una risa débil. Las lágrimas comienzan a brotar de mi ojos. No me puedo controlar, necesito a Nego aquí, necesito abrazarlo y que me diga que todo estará bien, que es una pesadilla solamente.

—¿Qué está pasando, Nego? — Pregunto con voz cortada.

Silencio.

—No tengo mucho tiempo, G. Escucha, estás en la mansión, ¿no? Vittorio hablará contigo, escúchalo. ¿Recuerdas que querías saber qué es lo que pasaba? Pues bien, es hora. Vittorio es la persona en quien más confío, además de ti, claro. Por favor haz lo mismo. Ah, y, G...

—¿Sí?

—Lo siento.

No respondo, no puedo. El nudo se hace más grande. Simplemente asiento sin comprender, aunque él no pueda verme.

—Nego...

—¿Sí?

—¿Te volveré a ver pronto?

Silencio.

—Sí.

—Te quiero.

Silencio.

—Y yo a ti, pase lo que pase. Siempre.

—Cuídate.

Pero él ya no me escuchó, había colgado.

Me aferro al móvil como si este fuera Nego. Gio tiene que arrancármelo de las manos para recuperarlo.

—Interesante, ¿no es así? Es un buen chico. Perdónalo —dice Vittorio.

Me obligo a regresar a la realidad, más llena de fuerza ahora que sé que Nego está bien.

—¿Qué es lo que le tengo que perdonar?

Vittorio sonríe como si le doliera hacerlo, se acomoda en su silla, recarga los codos en la mesa aunque vaya en contra de las reglas de etiqueta. Vuelve a suspirar, preparándose para decir lo que tenga que decir. Ahora parece más viejo que hace un momento, a leguas se nota que ha tenido que pasar por experiencias muy duras. Pero no por eso despierto simpatía hacia él, algo me dice que tengo que permanecer alerta.

—Nunca te has preguntado de dónde eres, quiénes son tus padres o por qué es que terminaste así —dice, señalándome.

Me pongo en tensión, es un tema muy delicado. A nadie que viva en la calle le gusta hablar de familia, de padres, madres o hermanos. Esa clase de familia para nosotros no existe.

—Todos saben que mi madre era una prostituta, la de todos lo es. No es algo de lo que me sienta orgullosa, pero así es. Y juro que si algún día la encuentro, se arrepentirá de haber nacido y haberme abandonado —digo con convicción.

Vittorio asiente pero su rostro adquiere un aire sombrío.

—¿Y tampoco te has preguntado por qué... Nego... se ha quedado contigo a diferencia de otras personas?

—Por supuesto que lo hago, pero a él no le gusta que se lo pregunte. Le estoy profundamente agradecida por ello —digo volviendo a recordar el día que lo conocí. La nostalgia se abre paso en mí.

Vittorio vuelve a asentir, no muy seguro de lo que dirá a continuación.

—¿A qué viene todo esto?

Él duda.

—A que tu madre en realidad... ha sido más importante de lo que piensas.

Un escalofrío me recorre todo el cuerpo, no digo nada. El rumbo de la conversación está tomando un camino extraño. Me pregunto si esto tiene algo que ver conmigo.

—¿Y? —Pregunto con indiferencia. El rostro de Vittorio se crispa y comienzo a temer que lo haya enfadado.

—G, el nombre de Nego no es Nego, así como el tuyo no es G ni Gata.

Le miró sin comprender.

—Eso ya lo sé, en la calle nadie usa los nombres que su familia les ha puesto, nadie quiere recordarles —explico con cautela. Vittorio niega con la cabeza.

—Entonces, ¿tú sabes cuál es tu nombre verdadero?

Me quedo en blanco. No, no lo sé, y tampoco me interesa. Me encojo de hombros.

—Debí haberlo olvidado con el paso del tiempo.

—El nombre de Nego en realidad es Nestore Goracci.

Río, azorada, porque no sé qué más hacer. No me gusta el camino que ha tomado la conversación. Me remuevo incómoda en mi lugar.

—Y el tuyo es Zia DiMeo

El aire escapa de mis pulmones. Algo dentro de mí se rompe.
Puedo sentir cómo todo mi ser se deshace, cómo el dolor aflora sin necesidad de un estimulante.

«Zia DiMeo» «Zia DiMeo» «Zia DiMeo»

El eco de ese nombre martillea incesantemente mi memoria, se vuelve más intenso a cada segundo que pasa, luego ya no son martilleos, sino golpes contundentes, después se vuelven bombardeos.

Finalmente esas únicas dos palabras logran derribar la puerta de un rincón oculto en lo más profundo de mi ser.

Una puerta de la que salen cientos, miles de flechas a toda velocidad. Es difícil captar una sin sentir dolor, es difícil ver una con claridad mientras pasan volando frente a mí. Eso me frustra. Mi cabeza da vueltas y un hueco desde el estómago me va consumiendo hasta tragarme por completo.

«Zia DiMeo»

Una sensación de liberación inunda mi cuerpo al escuchar, después de tanto tiempo, mi nombre otra vez.

Zia DiMeo.

–––––––♦ • ♠ • ♦–––––––

Nota de la autora:

Oh my gosh!!

¡Ya estamos aquí! ¡He planeado este momento por tanto tiempo! Muahahahaha...

¿Una bomba?

¿Qué les está pareciendo?

¿Demasiado qué procesar?

Lamento la tardanza, pero ha valido la pena cada segundo. Como momento de autoevaluación, creo que, comparando los primeros capítulos con los, qué serán, ¿últimos cinco? Ha habido un gran progreso de mi parte en la narración de la historia. Como que voy mejorando, al menos es lo que me parece. ¿Ustedes qué opinan? A mí en lo personal, no me gustaron mucho los primeros capítulos, pero tienen su toque extraño, por lo que así se quedan.

Les prometí nuevos personajes, y aquí están. ¡Hagan sus conjeturas!

¿Sí notaron que ya había mencionado hace no mucho a Vittorio y el nombre de Nestore? ¿Les gusta el nombre de nuestra gatita?

¡No se pierdan el siguiente capítulo!

Sayonara!

—🦋Sue.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro