Capítulo Doce: Desesperación
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1
«Mierda. Mierda. Mierda»
Me digo mientras busco desesperadamente por todos lados esperando encontrar la pistola.
No logro dar con ella. Eso significa sólo una cosa. Ese algo que me niego a seguir pensando.
Marco se propone matar a alguien.
«Piensa. Piensa. Piensa» No lo sé. Solamente ha salido con Ana. Sí es lo suficientemente sensato de permanecer con ella e ir únicamente a vender, no hay opciones.
Sin embargo, como no lo es...
Corro a toda velocidad edificio abajo, rezando por que Ana no esté con él.
Cuando logro llegar a la calle, las primeras gotas de lluvia comienzan a caer. Giro a la derecha y sigo corriendo, sorteando a las personas que se atraviesan en mi camino y a las que no, no puedo evitar empujarlas. No he tardado ni diez minutos dentro del edificio, por lo que no deben de estar muy lejos, a este ritmo lo alcanzaré pronto, antes de que llegue.
También observo a las personas que voy pasando, por si llegase a ver a Ana sola o a Marco con ella y todo haya sido una falsa alarma. Ideo una ruta que haya tomado Marco para llegar, si ha dejado a Ana en alguna calle o, en el peor de los casos, la llevó con ella.
Esto no lo hago por el imbécil de Marco, sino por Ana. Si le llegase a pasar algo a Marco la implicaría mucho a ella, aunque no se merezca a un hermano como él, es todo lo que tiene. Y peor aún, si algo le sucede a Ana estando con Marco no me lo perdonaría jamás.
Corro por la carretera principal en busca de Ana, donde ella acostumbra venir a vender. La angustia en mi estomago se hace más pesada a cada segundo que no la encuentro, a cada segundo perdido que significa que he tomado el camino equivocado, a cada segundo que Marco se acerca y Ana con él, y yo estoy más lejos de llegar a tiempo de interceptarlos.
Aumento la velocidad impulsada por el pánico, culpándome de estúpida por no quitar el arma al instante en que la encontré.
Retomo el camino correcto instantes después, consciente de que es demasiado tarde. Albergando la vana esperanza de llegar y hacer algo.
Al penetrar en las casas ruinosas de las orillas de la colonia, aminoro la marcha. Necesito un plan para entrar. No puedo llegar así como así, las cosas podrían ponerse más feas. Los murmullos ahogados por lo muros llegan a mis oídos de manera ininteligible, hago un esfuerzo por entender lo que dicen pero es imposible. La música de rap está a todo volumen, hay muchos gritos y el doberman no deja de ladrar. Me acerco a un pequeño cuarto vacío y me oculto tras el muro medio venido abajo. Saco la cabeza para tener un panorama más amplio y enterarme del asunto.
Marco está frente a Edson en medio de una discusión acalorada. Busco a mi prioridad: Ana. No la encuentro en el primer repaso al barullo que es el sitio. No hay muchas personas, pero sí las suficientes para reducirme en caso de enfrentamiento, mucho más si tengo que sacar a Ana y Marco. Hay seis tipos tumbados en improvisados asientos, expectantes al espectáculo que vino a armar Marco. Claramente las apuestas no están a favor del crío, casi podría decir que no es bien recibido ya. También hay una mujer sentada en el regazo de la mano derecha de Edson, Mau, un tipo más intimidante que el propio Edson pero con menos cerebro que Marco, en realidad Edson sólo lo aprecia por la fuerza bruta y porque es más manso que un perro.
Vuelvo a mirar el lugar y entonces la veo. Ruth la tiene sujeta de manos, con cinta adhesiva en la boca, justo a lado de Marco. No lograba verla porque el ángulo en el que me encuentro no es muy favorecedor. No hay rastro de Delle, ella nunca se separa de Edson ni de Ruth. Ruth se burla de Ana por lo fácil que es manejarla, ella es tan menuda y débil. Puedo ver su rostro crispado de miedo y eso me llena más de coraje
Edson está de pie intentando intimidar a Marco con algunos golpes en la cabeza, Marco parece venir tocado porque actúa con más estupidez que valor. El cabecilla le pide explicaciones y Marco no parece darle las suficientes, pues comienza a golpearlo con más ímpetu hasta que logra doblegarlo tirándolo al suelo. Luego lo levanta como si se tratara de una muñeca de trapo, y el estómago se me viene abajo cuando se dirige hacia Ana.
—¿Qué hay, Edson? ¿Estás tan aburrido que tienes que machacar al pobre crío?
Sin darme cuenta ya había salido de mi escondite y dirigido a la función para intervenir.
Mi voz suena tranquila, casi indiferente. Algo que me asusta un poco.
Todo el mundo se gira para verme, a excepción de Marco que tiene la cabeza colgando en un ángulo incómodo, de no ser porque Edson lo dejó de sostener al verme aparecer y éste se mantuvo en pie, habría creído que era tarde. Tanto Ruth como los demás tíos parecen asombrados, nunca había aparecido ante todos por voluntad propia. En cambio Edson sonríe con los ojos brillantes, una expresión extraña, maniaca. Tampoco esperaba verme por aquí pero su actitud cambió de violenta a exultante drásticamente al saber que se trataba de mí.
La mirada de Ana era de un alivio incalculable, si no hubiera reaccionado a mi llegada intentando zafarse del agarre de Ruth y gritar mi nombre, entonces Ruth no se habría dado cuenta de que vengo a por ellos. Sin embargo, la atención de Edson aún está en mí, y esa es la ganancia mayor.
—¡Gatita, me alegra volver a verte! —saluda efusivo.
Le dedico mi sonrisa más arrebatadora y me encojo de hombros, restándole importancia.
Él me mira de manera penetrante, no puedo saber qué piensa. Es como si se hubiera ganado la lotería y creyera que es una broma.
—Pero ven, siéntate —dice echado con un ademán a Mau y la chica de su sitio y ofreciéndomelo a mí. Ahora ignora a todos los demás, pero ninguno de ello se mueve—. Es una pena que la última vez que nos vimos no hayamos podido charlar. De haber sabido que venias habría organizado algo especial. —Le lanza una significativa mirada a Marco, gesto que no me pasa desapercibido. Marco no deja de mirar al piso, inmóvil.
Edson toma su lugar después de que me siento en el sitio ofrecido, justo a su lado. Es increíble que siendo de una escala social tan baja, tenga modales.
—Tampoco planeaba hacerlo, pero estaba de paso y creí que una vista mía no te caería mal —digo con soberbia.
—Aquí siempre serás bienvenida, preciosa —responde haciendo ademán de acariciar mi rostro.
Yo atrapo su mano a medio camino, no con violencia, pero sí transmitiendo aversión. Él aumenta la intensidad de su mirada, me incomoda un poco pero no lo demuestro. Vuelvo a sonreír.
—¿Y cómo te van las cosas, Edson? Cuéntame un poco, comienzo a aburrirme —solicito acomodándome en el asiento cual reina a lado de su rey, mirando todo como si me perteneciese.
En realidad estoy analizando a quienes me rodean, evitando mirar a Ana. No es apropiado subestimar a esta gente, todos ellos son unos matones. Ni en sueños podría vencerles. Así que tendré que hacer uso de métodos más sutiles.
Edson sonríe más al notar mi actitud.
—Ah, pues nada de interés. La verdad es que mi día se iluminó en el instante en que te vi llegar.
No pude evitar reír al ver a Ruth rodar los ojos.
—Vaya, entonces, en serio me quieres como una más de los tuyos —comento—. Recibir elogios de tu parte debe ser toda una hazaña.
Ríe con ganas, nadie más lo hace. Yo sonrío segundos después.
—Cariño, no serias una más. Serás la única —dice, mirándome seriamente a los ojos.
Se oye la voz de Ruth protestar ante lo que acababa de escuchar, de verdad parece molesta. Y no la culpo, ella trabajó muy duro seduciendo a Edson con lo único que podía ofrecer: su cuerpo. Que pues, bueno, no esta nada mal, tiene mucho de todo pero parece excesivo. Y luego llega una cualquiera que apenas conoce y le quita su meta sin hacer apenas nada.
Edson le lanza una mirada cargada de autoridad a Ruth, al instante ésta se muestra sumisa después de mirarme con odio.
—¿A qué te refieres? —Pregunto, en parte para ganar tiempo y la otra mitad porque se muestra muy seguro y eso me inquieta.
—A que, mi querida Gata, serás quien gobierne conmigo este pequeño imperio. Que se hará más grande si estás de mi lado —dice con seriedad y pasión, señalando todo su fuerte en ruinas.
Luego hace algo fuera de lugar. Se levanta de su sitio y se coloca frente a mí. Paso unos segundos de verdadero pánico al creer que me golpeará como hizo con Marco. Pero no, se inclina para apoyarse en una sola rodilla con la otra pierna doblada frente a sí, toma mi mano y dice:
-G, te ofrezco esto. Te ofrezco mi reino y el trono a mi lado para regir en él. Con esto te prometo luchar para alcanzar la cima del mundo y extender nuestro gobierno. Seremos invencibles, temidos y respetados por todo el mundo en la oscuridad. Nunca más vivirás en la miseria. Te ofrezco que seas mía, mi mano derecha, mi compañera, te ofrezco ser mi reina.
Casi estuve a punto de reírme en su cara al escuchar todo eso. Si no fuera por la vehemencia de sus palabras, el vigor de su mirada y la energía tan cargada del ambiente, no me habría contenido y quedado conmocionada, en shock.
Esto si que me hizo estremecer y perder la compostura. El pánico se apodera de mí.
—¿Por qué estas tan seguro de que lo voy a hacer? —Logro decir con un atisbo de ironía que rescato.
—Porque, mi querida Gatica, al fin he dado con tu condición del trato. —Saca un sobre negro de un cajón oculto en su 'trono' y me lo ofrece, aún con el decoro de quien hace una solicitud de matrimonio.
Mierda. Los documentos falsificados.
Tomo el sobre con manos temblorosas, lo abro y apenas miro bien lo que hay dentro, los papeles tienen una fotografía de alguien muy idéntica a mí, mi cerebro no logra captar que realmente soy yo. Pasaportes, ID, Registros de Nacimiento, incluso certificados escolares, con nombres diferentes cada vez... Todo muy real.
Doble mierda. Esto significa que debo cumplir con el trato.
De golpe modero mi azoramiento y me recompongo.
—Bien, Edson. Muchas gracias...De verdad, lo has hecho todo muy bien —le digo genuinamente impresionada, pero con un matiz autoritario, como si estuviera felicitando un perro que fue a por la pelota—. Supongo, entonces, que esto me pone en una posición... —dejo la frese en el aire. Luego miro en derredor como si me diera cuenta apenas de dónde estoy.
Necesito actuar rápido. Mi tiempo se agota...
—¿Qué han hecho ellos? —pregunto señalando a Ana y Marco con un deje despectivo— Cuando llegué estabas... ocupado.
—No es nada de importancia, aunque estoy seguro de que tú ya lo sabes. Aquí, el compañero presente —dice levantándose y recuperando su actitud orgullosa y exultante. «Mucho mejor» Palmeando la espalda de un lánguido Marco—. Tenía la tarea de traerte desde hace poco menos de una semana. Pues bueno, no lo hizo. Y ayer, en nuestro curioso breve encuentro, tuvo un desliz al decirme que tu no tenias ni idea de en qué líos estaba metidos él, aunque tu no tenías por qué, no importa. También que él ha tenido encuentros con personas que están muy vinculadas a nosotros, en especial a ti, mi querida Gatica. Entonces yo tuve que darle un escarmiento por ocultarme dicha información, su obligación era mantenerme al tanto de lo que tú hacías, eso yo no lo sabía. Y helo aquí —termina, dándole unos cachetitos en la mejilla dañada a Marco, él ni se inmuta.
Bueno, yo ya había perdido el hilo de su monólogo, no tengo ni idea de a quién rayos se refiere con los vínculos. Sin embargo, no hubo tiempo de aclararlo.
Marco ha sacado el arma de su escondite y apuna a Edson directamente al rostro. Agradezco internamente haber averiguado la manera de quitarle las municiones a su pistola. La tensión se hace palpable, muchos de los espectadores han alcanzado también sus respectivas armas. La mayoría se dirigen a Marco. Pero la de Ruth, quien aun sostiene a una Ana a punto de perder la consciencia, la dirige a mí. Después me odié por haberle quitado las municiones a la pistola.
Pero la actitud de Edson es desconcertante, sonríe a Marco tan descaradamente, que me pregunto si es imbécil.
—Ayer, cuando te fuiste —mira a Marco pero habla conmigo—, envié a uno de mis rastreadores y a Delle a seguirte, mi error fue elegir a un novato. ¿Y sabes qué pasó? Mi rastreador regresó inconsciente, lo encontramos aquí, tirado, en el suelo. Y Delle desapareció, no hay rastro de ella por ningún sitio. Mi mejor sicaria desaparecida. ¿Sabes qué creo? Que has sido muy lista al despistarlos de esa manera, no tengo idea de qué has hecho con ellos pero, definitivamente, tus habilidades me serían muy útiles en mi cuadrilla...
Correcto. Este hombre está chalado. ¿Está insinuando que yo reduje a sus enviados?
—Está bien, me uniré a ti, pero déjalos ir —accedo a regañadientes, señalando a Ana y Marco. Mi situación es desesperada. Estamos siendo amenazados a punta de pistola.
Edson ríe sin ganas, luego saca un arma y apunta.
A Ana.
Marco y yo nos quedamos helados. Marco parece mas lúcido ahora que su hermana está en peligro inminente. Ana ha comenzado a llorar, desconsolada.
—¿Estás loca? No pienso dejar libre a éste chaval —sentencia, apuntando ahora a Marco—. De aquí nadie sale ileso para contarlo.
—Edson, por favor, no cometas una estupidez, deja ir a los niños. Yo respondo por ellos.
Al fin logro captar su atención completa, mi mirada denota súplica.
En respuesta, él sonríe irónicamente, con una mirada psicópata.
Vuelve a cambiar la dirección de su arma, de Marco...
... A mí... Y luego a Ana.
Me lanzo hacia Edson para tirarlo al suelo y desenfocar su objetivo, pero no lo hago lo suficientemente rápido.
Dispara.
2
La lluvia había comenzado hace tiempo, pesadas gotas caen y golpean todo a su paso, el ruido del agua incesante, gota tras gota, bombardeando el piso, a todo, amortiguan el sonido de cuanto pasa a mi alrededor. Permito que el agua me empape. ¿Qué más puedo hacer?
Sucesivas punzadas de vértigo me hacen permanecer donde estoy, un peso exesivo se instala en mi estómago y un grito queda atascado en mi garganta.
El cuerpo de Ana cae, flácido, después de que Edson dispara, Ruth la suelta. Un solo bang se extiende por un eco agónico. Un tiro limpio en el estómago, hace que todo perdiera velocidad, y como si pasara a cámara lenta, veo a todos ponerse en movimiento, echando a correr hacia la salida, lejos de aquí.
«Ahora eres mía, Gata» es lo último que alcanzo a oír de Edson, apenas logro entenderle, pues su voz parece venida de muy lejos. «Eres mía.»
Esos malditos cabrones le han hecho esto a Ana, sin que ella tuviera algo que ver con todo. Esos malditos hijos de puta pagarán por ello. Me vengaré de todos y cada uno. Me aferro a ese sentimiento de ira para neutralizar el dolor.
A excepción de Marco que permanece de pie con la mirada perdida en algún punto del suelo, aturdido, todos han desaparecido, nadie se ha quedado a ver qué sucede. Saben de sobra que el sonido del disparo ha de alertar a los vecinos, que avisarán a la policía y no tardarán en llegar. Sin embargo, eso me tiene sin cuidado.
Me lanzo hacia Ana, quien aún lucha por respirar. La sangre sale a borbotones de su abdomen, coloco ambas manos sobre la herida, ejerciendo presión para evitar más derramamiento. Me siento desesperada, no sé qué más hacer. La respiración de Ana pierde intensidad y de su boca también mana líquido escarlata.
—Ana, por favor, no te duermas —suplico con los dientes apretados.
Ana consigue girar la cabeza para mirarme, a regañadientes me obligo a devolverle el gesto. No me siento capaz de mirarle, todo esto es culpa mía. Si hubiera tomado el arma de Marco desde un inicio en lugar de sólo quitarle el cartucho, o no habérselo quitado. Si no me hubiera equivocado de camino habría llegado antes para detenerlos al entrar aquí. Si hubiera distraído por más tiempo a Edson. Pero no, nunca has sido así; nunca puedo hacer algo bien.
Ana me dedica una sonrisa que me despoja del muro contra el dolor que había construido hace unos segundos. No puedo, es demasiado. Había prometido sacarla de este infiero y, en su lugar, está aquí, sonriéndome, mientras su vida se extingue en mis brazos. Por mi culpa.
—No te duermas, ¿me escuchas? No te duermas —repito, al borde de la histeria.
—Es verdad, no duele —exhala.
—No te esfuerces, Ana, no cierres los ojos. Pronto llegarán.
Ruego por que las sirenas de las patrullas no tarden en hacerse sonar, tienen que llegar, tienen que hacerlo.
—¿Es cierto que es bonito? El cielo, me refiero —dice ignorándome.
—Eso dicen. Pero no lo sabrás ahora; si ves una luz, no vayas a ella —bromeo a medias.
Ana observa a su alrededor como si buscara la susodicha luz, al final repara en su hermano, que hasta el momento ambas habíamos ignorado. Continúa con la mirada perdida, yo no hago más que odiarle.
—Sabe lo que está pasando. Al igual que tú, se culpa por esto. Ahora sé que siempre me quiso, siempre lo hizo, simplemente no sabía como llevarlo. Por favor, hazle saber que también le quiero.
—Eso tienes que decírselo tú —digo en un esfuerzo vano de disuadirla de morir—. Resiste, Ana, no me hagas esto... Por favor, Ana...
Ella vuelve a sonreír, una sonrisa que no me gusta, una sonrisa de alguien que sabe algo que tú no.
—Ya no tengo miedo, G.
He comenzado a soltar los primeros gemidos que anuncian el llanto.
—Siempre has sido valiente, Ana. Debes seguirlo siendo.
—Por favor, deja de insistir, sé lo que va a pasar... G... ahora también sé que ese no es tu nombre —ríe un poco—. Nadie tiene el nombre de un animal o una letra... Siempre hubo algo extraño en ti, algo raro. Nunca supe qué era... hasta hora. Tú también debes ser valiente... —Su voz se vuelve más baja y le cuesta trabajo seguir hablando. La sangre no deja de brotar.
Dejando de presionar su herida, acuno su cuerpo en mi regazo y sostengo su cabeza, retirando su cabello castaño del rostro.
-No... —Susurro— No.
-Gracias, G... A ti y a Nego. —vuelve a sonreír—. Ustedes tienen nombres raros... Siempre fueron como padres para mí.
Yo también sonrío, con pesar.
—No te vayas —suplico.
Ana ve otra vez a Marco, las expresiónes de preocupación y tristeza pasan por su semblante. Una lágrima resbala por su sien y me rompe por completo el corazón. Comienzo a llorar.
La mirada que me dirige después de ver a Marco es elocuente con significado. Yo asiento en respuesta, simplemente para tranquilizarla. No estoy segura de poder hacerlo. Ella lo sabe y lo comprende.
En el momento en que las sirenas se hacen oír a lo lejos, Ana ya no está.
Es tarde.
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Nota:
Sin comentarios.
—Sue.
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