Capítulo Diez: Persecución
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Voy de camino al edificio por la ruta larga, esto para despistar a quienquiera que Edson haya enviado a seguirme. Lo supe en el momento que salí de esa zona, me hube acercado más al centro y entré a una tiendecita para comprar un par de cosas para Ana y su muñeca desnuda. Estuve tentada a hurtarlas pero llevaba un poco más de dinero: el que Marco me dio esta mañana y el que tomé de su recámara, así que no hubo necesidad de robar.
Esta bien que sea pobre pero mi tendencia a la cleptomanía la puedo controlar, no estoy tan enferma.
Al salir de la tienda, me invadió una ansiedad propia de estar siendo observada. Esa a la que me he habituado y no soy ajena en ningún sentido. Simplemente la asimilé y eché a andar fingiendo no saberlo.
Ahora estoy caminando por las calles más ajetreadas del día con la bolsa de compra metida en mi sudadera, seguida por Cata. No sé si ella sabe que tenemos una escolta non grata, sólo camina con la soltura que le caracteriza; quizá no le importe, al fin y al cabo tiene siete vidas, tal vez ahora cinco.
Sigo caminando entre el bullicio de gente, encogida dentro de mi ropa, la cabeza gacha y la capucha bien calada, con la esperanza de que me pierda de vista. Necesito ojos en la nunca. Poco a poco la gente comienza a escasear otra vez. Levanto la cabeza para observar qué hay a mi alrededor. Estoy acercándome al mercado negro más conocido por aquí, un conjunto de edificaciones industriales conforman la fachada de un complejo mercantil clandestino que está unos metros bajo tierra. Todo un negocio muy conveniente al que pocos se atreven a entrar.
A nadie le gustaría ser visto saliendo de un lugar como éste, donde todo es baratísimo además de ilegal. A todos nos gusta que nos vean salir de un centro de lujo con bolsas llenas de artículos por los que se pago una suma exorbitante, para dar a entender así que se tiene capacidad.
Las mercancías ofrecidas son la carnada perfecta para atraer a cualquiera que desee algo de calidad al más bajo precio. Se puede encontrar de todo aquí, desde maría tailandesa hasta un bolso Prada edición limitada original, pasando por celulares y electrónicos de las marcas mas prestigiadas, juguetes originales y animales exóticos que sólo encuentras si te atreves a viajar a los lugares mas recónditos del mundo. En fin, el Edén de los estúpidos vanidosos sin dinero. Y digo estúpidos porque se necesita ser muy valiente, estar muy urgido o ser sumamente estúpido para entrar en un lugar como éste.
Y no sé en qué categoría me coloco yo. A la vista de todos entro por las verjas para la llegada de camiones de mercancía, para la fabrica, claro. Adopto una postura más confiada, como si estuviera en mi hábitat natural, principalmente para asustar a mi persecutor y hacer que retroceda.
Al pasar la reja de entrada encuentro a un tipo que debe ser el que monta guardia. Por experiencia sé que no me dirá nada, pero aún así le saludo con un choque de manos que él corresponde como si fuésemos viejos conocidos. A ver si eso hace dudar a quien me sigue.
Todo está custodiado por la seguridad de cientos de forajidos y criminales especializados en el saqueo de artículos de difícil adquisición a la luz del día. Ellos hacen mas fácil tener algo de qué presumir. Sin embargo eso no quiere decir que sean amigables, la mayoría tiene una pinta de lo más intimidante, nadie sonríe, nadie saluda. Simplemente miran a la incauta atrevida que entra.
La sensación de estar siendo perseguida persiste.
Al bajar las escalerillas que dan al verdadero lugar, aprecio el orden caótico que es el sitio. A demás de los comerciantes que están en sus puestos de artículos correspondientes no hay muchas almas comprando. El lugar es bastante amplio, tan amplio como una cancha de fútbol, donde los productos están distribuidos por categoría. En una zona está el área de ropa, zapatos y accesorios de esa clase; por otro lado el de electrónicos y electrodomésticos, que quién sabe cómo han hecho para conseguirlos; juguetes, Barbie, Hasbro…entre más. En su mayoría es usado como almacén, hay cajas abiertas y cerradas por todos lados. En muchos de los casos ni siquiera tienen tenderetes para exhibir los artículos.
—¿Cómo va todo? —grito lo suficiente para que me escuchen las personas mas cercanas abriendo los brazos y observando sus reacciones.
Sí, definitivamente encajo entre los estúpidos.
Esto pudo crear diferentes reacciones, entre ellas que los guardias sacaran sus armas, me apuntasen y dispararan. Pero no, lo único que hicieron fue mirarme con curiosidad, inexpresivos. Tal vez pensaron que era una loca drogada, o bien, una chica corta de luces.
Aprovechando que observo alrededor, me giro en redondo para ver casualmente quién está detrás de mí. Tardo en encontrarla. Delle apenas está entrando por la escalera. Seguida de un chico cuyo nombre desconozco, pero lo recuerdo de los que estaban en el solar a un lado de Edson. Ellos aún no me ven, así que me volteo otra vez y me pongo a pensar.
¿Por qué me siguen? ¿Qué es lo que buscan de mí? Claramente Edson está muy interesado en mí, ¿por qué? Me planteo interceptarlos y preguntárselos personalmente. Pero con Delle nunca se sabe, podría acuchillarme aquí mismo.
Voy directamente hacia la zona de ropa y elijo el puesto mas alejado posible. El vendedor es un tipo alto y musculoso con una barba de candado un poco larga. Algo que lo hace ver más viejo de lo que su rostro muestra.
—Hola —saludo al tipo—, busco algo de ropa. ¿Qué es lo más barato que tienes?
—Chica, si buscas algo barato ve al mercadillo de allá afuera. Aquí ningún precio es menor a ochocientos.
Me asombra un poco la cantidad, sin embargo es justo ya que todo es de marcas originales, su precio normal es cinco veces más, como mínimo, de la mayoría de las cosas. Bueno, depende de la marca.
—¿Y no podrías darme un precio más accesible? —Pregunto mientras miro a otros puestos fingiendo buscar alguno mejor. En realidad lo que busco es a Delle y al otro tipo.
Únicamente veo al chico en el tenderete de al lado viendo unas Nike, observándome por el rabillo del ojo. Delle se ha quedado al margen, sabe que si la veo yo sospecharía inmediatamente y saldría corriendo de allí.
El tipo del puesto ríe estridentemente.
Regatear con estas personas es peligroso. Ellos ya consiguen la mercancía y la revenden a un precio muchísimo más bajo. Pedir un valor menor es una ofensa. Lo que esperan es ver remunerado su esfuerzo comos sea que se pueda.
—¿Cómo te llamas? — le pregunto.
—Jonny — no es su nombre real, lo sé. No confía en mí.
—¿Estás seguro de que no puedes darme un precio mejor, Jonny? —Digo mientras me acerco peligrosamente a él. Le dedico una sonrisa pícara—. Te lo pagaré de otra forma.
Cuando estoy lo suficientemente cerca lo tomo de los brazos y lo empujo detrás de la columna que hay a un lado. Estando aquí ni Delle ni el tipo pueden vernos ni oírnos. Me pego a Jonny para que parezca que estamos haciendo indecencias.
—Estás loca — afirma Jonny, tenso pero excitado. Hombres.
—Tal vez —concedo—. Pero escucha, hay unas personas aquí que me están siguiendo. Necesito ropa y una salida trasera, ¿puedes darme eso?
Jonny asiente, incapaz de hablar. Después hace una señas apuntando hacia abajo y luego como si me estuviera echando. Lo comprendo unos segundos después. Me aparto un poco para darle espacio a su amiguito que tiene ganas de fiesta. Hombres.
—Correcto —murmuro.
Extiendo un brazo hacia un perchero con ropa colgada justo detrás de mí y tomo un abrigo marrón de ante con capucha al que ya le había echado el ojo. Lo coloco entre nosotros para que ninguno de los AvE lo vea.
—Oye, pero ese es un Gucci de verdad —se queja Jonny.
—Shh. Calla —le ordeno—. Ahora, la salida.
Jonny señala con su mentón peludo hacia un pasillo completamente oscuro. —Dos puertas más allá, luego derecho a la izquierda —dice con pesar. No sé si por que me voy o por el valioso abrigo que se va conmigo.
—Gracias, Jonny; eres un amor —digo mientras me separo de él y me pongo el abrigo.
—¿Y mi paga? —Dice él. Confiaba en que lo olvidara aprovechando que le afectó que tomara el abrigo Gucci. Hombres.
—Ah, sí —finjo haberlo olvidado. Pongo mi mejor sonrisa cómplice y vuelvo a acercarme a él, despacio. Él sólo me mira, no sé por qué pero los hombres siempre se quedan a la espera de ver qué es lo que haré.
Desplazo una mano por su pecho bajando hasta la cinturilla de sus vaqueros. Me detengo un momento para ver su rostro con una hermosa expresión de expectación.
Luego deslizo un billete grande en los bolsillos de su pantalón, le doy una palmadita en la mejilla y le sonrío.
—Gracias, Jonny; eres un amor —repito y me alejo en la dirección que me indicó.
Hombres.
Al salir de las instalaciones de la antigua fábrica por una puerta de emergencia, entrecierro los ojos. En comparación con las lámparas halógenas de allí abajo, la luz de la tarde lluviosa es cegadora.
La salida da a un campo de deshechos abandonado, pestilente a putrefacción y químicos en descomposición. Me llevo una manga de mi nuevo abrigo a la nariz para mitigar el hedor. Camino a paso presuroso por la callejuela que me dirige a un camino principal para ir al edificio. Antes de torcer la última esquina me detengo, me pego a la pared y espero. Pasados ciento ochenta y siete segundos doy por seguro que logré despistar a los AvE. Reanudo mi camino a casa.
Voy caminando por las calles de las provincias más adineradas de la colonia, con carreteras inmaculadas, jardines arreglados con esmero, locales de cafeterías y restaurantes caros, peatones ataviados con ropas de marca llevando de la correa a sus canes también emperifollados, automóviles de última generación… y, bueno, viviendo en lo mas alto de la escala social.
Me muevo por las sombras, siendo invisible a los transeúntes. Cuando paso frente a una mansión, que bien podría ser un mini-palacio bordeada de muros de seis metros con púas ornamentales en lo alto, pesadas puertas de hierro forjado, cámaras rotatorias ubicadas en puntos estratégicos y guardias con intercomunicadores conforman la seguridad del lugar donde Nego trabaja. Interrumpo mi andanza y miro en esa dirección preguntándome cómo estará Nego. Estoy preocupada, todo el mundo me oculta algo y yo tengo que fingir no saber ciertas cosas. Sólo puedo esperar que no sea algo sumamente grave lo que está pasando. Miro una última vez con pesar a la casa y, sin proponérmelo, ya estoy andando otra vez. En lo que va del día no he pensado en él ni un segundo, excluyendo la mención que hizo Ruth al preguntar por él. Idea que me lleva a analizar lo que ha pasado esta mañana.
Ésta pequeña excursión me lleva a deducir dos o tres cosas. Una, que el hecho de que Marco esté trabajando para la pandilla de Edson explica las heridas que tiene cada día, las constantes salidas de noche y probablemente lo que oculta en su habitación; ergo eso probablemente no me tranquiliza del todo, Edson no es tan estúpido para darle un arma a un chaval que podría volverse en su contra. Dos, que están sumamente interesados en mí, saben de la existencia de Nego y han estado más cerca de lo que había esperado. Tres, que aún no saben exactamente donde encontrarme, de ser así no me habrían seguido. Estamos a salvo… de momento.
Un estrepitoso sonido de cubos de basura metálicos caer en motón me hace parar en seco y retroceder a ocultarme. He llegado a la calle de nuestro edificio. De repente me asalta la duda de si en realidad logré despistar a Delle y su secuaz. Estando aquí ya es muy tarde para confundirlos de nuevo, he dado la ubicación de nuestra morada.
Miro en derredor cerciorándome que no haya nadie más. Una vez comprobado, me tumbo en el asfalto y me arrastro para ver que ha sido lo que provocó el ruido.
Una oleada de alivio me relaja todo el cuerpo y suelto el aire que había estado conteniendo al ver a Cata lamiéndose, tranquilamente, una pata sobre un bote de basura volcado.
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Nota:
¡Hola, hola!
¡Nuevo capítulo!
Un poco de acción cómica para aliviar la tensión, jaja. Eso rimó, jajaja, ok, ya.
¡Voten y comenten si les ha gustado!
¡¡Chaíto!!
—💜Sue.
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