Capítulo Dieciséis: Verdades a medias
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Se dice que los nombres tienen un poder. Una fuerza inexplicable que hace único a su portador. Pero no es el que la madre elige para su hijo al nacer. El nombre de las personas esta oculto dentro de nosotros. Nadie debe saber cuál es, de lo contrario estaríamos a merced de quien lo pronuncie. Yo aún no descubro el mío, y no estoy segura de querer hacerlo, he vivido bajo la nominación de cualquier ocurrencia mía. Haber olvidado mi nombre de nacimiento me hizo perder una parte de mí, que he vivido ignorante de su existencia durante mucho tiempo. Ahora sé que hay algo de mi propiedad perdido en el limbo de los recuerdos, del dolor.
—¿Y qué si lo es? —Pregunto con indiferencia a Vittorio que continúa sentado en el extremo de su larga mesa, expectante a mi reacción. Sus penetrantes ojos amielados no abandonan los míos.
—Existen muchas cosas que es mejor dejarlas en paz —dice Vittorio—. Es preferible vivir en la ignorancia que ser conocedor de la verdad. Pero también hay algunas otras cosas en juego que participan en ese submundo de la verdad para mantener el equilibrio de la aparente realidad. Las personas comunes viven en la superficie de un mecanismo complejo que hay debajo del suelo que pisan, de la vida que conocen. Allí abajo, exite otro mundo más peligroso que el de la superficie, el mundo que controla todo cuanto pasa arriba, un mundo cruel donde es necesario hacer sacrificios para la supervivencia de las almas ignorantes; otro orbe que, para la humanidad, es sinónimo de pecado, prohibido, clandestinidad, crueldad, bajeza. Estoy hablando de lo que todo el mundo conoce como la mafia.
Vittorio se había levantado de su silla y caminaba despacio frente a su ventanal en la pared contraria, mirando hacia afuera. Habla con una vehemencia casi fanática pero su actitud era tranquila.
—A ver, espera, espera —interrumpo agitando las manos para desechar lo que acaba de decirme —. ¿Me estás diciendo que ustedes son unos mafiosos? — señalo a todos los presentes: el esbirro Gio, Danielle, y los demás guardias que permanecen en silencio. Subo los pies a la mesa y los cruzo sobre ella, me concentro en un bocadillo de pan glaseado que cogí de la comida —¿Y yo que pinto aquí? Creí haber dejado claro que no quería ningún vínculo con esa clase de cosas —digo, reconociendo a Gio como el tipo que se acercó a mí después de mi pela con La Big. Sonrío al recordar su pequeño problema.
Gio también lo recuerda y baja la cabeza, ruborizándose. Vittorio le lanza una mirada interrogante.
—Falcone —dice, encogiendo los hombros como si eso lo explicara todo.
Vittorio vuelve a negar con la cabeza.
—Ese muchacho es incorregible —murmura y luego dice—: Zia, querida, no es necesario que lo asimíles todo... de momento. No es ningún error el que seas tú quien esté aquí. Sabemos quién eres y lo que eres, que tú no lo sepas es un desafortunado azar del destino que será corregido. Nestore ha estado cuidando de ti durante estos diez años por órdenes mías, había que hacer todo esto muy convincente, no para ti sino...
Comienzo a reír desenfrenadamente, es que todo es tan difícil de creer que me parece comiquisimo. Era reír o echarme a llorar, pero creo que he derramado muchas lágrimas últimamente así que opto por la vía divertida.
—Lo siento, señores —me disculpo presionando mi vientre ahora dolorido. Todos me miran como si fuera un espécimen infeccioso, y eso hace que ría con más ganas.
—Yo creo que sí es un error —comenta Elle mirándome con un deje divertido.
—No hay ningún error, todos lo sabemos —dice Vittorio, irritado.
Me levanto de un salto y apuro mi bebida de café limpiándome con la manga de mi sudadera.
—Ajá, sí, claro. Y yo soy estúpida; mucho gusto. —Le tiendo una mano a Vittorio a modo de presentación.
Él no responde y me mira con una mezcla de enfado y tranquilidad.
—Lo siento, Vittorio, pero, ¿ por qué esperan que me crea todo lo que están diciendo?
—Porque es la verdad.
—No, no puedo. Esto es de locos. Y aunque fuera real creo que se las apañarían perfectamente sin mí. Me retiro, ha sido un placer charlar un momento con ustedes. Danielle. Caballeros. —Hago un gesto burlesco de saludo militar desenfadado como despedia.
Me dirijo a la puerta pero el camino es obstruido por un par de hombres.
—Espero que comprendas que no puedo dejarte ir, Zia, por tu propio bien —dice Vittorio a mi espalda.
—¿Por qué no? —Pregunto con aire desafiante.
Vittorio ríe un poco.
—No tienes ni idea de lo que vales, ¿cierto?
Me giro en redondo y le miro con los ojos entrecerrados.
—¿Qué quieres decir?
—Me refiero, querida, a que tu cabeza tiene precio.
Me quedo pasmada, intentando asimilar lo que ha dicho.
—¿Qué?
—Algo me dice que esta chica será un auténtico dolor de cabeza —murmura Danielle masajeandose las sienes.
—Oh, no tienes porqué preocuparte, tu cautiverio será placentero, permanece tranquila. Simplemente debes quedarte dentro de la mansión, donde estarás a salvo o salir acompañada de tres o cinco hombres, cuando menos. Supongo que encontrarás algo de distracción con Scodellario y Alexis —dice alegremente, ignorando mi pregunta.
Vittorio se pone de pie y jala los puños de su camisa blanca para que sobresalgan un poco bajo su saco de traje negro.
—Señores, prepárense para un próximo viaje a la costa, Falcone nos espera para encontrarnos con algunos burócratas ... y para alcanzar a la señorita García —añade un poco molesto—. Zia, espero hablar contigo de nuevo esta noche, los negocios apremian.
Gio avanza detrás de él hacia la salida murmurando algo por el intercomunicador. Todos se ponen en pie cundo Vittorio pasa. Antes de atravesar la puerta se detiene y gira un poco la cabeza.
—Che la famiglia permanere.
—Ad multos annos —susurro por simple inercia.
Vittorio asiente. Ha quedado todo claro.
—Bienvenida al infierno en el infierno, Zia DiMeo.
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Nota:
Wow...
Más revelaciones.
Bon jorno, Dolcevitas!
¿Qué tal este capítulo? Interesante, ¿no?
Lo malo es que deja más preguntas que respuestas. Pero no se preocupen, en próximos capítulos se resolverán algunas dudas.
See you!
—🐞Sue.
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