8. Sospechando
N.D.A.: Aqui el capi de este sábado, es cortito pero es que el próximo no pegaba nada con éste así que prefiero separarlos para que vayais asimilando bien toda la info :3 También voy a poner en todos los capis imágenes que me recuerdan a personajes y cosas de la historia. Son solo imágenes en que me basé con las descripciones o que son lo más parecido a la imagen que tengo de ellos, no exactamente iguales (ojalá supiese dibujar super bien u.u). Me alegro de que os esté gustando la historia en vez de echaros para atrás tantos nombres, muchisimas gracias por todo el apoyo que me dais con vuestros comentarios y votando los capis *W*
13
Amarael se despertó envuelta en sus propias sábanas. Tardó un poco en evocar todas las cosas que habían pasado. Lo último que recordaba eran aquellos intensos ojos relampagueando en la oscuridad. ¿Acaso todo había sido un sueño? No podía ser, el rastro que habían dejado sus labios, sus caricias, seguían allí; invisibles a la vista, pero quemando su piel. El olor a tabaco impregnaba la franela. Descubrió que aún llevaba puesto el vestido de la noche anterior. Definitivamente, todo había sido real.
Se asustó al darse cuenta de que ya no tenía la corona. Al final, tanto esfuerzo para nada, porque se la había llevado él. Si algo malo pasaba sería su culpa. De todas formas, tenía la sensación de que el empleo que Caín le daría no sería tan terrible. Se apresuró en lavarse y en cambiarse de ropa, y salió hacia Shejakim.
El Tercer Cielo seguía igual que siempre. Los ángeles estaban demasiado tranquilos para el acontecimiento que se iba a dar. Algo no cuadraba, una noticia tan importante como el nacimiento de un nuevo Señor Oscuro no podía pasar desapercibida. Decidió ir al lugar donde siempre solían estar los demás.
Los días que no había clase, el vestíbulo de la escuela estaba abierto para que los jóvenes tuviesen un lugar en el que estar. Amara buscó entre la multitud y apreció que en una esquina estaban Ancel y Evanth. Sorprendida por ver a esos dos juntos, se acercó.
—Estate quieto. Si te mueves, ¿cómo quieres que me salga bien?
—Pero es que no me fío de ti.
—Ya verás como las rastas te quedan mucho mejor.
—Uy, uy algo pasó en la cita de ayer.
Yael y Nathan también se aproximaban entre risas y burlas.
—¿Qué has ido contando por ahí? —le reprochó el elemental de hielo, furiosa.
—¡Yo no he dicho nada! Son estos dos que se creen muy graciosos...
—¡Tranqui! Es broma, es solo que nos ha sorprendido ver como jugabas con su pelo...
—Lo hago por él, para darle un aspecto más interesante. Si quieres, Nathan, también puedo peinarte a ti.
Amara se había frenado en seco al ver que Nathan también estaba allí. Deseó que no se hubiesen fijado en ella y poder desaparecer de allí, aunque ya era demasiado tarde.
—¡Ey, Amara! Acércate aquí —exclamó Ancel.
A la chica no le quedó más remedio que acercarse, casi arrastrando los pies.
—Hola...
En cuanto Nathan la vio, esquivó su mirada y, por primera vez, puso atención en la otra.
—Pues Evanth, si quieres, puedes hacerme algún corte de pelo. Ya llevo bastante tiempo con el mismo.
A Amara le entraron unas ganas terribles de abofetearle, claro que después recordó a Caín y al limón, y su furia se diluyó.
—Oye Amara, ¿cómo estoy? Que de éstos no me fío.
La joven observó el rubio cabello del chico y las nuevas rastas que adornaban la mitad de su cabeza. Evanth seguía cardando la otra mitad del pelo con un peine de púas muy finas.
—Te quedan muy bien. Ya sólo te falta un piercing en la ceja —le respondió con una sonrisa picarona.
—Si a Amara le gusta, entonces me conformo.
—Oye... —se atrevió a preguntar Amara—. ¿No creéis que están todo demasiado relajados? No sé... Se supone que estamos en crisis.
—¿Verdad? Con la de cosas raras que están pasando... Ancel, tenemos que investigar sobre eso...
Su amigo y Evanth se echaron una mirada de complicidad.
—Sobre eso... Tenemos algo que contaros.
—Ayer encontramos los cadáveres de los ángeles desaparecidos.... —Un escalofrío recorrió el cuerpo de la chica al recordar a la criatura que les había atacado—. ¡Ah! Amara, ¡Te perdiste a Gabriel en la bañera! Estaba más bueno aún de lo que me imaginaba. Por cierto, Ancel, ¡tenemos que ir a preguntarle qué pasó al final!
—Si, eso es lo que quería comentaros. Si te hubieses fijado en algo más aparte de que estaba desnudo...
—Oye, que si hubiese sido una tía los que estaríais haciendo comentarios absurdos seríais vosotros dos —les increpó mirando fijamente a Yael—. Digo "vosotros dos" porque Nathan no se comporta así.
El susodicho se sonrojó.
—¡Pero explicadnos bien qué es lo que pasó!
—¡Eso! —exclamó Yael—. Que lo único que sabemos es que tuvisteis una cita y que estuvisteis con Gabriel en la bañera.
—Bajad la voz, que como alguien nos escuche... —Evanth echó un vistazo a la sala por si veía a Haziel, pero éste no parecía estar ahí.
Se dispusieron a contarles a sus amigos todo lo que había pasado. Ancel exageraba y dramatizaba los acontecimientos, mientras que Evanth se ponía a ella como la heroína, pero al final concluyeron el relato tal y como había ocurrido.
—¡Vayamos a buscar a Gabriel! Algo más que nosotros tiene que saber —propuso el elemental de fuego.
—Eso es lo que quería deciros antes. Su ropa estaba manchada de sangre.
—Yo no vi eso.
—Claro que no, porque estaba arrugada en un rincón. Pero yo sí me fijé.
—Eso que nos atacó a nosotros tuvo que atacarle a él primero.
—Pero hay algo raro... El rastro de sangre estaba demasiado cerca de su casa y acababa justo en la pared de al lado.
—¿Estás sospechando de él?
—Estaba muy raro, Evanth. Además, se puso a tantear la pared fingiendo que buscaba algo y la que encontró como activar el pasadizo fuiste tú.
—Tú y tus conspiraciones paranoicas. Veo que sigues igual, al fin y al cabo.
—Pero Ancel podía tener razón —saltó Yael en su defensa.
—Gabriel no tenía por qué conocer ese pasadizo. La sangre acababa allí y dedujo que tenía que haber algún camino oculto. ¡Eso es sentido común!
—A mi no me pega Gabriel secuestrando ángeles. Además, fue él quien os salvó después — objetó Nathan.
—¿Verdad? Lo que pasa es que es un ingrato. Le salvan la vida y así es como se lo agradece.
—¿Y por qué se quiso deshacer tan rápidamente de nosotros?
—¡Para no meternos en un lío! Si avisaba a alguien, tendríamos que dar explicaciones de qué hacíamos nosotros ahí.
A Amara tampoco le parecía que Gabriel fuese sospechoso. Simplemente, no le pegaba. De pronto la visión de un Gabriel sonriente se transformó en un asesino de demonios que no mostraba misericordia alguna. Agitó fuertemente la cabeza para deshacer aquellos pensamientos. Eso había sido en el pasado, pero él mismo le contó que había cambiado.
—Yo propongo que vayamos a hablar con él, a ver cómo reacciona —insistió Ancel aunque tuviera a todos los demás en contra.
—Y después yo puedo hablar con Raphael para comparar ambas versiones —añadió Amara.
Todas las miradas menos la de Nathan, se posaron en ella.
—Es verdad, que Raphael es tu padre, ¿no? —le preguntó Yael, curioso.
—No... Siempre he vivido sola. Pero intenta actuar como si lo fuese.
—Pues ya podías habérnoslo dicho antes, que cuando salimos del Edén estaba cabreadísimo.
—Por cierto, ¿y Lisiel?
—No lo sé, no la he visto —respondió Evanth.
—Tenía una misión —contestó Yael.
Todos se quedaron sorprendidos de que ni siquiera Evanth supiese donde estaba y él sí.
—Nuestras madres son muy amigas. Y como volváis a pensar mal, os va a dejar mi brazalete la criatura esa.
***
Gabriel no reaccionó al escuchar la llave enredando en la cerradura de su puerta. Unos instantes después, Iraia ya estaba dando voces por toda la casa.
—¿Se puede saber qué haces ahí tirado? —le reprochó su novia al verle tumbado sobre el colchón—. Cuando éstos me dijeron que no te habían visto en todo este tiempo no me lo podía creer. ¿Qué has estado haciendo?
Él no respondió. Se quedó observándola como si no fuese real lo que estaba viendo y sin ni siquiera incorporarse lo más mínimo.
—¿Se puede saber qué te pasa? —Iraia se sentó junto a él e inclinó su cabeza para mirarle directamente a los ojos. Unos bucles negros se deslizaron sobre su rostro. Gabriel los acarició. Parecía que finalmente reaccionaba.
—Iraia, ¿eres tú?
—No, soy el coco y vengo a comerte —exclamó dibujando una sonrisa. Ahora era ella la que le acariciaba a él. Gabriel posó su mano sobre la que le acariciaba el rostro.
—¿Estás herida?
—Llegué hace unas horas, pero me mandaron directamente al hospital. Se suponía que iba a curarme Raphael, pero éste se negó. ¡Es increíble la manía que te tiene! Pero ya estoy bien... —Descubrió el colchón rajado y pegó un grito mental—. ¿Pero qué...?
Iraiael no pudo terminar la frase. Gabriel se había lanzado sobre su boca apasionadamente. Ella se había quedado sin aliento cuando él se apartó por fin para dejarle respirar.
—Si llego a saber que me echarías tanto de menos, me habría ido de viaje mucho antes.
Gabriel no le dejó que siguiese hablando. Había vuelto a la carga. Su cuerpo ardía más que nunca y rápidamente la despojó su armadura. Iraia se estaba empezando a contagiar de aquella pasión. Le había extrañado mucho y estaba deseando recuperar el tiempo perdido. Tanto le había echado de menos que le parecía inconcebible una vida sin él. Si algo malo le ocurriese, ella no sabría cómo seguir adelante. Habían sido conscientes desde el primer momento que su relación no se trataba de un juego y sabían el riesgo que corrían, pero no se lamentaba de sus pecados ni un instante. Desde que vio por primera vez aquella tímida mirada de aquel joven que parecía nervioso por su ascenso, le había deseado con todo su ser. Y ahora le tenía allí sobre ella, boca con boca, pecho con pecho, arrancándola sensaciones que nunca pudo sospechar que existían. Cerró los ojos y se dejó llevar por el placer.
***
—No sé si la invisibilidad va a aguantar mucho tiempo.
—Vaya pisotones me estáis dando.
—¿Queréis dejar de hacer ruido? —protestó Nathan—. No sé si sois conscientes de la situación.
—Yo sólo sé que alguien está muy pegado a mi culo.
—¿Y qué quieres que hagamos si la piedra esa tiene que cubrir a cinco?
—Piedra esa... —Yael repetía esas palabras ofendido.
—Ya casi estamos, es al final de este pasillo.
A Amara, el trayecto se la hizo eterno. Estar tan próxima de Nathan y que éste ni la mirase fue más duro de lo que había pensado. Pero resistió sumiéndose en sus pensamientos. Sabía que en algún lugar del Universo, los demonios estarían llevando a cabo una ceremonia muy importante.
***
Los dos amantes reposaban plácidamente sobre su lecho arropándose con sus cuerpos. No querían separarse el uno del otro porque el mundo sin su calor les resultaba muy frío. A pesar de todo, Gabriel seguía muy serio. Iraia intentaba descifrar mediante caricias la oscuridad que le estaba perturbando.
—Selene está viva.
—¿Tu hermana?
El timbre de la puerta interrumpió la conversación como si fuese la campana de los colegios que anuncian el final de la clase.
—Deben ser los del colchón nuevo. Voy a ver.
Dicho esto, se vistió rápidamente y fue a abrir la puerta, dejando a una sorprendida Iraia.
—¡Sorpresa! Unas palabras para el periódico.
—¿Qué estáis haciendo aquí? —Preocupado, Gabriel echó un vistazo a los alrededores para cerciorarse de que no había nadie en el pasillo y se apartó para dejarles pasar.
—Queríamos saber qué pasó al final.
Les hizo con gestos bajar el tono de voz y más que hablar, susurraba.
—¿Y para eso habéis venido los cinco? Las chicas vale, pero vosotros tres no, que sois muy feos.
—Yo le veo como siempre —susurró Nathan a sus compañeros, aliviado de que la inocencia del ángel quedara bien obvia.
—¿Y por qué tenemos que hablar así si estamos en su casa?
—Gabriel, cielo, ¿todo va bien? —le llamó Iraia desde la habitación.
—Todo bien, ahora vuelvo contigo —le contestó en voz alta para que pudiese oírle perfectamente. Volvió a centrar su atención en los estudiantes—. No quiero preocuparla.
—Creo que hemos interrumpido algo...
—¿Ocultándole cosas a su novia? —apuntó Yael con una mirada maliciosa.
—Decid de una vez que queréis. —Su voz sonó seria y autoritaria.
Se quedaron algo perplejos por el cambio de tonalidad tan brusco. Finalmente, Ancel reanudó la conversación.
—Sólo queremos saber si ya habló con los arcángeles de lo que pasó ayer.
—No, ni pienso hacerlo.
—¿Por qué? —exclamaron al unísono.
—Porque me convertiría en el principal sospechoso y no quiero darle más motivos a Raphael para que desconfíe de mí.
—¿Y por qué iban a sospechar de ti?
—¿Y cómo les explico qué hacía en ese pasadizo?
—Pues que seguiste el rastro de sangre hasta ahí.
—No puedo presentarme en Avarot y decir que algo me atacó, pero que no recuerdo nada y que entonces seguí un rastro de sangre hasta un pasadizo que hay justo al lado de mi casa, donde encontré los cadáveres desaparecidos, pero que el asesino se esfumó con ellos.
Se quedaron un rato asimilando sus palabras.
—¿Y por qué no?
Gabriel elevó la vista hacia el techo, en busca de paciencia.
—Porque Raphael es el que está al mando de los laboratorios de investigación y puede inventarse cualquier cosa para culparme.
—Raphael no...
—Sí que es capaz, Amara.
—¡Sois todos unos cobardes! —exclamó Nathan furioso. Gabriel miró de reojo hacia el dormitorio por si Iraia lo había oído y salía a escuchar—. Las cosas van mal y vosotros como si nada.
—¡Claro que van mal! Demasiado mal. Por eso mismo, Nathan. Ahora mismo lo que menos les importa al consejo es la desaparición de unos ángeles. Al fin y al cabo, los infectados acaban haciendo lo mismo.
—¿Y es mejor prohibir la tecnología porque está hecha de akasha?
Gabriel exhaló un suspiro.
—Escuchad, hay rumores de que el arcángel Mikael ha muerto.
—¿Qué?
—Por lo visto, un diablo le mató y se ha proclamado sucesor de Lucifer. —Un extraño brillo apareció en sus ojos.
Amara no pudo ocultar sus emociones al oír esto y estaba segura de que Gabriel lo había percibido.
—¿Y cómo es que nadie se ha enterado de algo tan importante?
—Serafiel ha ordenado silencio absoluto. El regreso de Mikael era lo más esperado por la mayoría y no quiere que el Cielo entre en caos. Ya visteis la que se armó cuando prohibió la tecnología. Y encima me alzaron a mi como su líder.
—¿Y no te gusta la idea?
—¿Yo, líder de una rebelión? —Los recuerdos de lo ocurrido desde que Iraia se marchó volvieron a resurgir—. No sabéis lo que decís —dijo agachando la cabeza preocupado—. Con lo mal que están las cosas, sólo faltaba que nos peleásemos entre nosotros. Los demonios deben de estar disfrutando.
Terminaron de hablar y se fueron prometiendo al ángel que, en vez de meterse en tantos líos, se centrarían más en prepararse para el entrenamiento, aunque sabían perfectamente, y Gabriel también, que eso no sería del todo cierto.
***
Todos los fines de semana, Raphael invitaba a cenar a Amara y ella decidió aprovechar la ocasión para hablar con él. Se encontraban en un restaurante bastante elegante, rodeados de maravillosos paisajes que parecían estar en movimiento. Hasta los servilleteros, con unas alas grabadas, se veían muy valiosos.
—Señor Raph...
—Amara, te he dicho siete mil veces que me trates con confianza.
—¿Qué pasaría si decido no hacer el entrenamiento? —le preguntó mientras leía la carta.
—Eso es algo que ningún ángel puede decidir.
—¿Y si yo no quiero ser un ángel? —Después de lo que acababa de decir, no tenía apetito como para decidirse entre pasta o una ensalada con queso fundido. Le parecía perder el tiempo en algo sumamente banal.
—Deja de pensar en esas estupideces —le reprimió el arcángel.
—Pero yo no valgo para ángel. ¡No me gusta el Cielo!
—¿Qué no te gusta el Cielo? Te creía más madura.
—Yo lo quiero es ayudar y así no consigo nada. En el Planeta Azul sería más útil...
—¿Queréis que os sirva? —les preguntó una sonriente camarera que les enseñaba una botella de vino—. Tiene toques avainillados.
—Yo sí quiero, por favor —exclamó la chica tendiendo su copa. Raphael la miró con desaprobación al verla probando el alcohol.
Tras haberles servido, a camarera se marchó de nuevo hacia la cocina moviendo sinuosamente las caderas.
—No sé qué has estado haciendo, pero espero que no lo repitas nunca más —retomó el arcángel la reprimienda.
—Raphael, siento que en este lugar no encajo.
—El poder que siento en ti es más grande que el que siento en cualquier otro.
—No sé qué es lo que tengo de especial. Yo no quiero vivir castra y pura toda mi vida sirviendo los propósitos de un dios que pasa de todo el mundo. —Se estaba pasando, pero en vez de arrepentirse, se llevó la copa de nuevo hacia sus labios para beber otro trago.
Raphael trataba de mantenerse lo más sereno posible pese a que quería arrancar el mantel y ponerse a gritar como un energúmeno. Sabía que eso sólo empeoraría las cosas.
—Si Mikael te escuchase...
A Amara por poco se le cae la copa. Cuando consiguió reaccionar, se quedó mirando fijamente a su acompañante.
—¿Qué pasa si él me escuchara?
—Era un buen amigo mío. Lo que has dicho, me lo ha traído a la mente. —Su oscura mirada brillaba de una forma extraña.
—¿Es cierto que ha muerto? —preguntó jugueteando inquieta con una cuchara.
Raphael ni lo dudó por un instante.
—Me niego a creer que alguien pudo derrotarle —clamó firmemente—. No deberías verte tanto con Gabriel.
—¿Por qué no puedo hablar con él?
—Porque no es un buen modelo a seguir. Además, te está llenando la cabeza de tonterías.
—Él no tiene nada que ver con esto...
Definitivamente, se les había arruinado las ganas de cenar. Al fin y al cabo los ángeles no comían por necesidad, sino como un pequeño placer.
—¿Qué me estás ocultando?
—Amara...
—Siempre me ha sorprendido el interés que muestras en mí.
—Ya te he dicho que posees un gran poder.
—¿Sólo te intereso por eso? —espetó al borde de las lágrimas.
—Sé que puedes llegar muy lejos. Además... Yo te encontré.
—¡Eso es lo que no entiendo! ¿Qué es lo que estaba haciendo yo ahí?
—¿Cómo quieres que lo sepa?
La joven se le quedó mirando indignada. Estaba segura de que la estaba ocultando muchas cosas.
—Estoy harta. Harta de todo el secretismo vuestro. De vuestras mentiras y de que nos manipuléis como os da la gana porque "es nuestro deber obedecer a Dios". —Calló un momento antes de continuar—. Sé lo que es Metatrón. —Raphael se sorprendió al escuchar las palabras de la chica. ¡Aquello era imposible!—. Nuestro "dios" se empeña en hacernos luchar contra los demonios porque son el "mal", cuando resulta que somos nosotros los que con nuestra forma de actuar, estamos acabando con todo. No sé qué es peor, si causar el mal como lo hacen ellos porque así es su naturaleza, o torturar a alguien por lo que es porque "somos la justicia divina".
¿Cómo sabía lo de Caín? No había duda de que esa chica sabía demasiado. Tal vez tendría que haberla vigilado más de cerca. Tendría que haberlo hecho desde que sabía que Caín había estado a punto de matarla.
—Ese bastardo te está confundiendo. Es lo que hacen los seres como él, confundir a gente inocente como tú.
—Nada de lo que él me ha dicho es mentira. Cosa que no se puede decir lo mismo de vosotros.
Habían levantado demasiado el tono de voz. La gente les observaba curiosos. Raphael no quería seguir con el espectáculo y sabía que la única forma de callarla era dándole lo que ella quería.
—Amarael... Tú eres especial. Ese poder que tienes es especial —le confesó, bajando la voz hasta un tono casi inaudible.
—Yo no soy un ángel, ¿verdad? Por eso no encajo aquí. Yo no soy hija del Creador.
—Eres un elohim. Pero a diferencia de los demás elohim, tú no naciste como fruto del pecado —Amara se quedó en silencio, intentando encontrar el significado de aquellas palabras—. Hice una promesa y no pienso permitir que te pase nada malo.
Y dicho esto, el arcángel se levantó, dejó unos billetes sobre la mesa y se marchó muy serio y con ese aire de elegancia ofendida suya. El joven ángel se quedó más confusa de lo que ya estaba, aunque no lo hubiese creído posible.
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