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1. La rosa de Zeus

Hasta el miércoles no tocaba nuevo capi pero como es el inicio pongo el primer capi también. Por cierto, la historia ocurre en un universo alternativo, basado en la Tierra, pero no es ninguna época en concreto ya que se trata como digo de un universo alternativo. ¡¡Ojalá os guste!!

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1

Hola. Me llamo Suyai y tengo once años. No hace falta que os lo diga porque os habréis dado cuenta, pero soy un chico encantador, aunque mi hermano dice que soy un pesado. No le hagáis caso, lo que pasa es que tiene miedo de que cuando crezca, yo sea más guapo que él. Yo le digo que no tenga miedo, que yo sólo soy hombre de una mujer. Entonces, él se ríe de mí e intenta sacarme quién es la afortunada. Yo no se lo quería decir, pero al final decidí un día hablarle de ella, mi ángel. Y se rió aún más; de mí y de mi ángel.

Los vecinos piensan que soy un tanto especial, que siempre ando por las nubes. Eso es porque no la conocen. Es tan hermosa... Algún día me convertiré en un formidable caballero, en todo un héroe, y la rescataré. Porque la tienen prisionera en un lugar muy oscuro, ¿sabéis? Y me ha elegido a mí para que sea su salvador. Todas las noches me llama en sueños, y yo cada vez me intento dormir lo más pronto posible, para poder verla antes. Su blanca piel, esos ojos tan melancólicos... ¡Es tan hermosa!

Ángeles... ¡pobrecillos! Están obligados a vivir sin amor, ¡pero ella me quiere! No me lo ha dicho, pero lo sé. Siempre se me ha dado bien entender el corazón de la gente y ella también tiene corazón. Los ángeles decidieron adoptar forma humana para poder acercarse a los humanos, por tanto, su cuerpo es como el nuestro.

Todo esto me lo ha explicado ella. Me ha contado muchas cosas. Sé que en algún lugar del Espacio existe una constelación, Las Playas o algo así. Desde la Tierra se podía observar si tenías los instrumentos adecuados. Allí vivían los ángeles. Su país estaba dividido en siete partes o cielos, como las llaman ellos; parece que siempre tienen que ponerle nombres bonitos a las cosas normales. Los conozco a todos, desde Vilon, el más bajo de todos; Rakia, desde donde vigilan la vida; Shejakim, que es como nuestro ombligo; las ruinas de Zevul; Maón desde donde los ángeles cantan y, por último, Majón. Allí está el Edén y el palacio de Dios con su trono, Avarot. Pero un día hubo una explosión y ahora sólo quedan restos de aquellas estrellas. Mi ángel piensa que los supervivientes tienen que haberse ido a otra constelación.

Y aquí estoy yo, intentando colarme en el observatorio de mi padre. Es un buen hombre, pero no es el mismo desde que los demonios se llevaron a mamá. Siempre llega muy cansado y de mal humor. Mi hermano dice que es porque trabaja demasiado para poder mantenernos. Ahora está ocupado con un proyecto para construir unas pirámides, unos edificios muy grandes y triangulares. Algo así sólo se les puede haber ocurrido a los demonios y yo no quiero que papá trabaje para los malos.

Según lo que sé, a los ángeles les gustan las estrellas más brillantes, así que no puede ser muy difícil encontrarles. ¡Qué contenta se va a poner cuando se lo cuente! Pero para ello necesito poder manejar este aparato: sé que sirve para mirar el cielo, como una cámara de fotos... ¡Bien! He conseguido encenderlo, pero me pide una contraseña. Eso no es un problema, conozco demasiado bien a mi padre. Mis dedos bailan rápidamente sobre las teclas.

Neftis

Tras un parpadeo de la pantalla parece que finalmente podré utilizarlo. El cielo está despejado, así que podré ver muchas estrellas. ¡Qué bonito es todo! Si ella pudiese verlas, no estaría tan triste. Entonces, percibo algo que me llama la atención: un punto rojo muy brillante. Pero un sueño muy profundo empieza a apoderarse de mí...

¡No puede ser! Un verdadero héroe no se queda dormido durante su misión... pero los párpados pesan demasiado... Una voz muy dulce me llama... ¿Mamá?...

***

Los ángeles se habían reunido en Majón para poder contemplar un hecho histórico. Por primera vez, quienes habitaban en Shejakim, podían ir al cielo superior. Por fin, tras varios siglos, la construcción de La Rosa Dorada había finalizado.

Todos estaban maravillados por el esplendor de los torreones y de sus cornisas. Esculturas de oro y plata adornaban el palacio de manera que, visto desde el aire, parecía una rosa. Los rayos de sol se reflejaban sobre los metales preciosos con que estaba construido.

—He oído que es incluso más espectacular de lo que fue El Rayo de Zeus —comentaban algunos.

—¡Pues claro! ¿Acaso te imaginas algo más maravilloso? —respondían otros.

A pesar de todo, no se les había permitido entrar en el Edén, por lo que tenían que conformarse con lo que sobresalía del muro del jardín.

—¿Dónde está Nathan? Como no aparezca ya, le voy a dar una buena.

—Y luego nos llama irresponsables... ¿No se habrá rajado?

—¡Esperad! —Un joven ángel de melena platina y despeinada acababa de llegar—. Lo siento... —se había quedado sin aliento y apenas podía hablar—. Lo siento, veréis...

—¡Buenas! 

Una chica que aparentaba tener unos dieciséis años de edad se dirigía hace ellos. Llevaba una larga cabellera dorada recogida en una coleta alta y vestía un simple vestido verde muy corto, pero por la parte de arriba la quedaba bastante suelto. Les estaba saludando con una perfecta sonrisa y unos inocentes ojos que parecían dos turquesas.

—¿Qué hace ella aquí?

—¿No me digas que se lo has contado todo?

Nathan buscaba las palabras adecuadas para poder convencer a sus amigos. Miró al primero, Ancel. Era el único ángel que destacaba más por su anchura que por su musculatura. El segundo, Yael, también llamaba bastante la atención, ya que tenía el pelo de color negro y blanco. Nathan advirtió que en su brazo derecho portaba a modo de brazalete una enorme esmeralda. Se fijó más en la joya y le pareció ver que algo se movía en su interior—. Veo que al final te la has traído...

—¡No cambies de tema!

—Esto... Lo siento, ha sido culpa mía —interrumpió la joven, que se llamaba Amarael—. Pero es que vuestro amigo miente muy mal...

Nathan se sonrojó, sin embargo ella sonrió aún más. El muchacho quiso pensar que aquella sonrisa iba dirigida exclusivamente a él. Intentó salir de su ensimismamiento.

—...Se puso muy pesada, no me quedó más remedio.

—¡Venga! Prometo no molestar.

—¡Reunión de hombres! —proclamó Ancel. 

Amara puso mala cara, pero los tres amigos formaron un corro y empezaron a murmurar entre ellos.

—Ella no es una reportera —mascullaba Yael.

—Ya... Pero si lo piensas bien... ¡Es una tía! Podría solucionar el problema de la distracción.

—¿Piensas utilizarla de cebo? —protestó Nathan.

—Si prefieres puedes serlo tú y quedarte fuera. —Ancel se había puesto muy serio.

—Si dejáis de confabular... A este paso van a traer el cuerpo de Metatrón y se acabó todo.

El corro se deshizo.

—Qué pesada...

—Pero tiene razón, Yael. Se nos acaba el tiempo.

—¡Bien! Parece ser que a la misión Jardinería se nos ha unido un miembro de última hora —proclamó Ancel que parecía ser el líder.

"Vaya nombre más cutre", pensó Amara, pero decidió mantenerse callada. Ancel siguió hablando:

—...Y tu apodo será...

—¡Mariposa azul!

—No, hombre, es demasiado cursi. Rana moteada, ésa será tu clave.

—En fin... Qué se le va a hacer... —Amara no tuvo más remedio que resignarse—. ¿Y cuál es el plan?

La puerta del Edén era toda una obra de arte. En ella estaban representados en bloques de bronce, los sucesos del Pecado Original. Unos querubines vigilaban la entrada para que nadie que no fuese un serafín pasase. Amara se dirigió a ellos con paso decidido.

—Aquí no puedes estar.

Uno de los guardianes desenvainó una espada. Tenía un gesto muy serio y cara de pocos amigos.

—Es que tengo una duda y me preguntaba si vosotros podríais responderla. —Los dos querubines la estaban mirando, así que ella siguió hablando—. Hay rumores del motivo por el que nadie puede pasar...

—Señorita, los rumores son simplemente eso.

—¡Pero hay quien de verdad piensa que ocultáis un arma muy poderosa!

—Por favor, no diga esas cosas tan alto —se estremeció uno de ellos.

—Si no quieren que lo diga muy alto, será por algo.

—Los motivos de Dios no deben ser cuestionados por nadie. Y no te creas todo lo que oigas, serás presa fácil de los demonios.

—¿Cómo los que me han hecho esto? 

La chica se bajó un poco el vestido dejando al descubierto un hombro y parte del escote.

—¿Pero qué le estáis haciendo a la pobre criatura? —Un ángel de cabellos rosados miraba furioso a los guardias.

—¡Señor Chamuel! No es lo que parece... —intentaba explicar un querubín.

—Son los demonios, mirad lo que le han hecho.

El otro guardia le enseñó el hombro de la joven . Toda la piel se le había puesto de un azul muy brillante y oscuro.

—¡Cielo Santo! Id de inmediato a llamar a Raphael, está adentro.

—¡Cómo ordenéis! 

Y, dicho esto, las enormes puertas se abrieron y los dos soldados desaparecieron tras cruzarlas, sin haberse dado cuenta de que otros tres ángeles habían pasado junto a ellos.

—¡Esa piedra de tu familia es realmente útil! —Nathan no podía creer que hubiese resultado tan fácil.

—No sabéis lo que me ha costado poder traerla...

De repente, tres ángeles aparecieron de la nada.

—¿Sabes la de exclusivas que podríamos conseguir siendo invisibles? —Ancel estaba emocionadísimo.

—No podemos abusar de ella, tiene sus limitaciones...

—¿Queréis callaros?

Entonces, se dieron cuenta de lo que acababan de hacer. Miraron a su alrededor y el asombro embaucó sus corazones. No podían creerse lo que estaban viendo. Crecía todo tipo de vegetación, cada flor más exótica y de aroma más exuberante. Las criaturas salvajes corrían a sus anchas por la verde hierba; desde unicornios hasta una especie de conejos morados que no habían visto en su vida. Una relajante melodía les hacía olvidar todas sus preocupaciones. Las aves se posaban sobre ellos y emitían su cántico espiritual.

—¡Saca la cámara! ¡Rápido!

—Espero que me saquéis guapo. Vosotros debéis de ser los nuevos fotógrafos... ¡Ah, no!, que no hemos contratado a ninguno.

—Como quieras, pero luego me sacáis a mí con ese león dorado de allí... ¡¡¿Eh?!!

Al entusiasmado de Ancel se le borró de golpe su felicidad al contemplar la cara de preocupación que se les había quedado a sus compañeros. Un ángel muy alto, que debía medir más de un metro ochenta, les estaba mirando con cara acusadora. El joven tragó saliva.

Ése era el fin. Serían llevados a juicio y el juez Raguel no solía perdonar...

—Seguidme.

Ese tono de voz no admitía que le desobedeciesen. Su oponente era alguien mucho más corpulento y con más experiencia que ellos, pero Nathan no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente (la sonrisa de Amara...).

—¡Yael, rápido! ¡La gema!

—Ya lo he intentado, os dije que tenía sus limitaciones...

Un corpulento brazo les rodeó y les obligó a esconderse detrás de una estatua que debió representar a una mujer, y de la que ahora sólo quedaban escombros.

—¡¿Pero qué...?!

Chssss —les tapó la boca y les indicó con la cabeza hacia el lugar donde se encontraban hace unos instantes. Un hombre vestido con traje de chaqueta caminaba con paso rápido hacia la entrada, seguido de los dos guardianes. Los tres jóvenes se quedaron bastante confusos.

—¿Pero entonces...? —comenzó Nathan.

—¿Estáis locos? ¡Panda de insensatos! —les reprendió el fornido ángel.

Nathan no sabía cómo interpretar esas palabras. Estaba enfadado, pero como el padre que echaba una reprimenda a su hijo por cometer una estupidez, no como un serafín que estaba a punto de condenarles a muerte.

Nathan observó mejor al ángel. La verdad era que ya no parecía tan amenazador como antes. Su cuerpo estaba bastante curtido en entrenamientos físicos, pero su rostro parecía el de un joven con sólo unos pocos años más que ellos. Llevaba su melena caoba recogida en una coleta que le llegaba hasta la mitad de la espalda, dejando unos mechones sueltos que le enmarcaban su perfecto rostro de ángel. Para ser uno, llevaba unas pintas bastante peculiares, ya que estaba cargado de todo tipo de abalorios, incluso dos aros que llevaba como pendientes. Pero lo que más destacaba de él era el tatuaje que lucía en un costado de su descubierto pecho. Había algo siniestro que chocaba con su mirada. Sus ojos azules (que no eran nada comparado con los de cierta chica que conocía) seguían clavados en ellos tres, esperando explicaciones.

—Sólo queríamos hacer un buen reportaje... No nos estábamos rebelando contra Dios ni nada... —Cuanto más hablaba, más se daba cuenta de la tontería que habían cometido.

—¿Sabéis? En realidad me ha gustado que intentarais oponeros a mí —comentó el estrafalario ángel mientras le dirigía una sonrisa a Nathan—. ¿Cómo te llamas?

—¡Ancel! Soy el que ha organizado toda la operación... 

Tanto este último como Yael lucían muy emocionados.

—Será mejor que salgamos de aquí antes de meternos en un lío. Vosotros limitaros a seguidme.

Se sintieron bastante raros saliendo tranquilamente por la misma puerta de antes. O al menos, así se sentía Nathan, porque los otros dos andaban más confiados que nunca. Tras cruzarla, se encontraron con una Amara muy seria y el ángel que habían visto bastante cabreado.

—Raphael, ¿me puedes explicar qué está pasando?

—Ah, Gabriel, sólo espero que al menos tú no te dejes engañar por unos mocosos —inquirió señalando hacia el arcángel Chamuel que parecía bastante avergonzado.

—No había pensado que una jovencita mintiese de esa forma... —trataba de excusarse él.

—¡Amara! ¿Estás bien? 

Su amigo corrió hacia la chica. Era el único que se había preocupado por ella.

—¿Y éstos de dónde han salido? —cuestionó el arcángel Raphael.

De pronto, su confianza se tambaleó, pero Gabriel parecía bastante tranquilo.

—Son mis ayudantes. —Raphael le fulminó con una mirada acusadora, pero él continuó haciendo caso omiso de todo—. Les di permiso para que pasasen, pero veo que han tenido problemas con la seguridad...

—No nos enseñaron nada que les otorgase entrar —exclamó uno de los guardias, el que tenía más cara de malas pulgas.

—Señor Raphael, creo que es él el que les ha dicho todas esas tonterías sobre armas secretas —se atrevió a añadir el otro.

Gabriel no parecía tenerlas todas consigo, pero se limitó a reírse.

—¿Armas secretas? ¡Eso sólo eran historias para asustarles un poco! Estos jóvenes que imaginación tienen —exclamó y se  dirigió hacia el grupo de amigos—. Chicos, no le hagáis estas bromas a Raphael que, aunque no lo aparente, ya está bastante mayor. 

Ni siquiera Chamuel pudo evitar que se le escapase la risa. Así les encontró otro ángel que irrumpió ante ellos, todo vestido de plateado y con el cabello cuajado de adornos.

—¿Queréis quitaros de en medio? El desfile va a comenzar y los arcángeles deberían estar en su sitio. Gabriel, ¿tú no vas con ellos?

—Yo no soy un arcángel, señor Serafiel.

Gabriel sonrió para sí cuando vio que los muchachos habían aprovechado la ocasión para escapar.

Al final Raphael decidió desistir, pero cuando se disponía a irse con Chamuel, aprovechó un momento para dirigirle unas últimas palabras a Gabriel:

—Sabes que te estoy vigilando.

Después de este aviso, Raphael se marchó como si no hubiera pasado nada. El amenazado suspiró. Sería mejor que apremiase, los suyos le estaban esperando en algún lugar entre la muchedumbre.

***

De vuelta en Shejakim, los intrépidos reporteros ya estaban divulgando su historia por todo lo alto a pesar de que Gabriel les había quitado la cámara sin que lo notasen.

—Pero yo no me asusté, ¿sabéis? Y gracias a mi valor que le dejó impresionado, pudimos salir ilesos de todo eso —contaba un entusiasmado Ancel.

—Y todo gracias a la gema de mi abuelo, que sin ella no habríamos burlado a la vigilancia—clamaba Yael.

—¡Qué suerte habéis tenido! Gabriel es de los mejores guerreros ¡y de los más guapos! —se le oía decir a una chica.

—¡Qué va! Pero si es un hortera...

Entre varios gritos de asombro y gente que les pedía que les describiesen lo que habían visto, Nathanael pudo dar con la presencia de Amara, apartada de todo el jaleo.

—Oye, Amara. Siento todo lo ocurrido... Sin ti, la misión habría sido un fracaso. —Ante la indiferencia de ésta, el chico prosiguió—. Yo de verdad creo que eres una preciosa mariposa azul —añadió con cierta timidez.

—Gracias, de verdad, siempre eres muy amable conmigo. No entiendo qué le he hecho a la gente para caerle mal... Creo que soy muy rara.

—Eres especial y si los demás no se dan cuenta de ello es porque tienen envidia.

—No creo que nadie pueda tener envidia de mí, ni siquiera tengo una familia...

—¿Entonces es verdad que vives sola?

—No te preocupes por ello, me apaño biende. Amás, ni siquiera los ángeles suelen tener una familia de verdad...

—Para mí sí que son una familia. Llevan cuidando de mí desde que soy capaz de recordar. Además, les debo tantas cosas...

Nathan pensó en su padre, su madre, las broncas con su hermana pequeña... No entendía cómo alguien podía vivir sin todo eso.

—Para mí una familia surge como fruto del amor. Algún día —Amara prosiguió en tono soñador—encontraré a alguien que me quiera, y entonces, formaremos una familia de verdad.

Nathan no pudo evitar imaginársela hecha toda una mujer, entre sábanas de seda blanca y despertándose por la mañana rodeada de muchos niños con ojos azules y cabello despeinado...

—¿Te encuentras bien?

El chico se puso rojo como un tomate al salir de su ensimismamiento. ¿En qué rayos estaba pensando?

—Si... Esto... Oye, ¿por qué no nos unimos a la fiesta?

—No puedo... Tengo una misión...

—¡Pero si hoy es fiesta!

—Aún en los días festivos los ángeles tienen que ocuparse del mundo.

—Creo que abusan demasiado de tu amabilidad... —pero no le dejó terminar.

Amarael se despidió con un gesto y desapareció entre columnas de mármol blancas.

***

Gabriel entró en la habitación sin llamar a la puerta. Sonrió al ver una mujer tendida en la cama, esperándole. Una cascada de rizos color azabache caían sobre su marcada figura, cubierta solo por unas ajustadas prendas de encaje rosa.

—Estoy emocionado, Iraia. He conocido a unos chicos que poseían valor de verdad —le iba contando mientras se despojaba de la chaqueta que solía llevar abierta y la arrojó sobre una cómoda que había a un lado de la entrada—. Yo ya pensaba que los ángeles sólo luchaban por el destino, pero creo que me equivoqué.

Mientras seguía contándole lo acontecido esa mañana, se había ido acercando a la cama. Entornó la persiana y se sentó junto a su compañera que no paraba de sonreírle mientras le escuchaba.

—¿Y qué ha pasado con la reunión? —le preguntó ella tras quitarle la cinta que mantenía retenida su rojiza melena, la cual parecía encenderse con los rayos de luz que se filtraban a través de la ventana.

—Ya está todo cerrado. —Tras la mirada escéptica de ella, continúo hablando—. Raphael puso muchas pegas, como siempre, pero todo salió bien. —Ante esas palabras, sí que la sonrisa de Iraia se volvió más amplia mientras jugaba con algunos mechones de él—. Los otros me están esperando para felicitarme..., pero yo prefiero celebrarlo primero contigo —le susurró al oído. Su aliento era húmedo y ardiente.

Ya no pudo esperar más. Se rindió a la pasión olvidándose por completo de Dios, de los arcángeles, del Edén... El único paraíso en el que creía se encontraba bajo sus brazos, alimentándose de su calor. Y él estaba dispuesto a atravesar los siete cielos, el punto G o lo que hiciera falta para hallar esa felicidad eterna.

***

Muy lejos de allí, en la caótica Tierra, Amara contemplaba satisfecha la hermosura que se extendía sobre ella. Las flores habían vuelto a crecer y cubrían todo el valle como un manto de estrellas. Una agradable brisa la acariciaba suavemente. Las mariposas bailaban alrededor suyo y se volvía a escuchar el bendito canto de los pájaros.

"Bueno, misión cumplida"

Se dejó caer sobre la hierba fresca de la mañana. Se estaba tan bien allí... Había calma y tranquilidad, pero no cómo la que se sentía en su ciudad; no sabía explicarlo, pero era diferente. Si alguna vez llegaba a formar una familia, se iría con ella a vivir a un sitio como aquél. Cuando abrió de nuevo los ojos, se topó directamente con dos ojos grises que la estaban observando.

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