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Ya, esta es la última caja. Ha sido un largo día, pero ha valido la pena, ¡acabé la mudanza y sigo en pie!

Bueno, ni tan en pie, estoy toda arrimada en el sofá porque haber subido y bajado para buscar las partes de mi cama, podría haber contratado a alguien para ayudarme, pero soy una tacaña. Y podría haber llamado a algún amigo, pero no lo hice.

Miraba mi entorno, me fascinaba el ver mi nueva biblioteca atestada de libros, las fotografías familiares en las repisas, el enorme sofá en el que me dejé caer y que me dice "pasa en mí todas tus tardes de Netflix y lluvia", el televisor, las luces, todo esto me decía que no podría haber conseguido un mejor sitio para vivir. ¿Qué mejor que vivir donde la bella Londres se veía tan hermosa en todo su lluvioso esplendor? 

El techo con sus vigas resultaron algo que captó mi atención, ¿hice lo correcto?, ¿hice bien en alejarme de todo?, ¿podré pasar de página e iniciar una nueva aventura? Espero que sí.

Mi celular comenzó a sonar en la mesita a mi lado, me moví con pereza, ya solo quería morir en este sitio y revivir en unas horas más.

-¿Alo?

-¿Cómo va la mudanza, Bailey?- la voz de mi madre me hizo sonreír, creo que se había tardado un poco.

-Acabo de desempacar lo último, ahora estoy tirada en el sofá. -mi sonrisa no desaparecía, sentía paz y tranquilidad.

Sentí cómo ella sonreía. -Me lo imagino, ¿has llamado a tu hermana? Me parece que quería hablar contigo sobre la universidad.

Suspiré, -sí, madre, la llamé y dice que todo está bien, que puedo integrarme dentro de una semana, que tienen mi inscripción y que si tengo la brillante idea de cambiar de ciudad, me dará con la chancleta.

Mamá rió. -Entiéndela, no nos lo esperábamos, esto es algo nuevo.

-Lo sé, mamá. -miré la hora en el reloj de la pared. -Bien, debo irme, el trabajo me espera.

-Muy bien, cariño, que te vaya bien. Cuídate mucho y nos hablamos a la noche. Te amo.

Sonreí. -Yo también te amo, mamá.

Colgó.

Muy bien, en lo que encuentro mi mochila y mi uniforme, les pondré al tanto de mi vida.

Me llamo Bailey Maddox, tengo 23 años y soy del hermoso grupo sanguíneo O (+), es decir, de la sangre más común en el mundo. Nací un bello 31 de octubre, por lo que, prácticamente, nací gritando "dulce o truco" y la tarjeta que le colocaron a mi cunero fue "soy una monstruito", gracioso, ¿no? Pues, tengo una hermana mayor, Jamie, y un hermano mayor, Dylan, por lo que, sí, soy la más pequeña de la camada. Nuestros padres se separaron cuando yo tenía nueve años, pasé por un periodo de depresión por unos 3 meses ese año, y creo que eso es lo básico.

Soy estudiante de quinto año de ingeniería en informática, por lo que este es mi último año y decidí venir a gran capital de nuestra querida nación para poder conseguir pronto empleo, así el golpe no sería tan grande.

Aunque mentiría si digo que es lo único que me trajo aquí.

Estoy huyendo, ¿sabes? Huyo de algo que se llama "amor", esa cosa que te hace feliz, triste, enojado y aterrado al mismo tiempo, ¿por qué huyo de él? Pues porque no quiero lastimar a nadie con mis problemas psicológicos, mis rollos desastrosos y...

Porque rompí con la persona que me hacía más feliz en el mundo.

Rompí su corazón, rompí el mío.

Él encontró a otra persona. Y yo me quedé aquí, sola.

Sueno patética, ¿no es verdad? Bueno, no importa. Si esto me puede ayudar, haré que funcione.

Encontré todo lo que necesitaba, es hora de que vaya al café y empiece a atender las mesas. Bajo trotando las escaleras porque no soy fanática de los ascensores, aparte de que soy asombrosamente perezosa y debo hacer ejercicio sino quiero volver a tener problemas de sobrepeso y estar al borde de una enfermedad hormonal.

- ¡Maddox!- escuché a mi espalda.

Me volteé y sonreí- ¡Aldrich! Apresúrate que vamos tarde.

Jackson Aldrich era mi mejor amigo aquí, ¿por qué? Porque es amable, extrovertido, chiflado, atractivo... y es gay. No hay una mejor combinación, y no, no es el gay que todo el mundo ve y piensa automáticamente que lo es, es del tipo que derrocha testosterona en todas partes, y que sigue siendo confundido con mi novio.

-Y... ¿qué tal el sitio que te recomendé, mi pequeña saltamontes? -pasó sus manos por detrás de la cabeza, lo que me llevó a mirar su cabello con tonos azules.

-Fabuloso, en serio, no sé cómo agradecerte este favor, Jack. -sonreía y miraba hacia el café. Me sentía tan feliz.

Jack me miró pícaro. -Ya sabes cuál es una buena paga, mi querida amiga.

Le di un pequeño codazo. -Sabes que no voy a bailar la Macarena en el café, así que, creo que sólo te invitaré a un bar y te pagaré la cerveza.

-No olvides que también la entrada. -ambos reímos y llegamos al café.


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