¡Nuestro!
Espero que les guste~
Nota: A mi gata le valgo madres pero sé que existen ese tipo de gatos que se enojan si huelen a otro felino en su dueños o bueno, eso según los videos xD
Dogman no tomaba café ni nada por el estilo, no le gustaba el fuerte aroma de eso y mucho menos su sabor, pero aun así, visitaba una pequeña cafetería en especifico cada vez que podía.
-¡Bienvenido, Dogman!- y la dueña del lugar siempre lo recibía con una gran sonrisa, contenta de tenerlo allí, saliendo de su lugar tras el mostrador para acercarse con animo y ojos brillantes. -Llegaste en un gran momento- su emoción apenas contenida es contagiosa y el perro se encuentra sonriendo de igual manera, siguiéndola para adentrarse aun más en el lugar al verla hacer un gesto ligero. Pudo ignorar el aroma a café, más concentrado en el sonido de maullidos agudos y mezclados que se empezó a escuchar, haciendose más fuertes entre más se acercaba a la zona. La vista de los felinos que se mueven por la cafetería con confianza y tranquilidad hace que los ojos del perro brillen con felicidad, algo que solo aumenta cuando nota figuras más pequeñas que andan por el suelo alfombrado, tropezando con sus pequeñas patas. -Tenemos nuevos gatitos~- hay muchos, todos de diferentes aspectos y tamaños, algunos de pelaje corto y otros tantos de más largos pero todos allí, cada uno haciendo lo que sea que pudiera en ese lugar.
La dueña sonríe con encanto al notar como el rostro del policía se ilumina.
-Adelante- ella rebusca en el bolsillo de su delantal y saca una pequeña bolsa llena de dulces para gatos que no duda en empujar hacia las manos ajenas. -Toma todo el tiempo que quieras- le guiña el ojo con diversión ligera antes de darse media vuelta y alejarse, dispuesto a volver a su trabajo y dejando al perro allí, luciendo encantado en poder acercarse a los felinos, sentándose en donde le pareció conveniente. No tardo mucho en llamar la atención de algunos gatos, quienes dejaron lo que hacían para acercase.
Dogman ama a los gatos, lo adora al decir verdad. Había algo encantador en verlos, en los felinos grandes con expresión de pocos amigos que mostraban la barriga por un premio y caricias, también en los más jóvenes y pequeños, aquellos que tropezaban sobre sus propias pequeñas patas y que no tenían reparos en maullar de la manera más ruidosa posible, exigentes de atención y cariño por igual. Los amaba, a todos y cada uno de ellos, podía pasar horas acariciando a los felinos que le reclamaban y exigían, rodeado de su calidez, escuchando sus sonoros maullidos y ronroneos.
Era de sus momentos favoritos del día, desde que descubrió ese pequeño lugar de pura casualidad no mucho tiempo después de su cirugía, y era algo que hacia cada vez que tenía la oportunidad antes de volver a casa.
Incluso ahora que tenía dos felinos especiales en su propio hogar.
-¡Dogman!- Li'l Petey dejo de lado sus crayones y sus dibujos a favor de levantarse de un salto, esquivando las hojas extendidas a su alrededor, moviendo la cola cual perro ante el sonido de la puerta principal que se abre y el ladrido que resuena por la pequeña casa. -¡Volviste!- el perro se anima cuando sus ojos se encuentran y cae de rodillas en el suelo sin mucho problema, con las manos extendidas y una gran sonrisa, a lo que el gatito no duda en medio lanzarse sobre el otro para ser atrapado y apretado en un abrazo apretado que lo hace reír.
Es parte de la rutina de cierta manera, algo que hacen desde que empezaron a vivir todos juntos como una rara y bonita familia pero esta vez, el pequeño felino puede notar algo diferente.
-¿Eh?- sus patas se aferran a su figura paterna y olfatea de manera tentativa la ropa ajena, frunciendo el ceño apenas, sin notar que parte de su pelaje se eriza. Dogman huele a lo de siempre, algo de humo y sudor, a pasto mojado y tierra, también a carne pero por encima de todo eso, más fresco y fuerte, hay olor a animal. A gato o más bien, a gatos para ser más específicos. Y ahora que esta consiente de eso, puede notar los pelos de estos mismos sobre la tela azulada del uniforme policial. Li'l Petey no se considera a si mismo como alguien egoísta, le gusta compartir y su maestra de la escuela le había dicho que era un gatito realmente amable, pero de repente, siente una punzada de algo en su pecho. No le gustaba esa mezcla de aromas felinos encima de Dogman, los quería fuera y sabía quien iba a estar de acuerdo con él. -Dogman- se separa para poder mirarlo, sin notar como los ojos ajenos se fijan en su cola repentinamente erizada. El perro siente que suda, ansioso, sin entender con exactitud que estaba pasando en si pero sintiendo que había cometido alguna especie de error. -¿Puedes bajarme, por favor?- el policía asiente, tentativo y nervioso, moviéndose para dejar al menor en el suelo, quedando arrodillado en su lugar, atento.
Ambos se miran, uno luciendo un puchero ligero y el otro al borde de una crisis por ansiedad.
-¡Papá!- Li'l Petey es quien rompe el extraño silencio con un grito que resuena un poco por la pequeña casa, con el policía sobresaltándose y agitando las manos con cierto pánico, casi como una especie de suplica, incluso si aun no tiene muy en claro que estaba sucediendo. -¡Papá!-
-¿Qué changos sucede contigo, chamaco?- Petey sale de la cocina con mala cara, luciendo molesto y algo frustrado ante los gritos del menor, relajando apenas su postura al ver que nada malo estaba sucediendo allí. -Ah, volviste- sus ojos se fijan en el perro, quien se encoge un poco más en su lugar al notar como el ceño del felino mayor se frunce lentamente, arrugando la nariz con una mueca de asco. -¿Qué rayos es ese olor?-
-Es Dogman- el gatito no tiene ningun tipo de vergüenza en señalar al mencionado de manera acusadora, mientras este se huele a si mismo con cierta desesperación en este punto. No se había revolcado en el barro esta vez, ni en el pasto o la basura, se había portado muy bien en su opinión, así que no debería apestar pero a juzgar por las expresiones de ambos, parece ser que si. Mantiene la vista baja mientras el gato se acerca, quieto cuanto este se inclina y apretando los puños con fuerza al ser olfateado, haciendo un puchero ante el sonido de disgusto que hizo el otro. -¿Puedes arreglarlo, papá?- el menor luce esperanzado y suplicante, con el perro sintiéndose un poco herido en este punto.
-Me encargare de eso- Dogman suelta un chillido ante la pata que parece agarrarlo desde la parte de atrás de su uniforme, encogiendo sus extremidades con asombro ligero al encontrarse siendo medio alzado y parpadeando ante el rostro de Petey, quien enarca una ceja hacia él. -Necesitas un baño, urgente- el perro solo es capaz de emitir un gemido suave y triste al ser llevado hacia el baño, confundido y algo herido, siendo dejado en el suelo de allí con suavidad. El felino se mueve por el pequeño cuarto, abriendo las canillas para llenar la bañera con agua suficiente y asegurándose de la temperatura antes de cerrarlas al parecer, volteándose a ver al perro que solo se queda muy quieto de momento. -Bien, ropa al cesto, zapatos a un costado y tu, a la bañera- señalo en forma de orden, Dogman frunciendo el ceño pero decidido a obedecer, esperando alguna especie de explicación más tarde, sacándose el gorro para dejarlo caer dentro del cesto que había allí. -Volveré en unos segundos- asiente, satisfecho de cierta manera, y sale de allí, cerrando la puerta de momento.
Al estar solo, Dogman de exasperación, lleno de confusión y molestia por igual, gruñendo entre dientes en una especie de burla mientras se sacaba la ropa para dejarla en el cesto de igual manera, empujando sus zapatos fuera del camino antes de adentrarse en el agua y hundirse un poco, sintiendo que se relajaba ante el agua tibia. No entendía que rayos estaba pasando por la cabeza de los gatos, en serio que no, pero supuso que era algo de sus especie que quizás, si tenía mucha suerte, se lo iban a explicar en algún momento. Aunque eso no quitaba que todo el trato repentino dolía. Amaba a Petey y a Li'l Petey con cada fibra de su ser, así que su actitud y rechazo le dolían, lo suficiente como para que un gemido largo y triste saliera de si.
-¿Qué sucede? ¿Muy caliente?- Petey entra en ese instante, sosteniendo un cambio de ropa y pantuflas junto con una gran toalla verde entre sus patas que deja en la superficie más cercana, mirando al otro con preocupación. El perro parpadeo, perdido una vez más, apenas recordando negar como respuesta. -Bien, genial- rebusca entre las cosas de los tres, ignorando las cosas del perro a favor de agarrar los suyos propios y acercarse a la bañera ante la atenta mirada de los ojos castaños, quien parpadea al verlo arrodillarse a su lado. -Pondré esto en tus oídos, ¿si?- hizo un gesto, mostrando tampones para los oídos, quien se encoge apenas de hombres y alza las orejas, dejando al otro hacer lo que quisiera.
Se sorprende mucho cuando Petey deja caer una generosa cantidad de shampoo entre sus patas, un fuerte aroma a cítricos llenando la habitación, frotando apenas para crear espuma antes de tocar la cabeza del perro. Dogman cierra los ojos por puro instinto, apoyándose en las patas cuyos dedos frotando su pelaje de manera firme pero amable. Es una sensación rara, dejar que alguien lave su pelaje, no a sentido algo así desde toda la cosa de su cirugía pero lo disfruta, trayendo consigo una cierta melancolía ante los recuerdos de su dueño haciendo lo mismo cuando solo era un perro mascota y alivio porque no parece que Petey estuviera enojado con él en si.
No es capaz de ver la sonrisa cariñosa que se dibuja en el rostro del felino cuando sus patas rascan bajo la barbilla del perro, bufando para si mismo cuando este se apoya con pesadez en el toque, soltando un sonido lleno de satisfacción y felicidad.
Al final de todo eso, Dogman se siente mucho mejor que hace unos minutos atrás, con el pelaje peinado y secado con secador por parte del felino, vistiendo una pijama cómoda y suave contra su piel, además de pantuflas que no tiene muy en claro de donde salieron. Huele a cítricos, algo a lo que no esta del todo acostumbrado porque sus productos no tienen aroma alguno, pero no le importa, porque sus gatos favoritos de la vida parecen mucho más tranquilos. Li'l Petey se le lanza encima en cuanto puede, abrazándolo con cariño y con su pequeño cuerpo vibrando con ronroneos sonoros, con Petey sonriendo con satisfacción y cariño, llegando a acariciar su cabeza más de una vez.
La cena es tranquila, familiar, y en la noche es cuando todo vuelve a ser un poco raro.
Dogman es apartado de su adorada cama, terminando en medio de la cama que el propio gato había comprado en su mudanza, aplastado entre el par. En su pecho esta Li'l Petey, aferrado con garras que se enganchan en la tela de su ropa y ronroneando con fuerza, un sonido que aumenta el volumen cuando el perro se atreve a rascar su nuca con uno de sus dedos. Detrás del policía esta Petey, siendo una de las primeras veces que en realidad lo abraza y se acurruca antes de dormir, con sus largos brazos rodeando al más bajo y apretándolo contra su pecho, usando su larga y alta contextura para rodearlo. Las mejillas de Dogman arden, pudiendo sentir una larga cola enredada en una de sus piernas que aprieta apenas su agarre y un rostro medio enterrando contra su nuca, pudiendo sentir el pecho del felino mayor vibrar en un ronroneo más silencioso en comparación de su hijo.
Todo eso es raro, aunque Dogman en si no puede quejarse demasiado, contento de ser abrazado por los gatos que tanto adora y feliz de que estos no estuvieran enojados con él, aunque aun esta muy confundido acerca de todo lo que había sucedido.
Extra XD
Dogman se anima a preguntar al día siguiente, sin querer cometer ningun error que pudiera molestar a los felinos otra vez.
-Ah- Petey hace una mueca al notar lo ansioso que esta Dogman. Juega con sus dedos, luciendo como perro regañado al decir verdad, con las orejas bajas y ojos brillantes llenos de suplica, en espera de una explicación. -Changos, sabía que había olvidado algo- se paso una pata por el rostro con cansancio, nervioso de repente, sintiendo que sus propias mejillas arden bajo todo su pelaje. Nunca pensó que tendría que explicar el instinto felino pero tampoco pensó en su vida que consideraría a ese perro su familia y allí estaban. -Es...una cuestión de aroma, ¿ok?- siente vergüenza, mientras el perro solo puede ladear la cabeza, emitiendo un sonido suave y lleno de confusión, sin entender.
-¡No nos gusto que olieras a otros gatos!- Li'l Petey es suficiente sinvergüenza como para responder aquello, con el pelaje apenas erizado y los ojos bien abiertos, mientras su padre hunde el rostro entre sus patas con un gemido lleno de sufrimiento. -¡Eres nuestro!- las orejas del perro se alzan ante eso, sorprendido, sin haber pensado en algo así pero sintiendo una cierta calidez creciendo en su pecho al entender. Sus gatos favoritos no habían estado enojado con él en si, solo molestos por el aroma a felino que tenía encima en ese momento, las cosas tienen un poco más de sentido ahora.
-¡N-No lo digas de esa manera!- el gato sostiene al pequeño gatito, escandalizado y avergonzado por igual, solo logrando que el menor soltara una risa llena de diversión y encanto, sonido que solo aumenta cuando el mayor lo suelta con un suspiro lleno de cansancio y resignación. -Pero...si, supongo que esa es una forma de decirlo- bufa ante la sonrisa que se estaba dibujando en el rostro del perro, entre burlón y divertido pero aliviado de que el can no se lo hubiera tomado a mal. -Lo siento, Dogman- su larga cola se estira para rodear la muñeca ajena y tirar, obligándolo a acortar la distancia entre ambos. El perro tropieza, tomado con la guardia baja. -Pero te tengo malas noticias- el perro observa la pata que agarra su mano libre, atento y sintiendo que su nerviosismo crece ante los dedos de pelaje naranja que se entrelazan con los suyos, levantando la vista ante la otra pata que sujeta su cintura y soltando un sonido ahogado lleno de nerviosismo ante los ojos verdes con los que se encuentra. Los ojos del felino parecen brillar, al mismo tiempo que una lenta sonrisa se dibuja en su rostro. -Estos felinos no comparten~- sonríe, enorme y casi luciendo como si tuviera dientes afilados por unos segundos.
-¡Dogman es nuestro!- el gatito victorea con alegría infantil.
El perro policía suelta un nuevo sonido, roto y apenas audible, mientras se inclina para enterrar su rostro en el pecho del felino en un intento de ocultar su nerviosismo pero sin poder negar que esta algo encantado al mismo tiempo, sintiéndose amado y cálido hasta el punto en el que no sabe que hacer realmente. Dogman adora a los gatos pero por sobre todo, los adora a ellos.
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