El Intruso
Espero que les guste~
Nota: Mi usual ayuda me pidió algo dulce pero con un Petey celoso y posesivo, así que aquí esta :3
-¿Ya te vas?- Petey se paro, observando como el perro se acomodaba el uniforme, este mostrando una gran sonrisa y luciendo demasiado emocionado para ser tan temprano pero aun así, el felino no pudo evitar sonreír con cariño ligero al recibir una asentimiento entusiasta como respuesta. -Bien, buena suerte en el trabajo- el perro ladro y el gato lo observo moverse para abrir la puerta, sintiendo una sensación de incomodidad en su pecho, sabiendo que su instinto le gritaba porque hiciera algo que seguro lo avergonzaría más tarde. -Oye- llamo antes de que pudiera salir siquiera, cálido cuando el otro no dudo en voltearse a verlo, sin poder luchar contra el cariño que crecía. Dogman tenía una manera muy particular de hacerse querer pero también, amaba con fuerza, haciéndote sentir querido con cada pequeño gesto y el gato se retorcía en la intención, incluso si era por unos segundos. -¿Un abrazo?- abre los brazos, sintiendo sus patas temblar con cierta ansiedad, aunque sabe que no será rechazado.
La forma en la que el rostro del perro se ilumina casi como un niño al que le estaban ofreciendo su juguete favorito en la vida hace que el felino bufe, algo que se convierte en un quejido ahogado cuando el otro medio se le lanza para poder rodearlo con sus brazos. Retrocede un paso por la fuerza y siente que se queda sin aliento por un segundo pero no tarda ni un segundo en corresponder el gesto. Dogman tiene una contextura pequeña y es bajito, de los más pequeños en toda su estación al decir verdad, pero para Petey, el perro tiene el tamaño perfecto para poder acurrucarse a su alrededor y le da la oportunidad de frotar su mejilla contra la cabeza ajena de manera casi descarada, revolviendo su propio pelaje y el ajeno, tirando el gorro de policía en su emoción. Hay un ronroneo, apenas sonoro pero que vibra en su pecho y garganta, algo que no puede callar del todo a pesar de que lo intenta pero que logran que la alegría del perro solo crezca, apretando su agarre.
-Bien, suficiente o vas a llegar tarde- se aclara la garganta y se aparta pero a pesar de la ligera vergüenza que hace arder sus mejillas, alza las patas para acunar el rostro ajeno y ante los ojos brillantes que lo observa, golpea muy suavemente su nariz con la ajena, pudiendo sentir el cuerpo del perro temblar con energía apenas contenida. -Ve y ten mucho cuidado- lo soltó a favor de inclinarse para agarrar el gorro caído, sacudiéndolo apenas antes de ponerlo donde corresponde, ganándose una brillante sonrisa. -Y no dejes que los inútiles esos que están en tu estación te molesten demasiado- Dogman ladro, tomando las patas ajenas para darles un tirón y obligar al más alto a inclinarse, lamiendo la mejilla, dejando el pelaje naranja húmedo y despeinado, alejándose antes de recibir cualquier reclamo. -Perro asqueroso- pero a pesar de sus palabras, esta sonriendo, lleno de cariño. En este punto, después de meses de vivir juntos, se había resignado al amor baboso que el perro mostraba.
¿Cómo changos había llegado a todo eso? Petey no lo tendía muy en claro pero a pesar de lo mucho que toda su vida había cambiado, no podía encontrar nada en si para quejarse...aunque en si, nunca había esperado reclamar como parte de su territorio a quien había llamado su enemigo durante mucho tiempo.
Los gatos podían ser posesivo, no solo respecto a un territorio, sino también a quienes vivían cerca en si. Lo reclamaban con aromas imperceptibles para cualquiera sin un sentido del olfato tan bueno como el de un felino en si, frotando y amasando, dejando una clara firma que decía "esto es mío" que tenía toda la intención de mantener a los otros gatos alejados. Podían ser protectores en todo caso con aquello que amaban y atesoraban pero Petey era un acaso especial. Mucho de su instinto había quedado dormido después de la muerte de su madre, la persona más importan en su vida, y no había tenido nada más que su edificio para reclamar como suyo en si, sin permitir que nadie entrara a su corazón por miedo a otra perdida.
Y entonces es cuando llego Li'l Petey, abriéndose paso con grandes sonrisas y ojos brillantes, con comics dibujados a mano y chistes asquerosos sin sentido alguno pero aun así, logrando hacerse querer de alguna manera. Dogman llego no mucho después, colándose en su vida con descaro total, lleno de amabilidad y cariño genuino que solo pareció crecer cuando los felinos terminaron por mudarse con él en cierto punto. Petey nunca había pensado que tendría a quienes reclamar como "suyos" o un nuevo hogar que llamar "suyo" pero ahora los tenía, una pequeña familia que amaba y adoraba con cada fibra de su ser, un hogar cálido y lleno de cariño, tenía ambas cosas, incluso si aun todo eso le parecía raro.
Li'l Petey no tenía vergüenza alguna, reclamando ese pequeño lugar pasando sus garras por cada superficie posible cada cierto tiempo, amansando y restregándose en contra de Dogman en cada oportunidad de tenía, siempre feliz y contento de seguir su instinto sin mucho problema. Y aunque Petey era el adulto entre ambos, tampoco podía luchar mucho contra ello al decir verdad, sintiendo sus mejillas arder cada vez que se permitir ceder a su instinto felino y con eso empeorando ante los felices chillidos que se ganaba de su hijo. Toda la cosa del reclamo era algo instintivo, algo de gatos, y por ende...Dogman no tenía idea de nada. Petey es muy consiente que debería explicar las cosas, sentarse como un adulto maduro y todo eso, pero era un pensamiento mortificante al decir verdad, la vergüenza siempre lo invadía y creaba un nudo en su garganta que ahogaba cualquier cosa que intentara decir, así que dejo de intentarlo.
Y cree que ahí estuvo su gran error.
-Bienvenido- lo saludo cuando el perro volvió, este mostrando una sonrisa a pesar de lucir algo sucio y cansado, y aunque todo parecía normal, Petey no pudo evitar arrugar la nariz cuando logro oler un aroma muy particular. -Hueles a gato- hay algo feo que se retuerce en su estomago que eriza un poco su pelaje pero se obliga a mantener la calma. Conoce el trabajo de Dogman, sabe lo que hace y estaba dispuesto a soportar todo lo demás, pero aun así, ese detalle lo molesta más de lo que le gustaría. -¿Uno de tus criminales de hoy era un gato?- toma la gorra ajena e ignora que quizás es un poco invasivo de su parte seguirlo por la casa pero no recibe queja alguna y termina por hacer un gesto ligero, medio obligando al otro a sentarse en su cama, mientras él mismo rebusca en los cajones ajenos en busca de un cambio de ropa. El perro apesta a otro gato, no quiere que eso quede en ninguna otra parte.
Dogman aprovecha eso para sacar su teléfono y escribir allí, con el felino esperando con cierta impaciencia pero poco dispuesto a presionar al perro, sabiendo lo que le costaba expresarse en palabras y más aun cuando tenía que escribirlas.
-"Su nombre es Milo"- suena la voz que Petey había instalado hace algún tiempo y que negara hasta el fin de sus días que tiene un tono muy parecido al suyo. -"Es un criminal menor pero que molesto mucho al jefe"- el rostro del perro se ilumina con orgullo por haber podido escribir lo que quería y ante eso, la expresión del felino se derrite en algo más suave y lleno de cariño.
-¿Qué tanto?- enarco una ceja, observando con diversión ligera como el policía parece tropezar un poco en su apuro, alzando las orejas al encontrar lo que buscaba y volteando el teléfono. Es una foto, una que muestra a Chief atado y sentado en la vereda que el felino supone que es la que esta frente a la estación, amordazado pero aun así, luciendo como si estuviera gritando por lo roja que están sus mejillas y lo furioso que se ve, con marcador negro en todo su rostro y algunos policías con grandes sonrisas a su alrededor, uno pareciendo intentar ponerle una peluca de mujer entre risas. Más allá, puede ver una parte del auto policial, con el lado visible con algo dibujado pero no demasiado claro. -Oh- bufo, casi sintiendo pena por el hombre. Casi. -Un bromista, ¿eh?- el perro asintió, con una sonrisa que intenta ocultar, usando su dedo para mostrar la siguiente foto.
Petey frunce el ceño ante eso.
-Y supongo que ese es Milo- acepta el aparto que el perro le extiende, dejándolo buscar sus pantuflas bajo la cama a favor de analizar la foto. Puede ver a un felino allí, de pelaje blanco y negro, con una mancha en el rostro que casi parece una mascara natural al decir verdad, de grandes ojos azules que parecen estar fijos en la cama y una gran sonrisa. Vista una campera absurdamente colorida al juzgar por el brazo que rodea al perro y lo aplasta contra su pecho, el rostro del policía delatando su confusión. Ahora podía entender la razón por la que el perro olía tanto a ese gato, este había invadido el espacio personal ajeno con descaro. -Tiene cara de imbécil- bufo para si mismo, volviendo su atención al perro que se endereza con una sonrisa victoriosa en su rostro y pantuflas con apariencia de dinosaurio en manos. -Espero que le patearas el trasero directo a la cárcel- se levanta con la ropa ajena entre sus patas y empezando a caminar tras el perro que se dirige al baño.
Dogman hace un gesto con la mano, haciendo una mueca, abriendo la puerta del baño y adentrándose, luciendo un puchero mientras abre las canillas para empezar a llenar la bañera.
-¿Qué quieres decir con "más o menos"?- enarco una ceja, devolviendo el aparato a su dueño cuando este deja las pantuflas en el suelo, dejando la ropa ajena en la primer superficie que encuentra a favor de dejarlo escribir.
-"Me hizo ver sus dibujos"- suena esa voz una vez más.
-¿Para ir a la cárcel de forma pacifica?- bufo ante el asentimiento del perro, cerrando el flujo de agua al notar que ya era suficiente, sin poder entender las intenciones de ese gato pero sin caerle bien, en lo más mínimo. -Supongo que eso es mejor que nada- aunque le hubiera gustado que Dogman le pateara el trasero pero ese felino parecía no ser tan estúpido como se veía. -Venga, báñate- toma el teléfono una vez más, ansioso porque el aroma del desconocido se desvaneciera de una vez. -Que luego te secare el pelo- sale, sonriendo apenas al alcanzar a escuchar el ladrido feliz de parte del policía antes de cerrar la puerta, bajando la vista para ver el teléfono de carcasa azul y dudando un segundo o dos antes de ir directo a las fotos, frunciendo el ceño al encontrar que había dos más.
En una, podía ver a Dogman de fondo, sentado en el suelo y pareciendo concentrado en el cuaderno de tapa colorida que sostenía entre sus manos, de seguro viendo los dibujos del felino que estaba en frente de la cámara, sonriendo con diversión y emoción, su pata levantada con dos dedos en alto en un signo de paz. Y en la siguiente, solo estaba el supuesto Milo, mirando de frente a la cámara con una sonrisa burlona y llena de superioridad, haciendo un gesto obsceno.
-Maldito imbécil- soltó un gruñido de ira apenas contenida, tomando esa foto como algo personal al decir verdad, apenas controlando su fuerza al apretar el "borrar" para mandar al diablo esa estúpida cara de momento. Se sentía casi como una declaración de guerra o algo por el estilo.
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