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Diferentes Circunstancias #2

Espero que les guste~

Nota: Use mucho del canon de Petey pero al mismo tiempo, modifique bastante xD

Nota-2: Jack es un Oc creado específicamente para este Au, una figura paterna decente que necesitaba para esto y porque me negué a siquiera intentar hacerle un arco de redención al bastardo de Grampa :3

Petey era un niño con una vida feliz pero complicada al mismo tiempo. Había tenido una casa, una cama, comida y juguetes pero todo eso se termino cuando su padre, un gato tosco mayormente ausente que solo gritaba insultos y les hacia daño tanto a él como a su mamá cuando decidía presentarse como si no hubiera pasado mucho tiempo desde que lo vieron, termino por llevarse todo. Y si, se llevo todo. Juguetes, muebles, tecnología y demás, no dejo nada más allá que aquello que no tenía un gran valor monetario en si, aunque si dejo una nota en la puerta, anunciando que había vendido el lugar.

Lo que más le dolía a Petey fue ver la expresión de su mamá desmoronarse ante eso, llena de tristeza y angustia pero con gran decepción, juntando con patas temblorosas lo poco que ese gato había dejado atrás y con los ojos brillantes de lagrimas que se negaba a derramar. Y a pesar de todo eso, ella aun tuvo fuerzas para mostrarle una sonrisa, poniendo cara de valiente y agarrando su pequeña pata en la suya antes de guiarlo hacia la vereda para alejarse de allí a paso lento, en busca de otro lugar.

Y a pesar de sus mejores esfuerzos, no parecen tener suerte en ese día y todo solo empeora mientras el cielo parece oscurecerse, con nubes negras y tormentosas que se elevan por encima de la ciudad. La lluvia cae con fuerza y tanto madre como hijo corren, encontrando refugio dentro de una pequeña y bonita cafetería con pocos clientes que parecen estar retirándose en ese momento, capaces de salir gracias a tener paraguas. Petey tiembla, húmedo, sintiendo un frío que casi parece llegar a sus huesos pero alza la vista y observa a su mamá, preocupado. Puede ver su expresión decaer aun más que antes, angustiada y frustrada, mirando el charco que se forma bajo ellos con impotencia, sus labios temblando al mismo tiempo que sus ojos se humedecían una vez más.

-¿Mami?- su voz parece hacerla reaccionar y él le regala una pequeña sonrisa cuando sus ojos se encuentran con los ajenos, pudiendo ver como la preocupación la inunda en segundos.

-Oh, gatito- Grace deja a un lado su bolso y medio cae de rodillas en el suelo, con las patas cuidadosas acunando el rostro de su bebé, quien se apoya en el toque con un ronroneo suave a pesar de la incomodidad de su pelaje y el frío que llega a su piel. -Todo estará bien, todo estará bien- se inclina para lamer suavemente la frente del menor, como si intentara secarlo así o algo por el estilo, luciendo al borde de desmoronarse por la desesperación. No tiene nada, solo un pequeño bolso con pocas cosas, pero nada que les sirva para su mala situación.

-Creo que esto podría ayudar- ambos alzar la vista ante la repentina voz y se encuentran con un felino que se acerca a ellos con paso tranquilo, sosteniendo toallas entre sus patas, y vistiendo una especie de delantal que parece ser el uniforme del lugar. El felino es alto, de contextura delgada y cierta musculatura a simple vista, su pelaje algo largo que lo hacían lucir ligeramente esponjado, de color castaño que parece oscurecerse mientras se acerca a sus extremidades hasta el punto de que sus patas y la punta de su cola parecen de un tono negro profundo. Tiene una sonrisa en su rostro, del tipo que muestras sus colmillos, y ojos negros pero brillantes. -Tengan, se enfermaran si no se secan- dio unos pocos pasos para terminar de acortar la distancia entre ellos y deja caer con suavidad las toallas en las patas ajenas, tarareando al ver tropezar un poco en su apuro por no dejar que eso toque el suelo, mirándolo con asombro. -Y cuando terminen, pueden dejarlo en el respaldo de alguna silla- hace un gesto y luego se aleja, yendo tras el mostrador y hacia lo que parece ser la cocina, tarareando una melodía suave.

Eso deja a madre e hijo solos por unos segundos. Grace, a pesar de su confusión y asombro, es rápida en envolver a su pequeño con una de las tollas y dejarlo sentado sobre una silla a favor de secarse a si misma, sin querer mojar más el suelo de lo que ya lo hicieron. El pelaje de ambos es un desastre, revuelto y con cierta estatura debido al frote para quitar todo el exceso de agua pero al menos, están secos y Petey ya no siente frío.

-¿Estás bien, gatito?- acaricia su mejilla, alisando con sus patas el pelaje de su hijo, quien se retuerce entre risas por la sensación de cosquillas que eso causa. Petey tararea, feliz de solo tenerla a su lado y de estar cerca, balanceando apenas sus patas al verla enderezarse y voltearse, justo a tiempo para ver a ese felino salir de la cocina sosteniendo una bandeja con tazas humeantes.

-¿Se sienten mejor?- les sonrío, acercándose, dejando aquello sobre la mesa en la que están y colocando cada taza en un lugar, una más pequeña y de plástico siendo la última, para el pequeño felino que lo observa con curiosidad. 

-Muchas gracias por tu ayuda- Grace habla, amable y educada pero luce ansiosa, mirando las tazas y luego el rostro del felino. -Y te agradezco el gesto pero...- Petey sabe lo que ella no quiere decir en voz alta. No tienen dinero, ni un centavo, Grampa se llevo hasta los ahorros que ella tanto había escondido.

-No te preocupes por eso- su cola se mueve con tranquilidad, dejando la bandeja encima de otra mesa después de acomodar todo y cambiando el cartel de "abierto" a "cerrado" antes de sentarse frente a su propia taza. -La casa invita, querida- agarra la taza pequeña y que parece ser de plástico, con un diseño brillante y colorido para niños a su alrededor, que acerca al menor. -Es para calentar el alma, pequeño- le guiño el ojo con ligera diversión y Petey mira a su mamá, quien duda un momento pero le regala una sonrisa suave y un asentimiento. El menor tararea ante la calidez que siente a través del plástico, olfateando de manera tentativa, y animándose ante olor a leche, tomando un pequeño sorbo que lo hizo ronronear con encanto. 

-Espero que esto no sea ningun problema- Grace se sienta con mucho cuidado, sus manos acunando su propia taza y suspirando apenas ante la calidez, mostrando una sonrisa pero su cola se sacude, delatando su ansiedad.

-Nha, soy el dueño y no pienso presentarme una queja a mi mismo- se encogió de hombros, bufando para si mismo y al sonrisa de ella se agranda un poco, tomando un sorbo, sintiendo que su cuerpo se relaja un poco ante eso. -Ah, tiempo loco- miro hacia la ventana, admirando la lluvia que caía, sin hacer amague de detenerse pronto. -Por cierto, mi nombre es Jack- es bueno ponerle un nombre a la cara al fin. -Y son bienvenidos a quedarse todo el tiempo que necesiten-

-La lluvia es molesta- Petey comenta antes de que su mamá pudiera hablar y es extraño recibir la atención de un adulto masculino, quien en vez de verlo con fastidio o algo así, parece divertido por su comentario.

-Totalmente, amiguito- asiente ante sus palabras. -La lluvia es muy molesta, en especial por la humedad porque eso hace que...- su pelaje se esponja de repente y el menor salta ante eso, sorprendido igual que sus mamá, mientras él deja escapar un suspiro de cansancio. -...me esponje- intenta alizar un poco su pelaje, aunque es inútil y solo parece empeorarlo. -Que bueno que no tengo globos por aquí o tendría problemas, ¿no crees?- hace un gesto con las cejas y Petey bufa, riendo de solo imaginar a ese gato lleno de estática, atrayendo globos por doquier como una especie de imán. -Ah, me siento como una de pelos- la sonrisa de Grace se ablanda, llena de algo suave y divertido, que hace que los ojos del menor brillen.

Petey decide, en cuestion de minutos, que Jack es mucho mejor que Grampa.

Jack es un conversador que no parece tener problemas para llenar el silencio. Tiene historias de su infancia, rodeado de hermanos y dos padres con mucha paciencia, de su adolescencia e incluso habla de algunas aventuras que llego a tener antes de decidir establecerse, ahorrando todo el dinero que consiguió con mucho trabajo para hacer su pequeña cafetería. El menor esta contento con escuchar, entretenido pero por sobre todo, feliz de ver a su mamá más relajada y cómoda, aunque no mucho después empieza a sentirse adormilado. Cabecea, se balancea en su lugar, y termina por acurrucarse en los brazos de su mamá cuando ella decide alzarlo. Aun los escucha hablar pero esta muy cansado como para prestar atención y termina por dormirse, esperando que el día siguiente fuera mucho mejor.

Y Jack termino siendo una especie de milagro para ellos, una luz al final de un largo y oscuro túnel del que casi no supieron como salir.

Él les ofreció un lugar donde quedarse por tiempo indefinido, el departamento arriba de la cafetería parece pertenecerle también, y Grace termino por ofrecerse para trabajar allí, negándose a sentirse como una sanguijuela de la vida ajena, llegando a un acuerdo entre ellos. Y por primera vez en mucho tiempo, Petey tiene la sensación de que sucederán cosas buenas, puede sentirlo mientras ve a su mamá animada y contenta, trabajando con entusiasmo. La primera intención de ella es irse a otro lugar en cuanto tuvieran dinero suficiente, sin querer abusar de la amabilidad ajena según sus propias palabras, pero Jack esta feliz de tenerlos allí, animando su día a día, y esa intención termina por borrarse en algún punto entre más mejora la relación entre ellos. Logran un dúo genial en la cafetería, sirviendo cosas deliciosas y con buena actitud, algo que logra atraer a todos los clientes posibles.

Y ver a su mamá de esa manera lo llena de energía.

Petey pone todo su concentración y entusiasmo en la escuela, estudiando, haciendo las tareas y queriendo lo mejor que puede ser, su pecho estallando en calidez siempre que su mamá mostraba orgullo y felicidad por sus buenas notas pero también, adorando aprender cosas nuevas y en algún punto, empieza a inventar, a hacer experimentos bajo la vigilancia de los mayores para no hacer explotar nada. También, en cuanto es capaz de alcanzar el mostrador sin necesitar de un banquillo y no tropieza tanto con sus propias extremidades, ayuda en la cafetería siempre que puede.

Que Jack y Grace se enamoraran no es del todo una sorpresa al decir verdad. Convivio con ellos, vio como las cosas avanzaron, y le pareció...realmente dulce. Jack era considerado, del tipo que preparaba el desayuno todas las mañanas y te extendía la mano para ayudarte, sin importar para que fuera, pero también era compañero, incluso si solo ibas a sacar la basura o dar una vuelta a la manzana, él se ofrecía. Era genial tener alguien que te prestara atención de buena gana, sin necesidad de tener que hacer pucheros o rogar por ello, y era encantador de tantas formas que era difícil de expresar.

Para Petey, Jack se convirtió en el padre que siempre quiso en su vida.

Del tipo que te daba buenos consejos y te hablaba con seriedad si la situación lo requería pero también te ofrecía un hombro para llorar y un abrazo cuando te sentías triste, sin criticarlo o algo por el estilo, escuchando con atención y en silencio, mostrando una sonrisa amable. Era un apoyo incondicional, incluso cuando no tenía muy en claro lo que estaban comprando cuando salían a conseguir cosas para uno de los tantos proyectos de Petey, este lo acompañaba con entusiasmo y lo alentaba, celebrando sus victorias y también, acariciando su espalda ante sus fallos. Mostraba su cariño y amor sin vergüenza alguna, declarando a los cuatro vientos que tan orgulloso podía estar, era divertido para el felino cuyo padre biológico solo le gritaba insultos hasta que termino por darle la espalda.

Estaba allí, siempre.

-¿Qué se supone que voy a hacer?- era un adolescente, estaba a poco tiempo de terminar la escuela, y no tenía muy en claro que debía hacer a partir de allí. No tenía grandes planes de ir a la universidad, no fue algo que cruzara por su cabeza, y tampoco quería mudarse a otro lado, no cuando su mamá empezaba a mostrar signos de mala salud. Estaba enferma, muy enferma, pero los doctores se mantenían positivos, alegando que todo iba bien a pesar de lo mal que se veía por momentos. Cree que se ve así por la medicina y el tratamiento, solo espera que mejore pronto.

-Puedes seguir trabajando en la cafetería- hablo con tranquilidad, observando como el menor caminaba de un lado a otro, lleno de ansiedad y nerviosismo por sus siguientes pasos.

-Lo sé, lo sé pero necesitamos más dinero- no estaban desesperados, aunque las cuentas del hospital eran caras, pero aun así, Petey siempre quería asegurarse de que tuvieran un poco más, aunque sea guardado, para casos de emergencia. -Y me encantaría hacer algo más pero no sé qué- adoraba la cafetería, amaba hornear y cocinar, preparar bebidas calientes, era algo que le gustaba pero al mismo tiempo, quería hacer algo diferente. -Me siento perdido- se dejo caer en el sillón al lado ajeno con un suspiro rendido, haciendo un puchero que hizo que el mayor bufara con diversión.

-Oye, no tienes que preocuparte por nada de eso- acaricia su espalda, suave y tranquilizador, sonriendo con cariño. -Estresarte por planear tu futuro no te hará ningun bien y si te soy sincero, no te sirve, porque nunca sabes que sucederá al final- Petey lo sabe, lo entiende, y aun así, le hubiera gustado tener algo planeado, incluso si aun tenía algo de tiempo para ello. -Mírame- hizo un gesto hacia si mismo y el menor lo miro, enarcando una ceja con curiosidad. -Yo quería proteger y ayudar, quería ser policía, ese era mi plan. Averigüe lo de la academia y todo, estaba dispuesto a seguir con eso-

-¿Y que sucedió?- ladeo la cabeza, interesado.

-Las cosas no se dieron, simple como eso- se encogió de hombros. -Empecé a trabajar de adolescente y cuando termine la escuela, solo seguí trabajando- tuvo muchos trabajos, llego a tener 4 al mismo tiempo, había sido una locura según sus propias palabras. -Me enganche en tantos trabajos al mismo tiempo, me abrume, y justo cuando me sentí perdido, me dije a mi mismo "al diablo"- Petey bufo ante eso. -Es cierto que aun quería proteger y ayudar a la gente pero mi oportunidad paso y termine abriendo una cafetería- hizo un gesto ligero, sacudiendo su larga y oscura cola. -Y aunque no lo creas, estar tras el mostrador te da la oportunidad de conocer gente y ver quienes necesitan ayuda. Pude extenderle una mano amiga a muchos en el camino y me siento orgulloso de eso- el menor sonrío con puro cariño ante eso, sabiendo a lo que se refería, pero quedando pensativo.

-"Proteger y ayudar"- eso no sonaba nada mal, en especial para quien siempre había deseado ayudar a todos los que pudiera y poner su propio grano de arena para hacer de la ciudad en donde su familia vivía un lugar más seguro. -¿Crees que yo podría ser policía?- la idea lo emociona de repente, una forma para ayudar y proteger, quizás podría inventar cosas que hiciera que el trabajo de atrapar criminales fuera mucho más sencillo o algo así, ya tiene muchas ideas en su mente, algo que hace que el gato mayor sonría con cariño y diversión. 

Grace y Jack, sus padres que aun no habían decidido si casarse o no, estaban decididos a apoyarlo en todo.

Petey es un gato, es ágil y flexible por pura naturales, pero le falta resistencia y fuerza, entre otras muchas cosas, así que no tiene otra más que agregar ejercicios físicos a su rutina. Jack se hace pasar por su entrenador, usando esos conocimientos que había estudiado en el pasado y haciendo planes nuevos en cuanto a ejercicio, dispuesto a ayudar al menor para que pudiera estar completamente preparado y aunque al principio Petey maldice todo eso, poco acostumbrado a tener que moverse tanto, logra encontrar el gusto por ello en cuanto se adapta. Petey se recibe como un estudiante estrella, excelentes calificaciones, y se lanza de lleno a la academia en cuanto esta la acepta, cada día más emocionado. 

El mismo año en el que lo aceptan en la estación de policía, su mamá vuelve a casa con resultados de buena salud y solo le queda terminar de recuperarse, Petey no puede estar más feliz.

Siente que tiene un futuro brillante y le esperan grandes aventuras. Esta ansioso por ello.

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