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XXIX

Woozi durmió toda la tarde, suficiente para que Hoshi hiciera lo que tenía que hacer, arreglo cada cosa en la pequeña habitación y decoro como pudo haciendo uso del libro de origamis, todo hecho con las mismas hojas de los libros, solo deseaba que Woozi no se molestara. Los cuencos estaban puestos y ya habían recibido lo que sería la cena, fue como siempre, Hoshi no vio ni las luces del hombre que los tenía en cautiverio.

Era curioso, Hoshi ya sabia que el secuestrador los tenia bien vigilados, pero aquel gesto era simplemente desconcertante, porque esa noche tenían para cenar Filete Stroganoff...y eso lo sabia por la pequeña nota, y también tenían postre; Tartaletas de Fresa. Era como si aquel misterioso hombre estuviera de acuerdo con la cita y dispuesto a ayudar, porque las dos rosas rojas que dejó sirvieron como decoración de la pequeña mesa, y la tenue música ambiental era digna de un restaurante, era evidente que el secuestrador apoyaba la idea e incluso ayudaba a Hoshi. Una chispa de empatía nació en su pecho y se apago cuando se dio cuenta de ello.

Despertó a Woozi cuando lo creyó necesario, le susurró y meció hasta que consiguió que su rubio amigo se levantara despeinado y con una mueca de disgusto. No hubo muchas palabras, solo se dirigieron a la mesa y se sentaron, quizás ambos sorprendidos de la simpática situación. Woozi sonrió con tranquilidad, quizás la primera vez que Hoshi lo vio hacerlo.

—¿seguro que no dejo champan también?— preguntó Woozi a modo de burla tomando los cubiertos de plástico. Hoshi no respondió, sonrió un segundo y repitió la acción del rubio. —¿se lo pediste?

—No— Respondió. —No he hablado con él en todo el día, supongo que incluso él se aburre.

Hubo un par de risas y regresaron al silencio.

La música era tenue, como un susurró sustituyendo murmullos en un restaurante normal, el ambiente, como siempre, era frio y sus ropas no eran las más sofisticadas, no tenían sillas y comían sentados en el suelo, los cubiertos eran de plástico, pero al menos los cuencos de perro podrían pasar por elegantes, la habitación estaba suavemente iluminada y la tranquilidad era abrumadora, pero aun asi, con todo esto se sentía cómodo. Hoshi no podía describir ese sentimiento que se alojaba en su estómago, era como estar en una verdadera cita con ganas de huir pero a la vez llevarse consigo a su acompañante, al mismo tiempo sentía ese sentir culposo de querer quedarse un rato más en medio del sabor del filete y la mirada curiosa de Woozi de vez en cuando, quizás se haya perdido en la locura o tal vez solo era el cansancio, no podía decidir cual de los dos era el causante de ese sentimiento.

Alzó su mirada a Woozi en medio de un bocado y se detuvo. Lo contempló como un niño pequeño y travieso, como si hubiera hecho algo mal y esperara su castigo, así era la mirada de Hoshi, tan curiosa como culposa. Woozi estaba pálido, casi gris, sus ojeras marcadas y su cabello desordenado, sus manos delgadas, su mirada baja, sus ojos inexpresivos... pero aun así se veía bien ¿Cómo explicarlo? Woozi se veía demacrado, pero tenía una chispa que Hoshi encontraba y no deseaba apagar, había algo que no se dejaba morir, algo que incluso Woozi no podría matar. Hoshi se atrevió a tomar la delicada mano de Woozi y cuando él alzo la mirada Hoshi lo entendió.

Una sonrisa sincera, la primera de Hoshi en mucho tiempo fue suficiente para otorgarles la confianza a ambos, esa pequeña chispa que encendía la otra.

—Si te lo pido— Habló Woozi. —¿te quedarías conmigo?

La voz de Woozi... no era la de siempre, no era algo que estaba muerto, aquello no era una pregunta, era la suplica más desesperada que Hoshi escucho en su vida, era parte de esa chispa en Woozi que lo hacia verse angelical incluso en esos momentos ¿Cómo negarse? Si era lo más humano en su rubio compañero, era lo que lo hacia humano y no solo un muñeco ¿Qué pasaría si Hoshi lo rechazara? ¿Mataría de una vez por todas a Woozi o lo dejaría como un muerto viviente? Hoshi tenía la respuesta firme en su cabeza, pero la mano de Woozi tomándolo con fuerza hizo latir su corazón, lo hizo despertar despues de todo ese tiempo inconsciente.

Era injusto culpar a su secuestrador de sentirse tan vacío, porque incluso cuando tenía libertad ya lo estaba. Sin familia, sin amigos y sin razones para volver a casa día a día, él solo sobrevivía por sí mismo, vivía por vivir. Pero estando en ese lugar había adquirido sin querer un propósito; salir. Pero ¿para qué? Para regresar a su cotidiana vida y si acaso contar su anécdota ¿pero a quién? Tal vez a sus compañeros de trabajo, a su jefe... aunque... él había sido despedido, aunque no lo quisiera recordar, aunque pensó que la pelea con su jefe había sido apenas una discusión, se había negado a creer que nadie se daría cuenta de su desaparición, porque no tenía a nadie.

Entonces, ahora que tenia los ojos de Woozi solo sobre él ¿Qué debería hacer? ¿Por qué se estaba negando? Estaba en un verdadero dilema.

—Woozi.— Su voz fue ronca. —Estaré contigo.

Porque no tenia a nadie más, porque la chispa que Woozi aun guardaba lo lleno de vida. Porque tenia ganas de amar.

—Entonces quédate. 

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