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La fría habitación del cuarto de baño no era tan grande como donde había estado viviendo hace poco, pero había un espacio considerable en el que pudiera moverse y acostumbrarse, caminar de nuevo, y sus piernas apenas se acostumbraban a ser útiles. Abría la puerta de vez en cuando y se asomaba por ella, a veces salía en busca de una manta para cubrirse o para tomar el plato de comida que le era dejado frente a la puerta. Nunca pensó vivir en un baño, pero para ser honestos él nunca pensó en nada de lo que le había ocurrido meses antes.
Escuchó como la puerta era abierta y se volvió a esconder dentro del baño sintiéndose seguro solo hasta escuchar un suave click que le aseguraba que la puerta había sido sellada. Para él era normal desconfiar, desde que llegó a Seul lo hizo, y cuando bajó la guardia se encontró encerrado en una habitación junto a otro chico. Los firmes pasos se hicieron más audibles conforme se acercaba y respiró hondo porque aun sentía miedo, despues de haber pasado tanto seguía sintiendo. Cuando la persona estuvo frente a la puerta por la que estaba tratando de escuchar no hubo más ruido.
—Al menos come un poco.— No era su voz. Extrañaba, de manera enferma, la voz de quien lo mantuvo cautivo, porque siempre fue cariñosa y preocupada. Pero esta voz parecía estresad y angustiada, y eso nunca le gustó. —Traeré para ti lo que quieras.
No respondió, se negaría a hablar con él hasta que su mente se aclarara. Lo que quería era simple; regresar a casa, a cualquier casa porque ciertamente le daba igual, si regresaba con su madre estaba bien, la cuidaría y fingiría que jamás discutió con ella, pero si lo regresaban a la que fue su hogar por obligación también estaba bien; abrazaría a Woozi y pediría perdón de haberse ido, intentaría ser un buen compañero para que los buenos días regresasen. Eso era todo lo que quería.
—No tienes por qué tener miedo— Escuchó despues de un largo rato donde pensó que la persona se había alejado de la puerta. —Ya no estás en ese infierno.
¿en ese infierno llamado Seul? No había lugar de Corea que no fuera un infierno para él, o al menos hay uno que no sabe bien donde esta porque se escapó de ahí. Y si están en China la cosa no cambia mucho, resulta que hay los mismos demonios en toda Asia e incluso en el mundo. El único lugar que no era infierno lo rechazó y abandonó de forma cobarde.
—¿Quién eres?— Preguntó por fin, pero no hubo respuesta. —¿un doctor?
—Soy alguien que quiere ayudar.
La última vez que le dijeron eso despertó poco después en una habitación, encerrado, aunque para su mala suerte no le parecía tan mala idea regresar.
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