• 5.2 •
¡ veinte años !
Los dos se habían dormido justo después de aquel acto que, más que sexual, fue un acto de amor puro.
Pero la mente de Hueningkai no lo tuvo tan claro y antes de que amaneciera, se despertó con una sensación de incomodidad en su cuerpo.
Vio la figura del perro a su lado, desnuda y dormida, y entró en pánico.
¿Qué había hecho?
Se había entregado al chico que, posiblemente, ni lo amaba.
Se miró en el espejo y vio aquella marca. La marca que los unía para siempre.
¿Yeonjun lo había hecho a propósito?
No, imposible.
Vio cómo el mayor se levantaba y, como muchas otras veces, se paralizó.
—Lo siento... —murmuró el mayor, revolviendo su cabello y mirándole con culpabilidad. —Te he marcado sin comprobar si me amabas o no. He sido jodidamente egoista... por favor, perdóname, Kai. Me dejé llevar por el brillo de tus ojos y la sensación de cosquilleo en la piel que sentía al tocarte. Cuando me di cuenta, ya había marcado tu cuello... soy un cobarde.
Huening se acercó a él y se sentó enfrente. Tomó las mejillas del perro entre sus manos, juntando sus frentes.
—Hace unos años, le dije a Taehyun que él era mi alma gemela pero... mentí un poco. Él es mi alma gemela pero, mi indicado siempre has sido tú. Te llevo amando doce años en secreto, a veces incluso sin darme cuenta. No me arrepiento de lo que hemos hecho.
Yeonjun comenzó a llorar, rodeando el cuerpo del gato con el suyo en un cálido abrazo y los acostó en la cama.
Con leves susurros de un "te amo", el futuro del perro y del gato se veía próspero y feliz.
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