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Una parte de mí


La primera vez que estuve lejos de casa fue cuando tenía alrededor de tres años. 


Mi madre, la fiel presidenta de una de las más importantes empresas de telecomunicaciones había mantenido sumo cuidado de mi hermano y de mí, recuerdo que ese día mi padre con su típica sonrisa nos llevó al aeropuerto muy temprano para no perder el vuelo rumbo a Francia, donde mi madre tenía varias amistades importantes y dónde habían decidido estudiaría por el resto de mi vida, o eso era lo que tenían planeado para mí. 


Mi familia de origen coreano había emigrado desde antes de que yo existiera por intereses comerciales, como todo lo que ellos hacían, por interés.


Después de ese viaje, ocurrieron varios más hacia el mismo país, razón por la cual aprendí rápidamente su idioma y por la cual también vivía alejado de mis padres.


Mi infancia se remonta a esos vagos recuerdos, simplemente a ellos, no tengo una viva imagen de mi padre hablando con nosotros o algún momento en mi memoria de mi madre preguntando qué tal fue nuestro día. Pero sí lo recuerdo a él.


 Recuerdo a mi abuelo, lo recuerdo sonriendo como si se le acabará el mundo en ello, lo recuerdo contándome historias sobre la Segunda Guerra Mundial, lo recuerdo leyéndome La Divina Comedia de Dante, hablándome de sus casos médicos en el viejo hospital de Aberdeen, Escocia y como yo solía ir a su oficina mientras él atendía a los niños con problemas cardíacos. Recuerdo cada uno de sus gestos y dulces palabras, como solía describir a mi dulce abuela que había fallecido antes de que yo naciera a causa de cáncer. 


También recuerdo el día en que sus ojos se cegaron y lo último que hizo fue verme a los ojos antes de dormir y ya no amanecer nunca más abatido por el mismo enemigo de mi abuela. 


Ese día yo lloré como nunca en mi vida. 


Podía decir, que él fue el único ser que me amó y el único que nunca me obligo a seguir órdenes. Lo extrañaba, no importaba cuanto tiempo pasará, lo extrañaba. El fue mi verdadera familia. 


Por otro lado, sabía que mi "familia" era buena y poderosa, sí, pero nunca presté atención a la importancia de ello hasta que un día mi hermano lo dijo antes de partir a Londres y alejarse de mí por lo que restaba de mi niñez y parte de mi adolescencia, "si tú lo quisieras, si tan solo pudieras darte cuenta del valor real, tú serías un verdadero monstruo como lo soy yo, lo siento Sehunnie, cuando seas grande lo sabrás".


Y así fue como mi hermano desapareció esa mañana de abril un día antes de mi séptimo cumpleaños después del entierro de mi abuelo.


Un año después me mudé a Corea del Sur, a la agitada ciudad de Seúl, fue la forma que mi hermano tuvo de mantenerme oculto de los ojos curiosos y de los demás miembros de "la familia".  


Claro fue que no tuve queja alguna de permanecer aislado de todo aquello que yo consideraba vida, en parte agradecía a Yeol haberme alejado de todo ese bullicio y malestar. No odiaba a mis padres por abandonarme así, por importarles tan poco. 


Odiaba las órdenes a distancia que buscaban controlar mi vida. Incluirme en ese círculo social al que nunca sentí, pertenecía.  


Poco a poco comencé a ser feliz, tenía una vida normal, en una casa pequeña pero acogedora cerca de los suburbios y una plácida cama donde solía dormir después mi semana de clases. Sí, yo tenía la típica vida de un niño citadino, a excepción de que la fortuna de mi familia crecía rápidamente y mi hermano, el único en el que confiaba,  fue quien me abandonó a mi suerte en esa ciudad.


Cuando me gradué de la secundaria tenía unos 14 años, ¿cómo lo logré? Usualmente aprendía más rápido de lo común y en una propuesta de mi profesora, hice un examen que me permitió graduarme de la secundaria en solo tres años, me quejaba constantemente de aburrirme en clases, había algo que en mi felicidad no encajaba, tenía un hueco que difícilmente lograba llenar.


Una vez que mi título estaba en mis manos y las palabras de agradecimiento de un discurso que en unas horas había memorizado salían de mis labios busqué con la mirada poder verlo, y ahí estaba él. Oh ChanYeol.


Mi hermano con la típica expresión de aburrimiento me miraba entre divertido y burlón, ¿qué le causaba gracia? Pero más importante aún,¿qué hacía él ahí después de sus  años de abandono? Casi olvido la última parte del discurso por pensar en tonterías, tonterías que mi querido hermano después respondería en un vuelo improvisto de vuelta a "casa".


— Tendrás algo de que encargarte, me alegra saber que escogerás una disciplina que nos sirva en la empresa, ¿sabes qué podemos hacer una buena negociación con los...— Y así, conforme él hablaba mi mente viajaba entre las nubes que lograba ver. Genial, mi hermano solo había ido por mí porque quería que yo estudiar una carrera de gestión empresarial.


—¿Podrías dejarme en paz? No recriminó nada Yeol, pero, ¿sabes qué estoy cansado de ser tu títere? — Algo en mi interior comenzaba a arder, órdenes, y más órdenes.


—No entiendo porqué dices eso Hunnie,—  frunzo los labios, ese maldito apodo que nunca me gusto —  pero a parte de la empresa, hay algo más de lo que te debes hacer cargo...  y debes saber que mi madre jamás ha pensado  en mí como su sucesor...— Aquello me atrae y sé que mi expresión es un poema por la forma nerviosa en la que mi hermano ríe y me entrega una pequeña caja que tenía en su bolsillo— Es tu regalo por estar graduado. Una de las mejores universidades de Estados Unidos ha sido elegida para ti. Mañana, después de que veas mamá estarás más que convencido de lo que hemos planeado para ti y...


  —  Medicina —  Escupo hastiado de sus palabras y la forma en la que se siente capaz de elegir mi futuro, ¿había si quiera preguntado qué quería hacer con mi vida? —  Quiero estudiar medicina.


  —  ¿Medicina? Debes estar bromeando, Sehunnie, no puedes estudiar eso cuando hay un futuro ya planeado para ti y...


— ¿Un futuro planeado para mí? ¿Yo planee eso? No, fueron ustedes... —  Le devuelvo la caja bruscamente y me pongo en pie, su estúpida cara me molesta. Cuando está a punto de decirme algo mi corazón se acelera lleno de rabia y miedo y sin pensarlo más me enfrento a quien me había traicionado cuando yo más lo necesitaba.—  Medicina. Seré doctor, igual que el abuelo, les guste o no. Ahora, si me permites, quiero dormir un poco antes de llegar y ver a mi...familia reunida. —  Sonrío lo mejor que puedo y me alejo de él hasta el otro extremo del jet privado donde mis ojos arden y mis lágrimas llenan de un sabor salado mis labios. 


Mi hermano no me molesta más y por primera vez en años estoy agradecido por algo con él. Si pudiera decir que no tengo miedo a nada, sería un vil mentiroso. Lo que descubrí aquel día me cambió a tal grado que mis ojos comenzaron a brillar de nuevo y mi corazón vacío encontró un sentido diferente. Quizá no era el indicado para suceder a mi madre en sus negocios, porque yo no debía sucederla a ella, no, yo tenía mucho más que hacer que simplemente manejar una empresa... y eso, simplemente eso, me daba miedo pero también me daba una razón de ser yo y estar viviendo.


Solo estuve dos días en Aberdeen. Escapé con amenaza de ser desheredado de la casa que solía ser de mis padres y volví a Corea donde ingresé a la universidad Nacional de Medicina en Seúl y comencé mi sueño. Había muchas cosas que yo perdí, habían muchos miedos que yo tenía presente y estaba curioso por mi presente y futuro. 


A mis 20 años observaba un auditorio lleno de estudiantes mayores que yo, con sus batas blancas y demasiadas ojeras esperando a que la conferencia pudiese comenzar al igual que yo, quería que comenzará. Pero lo que yo no sabía era que no solo comenzaría una conferencia más, sino que mi vida cambiaría con ese hombre de altura prominente que entraba con el ceño fruncido a la sala y ojos color café que yo amaría a más no poder...

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