4. Sentencia asegurada
-Como ya lo mencioné- comienza a explicar mientras nos reparte algo.- la escuela dará comienzo mañana a las ocho en punto en "golden square," es decir, a unos setenta kilómetros de aquí. La dirección completa la encontraréis en la primera hoja.
-Aquí tengo un formulario para alquilar apartamentos comunes. Dependiendo del espacio del cuarto, el precio a pagar puede variar. -prosigue haciendo un ademán a la hoja que agarra. -Se me olvidó mencionar que durante este año escolar, tenéis un salario mensual de 900$. -El público se alegra ante tal noticia. -Sí, sí, lo sé. Es mucho dinero, un chollo. Pero- advierte mirándome serio - a partir de hoy estáis a prueba por tres meses. Si en este tiempo suspendéis más de dos materias, estáis fuera. -escondo de nuevo mis narices en el libro de anatomía al ver que el "señor Cooper " se me acerca peligrosamente.
-Además, puedo ejercer mi poder de profesor para echaros de esta escuela si rompéis alguna regla. Y os lo advierto- explica mientras me arrebata el libro con burla- el mal comportamiento no está permitido en este lugar. Y menos los insultos y agresión hacia los profesores. Eso es impensable. -dice mirándome. -Lo mismo va para usted, señorita...- mete la nariz en mi cartel para pronunciar mi apellido con escepticismo. -P-r-a-d-a.
Esquivo su mirada nerviosa. "Amanda, hay veces en la vida en la que debes agachar la cabeza", me repito por milésima vez. "Hazlo por el bien mundial".
Apoya sus codos en mi mesa y me absorbe con la mirada. Chicos, creo que ya pasamos por esto.
-¿Quiere algo de mí, señor Cooper? -insinúo mientras finjo limpiar mi mesa para alejar su molesto ser de mi espacio personal.
Para mi suerte se aleja, visiblemente molesto. Cómo se nota que no le gusta perder.
-Sólo estaba pensando en un castigo adecuado para ti. Ya sabes, por tu comportamiento anterior.
-¿¡Qué!? -exclamo incrédula. -Creo que he escuchado mal, señor profesor. ¿De qué me acusa? -pregunto expectante. No tengo la culpa de que sea pendejo. Nació así, es lo que hay.
El perdedor observa la clase pensativo.
-Hummm... déjame pensar cuál de tus inapropiados comportamientos debería ser castigado. -se toca la barbilla serio. -¿El hecho de que me agrediste físicamente? ¿O a lo mejor los insultos subidos de tono que me lanzaste sin aparente motivo?
-Oiga, a menos que tenga demencia, podría jurar que usted se interpuso en mi camino, me humilló delante de todo el pasillo y muchas otras cosas que usted como profesor no tiene permitido hacer. De alguna manera tenía que defenderme ¿no? -insinúo enumerando cada una de las cosas que me hizo el pedazo de caca este.
Abrió los ojos de par en par, dolido. -Vale señorita Prada, las acusaciones que usted hace son muy graves. ¿Tiene idea de lo grave que es una falsa afirmación?
Falso mi pene. ¡Que te jodan zorra!
Sólo asentí sin más. Te pasa por pendejo, y lo que me vaya a pasar a mí, será por mongola. Amanda, ¿por qué no cierras esa boquita?
-Usted.- digo entre dientes- pidió mi número de teléfono con fines extraescolares y segundas intenciones. -explico furiosa, dando mini golpecitos con mis dedos en la mesa.
Lalo tensó su mandíbula, y un suspiro escapó de su boca mientras se amasaba la frente con nervios.
-Hagamos esto, pequeña. Si usted tiene algún testigo, puede acusarme y echarme de esta institución. -dice extendiendo sus brazos como si esperara recibir un golpe en el pecho.
Pero si usted pierde, -advierte con un rostro oscuro, casi perturbador. -será expulsada aquí y ahora. -demanda mientras golpea mi mesa con un dedo.
Tragué grueso y pensé: ¿me callo y me quedo con el rabo entre las piernas o me largo con mi dignidad?
-Recuerde que aún puede pedir perdón, asumir la derrota y dejar todo en el pasado. -me susurra en el oído.
Ah no. No le dejaré salirse con la suya. No, no.
Podía sentir cómo la momia milenaria del otro extremo se burlaba de mí con una sonrisa más brillante que un diamante. Al mirarla, me hizo un gesto de "te va a borrar de la vida." Le saqué el dedo. No tengo tiempo ni ganas de su molesta existencia.
Si de todos modos me van a echar, me aseguraré de que este desgraciado no me olvide. ¡Que recuerde el día en el que me conoció!
Le agarré de la camisa cabreada. -¡Jamás! -lo acerco a mi rostro con fuerza. -No te saldrás con la tuya. Yo no soy una de esas estúpidas a las que manipulas con una sonrisa. Tu juego acaba conmigo. -y lo empujo de una.
Ladea su cabeza decepcionado, y se dirige a los estudiantes.
-Señoritas y señores. ¿Alguien de ustedes me vio "coquetear" con esta chica? Ordenaba levantar la mano al público, de parte de quien sólo había silencio. Alzó las cejas fingiendo sorpresa. -¿Alguien me vio humillándola? -pregunta de nuevo, señalando en mi dirección ofendido.
Nada. Un silencio incómodo y gente clavando sus miradas en libros o ventanas. Incluso en techos. Ya sabéis, el color del techo es un asunto muy importante.
Miré a la chica de al lado. Sus ojos miraban al suelo inquietos y sus manos temblaban. -Lo siento. -susurra en un hilo de voz.
-¿Y bueno? -pregunta con los brazos en jarra. Espera un momento y luego suspira decepcionado. -Tu sentencia está decidida, señorita Prada. -aclara mientras se dirige al escritorio.
Empieza a completar una hoja mientras yo entro en un estado de shock. Esperé tres años para esto, ¡y nisiquiera pasé del primer día!
¡Malditos traidores! ¡Todos lo vieron, todos estuvieron ahí esta mañana!
Gasté una fortuna en este outfit, ¡y tantas horas! ¿Qué le diré a Leah cuando vuelva? ¿Con qué nivel de decepción me verá? ¿Con qué expresión me mirará mi padre?
Dimití a mis trabajos que pagaban bien, prometí graduarme del primer año de medicina sin siquiera haber comenzado.
¿Cómo le explicaré esto a Polanco? ¡Pasó días enteros modificando mis papeles para poder entrar sin que sospechen de mí!
Apreté mis puños con furia, mientras unas lágrimas amenazaban con dejar mis ojos en cualquier instante. "No llores Amanda. En tres años podrás titular de nuevo."
Estaba tan furiosa. Me sentía traicionada, humillada. Este es el mundo en el cual quise integrarme. Personas que usan máscaras, personas que se alegran con las desgracias ajenas. Personas, ¿eh? ¡Títeres desgraciados!
Me dan pena. Me dan asco. Me niego a ser como ellos. Me voy con mi dignidad. El plan será retrasado a tres años. Debería estar orgullosa de mí, debería irme con la cabeza en alto.
En cuanto a ti, basura del submundo, esto no quedará así. Juro que Grace se encargará de ti. No, no voy a matarte. Eso sería demasiado fácil. Te voy a torturar hasta que te mates tú solo. ¡Así aprenderás a no destrozarle los sueños a la gente!
El hombre del mal me miraba de reojo, atento a cada una de mis expresiones. La chica de al lado comenzó a sudar. Tenía miedo, miedo de mí. Temblaba y respiraba agitada, mientras alejaba su silla disimuladamente.
Esto atrajo la atención del profe, quien me miró desconcertado. Frunció el ceño al cruzar su mirada con la mía, y puedo jurar que le dio un escalofrío.
Tragó saliva mientras intentaba ocultar su leve temblor de manos.
Todo el ambiente se tensó, y supe que si me descontrolaba ahí sería mi fin.
Algunos estudiantes me miraban de reojo mientras cuchicheaban.
Expiré lentamente para calmar mis nervios, y no sé si funcionó, la verdad.
Sólo cerré los ojos mientras mi tacón golpeaba el suelo con nerviosismo, esperando mi sentencia en silencio.
Segundos después, el hombre se dirige hacia mí.
Recuerda Amanda, ¡dignidad!
Antes de llegar a mi mesa, la chica de al lado se levanta de golpe. A su vez, el chico sentado al lado de la momia, ya sabéis, el amargado, levanta la mano.
El profe se detiene a medio camino, sorprendido. -Señorita Loto,¿pasa algo? -pregunta, fingiendo incredulidad.
-Ella es inocente. -suelta en un murmuro de golpe, temblando de los nervios.
Mis ojos casi se salen de la sorpresa.
Al contrario que yo, el profe une sus labios en una línea recta, teniendo un aspecto imponente y un aura un tanto oscura.
-¿Acabo de oír bien? ¿Usted está...del lado de la señorita Prada?
La chica asintió con miedo, agachando la cabeza.
-¿Señor Sunset? ¿Usted también se une a la causa? -pregunta en la otra dirección.
El chico asiente. -Señor profesor.- emite decidido- yo le ví coqueteando con aquella alumna.- afirma señalándome, después de lo cual entrelaza sus dedos amenazante. -Incluso tengo un vídeo con el que puedo demostrarlo. -explica tranquilo. -Ahora por favor, cumpla con su parte del trato.
De una se me cae la cara.
¿Pero qué pasa aquí?
Ese aislado social, ¿¡está de mi lado!?
Lo miré con curiosidad, un rayo de esperanza haciéndose presente en mi mirada. Luego miré a mi compañera de mesa, quien dirigió su mirada en la dirección del chico, emocionada, sin poder dar crédito a la situación actual.
Lalo oscureció su rostro, furioso. Su postura indicaba que estaba en contra de todo. Atravesó a mi compañera con su ágil y salvaje mirada, amenazándola mientras tensaba su mandíbula. Podía escuchar el sonido de sus dientes rechinando por la cólera. Suspiró y siguió su camino hacia mi mesa.
Luego, apoyó el papel en mi mesa, y sonrió aliviado.
¿Lo veis? Es bipolar.
-Señorita Prada, firme aquí, por favor.
Le eché un vistazo rápido a la hoja y me preparé para negarme. En vez de firmar, quería meterle el trozo de papel por el culo.
Pero esas ganas desaparecieron al leer la hoja. Mi cuerpo dejó de funcionar, y sentí un alivio que me hizo suspirar.
Me llevé las manos al rostro y comencé a reír desbocadamente. Los alumnos cuchicheaban confundidos, y la sonrisa de la momia se desvaneció. Simplemente desapareció. Nunca existió.
Mi compañera de ojos tiernos me miró confundida, y no pudo evitar echarle un vistazo a la hoja de mi mesa. Se llevó las manos a la boca, sorprendida.
El señor Cooper se cruzó de brazos, satisfecho y sonriente. Luego, aplaudió.
Lo mismo hizo mi compañera.
-Señorita Prada, enhorabuena. Eres oficialmente estudiante de Bonaparte. Pasaste la prueba con éxito. Muchas felicidades. -dice estirando su mano en mi dirección. Sin dudarlo le tomo la mano, nerviosa pero alegre.
-Felicidades. -me susurra la chica de al lado mientras aplaude.
El chico del otro extremo nos mira confundido. -¿Hemos ganado? ¿Va a dimitir? -pregunta impaciente, esperando una respuesta.
Lalo muestra una sonrisa ladina y se dirige al escritorio. -Señor Sunset, más le vale borrar ese vídeo- susurra y le ofrece un guiño.
El chico lo mira con desagrado.
Lalo se arregla la camisa mientras comienza a explicar. -Como ya sabéis, cien estudiantes ingresaron este hospital el día de hoy. Cada año soy el encargado de realizar una prueba de aptitud y decidir, quién de ustedes merece ir más lejos.
Comienza a caminar por el aula pensativo. -El hospital quiere enseñar sus conocimientos a las personas que cumplen con sus estándares. -se detiene en frente de mí. -personas serias, maduras, directas. Personas que no se dejan corromper, y prefieren su dignidad antes que agachar la cabeza ante la injusticia.
Mira a la clase con decepción. -Ustedes- dice señalando en todas direcciones- no son aptos para esta escuela. Nuestros pacientes son la prioridad, y no podemos permitirnos arriesgar su bienestar mental o físico eligiendo el personal equivocado. Los pacientes han sufrido suficiente. -aclara afligido, arrugando su ceño a modo de arrepentimiento.
La clase estalla en murmuros de confusión. Todos comienzan a hablar entre ellos y a rondar por ahí. La mejor parte es cuando mi enemiga se dirige al profe.
-Yo me quedo, ¿cierto? -pregunta la rubia mostrando una sonrisa sensual y paseando sus dedos en el pecho del hombre. -El otro día te fuiste sin decir nada. -prosigue haciendo pucheros y enredando sus brazos alrededor de su cuello.
Éste la aparta y sonríe incómodo.
-Lo siento Carola, pero no pasaste la prueba. Por favor, abandona el aula con el resto. -dice serio, tomándola de las muñecas. La miró con pena antes de despedirse de ella.
La chica lo mira aterrorizada, sin poder creer lo que le acaba de decir.
Al final, se aleja furiosa y golpea el suelo con su tacón. -Lalo Cooper, esto no va a quedar así. ¡Encontraré la forma de ingresar en esta escuela, y luego te haré mío, porque aunque no lo sepas, me perteneces!
Se va echando humo y golpeando todo lo que pilla.
Yo aún estaba sentada,algo confundida. También satisfecha por ver la cara de tonta de Carola.
¿Qué acaba de pasar?
Mi compañera se veía apática, estaba recogiendo sus cosas para desaparecer.
En un reflejo la agarré de la muñeca. Ella se sobresaltó.
La miré agradecida. -Gracias.
Parpadeó dos veces. Luego, reaccionó. -No hay de qué. -soltó con una sonrisa sincera.
-Yo creo que eres apta para este trabajo. -digo sonrojada, apartando mi mirada.
Ella me mira sorprendida, también sonrojada.
Oh man, cualquiera que estuviera viendo esto pensaría que me gustan las mujeres. ¡Qué situación más penosa!
-Yo también creo que es apta. -afirma el profe apoyado en una pared.
Intentando parecer cool, ya veo.
Le ordenó que se acercara, cosa que ella hizo con pasos inseguros.
Él completó una hoja y se la entregó. A ella y a Sunset.
-Este boleto es tu entrada a Bonaparte. Felicidades, señorita Loto. Fuiste muy valiente al estar del lado correcto. Eres muy valiosa.
Loto lo miró sorprendida, luego tomó sus manos emocionada. Él esquivó su mirada, algo incómodo. Luego, me miró a mí. En su rostro apareció una sonrisa juguetona que me ponía de mal humor.
Lalo le frotó la cabeza a modo de premio. Sí, como a un perro.
-Y bueno, ¿cuándo vas a dimitir? -pregunta el chico con cara de desgraciado.
-Nunca, sólo era mentira. -aclara el señor Cooper sonriente. -Más quisieras tú, desgraciado. -susurra en voz baja.
El individuo malhumorado chasquea la lengua molesto.
Luego se acerca a mí curioso, y me mira de arriba a abajo. Yo lo escaneo de la misma manera. Es un tipo alto, con la misma estatura que el señor Cooper. Su melena lacia y oscura cae encima de sus hombros; sus ojos verdes son críticos, juzgones, y tiene dos lunares extraños debajo de ambos ojos, ambos a la misma altura.
Su rostro muestra una mueca infantil, un tipo que viste de negro y parece enfadado. Un aire obstinado envuelve su presencia, mientras sus ojos son envueltos en unas tenues ojeras de tono marrón. Por alguna razón siento que sus definidas facciones se parecen a las del señor Cooper.
-Soy Benjamin Sunset. -suelta bruscamente mientras estira su muñeca en mi dirección.
Lo miro confundida y tomo su mano con cierta sospecha. Humm, este basado me huele a miembro de una secta satánica. No me gusta.
Los tres supervivientes nos juntamos enfrente de Lalo, quien toma una posición de liderazgo y nos mira con diversión.
¿Qué es lo próximo?
¿Qué nos espera?
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