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22. Vainilla

Benny
La rubia pasea intrigada por el cuarto, atenta a cualquier objeto que la rodea.

-Aquí huele a jazmín. ¿De veras es tu cuarto? -pregunta con inquietud y se sienta con cuidado en mi cama.

Asiento con hastío. -¿Qué te esperabas, ataúdes, cadáveres y oscuridad por todas partes?

-Pues sí. -replica con obviedad.

Suspiro con cansancio. -Soy un humano cualquiera, no un "comebebés." -digo mientras le paso una bandeja de macarons. -Esto es de lo que me alimento. -digo y señalo el postre. -Tú deberías hacer lo mismo.

Aleja la bandeja con asco. -Sé que quieres envenenarme, pero no te daré ese capricho.

Alejo la bandeja y suspiro. -Está bien, le diré a Lalo de tu parte que su comida sabe a culo. -digo y me encojo de hombros.

Ella abre sus ojos en asombro.

-¿Él los preparó? -pregunta ansiosa y se muerde el labio con culpabilidad.

-¿Qué más da? De todos modos están envenenados. -digo y la miro por encima del hombro, divertido.

Por un segundo veo su confusión, pero al rato ya está arrancándome la bandeja de las manos y comiendo como una bruta.

Como una bruta fina.

Sonrío con burla al ver su desesperación por caerle bien a mi primo. -Te ves como Shrek. -la insulto, y ella suelta el macaron y me señala.

-Benjamin Sunset, eres un idiota. - declara indignada, y yo me río.

-Tú eres la idiota. -emito mordaz. -Dime, ¿por qué tan desesperada por mi primo? -pregunto mientras me siento enfrente suya, con una pierna encima de la otra.

Ella me mira con cierta sospecha.

-Eres una modelo. -prosigo, viéndola de arriba hacia abajo. -Literalmente eres una Barbie, hoy más que nunca. -digo y la señalo. -Puedes tener a cualquiera a tus pies.

Ella me mira confundida. Alza una ceja y me señala con su manicura de un metro. -¿Acaso estás celoso de él? -inquiere con burla. ¿O estás coqueteando conmigo? Créeme, no tienes oportunidad. -bufa con incredulidad.

No sé por qué no me sorprende.

Alzo las cejas decaído. -No tengo por qué tener envidia de alguien que ve a las mujeres sólo como juguetes. -me apoyo sobre mis rodillas con firmeza. Luego sonrío y me levanto. -Y no me gustan las rubias. -espeto con confianza.

Ella frunce el ceño molesta. -Más quisieras tú tener algo conmigo. -escupe con disgusto.

Suspiro y me dirijo al armario.

Ella me observa con asco. -¿De dónde sacaste eso, del basurero?- Hace un ademán a mi disfraz.

-Casi, se lo compré a un vagabundo. -suelto con ironía. -Oye, quisiera desnudarme, de veras, prefiero que la Barbie no vea mi hombría. -Le sugiero con sutileza para que voltee.

Ella se cruza de brazos y sonríe con burla. -Tú no eres un hombre, sólo un humano perturbador sin género. -se burla y no deja de mirarme. -Pero tranquilo, no le contaré a nadie sobre tus inseguridades. Al fin y al cabo, eres mi futuro cuñado. -se ríe con descaro y hace un gesto para que comience a desvestirme.

Chasqueo la lengua molesto. De verdad, ¿no hay nadie cuerdo en esta casa aparte de mí y Peach junior?

-Como quieras. -Le advierto por última vez. -Pero luego no quieras tenerme en tu cama. -digo mientras le doy la espalda, y ella suelta una carcajada incrédula.

Comienzo a quitarme la sudadera y la camiseta de talla XL, dejando a la vista mi espalda tatuada, y la miro de reojo.

Sus cejas se disparan en asombro y en un segundo su boca dramatiza una "o".

Sonrío con suficiencia y me bajo el pantalón con lentitud.

Volteo con descaro y la miro. -¿Qué pasa, rubia? -pregunto con burla, y ella voltea con pudor. -Estás roja, ¿acaso viste algo interesante? -pregunto y me acerco a la cama en donde ella está. Me quedo de pie enfrente suya, y me mira revoltosa.

-¿Qué haces? -pregunta nerviosa mientras su mirada recorre mi cuerpo con rapidez y disimulo.

Sus ojos se paran en mi bóxer, pero rápido reacciona y sube su mirada a mi cara, atontada.

-Ah, ¿esto? -pregunto y señalo mis calzoncillos. -La tengo más grande que mi primo. -aclaro con orgullo. -¿Quieres echarle un vistazo? Tal vez puedas compararlas. -sugiero sin rodeos.

Sé que estoy siendo grosero, pero esto es por todas las veces que me ha humillado delante de la clase.

Espero que hoy haya aprendido su lección.

Ella abre sus ojos con asombro y retrocede, tapándose el rostro con pudor. -¡Déjame! -chilla aterrorizada.

Acerco mi cara a la suya y la miro con descaro. Ella retrocede en mi cama y yo me voy acercando a ella hasta que pega su espalda de la cabecera de la cama.

Estoy a unos centímetros de su cara y sonrío con chulería.

Con una mano empuja mi pecho, que hasta Charlotte lo hace con más convicción, y con la otra se tapa la boca.

Noto que he ido demasiado lejos y me detengo.

Yo no soy tan caballeroso como mi primo, y soy rencoroso, pero también tengo límites, y sé que debo detenerme antes de que sea demasiado tarde y comience a llorar.

Estiro mi brazo encima de su cabeza y tomo la camiseta de mi disfraz de detrás suya.

Ella cierra los ojos con temor, pero los vuelve a abrir cuando mi silueta se aleja de ella. -¿Vainilla? -pregunto mientras me pongo de pie. - Consíguete otra colonia. Enserio, detesto ese olor.

Ella me mira desconcertada, su rostro aún pintado de rojo. Volteo y la miro, con el ceño fruncido. -Oye rubia, deja de mirar de esa forma a tu cuñado. -ordeno y ella reacciona rápidamente.

Dobla sus cejas con mucha cólera y me lanza una almohada. -¡Cómo te odio! ¡Que te jodan! -chilla y comienza a lanzarme todo lo que tiene a mano.

Luego se levanta furiosa y se dirige a mi balcón con prisa.

Rápido me pongo mi disfraz.

Vaqueros oscuros, una sudadera blanca con cremallera y capucha, un cabello largo, negro y desordenado, y un cuchillo en la mano. ¿Quién soy?

Un tipo muy hot. Hoy más que nunca, estoy satisfecho con mi disfraz.

Me echo una ojeada frente al espejo y noto que me falta algo.

-Oye, Barbie. -le dirijo la palabra mientras entro al balcón. Ella voltea con suspicia. -¿Qué quieres? -pregunta en un tono grosero.

De repente se amasa la mandíbula con disgusto y me señala con asco. -¿Qué eres?

-Jeff the killer. -digo y me encojo de hombros.

-Ya eres un vagabundo cada día, ¿por qué no puedes vestirte decente al menos hoy? -chilla frustrada y me analiza con disgusto.

La ignoro mientras le enseño un fanart de Jeff. -Píntame la cara como aquí. -le exijo.

Se niega. -Háztelo tú mismo, nisiquiera sé por qué sigo aquí. -brama furiosa mientras gesticula su molestia.

Luego pasa de mí y entra a la casa, dispuesta a marcharse y dejarme aquí solo.

-¡Oye! -exclamo molesto. -¿Quién me va a maquillar? -grito, pero ella no responde.

Parece que se fue.

Suspiro decaído mientras me siento enfrente del espejo. -Mi traje no está completo sin un rostro pálido y una enorme boca sangrienta.

-Pues nada, veré qué puedo hacer. -digo y me pongo manos a la obra.

Han pasado unos cinco minutos, y doy un brinco al oír un portazo.

Volteo y veo a la Barbie entrar a mi cuarto con furia.

Cuando me ve da un brinco del susto. -Dios mío, ¿qué te hiciste en la cara?

-¿Me ayudas a maquillarme? -pregunto avergonzado.

Ella suspira y comienza a preparar el maquillaje. -Enséñame esa foto, chico gótico.

Estoy sentado con ella de pie enfrente mía y la miro divertido mientras me maquilla.

Una de sus manos descansa sobre mi hombro, mientras con la otra traza cosas en mi rostro.

En un impulso agarro su cadera y la atraigo hacia mí.

Ella se sorprende y se aferra a mis hombros.

Me mira molesta y se aleja, mientras yo sonrío con chulería.

-No eres gracioso. -me advierte mientras golpea mis manos con una brocha. -Anda, mírate al espejo. -ordena y sonríe con suficiencia.

Me quedo sin aire al ver mi nueva cara.

Luego volteo hacia ella, incrédulo. -Barbie, eres la mejor.

Ella me mira cruzada de brazos. -Lo sé. Ahora llévame con tu primo. -dice y tira de mis manos con impaciencia. -Vamos, vamos.

Me levanto y salimos a la calle.

Por alguna razón, el olor a vainilla ya no me molesta tanto.

                                °°°

Amanda
-Hola gente de Internet. -saludo mientras estiro mi palo de selfie hacia el aire. Leah aparece a mi lado y saluda con chulería. -¿Qué pasa gente?

Comenzamos a cruzar el portón de hierro de aquella propiedad que una vez fue privada pero que ahora permite la entrada a valientes como yo y mi gente.

¿Quién pensaría que una casa abandonada se vería tan aterradora en la vida real?

Yo no, por supuesto. Mis expectativas eran bajas, pero rápido cambié de opinión cuando pisé este campo marchitado.

Es de noche y se puede observar la luna llena, quien se lleva el protagonismo en el oscuro y nublado cielo.

El ambiente que rodea la casa abandonada es tremendamente imponente.

El enorme edificio, oscuro y deformado, está rodeado de un cementerio perturbador.

Pero el jardín tampoco se queda atrás: rodeado de árboles marchitados y arbustos espinosos, es el lugar de tus pesadillas.

Tristan, quien sigue varado en la entrada, lo puede confirmar.

Le hago un ademán para que nos siga. -Vamos Spider-Trist, el mundo te necesita.

Él niega frenéticamente. -Que el mundo se busque a otro héroe. -niega aferrándose al portón.

Leah y yo nos miramos. -Tráelo, teniente Wednesday. -ordeno y no duda ni un segundo en ponerse en marcha.

Leah lo arrastra de la mano como si fuera su hijo, y después de mucho esfuerzo, logramos pasear por el caminillo de tumbas.

Grabo todo con fascinación mientras Wednesday pisa las tumbas como si fuera la jefa.

Spider-Trist se limita a cuidarse el culo.

-Dicen que esto era un hospital en el que experimentaban cosas macabras en sus pacientes. -narro mientras giro la cámara en todas las direcciones.

-Y que con ello buscaban descubrir la cura para el cáncer. -prosigue Leah. -No, eso no. -Le susurro para que se detenga.

Ella se tapa la boca con culpabilidad. -Mentira gente, eso lo hacían los nazis.

Nos adentramos con cautela en el edificio, y era maravillosamente tenebroso.

Arañas y musgo en todas partes, olor a podrido y oscuridad... Era perfecto, hasta que la teniente Wednesday descubrió algo.

Nos despedimos de la cámara y nos dirigimos hacia el piso más alto, del cual proviene la música electrónica.

-Por favor que no sea un lugar turístico. -murmuro y cruzo los dedos.

-Por favor que haya hamburguesas. -desea Leah.

-Por favor que los muertos coman hamburguesas y así perdonen nuestras miserables vidas. -pide Tristan con fervor.

Subimos el último peldaño de la escalera que llevaba a la cima y oh, sorpresa, ¡una gran fiesta!

Como era de esperarse, había música, comida, luces y gente disfrazada mostrando sus pasos prohibidos.

Leah y Tristan no tardaron ni un segundo en unirse a la fiesta y dejarme plantada.

-Genial, lo que una vez fue una leyenda  ahora es un lugar turístico lleno de pringados disfrazados. -bufo mientras me apego a Leah.

-Eres un ángel muy molesto. -protesta mientras se despega de mí. -Toma, bebe algo. -dice y me extiende un vaso de alcohol.

Aparto su mano asqueada. -No tomo alcohol. Lo sabes bien, patrona.

-Sólo agárralo, el hombre araña y yo tenemos una batalla en la pista de baile. -dice y me fuerza a agarrar su vaso, después de lo cual se larga con rapidez.

Odio admitirlo, pero esta fiesta tiene estilo. El lugar es oscuro y repleto de niebla artificial, iluminado sólo por las luces de la pista de baile e intermitentes de los accesorios de la gente. Tienen pulseras brillantes, gafas, aros...

No soy fan de la música electrónica, pero esta ocasión se la acredita.

Y lo mejor de todo son las personas disfrazadas. Cada año son más creativos: hay una Dora la exploradora,  más de un hombre araña haciendo referencia al spider-verse, un bad Bunny, un Santa bastante perturbador, y la lista sigue.

Me dejo llevar por el ritmo y comienzo a bailar, meneando el líquido que Leah me obligó a cuidar.

Me mezclo con la multitud y comienzo a perder el control cuando la gente alrededor mía baila sin cesar.

Todo fluye tan bien, tan perfecto, y yo siento que no puedo parar.

Hay hombres por todas partes rodeándome, y decido enseñarle mis pasos prohibidos a este mamadísimo Donald Trump que no deja de mirarme.

Es extraño, pero siento que lo conozco de algo.

Decido tomar la iniciativa y envuelvo su cuello con picardía mientras le sonrío.

Él sonríe también, mostrándome una impecable sonrisa que logro reconocer.

Señoras y señores, este hombre tan sensual que oculta sus músculos tras ese traje de político corrupto es un antiguo compañero de trabajo, si es que sabéis a lo que me refiero.

Uno muy refinado, de piel acaramelada y unos finos ojos verdes.

Le doy de beber un trago del vaso de mi amiga para deshacerme ya de la bebida, y él accede juguetón.

Envuelve sus manos alrededor de mis caderas mientras yo le meto el alcohol por la garganta divertida.

Luego me aprieta contra sí, pero en un segundo me zafo de él y me aparto. -Cuidado con lo que haces, muchachito. -le advierto con una actitud severa y volteo para alejarme.

Me doy cuenta de que la gente está atenta a algo y me pica la curiosidad, así que me dirijo al centro de la pista, donde toda la atención recae sobre dos personajes.

Saco mi móvil rápidamente, esto es algo que no puedo dejar pasar por alto.

-Muchachos, me las vais a pagar. -tarareo con malicia mientras los grabo.

Dancing suena a todo volumen mientras Wednesday y Spider-Trist batallan encima de una alfombra de baile, cada uno haciendo movimientos que sólo ves en los musicales de los noventa.

Él hace el moonwalk como un engreído, y Leah da vueltas en el suelo como una hip-hoper profesional.

Ambos se mandan miradas asesinas mientras se esfuerzan por destacar en la pista.

Diablos, no los reconozco. Ellos no son mis amigos, son unos k-popers que estudiaron baile toda su vida.

El público los anima y los aclama, y claro, los de las apuestas no pueden faltar.

Suspiro decaída al darme cuenta de que mi vídeo los hace quedar bien.

Luego la canción se acaba y sonrío al ver sus caras cansadas y jadeantes.

-Gané, Maximiliana. -jadea Tristan con chulería.

Leah niega. -Es un empate. -dice entre jadeos. -El mejor es quien gane la próxima ronda. -aclara mordaz. Tristan sonríe divertido. -Cuando quieras, DJ. -añade y este pone la próxima canción.

Pero todos murmuran cuando suena perfect de Ed Sheeran.

Ambos se miran sorprendidos, y Tristan reacciona rápido y tira de Leah hacia él. -Ven aquí, cosita.

Ella lo mira molesta mientras se intenta zafar de sus brazos, pero él no se lo permite. -Hombre araña, como no me sueltes te haré hamburguesa para los muertos. -lo amenaza, conteniendo una ira que me divierte.

-Enséñame qué puedes hacer, chica gótica. -se burla Tristan, envolviendo los agresivos puños de mi amiga con sus manos.

Me sorprende la cercanía de estos dos, y no puedo evitar pensar que algo pasó en mi ausencia.

Leah no es benevolente, nisiquiera por dinero. Es maligna y sarcástica, y disfruta del sufrimiento de los demás.

¿Cómo aguantaría a un enclenque como Tristan?

¿Cómo?

Ah, no no. Aquí pasó algo y exijo saberlo.

Soy su mejor amiga, ¿cómo se atreve a guardarme un secreto de tal magnitud?

Aunque de momento los dejaré bailar, no voy a ir por la vida estropeando relaciones, por mucho que quisiera hacerlo.

Suspiro decaída al ver cómo todos los presentes bailan en pareja.

-Espero que os lo estéis pasando bien, parejitas. -murmuro para mí misma y salgo del cuarto.

"Perfect"era mi canción. Bueno, nuestra canción. Milo y yo la bailamos a modo amistoso antes de que se vaya al extranjero, por lo que no puedo quedarme aquí mientras suena. Eso sólo aviva los recuerdos que intento enterrar desde hace tiempo.

Han pasado muchas cosas últimamente.

Que si Bonaparte, que si Grace, que si un docente entrometido, que si Cain...

Sacudo la cabeza bruscamente y me agarro los cachetes con firmeza.

-Nada de Cain, Amanda. Ayer arrancaste todos sus pósteres de tu cuarto. -me recuerdo a mí misma. -¿Y qué si lo idolatré por años? ¿Y qué si acudí a todas sus peleas en vivo? ¿Y qué si...? Mierda, ¿por qué estoy llorando?

Rápido saco un pañuelo y doy mini golpecitos alrededor de mis cuencas, con la esperanza de que mi maquillaje no haya comenzado a correrse.

-¿Por qué lloras, Amanda? ¿Porque todo este tiempo estuviste enamorada de un mujeriego sin saberlo, o porque casi caes en sus perversos juegos sabiéndolo? ¿Qué es lo que más te duele? -pregunto frustrada a mi reflejo en el espejo del baño.

Me veo descuidada, y muy decaída.

¿Motivos? Varios.

¿Soluciones? Ninguna.

Mi doble vida me está matando poco a poco. Si no tuviera a Grace, ya estaría entre las rejas desde hace siglos.

Además, la culpa de ir matando personas como si nada me infiltra ideas nada agradables en la cabeza.

Estoy podrida, y nada me puede salvar.

Caigo en la cuenta de que una botella descansa provocativamente a mi lado, y se me ocurre que quizás debería cogerla.

Quizás pueda salvarme por esta noche.

Sólo quizás.

-Te odio, botella estúpida con bebida alcohólica que te altera mente y alma. -me quejo mientras la abro. Mierda, esta cosa huele a cáncer. Detesto el alcohol, porque deja al descubierto una faceta mía que detesto, pero hoy estoy hasta arriba, y necesito un escape rápido de esta realidad, ¡así que pa dentro!

Lalo
Mierda, perdí de nuevo a Charlotte.

Es que ¿por qué accedo a acompañarla en Halloween? ¿Por qué?

Suspiro con cansancio. Menos mal que Benny me quitó a Carola de encima. Si no fuera porque ella se coló de nuevo en mi casa, nada de esto habría pasado.

Benny habría ido con la pequeña Peach a pedir dulces y yo me habría quedado en casa tranquilo.

Ya bastante tengo con todo lo que pasó esta semana.

La pelea con Tristan, que si Amanda, que si el asesinato, que si las sospechas que rondan alrededor de Amanda, que si Amanda...

-¡No!- grito mientras me palmeo el rostro con molestia. -Maldita pelirrosa, sal de mi cabeza. -susurro por lo bajo.

Ladeo con frustración para salir de mis pensamientos.

Aver, si yo fuera una niña traviesa disfrazada de princesa con nombre de fruta, ¿dónde iría a pedir dulces?

Observo mi alrededor con suma atención, mirando a izquierda y derecha con agudeza.

La calle está repleta de pequeños monstruos, pero el mío no se encuentra entre ellos.

-¡Escuché que en la casa embrujada hay una gran fiesta! -chilla un grupo de niños que pasa por mi lado. -¡Todos van a pedir dulces ahí! -prosigue con emoción el pequeño hombre con cara de calabaza.

-¡Sí, esta noche nos forramos, chicos! -exclama un diminuto Chucky. Su traje mola mucho.

Espera, ya sé dónde puede estar mi pequeño dolor de cabeza.

Me interpongo en el camino de los niños con rapidez, y ellos me miran con cierta sospecha.

-Oye niños, ¿dónde está esa casa embrujada? -pregunto, mostrando una gran sonrisa. Me miran con nerviosismo, y creo saber por qué.

-Chicos digámosle. Podría tomar nuestras almas si no lo hacemos. -Le susurra un niño al jefe de la pandilla.

El jefe asiente. -Venga con nosotros, señor diablo. -responde y comienzo a seguirlos.

Charlotte, este fue tu primer y último Halloween conmigo.

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