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21. Un sueño random

Lalo
Y aquí estoy, negando por tercera vez.

-No iré a pedir dulces con ella. -afirmo imponente. Papá me mira con suavidad.

Yo niego con firmeza.

-Como tú digas. -dice mediante gestos con calma, y yo hago un berrinche cruzado de brazos.

En ese momento tocan la puerta.

Ah, es verdad. Quedamos en que hoy era noche de bros. Tristan ya está aquí.

Fulmino con la mirada a mi padre y a Charlotte. -Nada me hará cambiar de opinión. Y deja de hacer pucheros, pequeño monstruo. -Le ordeno a Charlotte y voy rápidamente a abrir la puerta.

-Hola. -saluda el peliplateado y me choca la mano.

-Hola bro. -Le saludo y lo hago pasar. -¿Quieres probar mis macarons? -pregunto de golpe.

Él se detiene, desconcertado. -¿Quieres matarme? -pregunta con una pizca de diversión. -No seas así, hombre. -replico indignado.

Tristan se ríe. -Trae para acá ese postre. -dice mientras nos dirigimos a mi cuarto.

Suspiro aliviado al recordar que oculté todos mis pósteres eróticos y cosas banales que de seguro arruinarían la infancia de Charlotte.

Tristan se tumba en mi cama decaído.

-¿Qué pasa? -pregunto mientras ordeno la mesa y pongo los macarons encima. -Te ves decaído. -prosigo, sin prestarle mucha importancia.

-Sólo estoy aburrido. -dice y comienza a teclear su móvil.

Entonces suelta una carcajada.

-¿Cómo está tu ketchup? -suena en su móvil, y abro los ojos sorprendido al reconocer esa voz. 

Me lanzo a la cama con brusquedad para ver su móvil.

Él se aleja con miedo de que lo vaya a aplastar. -¡Oye! -suelta un quejido pero lo ignoro.

-Enséñame qué ves. -Le exijo con una curiosidad incontenible.

Él me mira y sonríe divertido.

No me gusta su mirada.

-¿Qué? -pregunto, algo incómodo.

-No, nada. -dice y me muestra la pantalla de su móvil.

Me acurruco con él, boca arriba, y observo su móvil expectante.

Mis ojos se abren como platos cuando la veo.

Es Amanda, y se ve increíblemente vulnerable.

Apenada e insegura, con todas las defensas bajas, le pide a su amiga que cuelgue.

Es extraño, nunca la vi de esta manera.

Ella nunca me miró así. Nisiquiera me habló con ese tono tan dócil.

Sólo recuerdo cómo me golpea cada vez que tiene oportunidad y sus insultos groseros con los que me falta al respeto cada día.

Me mira con ojos despreciables y muecas de disgusto, ¿y así es cómo actúa cuando yo no estoy?

-"La verdad es que sólo quería escuchar tu voz..." -

Arqueo las cejas al escuchar la voz masculina del otro lado de su móvil.

Tomo con brusquedad el móvil de Tristan y lo acerco con torpeza a mi rostro.

-¿Quién es ese? -pregunto demandante, y Tristan sólo contiene una risa baja.

Me levanto con rapidez y me siento al borde de mi cama con el móvil entre las manos, frustrado.

-¿Quién carajos es ese? -exijo saber mientras me muerdo el labio inferior molesto. -¿Cómo se atreve a hablarle de esta manera? -farfullo y logro contener mi ira.

Al próximo segundo Tristan se me une.

Se apoya con una mano en mi espalda y con la otra señala a la amiga vagabunda de la pelirrosa en su móvil.

-Es su hermano. -dice en lo que parece haber sido una eternidad de silencio. -Él y Amanda crecieron juntos. -me sigue aclarando- Está colada por él. -suelta bruscamente, y dejo de respirar de golpe, con los ojos muy abiertos.

Aprieto los puños con disimulo después de devolverle su móvil.

Tristan me mira desconcertado y en silencio. -¿Qué pasa? -pregunta inseguro.

Las palabras de ese chico hacen eco en mi cabeza.

"Te echo de menos."

¿Por qué se estremece con sólo escucharlo?

Nisiquiera lo ve y se nota el efecto que tiene sobre ella.

¿Y a mí por qué me molesta eso?

-¿Te gusta Amanda? -me pregunta. Volteo atónito hacia Tristan, y no entiendo lo que acaba de preguntarme.

Detesto la forma en la que me mira, me fastidia.

-¿Qué dices? -pregunto molesto, pasándome una mano por el cabello, frustrado. -No. -bufo.

Él arquea sus cejas con picardía. -¿Estás seguro? -pregunta en un murmuro sugerente.

-Cállate. -emito y golpeo su hombro.

Me paso las manos por el rostro y bostezo decaído.

Luego me dejo caer en la cama.

-Oye, tú la conoces bien, ¿cierto? - pregunto, ocultando mi hostilidad.

Se lleva un macaron a la boca y se deja caer a mi lado.

Luego asiente. -¿Por qué?

Miro al techo y juego con mis manos. -Sólo por curiosidad. -emito, y luego se forma un silencio incómodo.

Puedo sentir su mirada pesada sobre mí, pero no digo nada.

Espero ansioso su respuesta.

-¿Y qué quieres saber? -pregunta de repente, con un tono de complicidad.

Me llevo las manos a la nuca. -No sé- suspiro aburrido. -¿Qué tipo de hombre le gusta? -suelto, disimulando mis nervios.

Silencio total.

Y luego una carcajada que me rompe los tímpanos.

Sigo mirando al techo, tenso.

-No puede ser. -grita, y busca mi mirada con diversión. -No me lo creo. -suspira incrédulo y se abalanza sobre mí, con una sonrisa amplia.

-¡Quítate! -bramo furioso y lo tiro de encima mía. Luego le doy la espalda.

Él se sigue riendo con total descaro, sin lograr contenerse. -Joder, tu cara está roja. Es que no puedo, de veras que no puedo...- sigue carcajeando, y mi vergüenza sólo crece.

-¿Sabes qué? Olvídalo. -digo en un tono furioso. -Sólo cállate. -Le ordeno y me levanto de golpe.

Tomo el plato vacío y temo romperlo por lo furioso que estoy.

Me alejo para salir del cuarto, y su brazo me detiene.

-No te enfades, hermano. -dice, aún soltando una risa satisfactoria, pero yo me zafo de su brazo con disgusto.

-Eres un cabrón. -digo y abro la puerta, pero él se interpone de nuevo.

-No te vayas, yo te diré cómo conquistarla. -dice, meneando las cejas sugerente.

-¡Te dije que no me gusta! -grito agobiado.

-Vale, vale, no te gusta. -dice, haciendo un gesto para que me calme.

Rodea mis hombros y nos dirigimos a la cama.

Ambos nos sentamos, y de veras estoy muy apenado. No debí preguntarle eso.

-En primer lugar. -contiene su aire, mostrando incomodidad. -eres justo lo contrario de lo que a ella le gusta. -dice de golpe.

-¿¡Cómo!? -chillo furioso. -Soy guapo, estoy bueno y soy inteligente. ¿Cómo me va a detestar? -pregunto gesticulando con incredulidad.

Tristan ladea decepcionado.

-Eres grosero, engreído y mujeriego, aunque me imagino que ella ya te lo habrá dicho.

Es cierto, ya lo hizo.

-¿Entonces? -pregunto impaciente.

Se queda pensativo, y parece haber recordado algo.

-Le gustan los rubios, de aspecto puro y que sean educados. Y que busquen algo serio, no que quieran explorarla una noche y luego irse a comprar cigarros. -aclara, haciendo énfasis en la última frase. -Odia a los mujeriegos.

-Eres muy cruel. -digo y me muerdo las uñas frustrado.

-Sólo soy honesto. -me aclara. Luego parece haber recordado algo, y se queda en silencio.

Yo lo miro con curiosidad. -¿Qué pasa?

Me devuelve la mirada, algo inseguro. -A Amanda le gustan los boxeadores. -suelta con incerteza.

Yo abro los ojos con incredulidad. -¿Boxeadores? ¿Como de qué tipo?

Ella me dijo que los detesta, pero que su amiga los ama.

Tristan me mira poco apenado, como si de nuevo recordara algo.

-Esto es un poco vergonzoso, pero ayer nos colamos en su casa para felicitarla por casi pasar del período de prueba, y por curiosidad me arrastré a su cuarto y... -se detiene y juega con sus manos, apenado.

-¿Y..? -pregunto, agarrando sus hombros expectante.

Se muerde el labio con nervios y evita mi mirada. -Había un póster de esos machos semidesnudos. -suelta en un murmuro, frotándose los ojos.

Lo suelto con lentitud, y mis manos caen a los lados de mi cuerpo.

Me quedo estático, sin entender nada.

Tristan me mira, y supongo que es por la pena que doy que su mirada es tan misericordiosa hoy.

-De Cain. -suelta de repente. -Un póster semidesnudo de Cain. -murmura.

Me lío en mis pensamientos por un momento, y él parece darse cuenta de que algo anda mal.

-Oye, no sé qué es lo que te haya contado, pero Lavanda está obsesionada con Cain. Leah sólo mira esa serie porque a Amanda le gusta. -me aclara. Lo miro y no vacila. -Siempre le gustó ese show. Y tú eras su favorito.

Oculto una sonrisa triunfante mientras miro al suelo.

-Estás desesperado, chaval. -suelta con burla.

Le tiro una almohada a la cara. -Cállate. 

Ambos nos tumbamos en la cama y miramos el techo.

-¿Por qué te gusta Lavanda? -pregunta con seriedad.

-No me gusta, pero está buena y quiero tirármela. -suelto con confianza.

Se levanta y me mira severo. -Oye, soy tu amigo, pero también soy el de Amanda. No juegues con ella, de veras es buena gente. -dice y me deja perplejo.

Me levanto y lo miro incrédulo. Vaya, pero si es señor Seriedad.

-¿Qué tiene? Nos lo pasaremos bien y ya. No lo veas como algo malo. Ambos salimos ganando. -digo en un tono más bajo mientras acaricio su hombro.

-Te estás pasando, amigo. -advierte, y su expresión se vuelve cada vez más seria. Aleja mi mano bruscamente y me señala. -No juegues con ella. -me advierte de nuevo.

Y ahora es cuando caigo. Comienzo a reírme, incrédulo. -¿Te gusta Amanda? -pregunto, sin dejar de reírme.

Él frunce el ceño molesto. -No, pero soy su amigo, y a diferencia de ti, valoro una amistad y me preocupo por ella porque sé cómo eres.

Abro los ojos sorprendido, pero lo disimulo. Sus comentarios ya me molestan. -¿Ah, sí? ¿Cómo soy?

-Eres un egoísta narcisista y no te importan los sentimientos de los demás. -suelta molesto y me señala.

Me río con burla. -¿Y qué con eso? -digo con suficiencia.

Él me mira con decepción. -Por eso no tienes amigos. -suelta en un tono indiferente y siento cómo algo se rompe dentro de mí.

No puedo evitar arquear las cejas con disgusto, y por un momento no sé qué decir.

Veo cómo se pone los zapatos y se dirige a la puerta.

Me mira por encima del hombro antes de marcharse. -Y deja de obsesionarte con Amanda sólo porque se ve como Amina, porque no son la misma persona.

Esa es la gota que colmó el vaso.

La furia comienza a tomar control de mi cuerpo y no me quedo corto por nada.

-¡Sal de aquí, hijo de perra! -grito a todo pulmón y le señalo la puerta.

Se estremece por mi tono de voz, pero ya no me importa. -¡No vuelvas a pisar esta casa, basura! -se oye un portazo y lanzo cosas tras la puerta.

-¡Hijoeputa! -grito mientras me tomo la nuca entre las manos.

Mi respiración se volvió grave, y no deja de faltarme el aire.

Me siento en el suelo con cólera y busco el tabaco en mi bolsillo.

Me enciendo un cigarro mientras observo el desastroso cuarto que está patas arriba.

-¿Quién te crees que eres para juzgarme? -murmuro con desprecio. -Imbécil. -bufo.

                                 °°°

-Ey, despierta. -me tapo el rostro con molestia y gimo. -Déjame dormir, Charlotte. -ordeno mientras aprieto los ojos con disgusto.

-Ben, ¿qué tiene Lalo escondido en el pantalón? -susurra la pequeña.

-No lo mires, es un monstruo malvado capaz de embarazarte. -Le susurra Benny, logrando aterrorizarla.

Espera, ¿Benny?

Abro los ojos de golpe y levanto el rostro para buscarlos.

Me encuentro con la mirada crítica de mi primo, y con Charlotte vestida de la princesa Peach. Está indiscutiblemente bonita.

Benny me carraspea indignado y toma a la niña por los hombros. -Vamos a esperarlo fuera, parece que venimos en el momento equivocado. -dice mientras se la lleva.

Me quito el pelo de los ojos y no entiendo por qué me ve de esa forma.

¿Y ahora qué he hecho?

Me froto la cara con pereza y suspiro.

Tuve un sueño del que no hubiera deseado despertar.

Una palabra: Amanda.

Bueno, más palabras: Amanda disfrazada de ángel.

Una imagen sexy que vale mil años de vida.

Su cabello liso bajando por sus hombros; sus ojos profundos y atrevidos debido al maquillaje oscuro, esas pecas conviviendo en su rostro como un puñado de estrellas, los labios rojos como el vino y un jodido corsé blanco muy sensual con pantalones tan cortos que se le ve media nalga y unas panties blancas que le tapan las piernas y el trasero.

Tenía un aro angelical encima de la cabeza y un arpa dorado con el que seguro me golpearía sin resentimiento.

Pero eso no es todo.

La soñé con una botella de alcohol, decaída y enfadada con el mundo, bailando con un aro de hula-hoop.

Es un sueño bastante random, pero vale con que hubiera querido verla de esa forma en la realidad.

Mierda, creo que me estoy poniendo duro.

Doy un brinco y me pongo de pie.

Voy a darme un baño para luego negarme por décima vez de ir a pedir dulces con ellos.

Me quito el pantalón con cansancio, y oh, mierda, ¿qué es esto?

Observo mi bóxer con un poco de vergüenza.

¿Charlotte vio esto?

Me muerdo el labio indignado mientras saco mi miembro del calzón.

-Mira lo que me haces, pelirrosa. -murmuro excitado.

Lo tomo con lentitud y comienzo a frotarlo con suavidad. Suelto un suspiro corto, y siento cómo mi respiración se acelera. -Esto va para ti, pecas. Siéntete afortunada. -suspiro mientras me toco.

Benny
¿Por qué accedí a visitarlos? ¿Por qué?

¿Para ver a mi primo excitado después de despertar de no sé qué fantasía?

Me amaso la cara con cansancio. De verdad, no sé qué carajos hago aquí.

No lo sé.

Siento un tirón en mi pierna, y miro hacia abajo. -¿Crees que Lalo vendrá con nosotros? -pregunta la Peach en miniatura, con una expresión preocupada.

Le acaricio la cabeza. -Esta noche saldrá de casa aunque tengamos que sacarlo a golpes. -le digo con firmeza.

Ella sonríe con ilusión.

Alguien toca la puerta, y creo saber quién es.

-Charlotte, espera en tu cuarto. -ordeno y ella asiente.

Me voy a abrir con pereza, y oh, ¡sorpresa! De nuevo adiviné.

La miro aburrido.

-¡Hola, pelucas! -exclama la rubia, hoy de hecho más rubia que nunca.

-Hola, puta barata a la que Lalo detesta. -saludo sin ganas.

Su risa desaparece en un instante y me golpea el hombro con fuerza, aunque no siento nada.

La miro con desgana. -Pegas como una chica. -aclaro.

-Es porque soy una, imbécil. -murmura y se abre paso sola.

Sus tacones hacen resonar la casa, y apuesto mi colección de gremorios malditos a que mi primo ya la escuchó, y que huirá a como dé lugar.

La detengo antes de que abra su cuarto, y ella me mira molesta. -¿Qué quieres? -pregunta impaciente.

-Lalo no está en casa, se fue a pedir dulces con su hermana. -explico, sin soltarla.

Ella me mira molesta. -No te creo. -dice y se zafa.

Luego se dirige aún más rápido hacia su cuarto. La intento detener, pero ya es demasiado tarde.

En unos segundos sale con mala hostia. -Sé que está escondido, él nunca saldría disfrazado, y menos con su hermana. -chilla y hace un berrinche.

-Pues ya ves, este año cambió de idea. -suelto y me quedo atónito cuando lo veo saliendo a hurtadillas del cuarto.

Me hace un gesto para que la distraiga, habiendo súplica en su rostro.

-¿Qué pasa? -pregunta ella, cruzada de brazos. Está a punto de voltear, pero la tomo de los hombros con rapidez. -Yo sé dónde puede estar, pero primero ayúdame a disfrazarme, ¿sí? Luego vamos a buscarlo juntos. -digo con seriedad y me sitúo detrás suya para empujarla hacia el cuarto de invitados.

Lalo se oculta detrás mía y me susurra un "gracias".

-Me vas a pasar de trimestre por esto. -Le susurro demandante antes de largarme con Carola.

Él hace un like.

-Ah, te traje un disfraz. Póntelo, está en la sala de estar. -Le ordeno mientras forcejeo. -Oye rubia, eres muy molesta. -bufo y le doy un empujón hacia el cuarto.

-¡No me toques con esas manos sucias de sangre de bebé! -chilla mientras se sigue intentando zafar.

Demonios, ¿por qué todos piensan que como bebés?

-Calla y ven a ayudarme. -demando con hastío mientras cierro la puerta de un golpe.

Me debes una grande, Lalo Cooper.

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