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11. ¿¡Una aventura!?

¿Por qué hay un gallo en nuestro pasillo?

¿Por qué hay un muchacho en nuestro edificio?

¿Por qué parece tan rudo?

-Derek. -dice, mostrando una cálida sonrisa y ofreciendo su mano.

-Loto. -responde mi amiga, tomándole la mano.

El chico voltea hacia mí, amigable.

Me ofrece su mano.

Lo miro con desconfianza. -¿Quién te dejó entrar a este edificio? -pregunto exigente, tomando su mano con tres dedos.

Él se sorprende, luego se rasca la nuca incómodo.

Lo miro insistente.

-¿Sabe Brenda que hay un muchacho- miro a su gallo con desagrado- y su ave en este edificio? -pregunto, arqueando una ceja.

Él sonríe, mostrando una dentadura impecable. -Sí, lo sabe. -afirma con confianza. -No es la primera vez que estoy aquí. -dice, haciendo un gesto para quitarle importancia al tema.

Miro el piercing que se balancea en sus labios. Me cruzo de brazos. Luego miro su cara.

Un rostro cuadrado, de piel clara, con facciones definidas. Su barbilla es ligeramente poblada con algunos pelitos marrones.

Observo sus ojos grises, rasgados, y los tres aretes que cuelgan de su ceja izquierda; sus cejas son espesas y tienen una raya a cada lado.

Luego dirijo mi mirada hacia su cabello marrón chocolate. Unos rizos traviesos se deslizan sobre su frente.

Ahora miro sus brazos fornidos. Tienen más masa muscular que los de nuestro senior. Seguro el bro va al gym.

Ambos brazos están envueltos por tatuajes circulares muy curiosos, tatuajes de tribus y símbolos bohemios extraños desde el hombro hasta los dedos.

El chico usa una camiseta de tirantes blanca que dice: "no hay huevos si no hay gallinas," dejando clara su obsesión por las gallinas.

Sus gemelos también están trabajados, y tienen un tatuaje circular con dientes rodeándolos.

Tiene un estilo muy fresco y deportivo, su aura es bastante ruda.

-¿Ya acabaste de analizarme? -pregunta el muchacho, sonriendo con ironía.

Le echo un vistazo rápido a sus zapatillas deportivas y subo mi mirada lentamente de sus pies a su cara.

Lo miro seria. -Sí, ya he acabado. ¿Sabes? Yo soy Amanda. -Le digo. Luego uno mis labios en una línea recta. -Bueno, creo que ya va siendo hora de que saques a ese animal de aquí. Venga que ya es tarde, shu, shu.- exijo, agitando mi mano a su alrededor para que se largue.

Él alza sus cejas, divertido. Luego sonríe de lado y asiente.

-Un placer conocerlas, señoritas. -dice mientras nos mira a ambas. -Ya nos volveremos a ver. O eso espero. -murmura mientras se marcha, con su gallo en los brazos.

Miro con desconfianza cómo se larga para asegurarme de que no se quedó a espiar.

-Loto, digámosle a Brenda.

                                ○○○

Hoy es martes. Segundo día en la escuela profesional de medicina y cuidado de enfermos.

Me miro en el espejo. Contemplo mi figura con este vestido elitista tan chic.

El azul oscuro de esta prenda me viene de maravilla.

Es apretado arriba, escotado, y suelto a partir de las caderas. Tiene tirantes gordos y largos que se acaban en las caderas; y una camisa blanca con botones y sin cuello tipo corsé que alza y acentúa el pecho.

Mis bebecitos son pequeños, pero suaves y bonitos. Estoy agradecida.

Un colgante de corbata rosa a rayas acompaña el conjunto y me hace ver como una diva. Mi cabello rosa y liso se menea suelto con mis movimientos. Sonrío al ver cómo este outfit resalta mis pecas y ojos naranjas.

Hoy será acompañado de un maquillaje gloss de labios claritos y ligeramente contorneados, y mejillas sonrosadas, no muy llamativas.

Loto aparece detrás mía, y se le cae el cepillo al verme. En sus ojos veo fascinación. Le sonrío y la miro, también satisfecha de lo que veo.

Ella es muy mona, parece una muñeca rusa. -Buenos días, muñeca.- Le guiño el ojo. -Estás muy wow. Sólo te falta un poco de esto. -digo mientras alzo una base de cara clarita y algunos pinceles.

Ella sonríe, incómoda.

-Mira amiga, hoy te enseñaré el poder del maquillaje. Con esto puedes parecer hasta un samurai de la era china si así lo deseas. -comento excitada.

No se ve muy convencida. Parece que desaparecerá por esa puerta en cualquier momento.

-Tranquila- la calmo. -Sólo era una broma. -o puede que no.- Un poco de rímel hará resaltar tus enormes ojos, y este gloss rosa te hará ver como la muñeca más envidiada del planeta. - fanfarroneo. -No miento.

Al rato estamos pisando el pasillo de la escuela a cámara lenta. Sostengo mi bolso de Chanel y piso fuerte y segura de mí misma con mis tacones de pico.

Con el otro brazo sostengo el brazo de Loto, quien no anda tan segura como yo.

Amanda= comerse el mundo.

Loto= comerse sus galletitas horneadas bajas en calorías.

Todos nos miran.

Todas nos envidian.

Todos nos desean.

Me gusta sentirme deseada.

Paso al lado de Benny, quien bosteza recostado de la pared y nos mira con desagrado.

-¿Sabéis que os veis como dos pavos en busca de cortejo?

-Cállate y lleva esto. -comento y le lanzo el bolso de Loto. Lo pillo por sorpresa. Él logra levantar el bolso antes de que se le caiga al suelo.

-Serás- masculla revoltoso.

-Sé lo que soy, gracias. -lo interrumpo antes de que acabe su frase.

Él sólo gruñe, y nosotras seguimos nuestro camino.

Delante de la puerta de nuestro aula está el favorito de Dios, luciendo tan pulcro y sexy como siempre. Su camisa blanca y abierta que deja su cuello y tatuajes al descubierto, y sus mangas remangadas que dejan ver esos brazos ligeramente venosos.

Su cabello gominado hacia atrás, que le da un aspecto fresco y rebelde, y su mirada tan aguda y perversa que te deja sin aliento.

Ahí está, luciendo tan engreído y dominante como siempre, rodeado de divas rubias, quienes exigen su atención. Unas más que las otras.

Doña ilusa más que todas, jugando con su camisa y sonriendo juguetona.

Es extraño, pero Carola no está entre ellas. Y eso que ella se declaró su mayor fan desde el principio.

Pongo mi cara más seria y altiva y avanzo audaz. Lalo voltea para mirarme, y sus ojos se abren en asombro al cruzarse con los míos.

Me mira atento, sin quitarme la vista de encima.

En su rostro aparece una sonrisa ladina, fascinada mientras me estudia de arriba hacia abajo con admiración. 

No parpadea ni un segundo, no emite ninguna palabra.

Las chicas copian su gesto al voltear y mirarme.

La boca de doña ilusa (que no sé cómo se llama. Tampoco es que me importe) rueda hasta el suelo. Sus cejas se hunden en molestia. Las demás la imitan.

No muy contenta de verme, se limita a acariciar el pecho del hombre, quien no me quita los ojos de encima ni un segundo. Ella le habla, intenta llamar su atención, pero nada.

Le ofrezco mi humilde mirada que dice: "nunca estarás a mi nivel" y me dirijo a la puerta.

Rápido Lalo se disculpa con las chicas y se me acerca.

-Buenos días, Am- lo interrumpo.

-Cállate.- ordeno, sin dejar de avanzar. No lo miro, sólo paso de largo, y le lanzo mi bolso a los brazos. -Cuidado, que es de edición limitada, ¿vale?

Y sigo mi camino hasta la máquina expendedora de batidos.

Ahí preparo mi vaso para el líquido jugoso.

Hoy toca batido de plátano.

-Hoy estás que calientas. -menciona alguien detrás mía. Volteo rápido, reconociendo aquella voz molesta.

El pesado ya está aquí.

Lo señalo con mi batido y frunzo el ceño incrédula. -¿Y cuándo no lo estoy? -pregunto, esperando una respuesta decente de su parte. Aunque claro, eso es demasiado pedir viniendo de él.

Alterna su vista entre mí y el batido, sonriendo con chulería. -¿De qué es? -pregunta.

-Banana. -respondo tajante.

En un instante retrocede, sorprendiéndome.

Veo alerta en sus ojos alargados.

-¿Qué pasa? -pregunto curiosa, pero él finge que no pasa nada.

-Es que no me gusta el plátano. -dice, mientras se lleva una palma a la cabeza.

Mis cejas se dispararon hacia arriba en incredulidad. -Tranquilo chico, sólo es un plátano. Te lo tomas antes de que él lo haga. -aclaro, llevándome la pajita a la boca. Veo que el muro sigue aquí, mirándome. -Oye, ¿quieres algo? - pregunto impaciente. No me gusta que me sigan.

Me observa. Mejor dicho, me absorbe con la mirada. A eso le añade una sonrisa ladina muy sugerente. -¿Te recojo después de clases? -pregunta, acercando sus dedos a mi cabello. Lo detengo antes de que me roce.

-Oye. -advierto, muy seria. -Te detesto- admito. Él me mira, sin inmutarse ante mis declaraciones. -Limítate a dar clases. Yo me limitaré a seguirlas.

Él ladea su cabeza con incredulidad. Luego chasquea su lengua. -¿Por qué me odias tanto?

Suspiro y le doy un sorbo a mi batido. -No te odio, sólo no me gustas. -Le aclaro, para mí siendo la cosa más obvia del mundo. Para él no tanto. Es de esos que no aceptan un no por respuesta.

Ladea de nuevo con decepción. -Pelirrosa- me llama. - Sólo son unas horas. -prosigue - No tengo que gustarte, sólo nos la pasamos bien un rato y ya. No te vuelvo a molestar. -admite con confianza.

-¿Ves? Eso es justo lo que detesto de ti. ¿Sabes qué? De hecho, tienes razón. - contesto. -Sí, tienes toda la razón. ¡Te odio! -chillo y me abro paso, arrancándole mi bolso de las manos e ignorándolo por completo. -¡Eres basura! -murmuro mientras me dirijo a mi asiento.

Él pone sus brazos en jarra y mira cómo me largo.

Después de eso, todo vuelve a ser normal: Loto tomando apuntes, Benny durmiendo, yo creando una cafetería para mis gomas de borrar con forma de animalitos...

Los días transcurren, las insistencias de Lalo disminuyen a cero, y hoy es viernes, por lo que cuando se acaben las clases me largaré a casa, a Manhattan.

No me llevo más que un bolso conmigo de vuelta. No pienso pasear mis maletas de A hasta B. Tengo ropa y maquillaje de sobra en ambos lados.

Lo que no tengo es mi coche, sólo un asiento al lado de Loto en el bus.

Esta vez, Benny tiene compañía, una de hecho, bastante extraña.

Mi boca rueda hacia el suelo al ver cómo Benjamin se sienta al lado de Carola.

¿Que por qué? Porque no hay más asientos libres, hombre.

Eso sí es un castigo.

Volteo mi mirada hacia la ventana, pensativa. Todo para ver afuera a Derek, quien sostiene con carisma a su gallo John en brazos. El chico se ve fresh y abierto a nuevas amistades.

Sonríe mientras la señorita Agata acaricia su cabeza y le pega un beso en la frente.

Abro mis ojos con rapidez mientras me ahogo al faltarme el aire a causa de la sorpresa.

Hiperventilo y sigo observando la extraña relación entre ambos personajes.

-¿¡Una aventura!? -exclamo impactada, llevándome las manos a la boca y tomando el rostro de Loto con rapidez para enseñarle esta situación extrema de chisme.

Los ojos de mi amiga derrochan sorpresa y sobre todo, pudor.

Rápido me tapa los ojos, para que deje de espiarlos. Antes de eso logro ver cómo la profe se larga con alta discreción, aparentemente con la esperanza de que nadie los haya visto.

-¡Deja de espiar, Amanda! ¡Cada uno hace lo que quiere con su vida! -espeta la muchacha, alejando mi rostro del ventanal.

-¡Me niego! ¡Quiero saber qué hay entre esos dos!- balbuceo salvaje mientras me intento zafar de sus delicados pero estables agarres.

-¡Silencio ahí atrás o si no os separo! -advierte la voz grave del conductor. De inmediato nos sentamos tranquilitas.

El bus está repleto, pero a quien no veo por ninguna parte es a doña ilusa, quien de costumbre y como dicta la tradición de las divas, estaría sentada en su sillón favorito: senior Lalo.

Agata aparece por la puerta delantera  del bus, y se ve, según mi perspectiva hormonal de Cupido y sabelotodo, intranquila, algo desaliñada y melancólica debido a su actual despedida con Derek, cosa que gracias a alguien no pude acabar de espi- digo observar.

Se sienta al lado de Lalo y el bus despega, haciendo varias paradas en cada ciudad o lugares a los que pertenece cada estudiante.

Me llamó la atención el hecho de que Carola y Benny discutieran sobre los dos lunares peculiares en forma de mordisco del cuello de Carola.

-Son fake- protesta él. Ella lo señala con su dedo índice.

-Cuidadito con lo que dices, Benjamin Sunset. No me provoques. -advierte.

-Eres fea. -suelta con total seguridad. -Lalo no se fijaría en una malcriada y engreída como tú. Además, no le gustan las rubias.

Teníais que ver la cara de Carola. Es épico. La ira recorría cada parte de su cuerpo, amenazando con estallar en cualquier momento; sus ojos ardían de la furia, a punto de salirse de sus cuencas; sus dientes rechinaban entre ellos con violencia, y su rostro, no tengo palabras para describirlo. Es simplemente grandioso.

Lo pilló del cuello y se abalanzó en la silla sobre él.

-¡Retira eso! ¿Y tú que carajos sabes de gustos con esa maldita peluca de niña cachonda? -chilla furiosa, sin dejar de tambalearlo sobre la silla.

Tuvo suerte de estar en la última fila y de que la música y las conversaciones de los demás opacaban sus chillidos, sino ya habrían continuado su discusión en medio de la carretera.

Ahora es Benny quien se encendió ante sus comentarios. -¿Qué dijiste de mi pelo? -chilla furioso.

-¡Peluca, peluca barata y apestosa, maldito emo de mierda! -exclama ella, quien ahora es apretujada contra la ventana y el chico, quien la agarra de las muñecas con furia.

-Retíralo- ordena entre dientes. Ella enchina sus ojos, terca. -Jamás. -escupe con repulsión.

Por fin llegó mi parada. Tomo mi bolso y me despido de Loto, a quien volveré a ver el lunes en la escuela.

Luego me despierto con la mirada disimulada de Lalo encima mía, quien estaba de brazos cruzados, y me evitó al encontrarse con mis ojos. Se veía serio y callado, cosa que rara vez pasa.

Y eso era muy intrigante.

Reaccioné al instante, y seguí mi camino.

Vestida con un conjunto de verano rosa, me dirijo a Arista's. Hemos quedado en que mi padre y Leah me esperarán para tomar algo juntos.

El problema es que no estaríamos sólo los tres.

Alguien más estaba ahí, cruzando la puerta del bar después de mí.

Su nombre era Lalo, y estaba acompañado de un huracán llamado Benjamin. Ambos individuos venían detrás mía, y no sabía por qué.

Pero eso no era todo. Alguien los esperaba. Una silueta a la cual reconozco. Un muchacho conversaba con Leah en la mesa a la cual me dirigía.

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