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Amanda
-Señorita Prada, en diez minutos le toca.

Asiento, sin quitar la vista del espejo.

La mujer sale de la habitación, mientras yo contemplo mi reflejo dudosa.

Me paso la mano exasperada por la oscura peluca que siempre uso.

-Esto es deprimente.

Acaricio mi luminoso rostro bordado con pecas, y observo mi inocente imagen.

-No, esto es perfecto.

Le echo un último vistazo al anuncio que dice "Bonaparte ha abierto sus puertas este año," y acomodo mi ropa interior, para luego taparme con un camisón rojo.

"Bueno bueno, hora de trabajar."

Ando decidida por los pasillos, moviéndome con suma elegancia, mientras los hombres se hacen hacia un lado.

Escucho silbidos detrás de mí, pero los ignoro.

Me dirijo a mi cuarto VIP, lista para hacer lo mío.

Entro y observo al camarógrafo, un friki con piercings y buenas vibras, con quien trabajo desde hace ya un tiempo.

Mi camisón se desliza por mis piernas, dejando a la vista un cuerpo esbelto y sexy semidesnudo.

El friki me observa de pies a cabeza, silbando.

-Chica, creo que quiero tener tu cuerpo.

-Todos quieren tener mi cuerpo - resoplo mientras me siento al borde de la cama, con las piernas entreabiertas.

La puerta del cuarto se abre.

Yo y el camarógrafo miramos en la dirección del hombre que hace su presencia y se dirige con seguridad hacia mí.

Un rubio de brazos musculosos y agudos ojos verdes, de piel morena y tatuajes florales en los brazos y espalda.

Claro que estaba semidesnudo, sólo usaba un par de bóxers apretados, y su hombría no era algo de subestimar.

Él era un hombre en todos los sentidos de la palabra.

Instintivamente me muerdo los labios mientras él se acerca a mi cama, y él sonríe con picardía.

-Oh lala. -susurra el camarógrafo, satisfecho con lo que ve. -Este promete ser otro buen vídeo.

Las puertas se cierran, la acción comienza.

Así es, soy una actriz erótica. Una muy especial.

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Lalo
-Doctor Love, ¿ya te vas? -pregunta la rubia, mostrando una sonrisa traviesa.

-Lo siento cariño, pero tengo trabajo. -digo mientras me pongo el bóxer con prisa.

La rubia hace pucheros decepcionada. Luego, se destapa.

Observo su sexy figura desnuda. Joder, sabe lo que me gusta.

La mujer sonríe de nuevo, mostrando una mirada intensa.

Miro los chupetones que dejé en su cuello mientras me muerdo el labio inferior pensativo.

-¿Y bueno? -pregunta con la ceja alzada.

Mostré una sonrisa ladina, juguetona.

-Creo que me puedo quedar un poco más. -digo quitándome el bóxer rápido.

Ante las vistas, la rubia se relame los labios, sin quitar la vista de mi miembro. Exhalé y me lancé a la cama como un depredador.

Quedé encima de ella, ofreciéndole una vista digna de fantasías.

La envolví con mis fornidos brazos mientras mi mirada cachonda recorría su cuerpo desnudo.

Ella, ansiosa y juguetona, enredó sus dedos en mi cabello rebelde, y me jaló hasta su cuello.

Sin pensármelo dos veces, tracé un camino de besos cortos sobre su fino cuello y acabé con un roce en sus finos, perfectos y rosados labios.

Inserté mi lengua en su boca mientras lo revolvía todo con ansias.

Con aquel beso tan pasional la acabé excitando, por lo que ella, entre besos y jadeos, tomó mi mano y la guió lentamente hasta su entrepierna, la cual ya estaba húmeda.

Una vez allí, empecé a tocarla, con caricias lentas, para hacerla sufrir.

La rubia pegó su cuerpo al mío, encajando perfectamente, mientras frotaba su cintura contra mi abdomen esculpido.

Contemplé sus expresiones mientras insertaba dos dedos en su interior.

Sus gemidos se volvieron fuertes, por lo que me excité.

Froté su entrepierna con ritmo y movimientos de"dentro fuera" mientras besaba su cuello.

Cuando estaba por venirse, me detuve y la miré divertido.

"Qué zorra," pensé para mí mismo.

La mujer se sorprendió, jadeaba y se retorcía por mis caricias.

-¿Por qué paras? -decía entre gemidos.

Sonreí, froté mi miembro, el cual estaba grande y duro, y se lo metí de una.

La rubia se quedó sin aire, cerró los ojos y clavó sus uñas en mi espalda mientras yo me movía lentamente en su interior.

Mis movimientos se volvieron más rápidos, mientras nuestros cuerpos se frotaban arduamente entre ellos.

Yo mordía con deseo sus senos, y ella me clavaba las uñas en la espalda por el placer que le provocaban mis movimientos.

-¿Te gusta? -le susurré con voz ronca. Ella asintió mientras se mordía el labio inferior. Al rato sus gemidos se intensificaron y con ellos, mis movimientos.

-Sí, ah, Lalo...-gemía ella.

Al momento, me detuve de golpe.

Saqué mi pene de su interior y lo froté instintivamente, y recién impregnó la cama con un líquido blanco, para luego levantarme bruscamente. Me limpié con un pañuelo, indiferente, y la dejé con las ganas.

-¡Oye! ¿pero qué te pasa? -gritó frustrada.

La miré decepcionado, para luego vestirme.

-Ya no te tengo ganas. Sabes que no tengo sexo con la misma chica más de cuatro veces. -le aclaro con firmeza antes de salir del cuarto. -Lo sabes muy bien, Carola.

La rubia me miró confundida.

-¿Cómo? ¿Tienes idea de quién soy?

La ignoré, cerrando la puerta al salir.

Su voz aguda la oí incluso después de salir del departamento.

Sí, me estaba maldiciendo.

¿Modelo y madura? Pues no tenía nada de especial. Al fin y al cabo, todas las mujeres tienen lo mismo entre las piernas. -Qué pérdida de tiempo.

Lo peor es que me quedan unas horas para comenzar mi turno de mediodía.

Como no tengo tiempo de volver a casa, merendaré en algún local por ahí.

Suspiro mientras me dirijo a la plaza.

¿Cuándo fue la última vez que comí fuera? Creo que el año pasado, cuando invité a mi hermana a un helado en Rossini. Y, bueno, digamos que las cosas no salieron muy bien.

Cabe destacar que le rompí la mandíbula a un tipo cuya novia me miraba descaradamente, en mi opinión.

En mi defensa voy a decir que él me atacó, y yo me defendí.

Además, tuvo suerte de que me contuve, de lo contrario estaría con Diosito. Nada mal, ¿eh?

¿Qué se le puede hacer? Yo no pedí ser tan jodidamente atractivo. Pero bueno, suele pasar cuando heredas los genes buenos de tus padres.

Los motivos por los cuales no suelo frecuentar lugares aglomerados son:

Uno: las mujeres me devoran con la mirada. Y no es que no me guste, pero que pase tan seguido es muy exhausto.

Y dos: porque soy un glotón. Digamos que tengo un apetito insaciable, sobre todo cuando se trata de postres.

Bueno, como que se me antoja café negro y unos churros.

Divisé un lugar que despertó pura nostalgia en mí.

Aparté la vista rápidamente y posé mi mirada en un bar bastante llamativo.

Suspiré y seguí adelante.

"Ya no eres boxeador, Lalo. Ahora eres enfermero."

-Cállate conciencia. Ya lo sé.

En fin, veamos si las estudiantes de este año valen la pena. -digo mientras me froto el cabello con flojera.

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