Una vez alcanzada la luz, me había introducido en ella y, posteriormente, mi cuerpo se había acurrucado en una esquina de una sala completamente negra. No sentía nada más que frío. Mi cuerpo estaba temblando. 

Cuando quise juntar mis manos para frotarlas entre sí y así darme calor, vi que mi piel no tenía color. Mi cuerpo se había vuelto translucido. A través de mi mano podía ver el color negro del suelo, solo se distinguía la silueta de mi cuerpo.

Estaba confusa. No entendía absolutamente nada.

20 de febrero de 2015.

Había salido de esa sala para permitir a mi cuerpo vagar por el mundo humano. Porque yo ya no era humana y ya no pertenecía a este mundo.

Había visto a Will organizar mi funeral junto con mis padres. Todos estaban devastados, incluso yo. Intenté acariciar a Will, pero mis manos atravesaban su cuerpo y el no sentía nada. Intente hablar, pero mi voz se escuchaba como un susurro que ellos no notaron. 

Hoy sería mi funeral. Mi alma, mi fantasma, o lo que quiera que yo fuera ahora, estaba triste. Levitaba con la espalda encorvada y me notaba una mueca triste en el rostro. Yo no era feliz viendo a las personas que amaba eligiendo el ataúd en el que mi cuerpo descansaría para la eternidad o encargando los ramos de flores que colocarían en el cementerio.

A las once de la mañana comenzó la misa. El sacerdote dijo lo que siempre se decía en los funerales, y más tarde Will, mi padre y mi suegra me dedicaron unas palabras, recordando lo buena persona que era y cuanto amor podría haberles dado de no ser por el accidente que me quitó la vida.

Miraba la figura de mi madre, sentada en los bancos de la Iglesia perfectamente barnizados, sollozando con Jackie acurrucada en sus brazos, también llorando y ambas vestidas de negro. 

Ya en el cementerio, me senté al lado de mi propia tumba, mientras veía como todos los presentes rezaban una última oración por mí. Will se acercó con Jackie de la mano a mi ataúd aún abierto. Mi rostro estaba pálido y sin expresión alguna. Will depositó la cajita en la que guardamos nuestras alianzas de casados entre mis manos, y Jackie dejó mi diario sobre mi pecho.

Cerraron el ataúd y este descendió tres metros bajo tierra.

Todos los presentes miraban la escena con rostros afligidos e hinchados de tanto llorar. Ojos rojos, sollozos y expresiones de tristeza era lo que hoy predominaba en el cementerio.

Una hora después, ya solo quedaban allí mis padres, Will y Jackie, y yo seguía sentada, al lado de mi propia tumba. Cuando el último montón de tierra cayó sobre el resto de montones que habían cubierto mi ataúd, sentí como algo tiraba de mí. No sabría decir hacía dónde o quién era el que ejercía tal fuerza, pero me arrastró hacía una dirección que ni siquiera pude ver por la velocidad con la que mi cuerpo era movido. Alargué mi brazo, gozando de una flexibilidad que jamás imaginé, para aprovechar mi nueva cualidad de traspasar las cosas y así poder tocar mi diario y la cajita con las alianzas, estaba cerca, pero un fuerte tirón me alejó de poder coger lo que más me importaba.

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¡Nueva página! ¿Qué os ha parecido? Por ahora estoy muy satisfecha con los resultados, y espero que a vosotros os guste tanto como a mí. Se nos está haciendo difícil escribir las reflexiones de Courtney pero a la vez todo nos sale con fluidez, ¡¿cómo puede ser eso?!

Esta historia la escribo junto con mi amiga DarleneElla07.

Muchos besitos chicos, nos vemos en la próxima página,

Raquel.