16 de enero de 2014.

No me lo puedo creer. Es imposible. No me quedan lágrimas que derramar, ni sollozos que soltar, ni siquiera tengo fuerzas para salir de la cama.

Esta mañana Will me ha acompañado al médico mientras nuestra hija Jackie se quedaba con mis padres. Lo último que imaginaba tener a mis treinta años de edad era cáncer, pero así es. 

Llevaba unos meses con dolor de estómago, y no había manera de deshacerme de él, había perdido el apetito y había empezado a vomitar con frecuencia. Al principio me negaba a ir al médico, pero hoy me he levantado mareada y he vomitado sangre, según me ha dicho Will, ya que yo me encontraba tan mal que perdí la consciencia. Ya en la consulta, después de hacerme varias pruebas y exámenes, el doctor me ha hablado de un posible cáncer. Cáncer de estómago. Me ha dicho que es pronto para confirmarlo puesto que aún necesito más pruebas, pero que es muy probable que sea eso lo que provoca el malestar en mi cuerpo.

Cuando hemos hablado con mis padres, ambos se han derrumbado, y la pequeña Jackie, a sus cuatro años, se ha asomado por la puerta del salón y me ha preguntado si estoy malita. No he sabido que responder, así que solo le he sonreído y he salido de la sala.

A los padres de Will la noticia les sorprendió muchísimo, pues afirmaron haber rezado mucho a Dios por nuestro bienestar y nuestra salud.

18 de febrero de 2015.

Un año, un mes y dos días, eso es lo que me ha llevado superar el cáncer. Los médicos me han explicado que puedo recaer en cualquier momento, pero que las probabilidades no superan el cincuenta por ciento.

En un día lluvioso como hoy, sucedió.

Eran las doce de la mañana, el cielo estaba nublado y las nubes negras anunciaban una tormenta que no tardó en caer. Yo iba a la carrera porque llegaba tarde a una de mis clases, y recibí una llamada. Recuerdo que era del director Fredicksen, que exigía una explicación con respecto a mi retraso. Mientras hablaba me precipité al asfalto de la carretera, y fue cuando todo pasó. Recuerdo ver mi móvil volar por las aires y todas mis carpetas y mi maletín caer al suelo, mientras mi cabeza se estampaba contra el suelo, produciendo un sonido hueco en mi interior.

Horas después desperté en el hospital, con un dolor de cabeza insoportable y un pitido que perforaba mis oídos. Will y Jackie estaban en la habitación, hablando con una enfermera. Sólo sonreí, porque estaban ahí. Cuando se percataron de que estaba despierta, la enfermera murmuró algo que no entendí y salió de la sala. Will se acercó con Jackie en brazos y me hablaron, pero no entendí nada, solo oía un pitido que se intensificaba conforme me acercaba a la famosa luz. La luz de la que todo el mundo habla.

El pitido se volvió aún más intenso, y yo aceleré mis pasos hacia la luz, pronunciando las palabras ''El diario''.

Ese lluvioso 18 de febrero de 2015, solté mis últimas palabras, frente a mi hija y el que siempre sería el amor de mi vida, Will.

N/A:

Estoy realmente orgullosa de este capítulo, ah. Me encanta como ha quedado, ¿qué opináis vosotros? 

La siguiente página continuará en el mismo día, expresando los sentimientos que Courtney siente.

Quedan nueve páginas, y quizá hagamos un epílogo, no sé.

Esta historia la escribo junto con mi amiga DarleneElla07.

Muchos abrazos, chicos,

Raquel.