|EXTRA 3: JACKIE|
Jackie Adams nació un tres de noviembre de 2008. Sus padres eran demasiado jóvenes, así que decidieron darla en adopción. En el orfanato no tuvo mucha suerte, ya que los primeros cinco años de su vida se crió allí. Según su cuidadora, Margaret, la gente que venía a adoptar no estaba a la altura de la pequeña pelirroja. Un día, un 23 de abril de 2013, un joven moreno vino a adoptarla. A ella.
Hoy, dieciocho años después, Jackie es una estudiante de medicina en la pequeña ciudad en la que siempre ha vivido.
***
—¡Jackie! ¡Llegaremos tarde si no te das prisa! ¡Venga! —Me grita papá desde el piso de abajo. Me doy un último vistazo en el espejo, cojo mi móvil y bajo las escaleras—. ¿Lista? —Pregunta en cuanto me ve. Asiento y salimos de casa para después subir al coche. Hoy tengo un examen importantísimo que espero aprobar, porque si no lo hago ya le puedo decir adiós a mi carrera como cirujana. Papá, que es abogado, tiene un juicio muy importante y, si su cliente lo gana, se llevará una gran cantidad de dinero.
Después de una intensa jornada de estudios, mamá viene a buscarme. Me gusta pasar mucho tiempo con ella. Sé que no es mi madre biológica, pero Amanda siempre me ha tratado como una hija. La historia que tiene con papá es casi mágica. Ella es la directora del instituto que un día perteneció a su padre, el Señor Fredicksen. Por las tardes solemos ir mi hermano Elliot y yo al instituto, nos metemos en su despacho y mientras ella organiza los asuntos con el centro escolar yo estudio y mi hermano hace sus deberes. Ese día un montón de fotos estaban esparcidas sobre su mesa.
—¿Qué hace todo esto aquí? Creía que eras una maníaca del orden.
—Sí, es solo que tu abuelo me ha pedido que enmarque todo esto y lo cuelgue por las paredes del instituto, ya sabes, para recordar a todo el profesorado y eso.
Asiento y ojeo algunas fotos. Es gracioso ver las caras de algunos profesores que me dieron clase cuando yo estudié aquí, y también es gracioso ver la cara del abuelo en el centro de la página. Me detengo ante un rostro conocido. La foto está en blanco y negro, pero aún así sé que es rubia y que sus ojos son una mezcla de verde y marrón, sé que es la mujer que tantas veces se aparece en mi cabeza. Bajo su foto leo su nombre: Courtney Clark, licenciada en literatura inglesa. No sé por qué esa chica aparece tanto en mi mente, estoy segura de no haber tenido contacto con ella en mi vida. La curiosidad me mata, así que decido preguntar.
—Mamá, ¿quién es Courtney Clark?
—¿Qué? —Se gira para mirarme, ya que estaba de espaldas a mí ordenando una estantería—. Oh, has visto las fotos. Courtney era una profesora que trabajaba aquí.
—¿Se fue?
—No, ella tuvo un accidente y murió, hará alrededor de veinte años. Tu abuelo sabrá más del tema, él la conocía bien. ¿A qué viene tanta curiosidad?
—Nada, solo me ha llamado la atención.
Mamá sonríe.
—Sí, era guapa.
—¡Mamá!
Ella suelta una carcajada y me dice que empiece a estudiar, volviendo a su trabajo.
Intento concentrarme en mis apuntes, pero me es imposible. Courtney Clark, ¿de qué me suena tanto su nombre?
Unas horas después, me encuentro llamando al timbre de la casa de mi abuelo.
—¡Mi pequeña ha venido! Pasa, Jackie, pasa—me invita la abuela.
—¡Jack! ¡Qué alegría verte! —Me saluda el abuelo desde su lugar habitual, en el sillón frente a la televisión. Me adentro en el salón de la casa.
—He venido a preguntarte algo, abuelo.
—¡Como sois los jóvenes! Ya no hacéis visitas por hacer, ahora solo venís por el interés—le miro con una ceja alzada—. No, no me mires así. ¡Tu madre hace lo mismo! Sólo viene cuando necesita un favor.
El tono humorístico que caracteriza a mi abuelo está siempre presente, me encanta. La abuela observa desde el umbral de la puerta, pero decide intervenir.
—Anda, Albert, deja de decir tonterías y atiende a la niña. ¡Voy a preparar un bizcocho! —Anuncia la abuela, alejándose por el pasillo.
—Dime de qué se trata, al menos—dice. Se lleva la pipa a la boca. Mi abuelo no es un hombre muy viejo, ronda los setenta años. Lo normal es verle sentado en su sillón mientras ve algún partido de fútbol de hace años (fútbol del bueno, como lo llama él) y con su pipa en la boca, así que cuando le vemos jugando al golf en el jardín delantero o paseando al perro de Elliot (que casi siempre está en casa de los abuelos), nos sorprendemos muchísimo.
—¿Recuerdas a Courtney Clark, abuelo?
Y el color desaparece de su cara.
—¿Qué pasa, abuelo?
—Courtney Clark—repite—. Es el tipo de nombre que se te cala en la piel, y no precisamente porque sea único y especial, si no por la persona que fue.
—¿Quién era?
—Ella era una de las mejores profesoras de literatura que he conocido en mi vida, Jackie—es una de las pocas veces que me llama por mi nombre—. Recuerdo que llegó al instituto un día, de rebote. Ningún miembro del profesorado apostaba por ella, ni siquiera yo, debido a su corta edad. Acababa de salir de la Universidad y, aunque tuviese muy buenas calificaciones, una chica de veinte y pocos años no iba a dar bien las clases.
—¿Qué pasó?
Abuelo sonríe con nostalgia. Se está acordando de ella.
—Que nos cerró la boca a todos con uno de los mayores piñazos de la historia. Muchos profesores estábamos a favor de echarla, y casi lo conseguimos, pero por suerte no fue así. Aquella chica rubia, de cara angelical y ojos inocentes resultó ser un cerebro en todo lo relacionado a Literatura. Sus clases eran entretenidas, aprovechables, productivas. Los alumnos estaban encantados con ella, y yo aún más.
—¿Dónde está ahora? —Me aventuro a preguntar, a pesar de ya saber la respuesta. Los ojos del abuelo se cristalizan un poco. Nunca le había visto llorar.
—Murió. Hace dieciocho años. Recuerdo ese día perfectamente: estaba lloviendo, y ella por algún motivo que jamás llegué a conocer se había retrasado. Los alumnos de su clase estaban desmadrados, y no teníamos sustitutos libres, ese día habían faltado demasiados profesores. Le llamé al móvil y pocos segundos después de que descolgara, se oyó un ruido espantoso, y después colgó. Esa misma tarde supe que, al cruzar la calle mientras hablaba por teléfono, la atropellaron y perdió la vida.
—No sé qué decir, abuelo.
—No pasa nada. Esa mujer se había casado con un joven de por aquí y tuvieron una hija. Nunca supe demasiados detalles de su vida personal, la verdad, pero sé que ella había tenido cáncer. Y oye... ¿A qué viene tanta curiosidad con esta muchacha?
—Oh... Nada, solo vi hoy una foto de ella y me llamó la atención.
—Sí, era guapa—abuelo me mira y sonríe, pícaro.
—¡Abuelo!
***
Jackie Adams jamás llegó a saber que Courtney Clark, en realidad, era su madre, así como jamás supo por qué el rostro de esa joven se había quedado tatuado en su mente.
N/A:
¡Hola! ¿Cómo estáis, queridísimos lectores?
Este es el último extra... Pero, pero, aún sigue en pie eso de escribir un extra de la boda entre Will y Amanda. Podéis dejar en los comentarios si queréis que lo escribamos o no.
Esta historia la escribí junto con mi amiga DarleneElla07, pasaos por su perfil y darle mucho amor.
¡Saludotes y besotes!
Raquel.
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