Un final feliz - Segunda parte
Uno a uno mis otros doce exnovios van parándose junto a Adrián. Él le pasa el micrófono a Héctor, quien es al único al que no me sorprende ver.
—Bueno, supongo que muchos de ustedes habrán visto una serie en Youtube llamada «Otra vez con mis ex» en el que nuestra querida Scarlett hace un calendario en donde algunos de nosotros somos modelos...
—Unos mejores que otros, por cierto —lo interrumpe Enzo, sacando músculos y levantando su suéter para mostrar sus abdominales. La mayoría de los invitados suelta una carcajada.
Héctor le pega una palmada en la cabeza y recupera el micrófono—: En fin. Bueno, resulta que la producción del programa contactó a Lucinda y llegaron a un acuerdo para grabar un episodio especial el día de hoy, y ella nos contactó a todos nosotros, muy contenta de invitarnos a la fiesta y al episodio. —¡¿Muy contenta?! ¿Y por qué nadie lo consultó conmigo? El aire se va de mis pulmones y Lau trata de calmarme mientras hiperventilo. —Así que todos estamos aquí porque en algún momento hicimos parte de la vida de Scarlett, y tenemos maravillosos recuerdos de Lucinda, y estamos muy felices por ella y la nueva unión que se ha concretado hoy.
Los invitados empiezan a aplaudir emocionados mientras veo que mi mamá chifla y levanta sus brazos de la emoción.
Quiero mo-rir-me.
Algunos de mis ex piden el micrófono y empiezan a contar anécdotas de mi mamá y mías, todo el mundo está encantado, riendo y aplaudiendo como si fuera un show de standup comedy. Molesta, vuelvo a entrar al baño y me echo un poco de agua en la cara, sin importarme si quiera si arruino todo mi maquillaje.
—¿Estás bien, amiga? —pregunta Laura con una voz muy dulce.
Niego con la cabeza. Aún tengo agolpadas las palabras en mi garganta.
—Bueno, si lo ves por un lado positivo es hasta bonito, ¿no? Saber que tus ex aprecian tanto a tu mamá... ¡y ella se ve muy feliz! Ya sabemos que le encanta ser el centro de atención, y creo que hoy ha recibido más atención que cualquier otra novia en su vida.
—¡Aprecian mucho el dinero! ¿O si no por qué quieren grabar este nuevo episodio? ¡Estoy cansada de que el mundo sepa de mi vida privada!
—Sí, Scar, tienes razón en eso pero piensa que hoy será la última vez que tienes que lidiar con tus ex, el calendario, el reality, todo eso. Piensa que este es el capítulo final, además muy pronto te vas de viaje y ya ni te acordarás de toda la experiencia. De hecho, sin todo lo que ha pasado en este año tal vez no habrías podido viajar ni a Melgar. ¿No te parece?
—¿Y ese escándalo?
Laura y yo dejamos de hablar para prestar atención a la gritería que se escucha afuera del baño. Parece que hubiera llegado la mismísima Madonna; me siento como en un concierto. Salimos para verificar que pasa, y la bulla se debe a que Mau y Dalila han montado un número musical y todo el mundo se ha levantado de sus sillas para bailar.
Sé que es egoísta, mezquino e inmaduro, pero ver a todo el mundo tan feliz solo me da más rabia. No soporto que se haya montado todo un show al rededor de un evento que se supone privado e íntimo, y no puedo creer que mis ex se hayan prestado para esto. Bueno, no lo puedo creer de algunos.
—Aw, es hasta bonito ¿no?
—¡No! ¡No es bonito! ¡Esto no es un circo! ¡Y no puedo creer que tu marido se haya prestado para todo esto sin decirme nada! —le grito a mi amiga, a pesar de que sé que está mal desquitarme con ella.
—Héctor no es mi marido...
—Bueno, tu novio no es. Uno no tiene hijos con sus novios, sino con sus maridos ¿no?
—¿De qué hablas?
—¡Ya ni sé! ¡Pero dile a ese idiota que se consiga nueva madrina para su hijo!
—¡Ya, Scarlett! ¡No más! —grita enojadísima, es la primera vez que la veo más brava que yo en cualquier situación—. No es culpa mía ni de este bebé que las cosas no salgan como tú quieres por una vez. ¿Te has puesto a pensar que esto no es por ti sino por tu mamá? ¿Por qué tienes que sacar siempre lo peor de cualquier situación? Has hecho una pequeña fortuna a menos de un año de graduarte. ¡En un momento en que la mayoría de los fotógrafos solo podemos aspirar a fiestas infantiles y matrimonios! Tú has trabajado con una marca internacional, has viajado y te has vuelto famosa. ¡Te irás de viaje por todo el mundo en dos días, mientras yo estoy a punto de sacar un bebé de veinte kilos por mi vagina!
Una señora que pasa por nuestro lado nos mira como si la palabra vagina fuera una grosería, luego entra al baño y cierra la puerta.
—Lo siento... —digo en voz baja, muy apenada porque mi amiga tiene toda la razón. Soy una desagradecida.
—No lo sientas y más bien llama a mi marido.
—¿No dijiste que no era tu marido?
—¡Scar, llámalo ya! Lo de estar a punto de sacar un bebé de aquí es literal —dice señalando su panza—. Creo que ya se me rompió la fuente.
¡No puede ser! De los nervios, salgo corriendo pero ni sé hacia dónde, así que me devuelvo.
—¿Y ya tienes dolor? ¿Necesitas algo?
—¡Que llames a Héctor!
—¡Pero no sé dónde está!
—¡BÚSCALO!
Me siento bien tonta porque sé que es lo primero que debí hacer y vuelvo a salir corriendo. Paso entre todos los que están bailando y me doy cuenta de que en las bodas parece que las personas se multiplican; cien personas pueden parecer miles.
La gente me mira raro cuando grito el nombre de Héctor, pero en seguida vuelven a prestar atención a Mau y su concierto. Pienso en mil maldiciones y formas para matar a Héctor por desaparecerse en el momento más importante de su vida, cuando me tropiezo con alguien y grito del susto.
—¡Hija, ten cuidado por favor! ¿Qué te pareció la sorpresa?
—Linda, mamá. Me alegra que te hayas sorprendido. ¿Has visto a Héctor?
—No, hija, la sorpresa era para ti, no para mí. ¡Aquí está Adriancito!
—¿Aceptaste todo este circo solo para que Adrián viniera? ¡Podrías haberlo invitado y ya!
—Ay, hija, no todo gira al rededor tuyo. Acepté porque me van a pagar la luna de miel. ¡Y a Europa, nada más ni nada menos! Tu papá no me llevó ni a Girardot, ¡y ahora voy a conocer Europa!
¡Qué mujer egoísta! Me ha visto sufrir el último año por este tipo de situaciones, ¿y lo único que le importa es su estúpida luna de miel?
—¿Has visto a Héctor? —Ya después me encargaré de reclamarle a ella.
—Debe estar bailando. Ese ex rockero tuyo es muy talentoso, ¿no? O seguro está con Laura.
—No, mamá, no está con ella, precisamente lo estoy buscando porque va a nacer su bebé y a él se le ocurre volverse invisible. —Levanto mi cabeza lo que más puedo para tratar de encontrarlo en la masa de gente que aprovecha el concierto privado que les da Mau.
—¡¿Ya va a nacer el bebé?! —Sin esperar mi respuesta, sale corriendo, atraviesa a la multitud dando codazos y gritándole a la gente, hasta llegar frente a Mau, para arrebatarle el micrófono.
—¿Qué le pasa, señora? —Escucho que le dice Dalila.
—Siento interrumpir pero esto es un asunto de vida o muerte. —Creo que ya sé de dónde saqué lo exagerada—. ¡Héctor! ¿Alguien ha visto a Héctor?
Los invitados que hace unos segundos bailaban como si fueran a ganarse un premio, miran hacia un lado y otro buscando a Héctor, hasta que alguien grita—: ¡Ahí está!
Todo el mundo voltea a mirar y veo a Héctor acompañado de Juliana. ¡Agh! No tengo tiempo para estresarme por ver a la mujer cuyo único objetivo en la vida parece ser meterse en mis cosas privadas.
Salgo corriendo hacia Héctor y lo alcanzo en un par de segundos.
—¿Qué pasó? ¿Por qué me buscaban con tanta desesperación y cómo así que un asunto de vida o muerte?
—¡Al fin te encuentro, idiota! —Le pego una palmada en el brazo—. ¡Tu esposa está a punto de tener el bebé!
—Yo no estoy casado... ¿Qué? —pregunta como si al fin su Windows hubiera terminado de actualizarse y ahora sí entendiera de qué le estoy hablando.
Lo agarro de la muñeca sin siquiera disculparme con Juliana por interrumpirles la conversación, y lo halo hasta donde dejé a mi amiga escurriendo líquido amniótico. Cuando llegamos, Lau está sentada en una silla, varia gente la rodea, tiene un vaso de agua en la mano y parece que atraviesa por el peor dolor de su vida.
—¡Aaaaaaahhhhhhhhhhhh!
—¡Lau! ¿Estás bien? ¡Tenemos que llevarla a urgencias ya! —grito desesperada—. A menos que... ¿Hay algún doctor aquí?
—Cál...mate Scar... No creo... que hayan... doctores... aquí... —dice mi amiga a duras penas, entre gemido y gemido.
—A menos que uno de tus ex sea doctor —dice Héctor encogiéndose de hombros.
—Ninguno.
—Guau, me sorprende...
—¿A caso crees que mis ex son un tipo de cooperativa con profesionales para todo?
—¡No... hay doctores... aquí! Además no voy a tener... a mi bebé... mientras reparten el catering...
—El hospital más cercano queda a media hora, yo puedo conducir, pero si mi sobrino nace en el carro me le cambia el tapizado. —Enzo aparece junto a nosotros moviendo entre sus dedos las llaves de su carro—. Si es tapicería de cuero, hasta me ofrezco a cortar el cordón.
Si está tratando de ser gracioso escogió el peor momento. Obviamente nadie pone cuidado a sus comentarios, pero Héctor toma del brazo a Lau para ayudarla a ponerla de pie, luego pasa el brazo de ella sobre sus hombros para ayudarle a caminar. Yo hago lo mismo con el otro brazo y salimos hacia el carro de Enzo.
—¿Qué haces? —Pregunta Enzo después de que acomodamos a mi amiga en el asiento trasero y yo me subo en el del copiloto.
—¡Pues acompañarlos a la clínica! —respondo indignada de que me pregunte semejante bobada.
—¡No, no, no! ¿Cómo se te ocurre? ¡No vas a abandonar a tu mamá en la noche más importante de su vida!
—¡Muévanse! Que este... niño... pronto va... a ser... un invitado... más...
—¡¿Qué?! ¡Esta no es la noche más importante de su vida! ¡Pero sí la de ustedes! Y no me lo pienso perder —le respondo a Héctor ignorando las súplicas de mi amiga.
—Y apreciamos el detalle, Scar, pero debes estar con tu mamá, en serio.
—¡Pero no puedes manejar solo y ayudarle a Lau en caso de que necesite algo!
—Yo puedo manejar, así Héctor se concentra en Laura —dice Enzo, al que por un momento había olvidado.
Ambos lo miramos y Héctor le pasa las llaves del carro. Luego se sube al asiento trasero con Laura mientras yo me quedo enternecida por el gesto de Enzo. Me alegra que por una vez en su vida no piense solamente en sí mismo. ¡Y eso que se va a perder la grabación del programa especial!
Ay, no me acordaba de eso. El carro se aleja a toda velocidad —lo que me hace soltar un Ave María para que no se vayan a estrellar— y regreso a la fiesta.
Las horas pasan y cada vez es más evidente que se está grabando un programa. Hay varias cámaras filmando diferentes espacios de la fiesta, mientras una mujer joven, bella y con un ceñidísimo vestido entrevista a distintas personas. Yo he tratado de escondérmele toda la noche, pero sé que en algún momento me entrevistarán. Mi mamá está feliz, al igual que varios de mis exnovios, a los que según me he podido enterar, no les ha ido nada mal desde que salió al aire el reality. Desde nuevos contratos de modelaje, a nuevas grupies, incluso cambios de carrera y nuevos canales de Youtube con miles de reproducciones, casi todos han sacado provecho de la experiencia del calendario, y sinceramente, me alegro mucho por ellos.
Cada diez minutos le escribo a Héctor para ver si mi ahijadito ya nació, pero el primer mensaje que recibí fue que Laura solo tenía tres centímetros de dilatación y que según la obstetra el parto puede ser demorado, que suele pasar con las primerizas. Después del mensaje número treinta y cinco en el que Héctor me manda un sticker de un personaje enseñando el dedo del medio porque hace diez mensajes me pidió que no le escribiera más pues lo pongo nervioso, pero yo lo ignoré por completo, dejo de ver las dos palomitas de los mensajes. O puso el celular en modo avión o me bloqueó.
«Mañana arreglaremos cuentas, y si no me avisa cuando nazca el bebé, le hago la vasectomía gratis».
—¿Por qué tan pensativa? —pregunta Adrián al sentarse a mi lado.
—Preocupada por mi amiga y su bebé —miento, aunque lo que digo no es del todo falso.
—No te preocupes, los partos rara vez se complican. —Pone una mano sobre la mía, que retiro por instinto.
—Ambos sabemos lo mucho que se pueden complicar esas cosas —respondo con tristeza.
—A ver, no hay que ser negativos. ¿Y si mejor vamos a bailar?
Me ofrece su mano para que lo acompañe a la pista de baile. El DJ pone una canción lenta y varias parejas empiezan a bailar, muy pegaditos. Me siento un poco intimidada y ni siquiera sé por qué. ¡Es Adrián! Esa persona que siempre ha estado ahí para motivarme, apoyarme, cuidar de mí, acompañarme en todos los momentos y para hacer mi vida más feliz.
—Me habría encantado bailar contigo en otra boda —susurra en mi oído mientras me toma desprevenida.
—¿En cuál?
—Una en la que tú vistieras de blanco y yo usara un smoking, en donde las tarjetas de invitación tuvieran nuestros nombres y que estuviéramos bailando Yellow de Coldplay.
—¿Escogerías esa canción para nuestra boda? —pregunto para no decir alguna estupidez de los nervios.
—¿Por qué no? Si mis estrellas brillan para ti...
¡Ay, no! ¡Me lo quiero comer a besos! ¿Por qué dice esas cosas? ¿De dónde las saca? ¿Será que lo tenía planeado antes de venir? Agh, me siento una estúpida por no haber vuelto con él.
Pero no, no debo dejar que solo las palabras bonitas me engatusen nuevamente. Merezco mucho más.
Merezco conocerme a mí misma realmente.
—A mí también me encantaría bailar en esa boda —confieso.
Se queda mirándome un rato, saltando de mis ojos a mis labios, como con ganas de besarlos. Muero por ceder a la tentación, por fundirme con él en un beso maravilloso y no volver a separarnos nunca, pero si lo hago, sé que eso inevitablemente conducirá al delicioso de nuevo y luego a una pareja, y eso arruinará todos mis planes de una aventura al rededor del mundo. O peor, podría lastimarlo otra vez. Además si mi mamá nos ve no me va a dejar en paz con el cuento de los nietos otra vez.
—Dentro de pocos días me voy a recorrer el mundo... —No sé por qué lo digo.
—Sí, tú mamá me contó. Creo que en el fondo lo hizo para que te convenciera de no irte.
—¿Y vas a tratar de convencerme?
—Claro que no.
Me desilusiono un poquito. Bueno, no un poquito, ¡un montón! pero trato de disimularlo lo mejor que puedo y de ver el lado positivo.
—¿Por qué? —pregunto como parte del disimulo. Se supone que si me importara mucho no lo preguntaría.
—Porque quiero que cumplas tus sueños, hasta los que no me incluyen.
—Gracias.
La canción está a punto de terminar y por unos segundos dejo mi cabeza recostada sobre su pecho. Se siente tan bien, tan familiar, tan hermoso. Antes de que nos tengamos que separar, suelto una idea a la que no le doy tiempo ni de desarrollarse.
—Sería lindo empezar de nuevo al regresar de mi viaje, ¿no? Digo... porque las relaciones a distancia como que no funcionan.
—¿Y si conoces a alguien más en tu viaje?
—No creo... sabes que no voy en plan rumba ni nada, voy a tomar muchas fotos, sobre todo de paisajes.
—Pero pueden pasar muchas cosas en seis meses...
—Si en casi dos años no dejamos de querernos no creo que en seis meses eso pase... —La canción termina al fin y no puedo evitar el reflejo de zapatear fuerte y gritar—: ¡NO!
Todo el mundo voltea a verme mientras le aseguro a Adrián que estoy bien y que me perdone por gritarle en el oído.
Él se ríe y sin soltarme la mano, me lleva a un lugar apartado de la fiesta, debajo de un árbol que decoramos con miles de lucecitas navideñas y que todo el mundo ha utilizado para tomarse fotos.
—Te propongo algo... Me vas a mandar un whatsapp todos los días que dure tu viaje, no solo para contarme cómo te va y mostrarme las maravillosas fotos que sé que vas a tomar, sino para demostrarme que tus sentimientos no han cambiado. Así sea un emoji, un sticker o lo que sea. Si algún día no recibo un mensaje tuyo entenderé que conociste a alguien más.
¿Qué? La idea se oye bonita pero... no sé, tengo mis dudas.
—¿Y si no te escribo qué pasa?
—Entenderé que nuestros caminos seguirán separados... y no te preocupes, no habrá drama de mi parte, no me romperás el corazón, simplemente no volveremos a vernos.
—¿Y si eres tú el que conoces a alguien? ¿Y por qué no me escribes tú?
—Conoceré a mucha gente, seguramente, pero mis sentimientos por ti nunca cambiarán. De eso me he dado cuenta durante estos últimos días. Por esa misma razón, debes ser tú la que escriba.
Es tan lindo lo que me dice que un ojo empieza a amenazar con soltar una lágrima. Pero no voy a hacer ese oso, no me importa que con Adrián tenga toda la confianza del mundo.
—¿Qué te parece la idea entonces? —pregunta con mucha ansiedad y brillo en sus ojos.
—Es linda —confieso.
Su enorme sonrisa es contagiosa y me provoca una risa nerviosa.
—Entonces, ¿me prometes que me escribirás todos los días a menos de que conozcas a alguien o simplemente decidas que no quieres pasar tu vida a mi lado?
Y sin pensar en las repercusiones o consecuencias de esa promesa, respondo —: Te lo prometo.
¡Queridos lectoreeees!
Al fin llegamos al final de la historia, ¿qué les pareció?
¿Se lo imaginaban así?
¿Les gustó?
¿No les gustó?
¿Creen que habrá continuación?
Me muero por leer sus comentarios!!
Publicaré un capitulo especial de agradecimientos, espero verlos por allá. ¡Les mando un enorme abrazo!
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