Extra: El beso
Maldito tráfico de Bogotá. El menor trayecto dura tanto, que puedes hacer de todo mientras esperas a que los
demás avancen: leer un libro, escuchar toda la discografía de Juan Gabriel, planear el robo de un banco, o soñar despierto con ella.
Últimamente la tengo a toda hora en mi cabeza, en especial cuando llego a mi apartamento después de que cerramos caja o hacemos inventario. Es tan inteligente, tierna, trabajadora y amable, que se hace notar por sobre todas las demás mujeres. Bueno, también le ayuda lo sexi que es.
La hubiera seducido el mismo día en que la contraté, si no fuera por mi estricta política de no involucrar mi pene con mis empleadas... Bueno, por eso y por su novio inútil. Un hipster barato que no merece lo que tiene.
El estrambótico pito del carro que viene detrás mío me saca de mis pensamientos. Los sonidos de vaca como bocinas de carros deberían ser ilegales.
Como si hubiera manejado todo el trayecto en piloto automático, hasta ahora caigo en cuenta de que estoy a una cuadra de mi tienda de ropa. Al fin logro concentrarme en lo que hago y estaciono el carro en el parqueadero frente al local. Bendita la hora en que se le ocurrió a Scarlett llegar a un acuerdo con ellos para que nos dejaran guardar ahí nuestros carros, y así los clientes tuvieran el espacio frente a la tienda para estacionar con tranquilidad.
En el lugar de siempre, veo su carro y algo palpita en mi pecho y mis pantalones. «Por Dios, es solo su carro...». Nunca me había pasado algo así, que solo con saber que la mujer que me gusta está presente en algún lugar, mi cuerpo ya reaccione de esta manera.
-Buenos días -saludo al entrar a la tienda. Carolina, Tatiana y Vanessa me responden, pero no veo a nadie más-. ¿Y Scarlett?
-Hace un rato vi que se fue a la bodega -responde Tatiana.
Subo al segundo piso para dejar mi mochila en mi oficina. Al entrar, todo parece muy normal, excepto por un jarrón con flores amarillas sobre mi escritorio. Apuesto a que las puso Scarlett. Es el tipo de cosas que hace por su propia voluntad. Recuerdo la primera vez que entró a mi oficina y dijo que le hacía falta color, y toques hogareños. Desde ese día, cada semana encuentro un nuevo cuadro, flores de colores, aromatizantes de lavanda o vainilla, o pelotas antiestrés que deja cuando me ve muy estresado porque sabe que las que me regala siempre se me pierden.
Debe gastarse la mitad de su sueldo en pelotas antiestrés.
Me siento en el escritorio y prendo el portátil, dispuesto a empezar a trabajar, pero hay algo que no me deja concentrarme.
No he saludado a Scarlett.
Bajo a buscarla a la bodega, pero cuando abro la puerta, escucho su voz y algo me impulsa a prestar atención a su conversación.
-Sí, burrito, y me alegro por ti, pero últimamente... No sé -le dice a la persona al otro lado del teléfono-. Como que ya no pasamos tanto tiempo juntos.
«Está hablando con su estúpido novio hipster»
-Yo sé que entre las grabaciones y las entrevistas en emisoras no te queda tiempo, pero el sexo rápido en armarios pequeños o detrás del escenario ya dejó de ser excitante.
«No debería estar escuchando esto» pienso, pero mis pies se quedan clavados en el piso.
-Sí, pero extraño hacer el amor en una cama. -Hace una pausa-. No estoy diciendo que terminemos... ¿Podemos hablarlo personalmente?
Desde donde estoy no puedo verla, pero por el tono de su voz siento que quiere llorar.
-Pero, burrito... ¿Hasta la otra semana?... Odio hacer esto por teléfono, pero tienes razón. Esto no va para ninguna parte. Además porque lo condicionas todo a ese trío y no quiero... Sí... -Se le quiebra la voz en ese "sí" y hace sonar su nariz-. Fue lindo el tiempo que estuvimos juntos. Te deseo mucho éxito... No, no te preocupes, estoy bien... Estaré bien. Adiós.
Maldito hipster. ¿Acaba de terminarle por teléfono? ¿Qué clase de miserable hijo de p...
-¡Auch! -Scarlett se tropieza conmigo, sacándome de mis pensamientos y poniéndome nervioso.
-Lo siento. Buscaba... Una blusa roja con lentejuelas, hay una cliente que se va de rumba esta noche. -No se me ocurre qué más decirle.
-Buenos días, Adrián. -Su tono de voz triste me parte el alma, aunque me alegra que ya no me diga "Don Adrián". Casi no puedo quitarle esa costumbre, solo nos llevamos cuatro años de diferencia, y me hacía sentir como su papá. Aunque sentirme como su "papi" no creo que sea tan malo... Ya concéntrate, Adrián.
-Buenos días, ¿te sientes bien?
-Sí, solo vine a revisar si todavía tenemos inventario de los jeans que nos llegaron la semana pasada.
-Eso lo puedes revisar en el computador.
Se queda pensativa un momento, y noto que sus mejillas se ponen rojas.
-Sí, es que... Me gusta revisar acá también, a veces los computadores se vuelven locos. Permiso.
Sin decir nada más, sale de la bodega y noto que pasa las manos por sus ojos cuando me da la espalda. Pobre, debe ser horrible terminar una relación por teléfono.
Durante el resto del día, no puedo evitar prestarle especial atención a Scarlett. Debe tener el corazón roto, pero aún así está pendiente de la caja, las demás vendedoras, atiende algunos clientes cuando hay demasiado tráfico en la tienda y todo lo hace con una enorme sonrisa.
Es la mejor empleada que he tenido. «Y por eso debes mantener el gusanito dentro de los pantalones» me dice mi conciencia.
«¿Gusanito? Anaconda, querrás decir» le contesto.
A las siete de la noche, se despide la última vendedora y bajo la puerta de seguridad del local, para que Scarlett y yo podamos hacer caja con tranquilidad. O bueno, la tranquilidad suficiente que podamos tener en media hora, pues debe irse a clases a las siete y media.
-Bueno, Scarlett. Empecemos rápido para que no me toque quedarme aquí solo terminando caja dentro de media hora -digo, tratando de mantener mi tono informal y alegre.
-Hoy no tengo clase, así que podemos hacer todo con calma -responde con un tono de voz que no es el usual. Está muy triste.
-Fue un gran día, ¿No? Digo, para la tienda... -Ay, tal vez no debí haber dicho eso.
-Sí -responde secamente.
Abre el computador portátil que maneja y la caja registradora. Primero revisa el efectivo, contando rápidamente los billetes. Ya es toda una experta.
-Hay un millón doscientos cincuenta mil en efectivo -declara en voz alta y luego escribe la cifra en el computador-. En ventas con tarjeta débito o crédito fueron...
-¿Quieres algo de comer? Yo invito -la interrumpo.
Levanta la vista y me mira fijamente a través de sus pestañas largas que enmarcan unos ojos color almendra que me encantan.
-Sí, gracias -responde y sonríe por una fracción de segundo.
-¿Como qué te apetece? Puede ser comida rápida, o si prefieres algo más especial, podría pedir comida italiana.
-No sé, por mí está bien cualquier cosa.
-¿Has probado el sushi? -Niega con la cabeza-. ¿Te gustaría probarlo?
-Está bien -responde sin quitar la mirada del computador. Sigue haciendo cuentas.
Camino hacia mi oficina mientras hago el pedido. Después de pedir una orden de Niguiri de salmón para Scarlett, y otra de Sashimi para mí, meto mi computador a la maleta, un libro que estoy leyendo en mis ratos libres -que no son muchos-, mis llaves y mi billetera.
Desde mi ventana puedo ver toda la tienda, por lo que me es muy fácil prestar atención a lo que hace Scarlett. Sigue concentrada en el arqueo de la caja, aunque de vez en cuando mira su celular. Lo que llama mi atención es que cada vez que lo mira, cierra los ojos con desesperación y vuelve a dejar a un lado el aparato. Su expresión cambia a una un poco más molesta.
Seguro está esperando una llamada, que puede que nunca reciba.
Me quedo unos minutos en mi oficina, dándole algo de espacio a Scarlett, y aprovechando para revisar unas facturas que debo pagar mañana. Mi celular vibra al mismo tiempo que suena el timbre. Bajo rápidamente para recoger el pedido, y Scarlett sigue totalmente ajena a lo que pasa a su alrededor.
-Bueno, deja eso y hagamos una pausa para comer -propongo mientras dejo la bolsa sobre el mostrador.
-Ya estoy terminando... Ya está. -Cierra la caja y apaga el computador.
-¿Ya hiciste todo el cierre? Qué eficiente.
-Por algo me llamo Scarlett Eficiente Alcalá -dice con mejor ánimo que hace un rato.
-Okay, traeré la mesita y las butacas, porque yo ya me llamo Adrián Hambriento Expósito.
Mientras acerco los muebles, escucho que se ríe. Dios, cómo me gusta esa risa.
Cuando organizamos la mesa, las butacas, y los platos de cada uno, empezamos a comer. Abro Spotify en mi celular y le doy play a la lista Relax. Es mi lista favorita pues genera un ambiente tranquilo, incluso seductor. Cualquier lista que tenga canciones de Phil Collins, Sting, Artic Monkeys o Morrisey va a generar un ambiente ideal. Empieza a sonar Sign your name de Terence Trent D'Arby, y a mi mente llegan imágenes de Scarlett y yo, iluminados solo por luz de velas, aprovechando cada rincón de este local.
«Piensa en otra cosa, Adrián, lo que sea. Mi abuela en bikini. Sí, pensar en mí abuela en bikini es mejor que los pensamientos xxx con la administradora de mi tienda»
Scarlett no teme probar cosas nuevas, nunca había probado sushi pero come cada bocado como si fuera su plato favorito. Amo eso en las mujeres.
Cuando terminamos de comer, se limpia con una servilleta y dice-: Debí haberle dado antes una oportunidad al sushi. Me encantó. Gracias.
-Sabía que te gustaría.
-¿Ah, sí? ¿Me stalkea, o qué?
-No, no -río nervioso-, es solo que casi a todos los que les digo que prueben el sushi, les gusta -miento. Todo el mundo hace malas caras cuando prueba el sushi, aunque luego lo amen.
-¿Puedo preguntarle algo? -Cambia su tono a uno un poco más serio.
-Si la pregunta es si es cierto que el sushi es pescado crudo, la respuesta es sí.
Sonríe.
-No, eso ya lo sabía. Es algo más... personal. ¿Esta mañana cuando estaba en la bodega, escuchó mi conversación telefónica?
Ay, Dios. ¿Miento o le digo la verdad? No quiero que piense que la estaba espiando, porque en realidad, escuché todo por pura casualidad. Y algo de curiosidad. Bueno, mucha curiosidad.
-Lo siento, no pude evitar escucharla. -Me decanto por ser sincero.
-Qué vergüenza. No me gusta hacer llamadas personales en el trabajo, pero... Tenía un problema.
-Un problema que ya no tienes. -Abre mucho los ojos, creo que no se esperaba mi respuesta-. Pero no te preocupes, no me molesta que mis empleados hagan llamadas personales cuando tienen problemas.
«Sobre todo si las empleadas se llaman Scarlett».
-Gracias. -Sus mejillas se pusieron rojas. Tan linda.
-¿Puedo preguntarte algo yo? -Sé que no debería meterme en su vida privada, pero me gana la curiosidad.
-S... Sí... Claro.
-¿Cuál era el problema?
Suspira, como pensando si responderme o no.
-Mi novio... Bueno, exnovio, está muy ocupado ahora y casi no podíamos vernos. Le quedaba imposible sacar tiempo para mí, además que tenía algunas exigencias con las que no estaba de acuerdo, entonces lo mejor era terminar.
-Qué imbécil -digo sin pensar.
-Bueno, por un lado lo entiendo porque es su carrera, digamos que es el precio de la fama.
-¿Es famoso?
-Es cantante. Tiene una banda de rock y están en pleno lanzamiento. Así que tiene muchos viajes, muchas entrevistas, cosas así. Y yo no soy una novia asfixiante ni nada, pero no tiene sentido tener una relación en la que casi no ves a tu pareja.
-Sería casi como tener un novio imaginario. -Ambos reímos-. Y bueno, no te mereces eso.
-¿Ah, sí? ¿Y qué merezco, jefe?
Ahora quien abre mucho los ojos soy yo. Nunca esperé que me dijera eso en un tono tan... sensual.
-Pues...
-Estoy molestando. -Se ríe-. Creo que nadie se merece algo así, aunque yo estaba dispuesta a arreglar lo nuestro.
-¿Estás enamorada?
-Sí. Bueno, no sé... ¿Alguien sabe si realmente se ha enamorado?
-Pues yo solo puedo hablar por mi experiencia, y creo que cuando estás enamorado lo que más te importa es el bienestar de esa persona. Incluso sobre tu mismo bienestar. Te preocupas por que crezca como persona, por hacer que su vida sea un poco mejor a tu lado.
Hace una pausa para mirarme fijamente.
-Pero usted no tiene novia ¿cierto?
-No. Y tutéame, por favor. Estamos en confianza.
-Si estamos en confianza, ¿puedo preguntar por qué no tiene... tienes novia? Digo, si sentiste amor de verdad me cuesta creer que lo hayas dejado escapar...
«Eso me pasa por hablar de cosas personales». No quiero responder, pero ella fue sincera conmigo, me siento en deuda.
-Mi prometida murió en un accidente de moto.
Scarlett me mira fijamente mientras trato de no perder mi cara de póker.
-Lo siento mucho. No quise...
-No te preocupes. -Trato de restarle importancia, pero creo que no me sale tan natural.
-Mi exnovio quería que hiciéramos un trío. -Bueno, con eso relaja totalmente el ambiente.
-¿Y tú no querías?
-No me importaría hacerlo, bajo ciertas circunstancias.
Quiero tomar nota de dichas circunstancias, esa información puede ser útil en un futuro. Pero debo recordarme que soy su jefe, y preguntarle eso puede pasarse al lado del acoso.
-Pues si te deja porque no quieres hacer un trío, no vale la pena. Si yo fuera tu novio... Perdón, si yo tuviera una novia como tú, me preocuparía por hacerla feliz todos los días, apoyarla para que logre sus metas, no sé... Tenerla siempre satisfecha, en todos los aspectos. Sería una reina.
-¿Una novia como yo? ¿Cómo soy yo? -pregunta con mucha curiosidad y una enorme sonrisa.
-Inteligente, amable, responsable, trabajadora, ambiciosa, hermosa...
Se pone muy roja pero al parecer no puede dejar de mirarme, con una expresión que se hace sentir en mis pantalones... «Deja de mirarme así, por favor».
-A partir del próximo mes empezaré a premiar al empleado del mes. -No sé por qué cambio a ese tema, pero parece aliviar la tensión.
-¿Habrá recompensas económicas? -pregunta entusiasmada-. En realidad estoy ahorrando para una cámara nueva, y aunque no creo llegar a ser la empleada del mes, por soñar no me cobran todavía.
-Por ahora no se me ocurre nadie más que pueda ganarse ese premio. - «Y juro que no tiene nada que ver qué esté un poquito enamorado de ti».
Justo cuando Scarlett sonríe y mira su reloj, noto que suena In The Air Tonight de Phil Collins. Amo esa canción. Phil es un genio que sabe cómo hacerle el amor a la gente por los oídos.
-Mejor me voy a mi casa, tengo que madrugar mañana si quiero ser la empleada del mes. Sonríe y se levanta-. Muchas gracias por el sushi.
-Sí, mejor nos vamos antes de que aquí pase algo más...
-¿Algo más?
Ay, no. ¿Dije eso en voz alta? Maldito Phil Collins, las cosas que me hace decir.
-Sí, como que nos roben.
Sonríe pícaramente y va hasta la parte de atrás del local para sacar su bolso y su chaqueta del casillero. Yo también tomo mi maletín, y alisto las llaves del local para cerrar. Limpio y organizo el lugar donde comimos, cuando escucho un quejido de decepción.
-¡Qué aguacero! Y justo hoy no traje la sombrilla.
Scarlet abre el portón de seguridad y deja ver una tormenta terrible. Ninguno de los dos nos dimos cuenta en que momento empezó a llover.
-Yo tengo sombrilla. Espérame mientras cierro y te acompaño hasta el carro.
-Muchas gracias -responde y me mira con una gran sonrisa. Se nota que está de mejor humor que hace un rato.
Salimos, ella sostiene la sombrilla cuando bajo la puerta metálica y cierro el candado, activo la alarma y le recibo nuevamente la sombrilla.
-¿Puedo? -Estiro mi brazo sobre sus hombros y le pido permiso para abrazarla y acercarla a mí-. Así cabemos mejor en la sombrilla.
Sonríe y asiente. La abrazo y la acerco. Para mi sorpresa, mi cuerpo responde al contacto con un escalofrío que se siente por toda la espalda. Vamos a atravesar la calle para ir al parqueadero, pero pasa un carro muy cerca nuestro, a toda velocidad, y nos empapa.
-¡Imbécil! -Se queja Scarlett.
-En mi carro tengo toallas.
-No te preocupes, estoy bien.
Atravesamos la calle corriendo, antes de que alguien más nos moje. Ya dentro del parqueadero, caminamos hacia su carro bajo una lluvia torrencial que no cesa. Ella desbloquea su carro y yo estiro la mano antes de que ella lo haga. Siempre caballeroso.
-Que te vaya bien. Escríbeme cuando llegues para estar tranquilo -me despido.
Pero Scarlett hace algo que me sorprende. Vuelve a cerrar la puerta, se empina un poco y pone sus labios sobre los míos.
Como me toma por sorpresa, no le respondo al principio, pero me toma un par de segundos salir del shock y seguirle el ritmo a su beso apasionado.
Besarla es tal como imaginé. Sensual. Ardiente. Con la mano que tengo libre acaricio su cabello. Ella pone ambas manos en mi cara y comienza a acariciar mi cuello y la parte de atrás de mi cabello, mientras su lengua acaricia la mía.
Quiero ir más allá. Tocarla más, sentirla mejor. Por eso, sin importar nada, dejo caer la sombrilla y me arriesgo a que se separe para no mojarse.
Pero ella no se amedrenta con algo de lluvia, y eso me encanta. Pongo ambas manos en su cara, lentamente las bajo hacia su espalda, y la abrazo con fuerza. Nos podríamos congelar, pero el calor del beso no lo permite.
Finalmente, nos separamos y aunque quiero decirle un montón de cosas, no puedo pronunciar ni una palabra. Hasta empapada se ve hermosa. Su mirada es una mezcla de felicidad y miedo, debe estar pensando que se va a quedar sin trabajo por besar a su jefe.
-No te... -Por fin puedo empezar a hablar, pero ella se sube a su carro con mucha agilidad, lo enciende y se va.
Me quedo parado por unos segundos, observando el espacio vacío que ahora hay en el parqueadero. Recojo la sombrilla, la cierro y voy a mi carro. Una vez adentro, reviso mi celular. Menos mal es a prueba de agua, pues no hay una parte de mí o mis cosas que no estén mojadas.
Me preocupa la huida de Scarlett.¿Qué pasará mañana cuando venga a trabajar? ¿Se volverá todo extraño entre nosotros? ¿Renunciará?
Abro mi WhatsApp y le envío un mensaje:
Mensaje de Adrián:
Hoy por fin pude besarte, y aunque fuiste tu la de la iniciativa, doy gracias a Dios por eso. No sabes desde hace cuanto quería hacerlo. Menos mal no eres igual de cobarde que yo 😅
Sin embargo, a pesar de que soy tu jefe, no quiero que te sientas incómoda, porque me encantas. Hablemos mañana por favor, pues nunca te había dicho nada por respeto y porque no sabía qué sentías por mí. De hecho aún no lo sé, pero tengo la esperanza de que sientas al menos una mínima parte de lo que yo siento por ti.
O al menos es lo que quisiera enviarle, pero al final, el mensaje se reduce a:
Mensaje de Adrián:
No olvides escribirme cuando llegues a tu casa, para saber que estás ok.
Si quieres mañana lo hablamos...
Sobre hoy...
Todo está bien entre nosotros.
Que duermas bien.
Trato de mantener un tono casual para que pueda dormir sin preocuparse por esto, aunque sé que yo no podré conciliar el sueño tan fácilmente.
¿Qué les pareció? Espero les haya gustado. A mí me encantó escribirlo ❤️🥰
Si les gustó esta actividad, me cuentan y hago más, más adelante.
Un abrazo!!
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