62. Un final feliz - Primera parte
Seis meses después...
—¡Que felicidad! ¡Finalmente no me quedaré solterona! —grita mi mamá con alegría mientras contempla su vestido blanco en el espejo.
Vestido que, aunque fue una polémica de varias semanas entre las dos, debo admitir que se le ve precioso. Es la primera vez que me alegra que ella haya ganado una discusión, pues mientras yo le insistía que una mujer que se casa por tercera vez y que ya tiene una hija que está en edad para hacerla abuela debería casarse de cualquier color menos de blanco, ella decía: —Me valen un comino las tradiciones, ¡me voy a casar de blanco por tercera vez!
Y ese blanco realmente resalta sus grandes ojos marrones, aunque lo que en realidad los destaca es esa alegría y emoción que la embarga. Me alegra que después de tanto dolor en las cuestiones amorosas de su vida, vuelva a encontrar algo de felicidad, así sea de la mano de José Abelardo, el profesor que casi me amarga mi diploma de fotógrafa.
—¿En qué piensas? —pregunta mi mamá después de unos segundos en que la estuve escuchando a lo lejos sin prestar verdadera atención a lo que estaba diciendo.
—Solo en que estoy muy feliz por ti.
Su bella sonrisa es contagiosa.
—Y yo estaría el doble de feliz si hoy estuvieras sentada al lado de alguien...
—Voy a estar sentada al lado de Héctor y Laura.
—Pero ¿te vas a ir a tener sexo con ellos después de la fiesta?
—¡Mamá! —grito mientras siento que mis mejillas se ponen coloradas.
—Ah, pues a eso es a lo que me refiero, mija. Todo el mundo sabe que las bodas son la mejor ocasión para calentar al arrocito en bajo...
—¿Y usted de cuando a acá sabe tanto de lo que se hace en las bodas, señora?
—He vivido más que tú y me han invitado a muchas bodas... —Levanta sus cejas pícaramente varias veces para indicarme lo mal que se ha portado en las bodas a las que ha ido.
Mi mamá y el sexo. Es una imagen mental a la que a pesar de estar expuesta los últimos meses, no me acostumbro. Creo que nunca me acostumbraré. Aunque agradezco que ahora no tendré que oírla en esas, al menos. Gracias a Dios el que se casa quiere casa y por fin volveré a vivir sola en mi apartamento.
Extraño mucho mi privacidad, y me alegra recuperarla sobre todo después de lo que pasó al día siguiente de que Axel estuviera en mi apartamento dándome el mejor consejo que alguien me ha dado en la vida.
Óliver llegó a mi apartamento con un ramo de margaritas, oliendo mejor que nunca y viéndose mejor de lo que cualquier ser humano se ha visto. Su sonrisa adornaba su cara de lado a lado y sus dientes parecían retocados en Photoshop. Bueno, él siempre ha parecido photoshopeado, para ser sincera.
—Hola, Scar. ¿Cómo estás?
—Bi... bien, con un poco de dolor de cabeza, supongo que sí se me pasó la mano con el vino anoche. Pe... pero normal, haciendo oficio. —De repente fui muy consciente de que mi pijama de Bob Esponja era lo menos sexi o favorecedor que tenía en mi armario, y justo en ese momento lo llevaba encima—. Ay, creo que se nota ¿no? Debo parecer Cenicienta. Es que apenas recibí el primer cheque por los derechos del reality, contraté a una muchacha pero llamó a decir que estaba enferma, y tenía el apartamento horrible. La verdad es que mi mamá y su novio son súper desordenados, pero bueno... ¿Y tú cómo estás?
Óliver dejó escapar un suspiro y luego rio sutilmente.
—Yo no tengo tantas cosas que contar, la verdad. Bueno, solo una cosa... A eso vengo pero ¿puedo pasar?
Caí en cuenta de que hablé como loca, como siempre hago cuando estoy nerviosa. Lo hice pasar mientras me disculpé mil veces y le pedí que me diera diez minutos para ir a ponerme algo más decente, a lo que él dijo que me veía muy bien y que me sentara en el sofá pues lo que tenía que decirme era importante.
—Bueno Scar, lo que te quería decir anoche...
—¿Quieres algo de tomar?
—No, gracias. —Sonrió—. Bueno, lo que quiero decir...
—¿Quieres galletas? Mi mamá hizo unas hace como cinco días, de pronto ni están buenas pero a lo mejor sí, si te gustan podríamos probarlas... —Por el suspiro de Óliver me di cuenta de que no le gustaba que lo interrumpiera—. Perdóname, cuando estoy nerviosa...
—Hablas más de la cuenta, lo sé. Bueno, tal vez interrumpes más de la cuenta también.
—¡De verdad lo siento! —Tapé mi cara con mis manos mientras él se reía.
—No te preocupes, es una de las muchas cosas que me gustan de ti.
Lentamente se acercó a mí y me dio el beso más dulce y sexi que recuerdo en toda mi vida. Y se sintió muy bien, como siempre que nuestros labios se unían. Empecé a querer más, y al parecer, él también, pero fue él mismo quien puso freno a todo separándose de mí.
—Nada me gustaría más que empezar a quitarte la ropa, pero necesito saber algo —dijo.
—Claro, dime.
—Tiene mucho que ver con lo que quería decirte anoche. La verdad es que desde que nos conocimos, me has hecho muy feliz. Me encanta todo de ti, incluso cuando cometes imprudencias estando borracha, o que hables como loca cuando estás nerviosa —«¡Lo sabía!»—, o que le des sermones a ladrones, pero sobre todo que seas tan buena fotógrafa. Y desde que llegamos de la isla he pensado mucho en esto, y llegué a la conclusión de que quiero ser tu novio número catorce. ¿Qué piensas?
A ver... ¿Qué podía decirle? ¿Que si me hubiera dicho esto unas semanas antes me habría lanzado a sus brazos y hubiera empezado a desvestirlo? ¿Que han pasado cosas en las últimas cuarenta y ocho horas que me han hecho replantearme toda mi vida? ¿Que el uso de la palabra «catorce» me hizo darme cuenta de que he puesto más esfuerzos en no estar sola que en escoger a un buen compañero de vida?
Mientras estas y otras preguntas relacionadas a mi futuro romántico se acumulaban en mi cabeza, decidí ser lo más sincera posible.
—Óliver, yo también te quiero mucho. Creo que es obvio que me encantas y que eres mucho más que una experiencia de una vez o unas pocas veces...
—Presiento que viene un «pero» —me interrumpió.
—Mmmm... no. Bueno, sí. Aunque seas tan importante para mí, he tomado la decisión de quedarme sola por un tiempo, al menos románticamente. —En su cara pude ver algo de decepción, pero antes de que se sintiera lastimado, continué—: ¡Pero claro que me gustas muchísimo! Y si quisiera embarcarme otra vez en una relación, estaría brincando en una pata por todo lo que me acabas de decir.
Suspiró sonoramente pero me alegró entender que no estaba enojado.
—¿Pero podemos ser amigos con derechos?
Solté una carcajada por la expresión que acompañó esa pregunta, y él también comenzó a reír.
—Suena tentador... pero no creo que vayamos a poder. Por lo menos no pronto; me voy a recorrer el mundo.
Le conté los planes que hice con las regalías que recibí del reality, además de las ventas del calendario, que estaban por las nubes. Tener dinero para hacer lo que siempre has querido es mucho mejor que lanzarte a los brazos y a la cama del primero que se te aparece y te ofrece la luna y las estrellas.
Lo bueno es que ahora yo puedo comprarme mi luna y mis estrellas solita.
Mi mamá acepta. Abelardo acepta. Todos aplaudimos felices por ellos, especialmente yo. Después de más de medio año compartiendo más de cerca con Abelardo, he podido descubrir que no es tan mal tipo. No ha tenido ningún problema con mi mamá e incluso aprendió a dar buenos consejos, como la vez que me confesó que se había dado cuenta de que el vecino quería algo conmigo y yo no había accedido a nada con él. Claro que me sentí como una dama de los años cincuenta que es felicitada por lo prudente que es, pero aún así sé que lo hizo con buena intención.
—Bueno, Scar, ¿qué se siente estrenar papá? —pregunta Héctor con el tono más burlón que es capaz de hacer.
—Ja, ja. Yo ya tengo solo un papá.
—¿Entonces cómo le llamas? ¿Padrastro?
—Le llamo Abelardo... porque así se llama.
—Y creo que sería mejor que le dijeras padrastro. Menos peor —dice Laura y los tres soltamos la risa.
Mi mamá me lanza una mirada asesina desde el pasillo de la iglesia por donde ella y su nuevo esposo se dirigen a la salida.
—Shh, no se rían en la iglesia, que mi mamá es capaz de venir y pegarnos un coscorrón a cada uno.
Observamos el desfile de los nuevos esposos mientras van abrazando a todo el mundo, y salimos para pararnos en la puerta y poderles lanzar burbujitas de jabón en símbolo de felicitación.
—Auch —se queja Laura y se lleva una mano a su enorme barriga.
—¡¿Estás bien?! —preguntamos Héctor y yo al unísono y llevamos nuestras manos a su vientre por impulso.
Faltan unas cuantas semanas para convertirme en madrina, pero estoy segura de que por el tamaño de esa panza mi amiga podría explotar en cualquier momento.
—¡Sí! Ay, están tan paranoicos. Solo fue una patada más fuerte de lo normal.
Volvemos a respirar y vamos a los carros para ir hasta el lugar donde será la fiesta.
Laura y yo nos encargamos de casi toda la decoración. Encontramos una finca con un hermoso lago a las afueras de Bogotá a muy buen precio y con la mayoría de su decoración ya incluida. Lau y yo imprimimos fotos de los novios en diferentes tamaños y las colgamos de uno de los lados del quiosco donde se lleva a cabo la recepción. También pusimos fotos de ellos como centros de mesa, acompañados de arreglos florales color rosa pálido. Solo que estas fotos no eran actuales, mostraban las etapas más importantes de cada uno, como si de la mesa uno a la doce contara la historia de sus vidas.
Todos los invitados están encantados con la decoración, el baile que prepararon los novios y los aperitivos. De repente, el organizador de bodas anuncia que ha llegado el momento de escuchar el discurso del brindis y recuerdo que yo tenía que preparar unas palabras y no hice ni pio.
—¿Nerviosa por tu discurso? —pregunta Laura cuando salimos del baño.
—¡No puede ser! ¡No preparé nada!
—Pues te toca improvisar, amiga.
—¡Noooo!
De repente quedo paralizada al escuchar una voz muy conocida.
—Bueno... Hoy nos hemos reunido para celebrar la unión de José y Lucinda, y conociendo a Luci desde hace mucho tiempo, no puedo estar más feliz por ella...
—Amiga, ¿qué hace Adrián dando un discurso? Es más, ¿qué hace Adrián aquí?
Escucho la pregunta de Laura pero no me sale palabra alguna. Ni cualquier otro sonido, o si quiera la respiración. El discurso de Adrián suena como perdido a lo lejos, no puedo entender ni una palabra completa, pero por las caras de los invitados, parece que está diciendo cosas muy bonitas.
Y cuando empiezo a salir de mi asombro, pasa lo que jamás en la vida esperé.
¡¡¡¡Holaaaa!!!
Ay, este capítulo me encantó!!! ¿Y a ustedes?
Tuve que dividir este capítulo en dos porque hay muchas cosas que contar jejejeje.
¿Qué creen que pasó para que Scar quedara así?
Quiero saber si aciertan muajajaja, antes de que publique el final mañana.
¡Nos vemos en el próximo y último capítulo!
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