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54. Una nueva familia

—¿De dónde se conocen ustedes? —pregunta mi mamá igual de sorprendida que nosotros. O que yo, por lo menos.

—Scarlett es mi alumna...

—¡Por culpa de este "señor" tuve que hacer el calendario de mis ex! —exclamo casi gritando.

—¿Ah, sí? —Mi mamá parece no entender el meollo de mi molestia.

—Así es, gracias a mí ahora tu hija tiene un contrato con una reconocida marca de ropa. 

—¿Perdón? Eso no fue gracias a usted, ¡fue gracias a mí y a mi amiga!

—Hija, no le hables así a tu futuro padre.

—¡¿QUÉ?! —gritamos al unísono el viejo verde y yo.

La señora suelta una carcajada y finalmente aclara:

—Obviamente bromeo. Se hubieran visto la cara...

Tomo de la mano a mi mamá y la halo hasta el pasillo que conduce a los cuartos.

—Mamá... ¿Cómo conociste a este señor?

—En Tinder.

—¿Qué? ¿Tienes Tinder?

—¿Y qué esperabas? ¿Que me carcomiera la tristeza por el divorcio con tu papá? ¡Jamás le daría ese gusto!

Tiene una cara de satisfacción personal que nunca le había visto. 

—Ma, ¿entonces con este señor solo estás por despecho?

—Ay, no hija, abrí Tinder por despecho, estoy con José porque me gusta y es muy sexi.

Siento una arcada aproximarse.

—Mamá... pero este señor...

—Ay, no, no me hables mal de él porque estoy segura de que no lo conoces bien. Y cualquier cosa que me digas de él no me va a hacer cambiar de opinión. Quiero estar con él y punto —me interrumpe.

—Pero mamá, solo quiero que tengas cuidado con él... ¿Sabes por qué me puso a hacer el calendario?

—No, y no me importa. 

Camina hacia la sala, dejándome sola y con todas las palabras atoradas en la boca. Quiero salir y echar a este señor de mi casa, pero sé que eso solo hará que mi mamá se encapriche más. Es como una niña chiquita, o peor aún: como una adolescente. 

—Ah, hija... —Mi mamá asoma su cabeza hacia el pasillo para que solo pueda escucharla yo—. Acuérdate lo que te dije. Somos ruidosos.

—LALALALALALALA NO OIGO, NO OIGO... —Pongo mis manos sobre mis orejas y me voy a mi cuarto. 

Tomo mi celular, mi bolso y salgo casi corriendo de mi apartamento. ¿Es posible tener tanta mala suerte? Como si no hubieran millones de hombres en el mundo, y miles en Tinder, mi mamá justo tenía que terminar con Abelardo el pervertido. Es como de no creer. ¿Dónde está la cámara escondida? ¿En qué momento me sopla el viento de la Rosa de Guadalupe?

Bajo hasta mi parqueadero y enciendo mi carro. Se demora un poco en arrancar, pero lo único en que puedo pensar es que quiero largarme hacia cualquier parte. Y de pronto encontrarme por ahí un barranco y tirarme con todo y carro. 

Después de conducir sin rumbo por unos cuantos minutos, se me ocurrió que si no puedo solucionar mis problemas, puedo ayudarle a otros a solucionar los suyos. No me tardo mucho en llegar a la casa de Laura. Ella me abre la puerta y después de sorprenderse por un segundo, me abraza como si no nos viéramos desde hace años.

—¡Amiga!

—¡Lau! ¿Estás bien? —le pregunto al notar lo delgada y ojerosa que está. Ella jamás se enferma, parece criada con miel de roble o algo así. 

—Todavía me siento como si tuviera la peste...

—Y se te nota. 

—Gracias por el aliento a mi autoestima. —Se retira de la puerta y con la mano me invita a pasar.

Me quito la chaqueta y me siento en el sofá, mientras me siento terrible por haberle dicho a mi amiga semejante antipiropo.

—No, l, pero no te ves tan mal...

—No te preocupes, tengo espejos. Sé lo abuhada que me veo.

—En español, porfa.

—Que parezco un búho. 

—Pero un búho muy lindo. —Me alegra ver que la hago sonreír, aunque la sonrisa no llega hasta sus ojos—. ¿Y tus papás?

—Se fueron a hacer mercado. Me hice la dormida para que no insistieran en que los acompañara. Desde que llegué me insisten en que tome antigripales, antieméticos, antidiarréicos...

—Y lo único que necesitas es un "antibebés" —la interrumpo.

Laura rompe en llanto y yo quiero saltar por la ventana, o agarrar la pared a golpes. ¡Nunca sé decir lo correcto!

—Amiga, ¡pero no llores! —La abrazo y espero unos segundos a que se calme— ¿Dónde tienes el examen? Tráelo y lo leemos.

—No sé si sea capaz...

—Pero es mejor salir de dudas de una vez.

—¿Pero qué voy a hacer si es positivo? ¡No quiero ser madre soltera! —exclama y me abraza más fuerte.

Acaricio su cabello con delicadeza y me quedo en silencio un momento. Cuando uno quiere llorar lo mejor es hacerlo; sacar eso de su sistema. Tal vez esa liberación es lo que da paso a la fuerza que necesitamos para enfrentar los retos que la vida nos impone.

—Pero no serás madre soltera, Lau. Serás "madre" y simplemente tu estado civil será "soltera" pero no creo que una cosa sea problema para la otra. Hay muchas "madres casadas" que llevan una vida miserable y que igual crían a sus hijos ellas solas porque el marido piensa que lo único que necesita un hijo es plata. ¡Imagínate vivir con un lastre así! Te aseguro que muchas de ellas lo que más quisieran sería ser solteras, porque de nada sirve tener a tu lado un hombre que no le aporta nada a tu vida. Para eso es mejor estar sola —le digo en el tono de voz más dulce que encuentro. 

Logro sacarle una sonrisa disimulada y, cuando va a responderme, suena el timbre.

Me levanto de la silla y voy a la puerta. Lau no tiene el ánimo ni para moverse.

—¿Qué haces aquí? —decimos al unísono Héctor y yo cuando nos encontramos a cada lado de la puerta.

Lo empujo para que podamos hablar afuera sin que Laura nos escuche.

—¿Cómo que qué hago aquí? ¡Soy su mejor amiga!

—Y yo su novio...

—Pfff. Valiente novio de pacotilla se vino a conseguir —exhalo con furia.

—Cálmate, Scarlett. Sé que tanto tú como ella tienen razones de sobra para odiarme; créeme que yo también me odio... Y por eso vine a resarcir los daños.

—¿Qué?

—Que sé que soy una basura porque dejé sola a Lau con todo esto. Vengo a asumir mi responsabilidad, a ocupar mi lugar junto a ella, pero sobre todo, vine a que me perdone. 

—¿Quién es, Scar? —grita mi amiga desde adentro.

—La basura —respondo.

—Sí, Scar, ¿pero sería posible que dejaras a la basura volver a ser el buen novio que era?

Antes de que Lau vuelva a preguntarme quién es —porque es obvio que el cuento de que la basura timbra en tu casa no tiene sentido—, entro para que estos dos por fin hablen y dejen de verse tan miserables. Porque la verdad es que si mi amiga parece salida del video de Thriller, mi amigo tampoco se ve como si tuviera uno de sus mejores días. 

Laura nos mira muy sorprendida, pero con algo de felicidad en su expresión. 

—¿Qué haces aquí?

—Laura... —Héctor acelera el paso y se sienta junto a mi amiga. Pasa sus brazos al rededor de ella y se funden en un abrazo que me conmueve mucho—. Soy un idiota, perdóname por cómo reaccioné cuando me diste la noticia de...

—Todavía no sé si sí estoy embarazada.

—Y es lo que vamos a solucionar ya mismo —meto la cucharada—. ¿Dónde tienes los resultados del examen?

Héctor me mira con el ceño fruncido y Laura con una expresión que me cuesta un poco descifrar.

—Está en el cajón de mi mesita de noche.

Voy al cuarto a toda velocidad, incluso hasta me tropiezo con uno de los escalones que se encuentran antes del pasillo que lleva a las habitaciones, pero no tengo tiempo para avergonzarme por mi torpeza. Llego hasta la mesa de noche del cuarto de Lau, y efectivamente me encuentro un sobre blanco con el logo de un laboratorio. Lo tomo y regreso a la sala.

—Aquí está. —Me siento en uno de los sillones de la sala para quedar frente a ellos. Parecemos una sesión de terapia de pareja, de esas que tanto se ven en las películas románticas—. Bueno, ¿quien quiere ser el afortunado abridor del sobre?

Ambos lo miran como si fuera la caja de Pandora, luego se miran entre ellos, asustados.

—Yo no soy capaz —dice Lau.

—Entonces lo haré yo —propone Héctor y estira su mano para que le entregue el sobre.

No sé cuantos segundos, minutos u horas pasan, pero siento como me van saliendo canas y arrugas, antes de que Héctor se atreva a abrir el examen.

—Ay, a ver, gallina. —Le quito el sobre y lo abro de un solo rasgado.

Desdoblo la carta y busco la palabra más importante... Hasta que la encuentro.

POSITIVO.

Suspiro, y vuelvo a tomar aire. Siento como si fuera yo la embarazada y me tiemblan las rodillas.

—¡Bueno, Scar! ¿Qué dice? —Héctor exige una respuesta.

No digo nada y simplemente les paso el papel abierto. Ambos lo miran y parece que leen la palabra al mismo tiempo. Lau pone una mano en su boca y sale corriendo, mientras Héctor lleva su mirada hacia mí, se ve terriblemente asustado. 

—¿Voy a ser padre? —pregunta en un tono tan bajo que casi no le escucho, aunque entiendo lo que pregunta al ver sus labios. 

—Sí, Héctor. ¡Vas a ser padre! ¿Qué sientes, qué estás pensando? —Me siento a su lado y agarro su mano para que se sienta apoyado, aunque sea un poco. 

—Pues... no sé... —Sonríe—. Creo que a pesar de la sorpresa, y de la reacción inicial, me siento un poquito... feliz. 

—¡Y sí es una noticia feliz! Así un bebé no sea esperado, y ustedes estén tan jóvenes , y las cosas de bebé sean tan caras, y los colegios sean impagables, y haya tantos peligros en el mundo, y...

—Gracias, ya me siento mucho mejor —dice con ironía.

—Ay, lo siento, no quería asustarte —río suavemente—. A ver, lo que quiero decir es que vas a ver que es una de las experiencias más bonitas para vivir con tu pareja. Y estoy segura que todo va a estar muy bien; ese bebecito va a tener mucho amor.

Ahora sí se ve un poco más tranquilo, hasta que escuchamos los llantos de Laura desde el baño. Ambos nos levantamos de nuestros asientos y caminamos hacia ella. Héctor toca la puerta y después de unos segundos, Laura abre. Tiene el rostro empapado en lágrimas. Héctor la abraza y ella se calma un poco.

—Amor, no llores ni tengas miedo. Vamos a estar juntos en esto ¿bueno? Perdóname por como reaccioné en la isla, estaba asustado y se me salió lo Enzo.

Ella asiente y ríe un poco.

—Sé que tienes miedo, y yo también...—continúa— pero tenemos nueve meses para organizarnos, plantear una estrategia, prepararnos para su llegada. Pero lo importante es que nuestro bebé va a tener muchísimo amor.

Mi amiga empieza a llorar con más ganas pero ahora su gesto se mezcla con una sonrisa. 

—Te amo —le dice.

—Y yo a ustedes —responde Héctor con la mirada más linda que le había visto nunca.

Se abrazan y me doy cuenta de que necesitan privacidad, y de que por más de que yo sea la mejor amiga de ambos, sobro en la escena. Tomo mis cosas y camino hacia mi carro envuelta en una nube de esperanza y ternura porque sé que mis amigos van a ser muy buenos padres; y nostalgia, porque es imposible no recordar todo el proceso que viví con Adrián cuando nos dimos cuenta de que íbamos a ser padres.

No puedo evitar reflexionar sobre que en esos momentos te das cuenta cómo es un hombre y si vale la pena pasar el resto de tu vida juntos y formar una familia con él. Adrián fue tan dulce y amoroso conmigo, a pesar de que la noticia también lo tomó por sorpresa. Reaccionó como si tener un hijo conmigo hubiera sido el sueño de toda su vida. Me imagino la familia que hubiéramos tenido y lo felices que seríamos, y manejo con una tonta sonrisa en la cara hasta la entrada de mi edificio.

¡Espero que les haya gustado esta doble actualización!

Ya que nos acercamos a la recta final... ¿Cómo creen que terminará esta historia?

Los quiero mucho X

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