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53. Una situación inesperada

En Bogotá llueve a cántaros. Es muy temprano para que esté tan oscuro afuera, pero eso no debería ni sorprenderme. Voy a extrañar la isla y su delicioso clima tropical que tan pocas veces tengo el placer de disfrutar. 

Las llantas del avión tocan el piso y una voz nos indica que no desabrochemos nuestros cinturones hasta que el avión se detenga por completo. Adrián y Óliver se sentaron no muy lejos de mí, y ambos me lanzaron miradas y sonrisas durante todo el trayecto. Tengo el presentimiento de que en algún momento de esta semana tendré que hacerles frente y definir lo que siento por ellos y a dónde quiero que llegue nuestra relación, pero sigo sin sentirme preparada ni decidida para nada. 

¿Por qué antes era tan fácil para mí decir que sí? Siempre se repetía la misma fórmula: 

Muchacho guapo (que podía ser conocido de antes o no) + Atracción + Beso furtivo + Una frase similar a "Quiero que seamos novios"= Scarlett en una nueva relación.

Siempre hubo amor, antes o después de iniciar, y siempre pensé que ante el amor había que actuar. ¿Pero si no es así? ¿Si hay cosas más importantes?

No tengo tiempo para pensar en muchas más cosas pues el avión se detiene y los pasajeros empiezan a levantarse de sus asientos. Trato de esperar a que todo el mundo se baje del avión, pues para ser sincera no es muy agradable tener a Óliver y Ádrian juntos todo el tiempo, como si se estuvieran peleando por mí, o como si fueran mis guardaespaldas. 

Por suerte, ambos bajan primero que yo y puedo caminar sola hasta el lugar donde se recoge el equipaje. Estoy esperando que  mi maleta aparezca cuando Óliver se para a mí lado.

—Bueno, Scar, parece que la aventura se ha acabado.

¿Qué? ¿Cuál aventura?

—Estar con tus ex en una isla casi privada por casi un mes —continúa al ver que no entiendo a qué se refiere.

—Ah... sí. Esa aventura.

—¿Estás bien? Te noto... rara.

—Estoy tratando de que no se me pase la maleta.

—No importa, si se te pasa nos llevamos cualquier otra.

Logra hacerme sonreír, pero no tanto como para continuar con la conversación. 

—¿Te parece si compartimos el taxi? Igual vamos para el mismo lado.

—Claro —respondo sin muchas ganas. Tengo el ánimo por el suelo y ni siquiera sé bien por qué.

A los pocos segundos, veo mi maleta acercarse y la tomo. Óliver recibe la suya casi en el mismo momento, y empezamos a caminar hacia la salida. 

—¡Scar! —Giro al escuchar mi nombre en labios de Adrián. Se acerca rápidamente a nosotros, arrastrando su maleta.

—Voy a avisarle a mi hermano que ya llegamos —dice Óliver y se aleja un poco de mí.

—Hay algo de lo que he querido hablarte... pensé que lo podíamos hacer en el avión o la sala de espera... —señala Adrián, como si estuviera pensando en voz alta.

—¿Debe ser ahora?

Parece pensarlo por unos cuantos segundos.

—No, es más, sería mejor que ambos descansáramos —responde—. ¿Puedo recogerte mañana? Podríamos ir a tomar algo...

—¿Lista, Scar? —Óliver se acerca nuevamente y pasa su brazo alrededor de mi cintura. Me revuelvo algo incómoda, no esperaba que me tomara así.

La mirada de Adrián se torna un poco más seria. 

—Sí, podríamos salir mañana. Ahora lo coordinamos por Whatsapp. —Me acerco y le doy un beso en la mejilla—. Que descanses. 

Tomo mi maleta y comienzo a caminar hacia la puerta, Óliver me sigue. Tomamos un taxi que nos lleva hasta nuestras respectivas casas en completo silencio. Óliver parece enojado o molesto por algo, me pregunto por qué. Hombres.

—¡Silvia Scarlett! ¿Por qué no estás bronceada? —Mi dulce madre, que debería estar preocupada por mí o al menos esperándome con un chocolatico caliente con pan, me recibe con esa pregunta.

—Porque no estaba de vacaciones, mamá. Por cierto, también te extrañé.

—Y ese muchacho que se bajó contigo del taxi, ¿quién era?

—El vecino, mamá —respondo sin muchas ganas. Dejo mi maleta junto a la puerta y voy a la cocina a encargarme de la bebida caliente yo misma. Estoy congelándome. 

—¿Y qué hacías en un taxi con el vecino?

—Porque él también estaba en la isla y nos salía más barato compartir el taxi. 

Mi siempre perceptiva madre se acerca a mí y pone sus manos heladas en mis cachetes. 

—¿Te estás acostando con el vecino?

Me ahogo con mi propia saliva y me da un ataque espontáneo de tos. 

—¿Qué? ¿Por... qué... dices eso? —Trato de responderle.

—Já... Porque no soy tonta y tu tos me lo confirma. Y me parece el colmo, por cierto.

—¿Qué te parece el colmo?

—Que te hayas llevado a tu levante a la misma isla donde podías haber reconquistado a Adriancito. Con razón no me llegaste embarazada...

—¡Ay, mamá! Deja ya de decir bobadas...

—Sí, claro, ahora son bobadas, pero no dirás lo mismo en unos años cuando el único que te haga cariñitos sea uno de los veinte gatos con los que vivirás...

—Los gatos ni me gustan —respondo, aunque muy en el fondo, llevo un tiempo planteándome seriamente si adoptar uno.

—Bueno, pues peor. Pero como vas a seguir diciendo que estoy loca, mejor no digo nada más. Igual mi novio no demora en llegar y no quiero estar toda enojada para recibirlo. 

—¿Va a venir tu novio?

—Pues claro, quiero que lo conozcas cuánto antes. Por cierto, ¿crees que después de que te lo presente, disimuladamente puedas irte a hacer algo a otra parte?

—¿Qué? —Me parece no escucharla muy bien por estar pendiente de que el chocolate no se me vaya a regar.

—Ay, hija, tal vez puedas irte a hacer algo con el vecino... para darnos algo de intimidad... De todas formas lo digo por tu bien; somos algo ruidosos...

—¡MAMÁ! —Como si hubiera reaccionado a mi grito, el chocolate se riega en toda la estufa. Lo apago rápidamente luego de renegar porque se regó a pesar de que solo dejé de vigilarlo por un segundo, aunque tal vez también reniego por la desagradable imagen mental que mi mamá acaba de poner en mi cabeza.

—Soldado advertido no muere en guerra, hija. 

Sirvo media taza de chocolate y me voy a mi cuarto antes de seguir escuchando cosas desagradables.

Me siento en mi cama, bebo un sorbo y poco a poco voy entrando en calor. Saco mi celular y encuentro varios mensajes de Whatsapp. Primero abro el de Adrián.

Mensaje de Adrián:

¿Ya llegaste a tu casa? Espero que haya sido un buen trayecto y estés acostadita y calientica en tu cama. Un beso.

Me enternece su mensaje. Antes de contestarle, reviso los demás.

Mensaje de Samuel:

VECINAAAAA!! ¿Cómo estás? Espero que tú si hayas llegado bronceada, porque mi hermano llegó como si fuera un queso quajada. ¿Acaso no hizo sol en esa isla? Bueno, con que hayas llegado de mejor humor que él, me conformo.

Entonces no era mi imaginación, Óliver sí estaba molesto. 

Mensaje de Scarlett: 

Holaaaaa vecinooooo... Siento que si me ves también te vas a decepcionar de mi bronceado. O al menos eso cree mi mamá...

Mensaje de Samuel:

Es que acaso ustedes no saben lo que se hace en una isla? Cómo qué color de queso andas?

Mensaje de Scarlett: 

Jajajajaja me imagino que ando color queso doble crema.

Mensaje de Samuel: 

7u7 que rico...

Mensaje de Scarlett: 

A ver, niñito... usted está muy chiquito para andar pensando en esas cosas...

Mensaje de Samuel:

Jajajaja si claro. ¿Ya conociste a José?

Mensaje de Scarlett:

¿Quién es José?

Mensaje de Samuel:

Pues tu nuevo papá XD

Mensaje de Scarlett:

Ahhhhh no... pero creo que en un ratico al fin tendré el gusto de conocerlo pffff. Y tú hermano... ¿Por qué está enojado?

Mensaje de Samuel:

Ni idea. Debe estar en sus días.

Mensaje de Scarlett:

Pero por qué dices que está enojado?

Mensaje de Samuel: 

Porque no ha hablado mucho, y llegó a encerrarse en su cuarto. Además me pidió que pidiera pizza, y él nunca pide pizza, solo cuando no está de ánimo para cocinar, y eso solo pasa cuando está triste. 

Me siento mal por pensar que ese ánimo en Óliver puede ser por mí. ¿Se habrá molestado por que le dije a Adrián que coordináramos una salida? Nunca me habría imaginado que se molestara solo por eso. ¡Es que ni siquiera somos algo serio!

Mensaje de Scarlett:

A lo mejor solo está cansado del viaje.

Samuel deja de responder y para no morirme de ansias esperando, llamo a Laura; necesito saber qué ha pasado con su vida desde hace dos días.

—¿Aló?

—¿Ya te hiciste la prueba?

—Hola, Scar... ¿Ya estás en Bogotá? 

—Sí, sí, lo que sea. ¿Estás o no embarazada? ¿Ya hablaste con Héctor? ¿Ya le dijiste a tus papás?

—Uff, demasiadas preguntas y la respuesta a las dos últimas es no. 

—¿Y la primera? 

—Ya me hice la prueba pero no he sido capaz de abrir el sobre. —El tono de su voz se pone muy melancólico y me dan unas enormes ganas de ir a abrazarla y decirle que todo va a estar bien.

—Ay, amiga... sé que se necesita valentía pero yo no podría vivir tanto tiempo con esa intriga.

—Es que no soy capaz de hacerlo sola...

—Mmm claro... —Oigo la puerta del apartamento abrirse—. Si quieres voy para que la abramos juntas...

—¿Pero no acabas de llegar del viaje? Debes estar cansada.

—Amiga, eso no importa. Si quieres me voy ya mismo para allá. Bueno... después de que conozca a mi nuevo papá —digo con ironía.

—¿Nuevo papá?

—Sí, imagínate que mi mamá consiguió novio en mi ausencia.

Ay... no me imagino a la doña enamorada —ríe.

—Mejor ni te cuento lo que me pidió ahora... —El grito de mi mamá llamándome me interrumpe—. Bueno, creo que ya llegó. 

—Bueno, amiga, entonces ve a conocer al padrastro. Ahora me cuentas el chisme completo.

—Obvio. Te quiero.

—Y yo a ti.

Cuelgo y reviso mi apariencia en el espejo de mi cuarto. Saco de mi closet una chaqueta más abrigada que la que traía, pues el frío no se me ha quitado. Retoco con un poco de polvo compacto mi cara, y salgo a la sala para conocer al tal José.

Junto a la ventana de la sala hay un hombre mirando hacia afuera. Mi mamá, a su lado, se gira a mirarme emocionada.

—¡Al fin vienes, hijita! Mira, él es José.

El hombre se gira y casi me da algo. No. No, no, no, no puede ser. 

—Hola, Scarlett. Un gusto verla de nuevo.

Ahora sí, que vengan los extraterrestres y me abduzcan, por favor. El profesor pervertido es el nuevo novio de mi mamá.

Cha cha chaaaaan!!!

¿Se lo imaginaron? 

¿Cómo creen que reaccione la mamá de Scarlett al enterarse?

¿Creen que sea todo un plan macabro del viejo verde o solo un vuelta del destino?

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