50. Un sujeto indeseable
El duelo de baile —¿o debería decir triángulo entre Óliver, Adrián y yo?— cambia su dinámica en cuanto una nueva persona me invita a bailar.
Casi escupo todo mi tracto digestivo al ver que quién me estira su mano es Álvaro.
—¡¿Qué haces aquí?! —pregunto con dificultad. Es difícil pronunciar alguna palabra cuando tienes la boca seca.
—Necesito hablar contigo, pero primero quiero que bailemos.
Óliver me mira expectante. En realidad creo que todo el mundo me mira, estoy muy nerviosa.
Y no es que este ex me ponga así, es solo que no esperaba verlo aquí, y menos que necesitara hablar conmigo. Creí que después de nuestros últimos mensajes jamás volvería a saber de él.
—¿Bailas entonces?
—Está bien.
Óliver, quien hasta ahora me tuvo la mano agarrada todo el tiempo, le da un último apretón a mis dedos como diciendo: si quieres que mande a este tipo a la masa continental de un solo puño, solo dímelo. Bueno, al menos eso es lo que me gustaría que dijera. Lo veo alejarse hacia el chiringuito mientras Álvaro me agarra y empieza a bailar conmigo.
—¿Qué haces aquí? —pregunto de nuevo.
—Ya te dije, quería bailar contigo.
—No seas idiota, no es a eso a lo que me refiero.
—¿Por qué tan agresiva, amor?
—Yo ya no soy tu amor —respondo lo más seca posible. Además este nunca me dijo amor mientras éramos novios, no sé por qué tendría que empezar ahora.
—Ah, ¿entonces ahora eres amor de Míster Músculo? —Señala a Óliver con la boca.
—No soy amor de nadie. Además no es problema tuyo.
—Nunca te había visto así de agresiva, princesa.
—¡No me digas princesa!
—Ok, cálmate. Todo el mundo nos mira.
—¿Y no es eso lo que quieres? A ti te encanta ser el centro de atención. Me acuerdo muy bien de eso.
—No es cierto, se nota que no me conoces bien.
Me quedo quieta en mi sitio y lo suelto. No entiendo qué hace aquí ni por qué nadie de la producción ha preguntado quién es este esperpento. ¿A todo el mundo se le olvidó que estamos trabajando? Tal vez el mundo profesional al que quiero pertenecer no es tan profesional después de todo.
—Uy, Scarlett ¿nuevo novio? —pregunta Juliana. No me había dado ni cuenta de que se paró a nuestro lado.
—Nuevo exnovio —respondo en un tono que habría tratado de suavizar si las circunstancias fueran otras.
—Mucho gusto, Álvaro. —El pelmazo le ofrece su mano y sonríe como si dispusiera de una gran personalidad.
Juliana toma su mano y se presenta también.
—Perdón, pero tenemos cosas de qué hablar —les interrumpo la conversación y tomo a Álvaro de la muñeca para llevarlo a un lado más apartado, donde no tengamos tantos ojos encima.
—Ahora sí. Explícame bien a qué viniste —le exijo.
—Ay, Scarlett. Solo quería hacer parte de algún proyecto tuyo; siempre decías que nunca me importaban tus cosas.
—¿Pero por qué ahora? Ya no somos novios, no tienes ni la obligación ni el derecho a participar en mis cosas.
—¿No dicen que nunca es tarde para cambiar? Estos meses sin ti me han enseñado muchas cosas...
—¿Como a revisar a quién le estás enviando mensaje antes de mandar tu pack?
Suelta una carcajada que en otros tiempos me habría parecido tierna.
—No, no lo digo de buen humor —lo interrumpo.
—En realidad quería enviártelo a ti.
Me quedo muda por unos segundos, asimilando lo que me acaba de decir pero... ¿cómo se asimila esa información?
—¿Y por qué crees que tienes derecho a mandarme fotos sexuales? ¿Nadie te enseñó que eso no se le manda a una mujer a menos que ella te lo pida?
—Solo quería que recordaras cosas...
—No te preocupes, hay cosas que recuerdo muy bien. —Me mira con mucha picardía—. ¡Pero no eso! Esa cosita no la quiero recordar... En fin... Recuerdo que nuestra relación nunca fue importante para ti, mucho menos lo que yo hacía.
—Sé que solo dices eso porque aún te duele que hayamos terminado. Odias estar sola.
—Y gracias a eso por primera vez en mi vida entiendo el dicho de "mejor solo que mal acompañado".
—¿Crees que no sé que solo lo dices por orgullo? —Su tono ha dejado de ser calmado, sube su tono de voz—. Sé muy bien que con tal de no estar sola, volverías con el primer idiota que te lo pida.
—¿Y crees que eres el primer idiota que me lo pide? ¡Pues no! —miento.
—¿O sea que ya no estás sola? —Su expresión demuestra asombro pero no desilusión.
—¿Por qué lo asumes? ¡Tal vez quiero estar sola! Tal vez gracias a ti y a todos los idiotas de esta isla, me he dado cuenta de que la soledad no es tan mala, de que una pareja no es sinónimo de felicidad y de que lo más importante es mi futuro, no mi presente.
Guarda silencio por unos momentos, como si no pudiera creer lo que escucha.
—No puedo creer lo que escucho. ¿Scarlett Alcalá sola? ¿Acaso no crees que cuando empezamos a ser novios me di cuenta de que solo me aceptaste para no estar soltera? ¡Tú le tienes pánico a la soledad y la soltería!
—Pff, ¡qué buena autoestima tienes! —rio sarcástica—. Cuando empezamos te acepté porque me gustabas, no porque no quisiera estar sola.
—Ay, Scarlett, por Dios. ¡Eso no te lo crees ni tú! Échale una miradita al pasado y verás que yo no encajo con todo tu repertorio amoroso...
—No es cierto...
—¿Cómo que no? ¡¿Crees que a alguien más le ofrecerían hacer un calendario con sus exnovios si no fuera porque todos parecen modelos de revista?! Y yo sé que no soy feo, ¡pero no me comparo con ellos!
—¡Yo tampoco te comparé nunca!
—Sé que no, pero aceptémoslo... Si te preguntaran cuál fue tu mejor novio, yo no encabezaría la lista.
—¡Pero no porque no cumplieras con unos estándares físicos! Sino porque nunca te interesaste en mis cosas y en mí, nunca me hiciste sentir como tu novia, ¡te daba lo mismo que me fuera a ver con todos mis exnovios!
—¡Porque entendía que era tu trabajo de la universidad! ¿Entonces resulta ahora que como no soy el novio tóxico celópata entonces no te quiero o no me importas? ¡Se llama madurez!
Su razonamiento me deja pensando un momento. Por un lado tiene razón, pero ese no es el único motivo por el que con él no me sentí plena, al contrario, me sentía más sola que nunca.
—¿Y entonces qué quieres? ¿Que volvamos? —pregunto de sopetón.
Guarda silencio por unos segundos, me imagino que sopesando sus sentimientos.
—N... No...
—Aquí estás ¡zorra! —La voz de una mujer me interrumpe, y la grosería me sorprende.
Dalila Ponce tiene cara de querer golpear a alguien. O matarlo. ¡Ah, caray. Soy yo!
—¿Qué te pasa?
—¡¿Qué crees que me va a pasar?! ¡Pues que ya sé lo mosquita muerta que eres! —Sus gritos atraen a varias personas que empiezan a rodearnos.
—¡¿Crees que no sé que eres la amante de mi marido?! —continúa la rubia—. Traté de convencerme que era imposible que siendo MÍ esposo, Mau se fijara en alguien como tú, pero ¡la vida da muchas sorpresas!
Se escuchan susurros y murmuraciones, y aunque quisiera ver quienes son los que están de metiches alrededor nuestro, no puedo concentrarme en otra cosa que en la fúrica mujer que tengo frente a mí.
—Yo no tengo nada con Mau...
—¿Y esa canción que te cantó hace un rato, qué?
Diablos, la canción. Sé que me la estaba cantando a mí, pero no sé por qué lo hizo. Yo no tengo nada con Mau, y ahora estoy segura de que no siento nada por él.
—Pues deberías estarle reclamando a él, no a mí.
—¡Es que para engañar se necesitan dos!
—¡Qué yo no tengo nada con él!
—¡No mientas más, zorra! —grita con mucha rabia y me empuja. Casi me caigo hacia atrás por la sorpresa.
—¡Suficiente! —grita Óliver y se acerca a mí para ayudarme a levantar—. ¿Estás bien?
—Sí, gracias, pero no te preocupes, esto lo arreglo yo.
Me sacudo la arena del trasero mientras la rubia oxigenada desneuronada me mira echando fuego por los ojos.
—Te voy a aclarar algo... Dalila. Yo no tengo nada con tu esposo, no me interesa. Mucho menos ahora que está casado contigo. No me gusta recibir las migajas de nadie.
La empujo con el hombro al pasar, juro que sin intención, pero no niego que el acto me llena de satisfacción. No sé qué hora es pero está claro que la fiesta se acabó para mí. Ahora a empacar maletas y a salir por fin de este paraíso infernal que ha acabado con mi estabilidad mental y emocional.
No recuerdo que me costara tanto trabajo cerrar mi maleta a la venida. Ya dejé la ropa que voy a usar mañana afuera, y aún así la estúpida maleta no quiere cerrar.
Estoy sentada saltando sobre ella, tratando de cerrarla, cuando oigo unos golpes en la puerta. Pienso cien veces antes de animarme a abrirla. No quiero encontrarme con el tonto de Álvaro y sus mensajes confusos, o la neurona de la rubia oxigenada, o al descarado de Mau tratando de explicar que la canción era para mí porque de repente se acordó de lo buena novia que fui.
Toc, toc, toc, toc, toc...
La persona afuera sigue tocando con desesperación, y ante tanta insistencia no me queda más remedio que arriesgarme a abrir.
—Tengo tu segunda bebida favorita... Coca-cola. Busqué Jack Daniels por toda la isla, y fui tan insistente, que si hubieran tenido, me la habrían regalado —dice Óliver con una sonrisa en el rostro y una botella en la mano.
De inmediato mi humor mejora y le hago una seña para que pase. Incluso puedo sentir mi entrecejo liso otra vez.
—No me gusta la Coca-cola —sonrío.
—¡Auch! —Se lleva una mano a su pecho, como si el corazón le doliera—. ¿Quieres que vaya a buscarte otra cosa?
—No te preocupes, por esta noche podemos hacer excepciones.
La frase sale de mis labios y sin proponérmelo pienso que esas palabras pueden aplicar para otro tipo de cosas...
Óliver se sienta en la cama que era de Laura y mira la maleta que trataba de cerrar.
—¿Lista para irte?
—Más ansiosa que lista.
—Es una lástima que no hayas podido disfrutar esta isla un poquito más.
—Sí la disfruté, aunque no fueron unas vacaciones. —«Gracias a ti no fueron un total fracaso», pienso.
—Deberíamos hacer un viaje juntos, a alguna isla así de bonita... Tomar muchas fotos...
—¡Me apunto! —exclamo entusiasmada. Óliver toma un par de vasos de plástico que traía junto con la gaseosa y me señala con ellos.
—Lástima que no quieras celebrar con lo que traje.
—Está bien, por hoy voy a tomar Coca-cola. Volvámonos locos.
Llena ambos vasos y me acerca uno. Me siento junto a él en la cama y brindamos como si fuera licor.
—Por un nuevo viaje, mucho más divertido que este, sin tantos exnovios y sin rubias escandalosas —dice él.
—¡Ay! Ni me acuerdes de las rubias escandalosas.
—Si no hubiera sido mujer se habría llevado un ojo morado de mi parte.
—Yo estuve a punto de dejárselo, ganas no me faltaron.
—Pero es que su marido si estuvo muy fuera de lugar, ¿no? Es decir, la canción claramente no era para ella. Por algo el tipejo nunca me ha caído bien.
—Sí, se pasó. Pero yo no tengo por qué pagar los platos rotos de sus decisiones. Yo no le he dado pie a pensar que quiero ser su amante o algo así.
—Debes extrañar Bogotá.
—Como no te imaginas.
Pone su mano sobre la mía y empieza a acariciarla. Nos quedamos así un rato, en silencio, hasta que se nos terminan las bebidas. Su tacto me produce un hormigueo por donde pasa y los efectos se empiezan a sentir en todo mi cuerpo. Un solo roce nunca se había sentido tan bien...
—Me habría encantado disfrutar más esto contigo...
Rompe el silencio y no sé si esa frase se refiere al viaje, el trabajo, la isla o el sexo, pero quiero pensar que es lo último, así que ¡a la mierda el sexo de una sola noche! Paso mis piernas sobre las suyas. Nuestros labios se encuentran y sus manos entran en acción, recorriendo mi cuerpo y levantando mi vestido.
Pero nos detenemos de repente cuando un sonido fuerte suena en el pasillo.
Cha cha chaaaaan!!!
¿Qué creen que sea ese ruido?
¿Qué será lo que quiere Álvaro?
¿Será que Dalila ya asesinó a Mau?
¿Cómo creen que oculte su cadáver?
Los quiero mucho :)
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