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5. Un poco (o mucho) de vergüenza

Me quedan aún muchos ex por llamar y mucha vergüenza por pasar. Y siguiendo con mi tradición de dejar para última hora lo que no me gusta hacer, me quedan pocos días para el primer reporte de preproducción con Suárez y todavía no tengo nada que mostrarle.

He llamado a los que sabía que sería más fácil convencer de hacerme este enorme favor. Pero aunque que sea fácil que me colaboren, eso no quiere decir que sea fácil llamarlos. A pesar de que con cada relación trato de hacer borrón y cuenta nueva, tengo un corazón lleno de cicatrices y parece que aún no han cicatrizado como deberían. Con algunas llamadas he sentido que viejas heridas se han abierto, o al menos se han rasgado un poquito.

Como cuando llamé a Daniel Lombana. Salimos a mis dieciocho y a sus treinta. Nunca le conté a mis padres de esa relación, y él nunca me contó que era casado. Fue el primer amor a primera vista que tuve. Nos conocimos en una discoteca en la que celebrábamos el cumpleaños de Sebastián, mi novio de ese entonces, con el que llevaba año y medio de relación. Y sí, lo sé, sé que el karma it's a bitch y que probablemente, no, seguramente, me merecí cada lágrima que derramé por Daniel, por haber engañado a Sebastián.

Pero cuando somos jóvenes, casi siempre somos estúpidos y desafortunadamente cuando me crearon, los ingredientes que usaron fueron: una pizca de capricho, un kilo de drama, cinco kilos de buena amiga y una tonelada cúbica de enamoradiza.

Ah, pero yo no tengo la culpa. La culpa es de mi mamá, que desde mis cinco años me dice que lo peor del mundo es estar solo, que nunca vaya a quedarme soltera -pues no quiere que pase por lo que ella pasó cuando mi papá nos abandonó- y que lo más importante en el mundo es el amor. Por eso cada vez que tiene que ayudarme con una tusa me sale con el cuento de que eso me pasa por enamoradiza. Y para relajar el ambiente, yo le canto: "Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía" y ella me tira lo que tenga en la mano con toda la agresividad que solo una mamá es capaz de demostrar.

Bueno, volviendo a mis tortuosas llamadas de humillación, ha llegado el turno de llamar a Sebastián. Creo que la suya ha sido la ruptura más difícil que he tenido, pues me encontró en plena acción con Daniel, y de verdad sentí que había dado la cuota inicial para un lote en el infierno por lo que hice. Sebastián era todo un amor de persona, no se merecía lo que le hice.

Consigo su teléfono a través de una tía que tiene una amiga que trabaja con él, y llevo media hora con el celular en la mano, sin atreverme a marcar. Cada vez que mi dedo se acerca a la pantalla, siento que el corazón se me va a salir por la boca o termino arrojando el aparato lo más lejos posible de mí. Por cierto, si alguien va a comprar un celular, cómprese un Huawei, que el mío ya pasó por todas las pruebas de golpes el día de hoy, y aún funciona como si nada. Ojalá mi corazón fuera marca Huawei.

Tengo la tentación de llamar a Laura para que me dé un poco de ánimo, pero sé que si la llamo voy a buscar mil excusas para no colgarle y se va a pasar todo el día sin que llame a Sebastián ni a ningún otro de mis prospectos de modelos y no puedo darme ese lujo ahora. Tengo que avanzar con el trabajo si no quiero que Suárez se burle en mi cara.

La idea de llamar a mi mamá también pasa por mi mente, podría preguntarle cómo está mi papá, el viejito que cuida la finca, las vacas, los marranos, podría preguntarle si necesita que le lleve algo, no estoy lo suficientemente pendiente de ellos. Seguro pensarán: «Con esta mala hija que tuvimos debimos haber hecho de todo para que no se quedara de hija única».

«Ay, ya, Scarlett. ¡Deja de darle tantas vueltas al asunto y llama!»

Suspiro profundamente y trato de concentrarme en el intento 6'783.378 para llamar a Sebastián, pero justo cuando voy a empezar a marcar, recibo una llamada y suelto el teléfono del susto.

-¿A... Aló?

-Buenas tardes, ¿hablo con Scarlett Alcalá? -pregunta una voz que no conozco.

-Sí, con ella habla, ¿con quién hablo?

-Le hablo de Claro para ofrecerle una promoción que probablemente le interesará: el paquete de plus de HBO por solo quince mil pesos durante tres meses mas los canales para adultos gratis.

-Pucha, qué ofertón. ¿Y yo para qué quiero los canales de adultos? ¡A mí no me gusta el porno! Eso es para los depravados...

La voz al otro lado de la línea carraspea, supongo que de incomodidad. La voz de la chica empieza a sonar algo nerviosa.

-Bueno, los canales premium de HBO tienen mucha programación que...

-No, si no tienen documentales que me digan cómo hacer para pedirle mis doce exnovios que posen para mí para un calendario, no me sirven de nada -interrumpo y hablo sin pensar.

-Ah, eh... Los canales de HBO son... Disculpe, señorita... ¿un calendario de qué?

Supongo que los vendedores de call center están entrenados para no prestar atención a lo que sus clientes dicen, a menos que digan: sí, acepto la promoción. Sin embargo, la chica parece no poder evitar la curiosidad por lo que acabo de decir y hace la pregunta llena de intriga.

-Ay, no quiero interrumpirla en su trabajo... pero imagínese que un profesor que intentó salir conmigo quiere vengarse de mí haciendo que fotografíe a mis doce exnovios y haga un calendario con ellos, algunos ya dijeron que sí pero hay unos a los que me cuesta mucho trabajo llamar... ¿Qué haría usted si tiene que llamar al novio al que le puso los cachos para pedirle que pose para usted?

-Este... podría invitarlo a ver una película en los canales de HBO y ahí sí pedirle el favor...

-Ja, usted debe ser la mejor vendedora de todo Claro. -Río-. Pero no, gracias, ahora no necesito más canales de televisión si no valentía para poder llamar.

-Bueno, señorita, recuerde que la promoción sigue vigente hasta el treinta de este mes. Y en cuanto a su calendario, le deseo mucha suerte.

Aunque lamento que no me haya ayudado para nada, le agradezco, termino la llamada y nuevamente suspiro para llenarme de valentía.

3... 1... 5... 6... 8... Los dedos de mi mano derecha empiezan a marcar el número y los de la mano izquierda comienzan a apretar un cojín, con toda la fuerza de la que son capaces.

-Aló... -contesta Sebastián, con esa misma voz amable y seductora de siempre, y mi corazón quiere salirse de mi pecho.

-Aló, ¿Sebastián? ¿Cómo estás?

-¿Con quién hablo?

-Con Scar... Scarlet Alcalá.

-¿Cuál Scarlet? No conozco a ninguna... -Guarda silencio por unos segundos y deja salir el aire con fuerza-. Ah, Scarlet. Hola.

-Hola...

-Hola...

Su tono ya no es tan amable, sino más bien triste y sombrío. Sé que nuestra ruptura le dolió muchísimo, y a mí me duele más estar haciéndole daño nuevamente.

-Disculpa por esta llamada, te juro que si no tuviera que hacerla no la haría... -digo muy apenada.

-¿En qué te puedo ayudar?

-Mira, no sé si recuerdes que estoy estudiando fotografía, pero ya estoy a punto de graduarme y tengo que hacer un trabajo final en donde debo... tomar unas fotos... bueno, obvio, pero las fotos...

-Ajá... -Comienza a impacientarse.

-¿Podrías posar para mi calendario?

-¿Qué? ¿Por qué yo?

Ay, Dios, ¿cómo le explico que deben ser mis exnovios los que posen para el calendario? Al parecer sí es posible morir de vergüenza, porque estoy sintiendo cómo mi espíritu abandona mi cuerpo...

-Es que... los que posen deben haber sido mis novios.

-Scarlet... lo veo muy difícil. No sé si lo sepas, pero soy policía ahora, tengo mucho trabajo y no puedo pedir permisos fácilmente -dice en un tono de voz tan seco que me lastima.

Guardo silencio un momento y aprieto con más fuerza el cojín que tengo en las manos.

-Siento mucho ponerte en esta situación. De verdad, si no fuera porque sin este trabajo no me puedo graduar, ni siquiera te hubiera llamado... Pero te pido que lo hagas como un favor muy especial, y no creas que se me olvidó todo lo que pasó... Ay, Dios, ¡lo siento mucho! ¿Sabes qué? No te preocupes... puedo graduarme el otro semestre. -Una lágrima cae despacio por mi mejilla y empiezo a pensar en posibles soluciones o excusas para presentarle a Suárez.

Desafortunadamente lo que parece más factible es repetir el semestre. El profesor no puede obligarme a hacer el mismo trabajo final y seguramente sea más fácil la próxima vez, por que ¿qué podría ser peor que esta situación?

-Está bien. Lo haré pero tienes que amoldarte a mis horarios. Tengo algo que hacer en mi día de descanso pero puedo aplazarlo.

-¡¿Qué?! ¿Vas a posar para mi calendario? ¿Seguro? -Me seco la lágrima y me veo muy tentada a brincar de la felicidad.

-Sí, Scarlet. Porque no te guardo rencor y por que no vas a dejar de graduarte por mi culpa. Me parece algo descabellado, pero si dices que es cien por ciento necesario que sea yo quien pose, lo haré.

Esto me suena a que piensa que es excusa. Pero bueno, tengo que agradecer que haya aceptado, incluso si es difícil para él sacar el tiempo libre para hacerlo. Lo que me deja mucho más tranquila es que no me guarde ningún rencor y que no se sienta incómodo por la situación; ya me encargaré en la sesión de explicarle con más calma la razón por la cual el dictador de Suárez me dejó este trabajo.

Contacté dos o tres exnovios más durante el resto de la semana y aunque no fue tan difícil como la llamada a Sebastián, sí fue una prueba de fuego para mi orgullo.

Casi todos fueron más bien amables cuando les escribí o los llamé para pedirles el descabellado favor que necesito. Hubo unos cuantos que quedaron en confirmarme horarios pues tenían trabajos importantes al igual que Sebastián, y otros que se lo pensaron pues no querían poner nerviosas a sus novias. Y unos cuantos me colgaron el teléfono después de decirme que dejara de beber tanto.

Y, para mi sorpresa, algunos se alegraron de volverme a escuchar. Me imagino que la respuesta que recibí de cada uno depende de lo que llegaron a sentir por mí mientras estuvimos juntos.

Por mi lado, a la mayoría les guardo un cariño especial por ser parte de mi pasado. Con dos tuve una relación muy apasionada -no al mismo tiempo, vale aclarar-, pero no fue difícil poner fin cuando hubo que decir no más. Otros tres fueron mucho más importantes en mi vida, y las rupturas fueron mucho más difíciles de superar. Los demás fueron puro relleno entre una pareja importante y otra. Y todos fueron lo que mi mamá llamó: la necesidad de Scarlet de enamorarse del amor.

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