43. Un juego
—... Tres... Cuatro... ¡Cinco! —El resto de los presentes gritamos mientras Axel y Adrián llegan a las cinco copitas de ron que Óliver los retó a tomarse sin respirar.
Hace un rato, empezaron a llegar varios de mis ex, y se sentaron a tomar con nosotros como si se tratara de una convención de visitantes a las zonas íntimas de Scarlett.
Incluso Jack y Juliana llegaron en un momento, y vieron la cosa tan animada, que se quedaron. Y como no podía ser de otra manera, Juliana se sentó junto a Óliver para poder rozarlo en cada mínima oportunidad.
Cada vez que sus pieles se encuentran, mis ojos no pueden evitar girar y quedarse en blanco. Ya hasta me duelen los músculos oculares.
El primero en acabar el reto es Adrián. Axel no acostumbra beber muy seguido, y eso es una ventaja para él. Me doy por bien servida de que al menos el duelo haya sido así, y no a los puños.
El ganador se pone de pie, salta y grita de la felicidad. Pero en seguida se tambalea y cae a la arena.
Como puedo, me arrastro hasta él —yo no fui parte del reto, pero ya perdí la cuenta de todo lo que he bebido— y me acuesto a su lado.
—¿Estás bien?
—¡Gané! Y los ganadores no podemos estar mal.
Se sienta, y por poco vuelve a caerse. Regresa a rastras a su lugar y pide que le vuelvan a servir. Me preocupa que beba tanto, aunque tal vez debería preocuparme más por mí misma. A pesar de que no he tomado lo mismo que ellos, ya siento con fuerza los efectos del alcohol en mi cuerpo. Me cuesta trabajo sentarme o moverme, por lo que me quedo unos instantes ahí recostada, antes de regresar a mi lugar.
—¿Te ayudo? —Sebastián me sorprende con su mano estirada para ayudarme a parar.
—En ese juego nunca me tocaba besar a quien yo quería —dice Óliver con una risa.
—A mí siempre me tocaba besar hombres, entonces salía huyendo despavorido —ríe Alejandro.
—¿De qué hablan?
—Del juego de la botella —responde Lucas—. Uh. ¡Deberíamos jugarlo!
—Gas, no. Hay un 90% de probabilidades de que me toque besar un hombre, y ni todo el licor del mundo me motivaría para eso —se queja Adrián.
Todos nos reímos y no puedo evitar imaginarlo besando a Óliver o a Axel sin sentirme un poquito excitada. Jack pone los ojos en blanco.
—Que comentario de machito tercermundista más desagradable —dice ofendido, pero nadie le presta mucha atención—. Me siento en las cavernas. Hasta la tierra se me aplanó.
—Podríamos jugar "Yo nunca nunca" —propongo sin llegar nunca a imaginarme que tal vez el jueguito no sea tan conveniente para mí.
—Pues "yo nunca nunca" he jugado eso, ¿cómo es? —Alejandro se ríe solito de su propio chiste.
—Cada uno va diciendo algo, como "yo nunca nunca he alimentado a un elefante" y si alguien lo ha hecho, tiene que tomar una copa de ron.
—¡Me gusta! Esperen les lleno las copas, porque ustedes tienen cara de haber hecho de todo. —Óliver comenta divertido.
—¿Quién empieza?
—El que sirve...
—Mmm, bueno... —Óliver lo piensa por unos segundos, y dice—: Yo nunca nunca he... Querido volver con una ex.
Empezamos mal.
Adrián, Axel, Lucas y yo tomamos la copa con mucha seguridad. Los demás nos miran asombrados.
El camarógrafo, que para asombro de nadie también se unió a la fiesta, se acerca a nosotros y pone la cámara muy cerca de la expresión de Adrián. ¿Desde cuándo está aquí el tipo? Por el rabillo del ojo, me parece notar que Juliana le hace muecas.
—¿Esto también lo verán los jefes? —le pregunto a Juliana, mientras me acerco a ella.
—No te preocupes, vamos a editar el video.
Es lo que siempre me dice, pero no entiendo por qué tiene que grabar todo. Si lo van a editar, ¿no sería mejor que grabaran solo las partes útiles, como las sesiones y los detrás de cámara?
—Bueno, me toca... —Es el turno de Adrián, lo que zanja el tema entre Juliana y yo—. Yo nunca nunca... he saltado en paracaídas.
Algunos beben su copa en seguida, pero no presto atención. «¿De verdad, Adrián? No pudiste hacer una pregunta más aburrida».
—Ahora voy yo —reclama Juliana—. Yo nunca nunca he tenido algo con mi jefe.
Su mirada se fija directamente en Óliver y él se remueve, incómodo. Lucas, Alejandro y yo bebemos la copa.
—Mi turno —dice Jack.
—Ay, ya lleno las copas, aunque creo que nos quedan como dos preguntas, no más.
—Yo también me encaleté una botella, cuando se acabe esta voy por ella —dice Jack, y todos celebramos con un "Wepa".
Óliver llena las copas, sonriente, y Jack continúa.
—Yo nunca nunca he tenido alguna relación con alguien de mi mismo sexo.
Él se toma su copa, y nadie más lo hace, excepto Óliver.
«¡¿Qué?! ¿Es gay?». Me dan unas ganas tontas de llorar, aunque la cara que hace Juliana me devuelve la felicidad.
Jack lo mira con asombro. Bueno, en realidad casi todos lo miramos así. Creo que nadie se esperaba que Óliver fuera gay, ni siquiera Jack. ¿Luego no dicen que ojo del loca no se equivoca?
—¿A quién le toca? —pregunta Óliver mientras sirve otra ronda, como si nada.
—¿No vas a salir del clóset? —Lo mira Juliana, molesta.
«¿Y esta tonta por qué se enoja? No debería preguntarle esas intimidades» piensa una parte de mí, mientras otra dice «Cállate, pendeja. ¿O es que no quieres saber el chisme?».
Óliver la mira con algo de enojo y vuelve a preguntar de quién es el turno.
Nadie pregunta nada más, aunque tal vez tampoco les importa tanto la intimidad del técnico de iluminación.
—Sigo yo —dice Lucas—. Yo nunca nunca... Eh... He tenido sexo en un lugar público.
Alejandro, Axel, Óliver y yo nos llevamos el licor a la boca. El ron ya me está entrando en reversa. Pero no quiero abandonar el juego cuando se está empezando a poner interesante.
«Tuvo sexo con un hombre... En un lugar público, ¿tal vez?» Me siento como en Criminal Minds con este juego; con cada ronda voy haciendo un perfil psicológico y sexológico de Óliver.
—Este juego sería mucho más interesante si quienes beben contaran sus anécdotas —propone Jack.
—Eh... ¡No! Como está está perfecto —afirmo casi con pánico. Es muy posible que cualquier anécdota mía involucre a alguno de los presentes. Y hoy no tengo ganas de ser el centro de atención, menos si Juliana la chismosa está parando la oreja.
—¡Ay, sí! Yo estoy de acuerdo con Jack. —Ahí está. Solo una chismosa puede estar de acuerdo.
—Entonces mejor no juego más... —Me levanto, sin tratar de disimular mi molestia ni un poco.
—No, Scar... Quédate... Sigamos jugando... —La mayoría de los presentes me pide que me quede.
—Si no quieres contar tus anécdotas, no lo hagas... pero nos estamos divirtiendo, ¿no? —Óliver también se pone de pie y se acerca a mí para hablarme sin que los demás escuchen.
Suspiro. La verdad es que esto es divertido, y si me voy a acostar, estoy segura que no podré conciliar el sueño.
—Está bien, me quedo, pero anécdotas mías no van a escuchar...
—Entonces casi ninguno de los presentes podría contar nada —dice la bruja de Juliana y los demás se ríen. No puedo evitar mirarla con desdén.
—Ya, Scar... Quédate... —Lucas se pone de pie y se acerca a mí, pasa su brazo izquierdo sobre mi hombro, levanta la mano derecha y dice—: A ver, todos los ex de Scarlett repitan conmigo: Prometo solemnemente no contar anécdotas vergonzosas de Scarlett, o seré arrojado al mar y que me coman los tiburones o me piquen las medusas, amén.
Todos sueltan la carcajada y logran sacarme la risa a mí también. Vuelvo a sentarme y Óliver vuelve a llenar todas las copas.
—Entonces pido el turno —digo con autoridad, aunque no tengo ni idea de qué preguntar—. Yo nunca nunca... he mentido en una entrevista de trabajo.
Todos toman sus copas y algunos suspiran decepcionados.
—Si eso era lo que vas a preguntar, te hubiéramos dejado ir tranquila —reclama Alejandro.
—Ajá, ¿y por qué? Puedo preguntar lo que yo quiera.
—Pues ahora es mi turno, y yo nunca nunca he pensado en otra persona estando con mi pareja —dice Daniel. Todos bebemos nuestras copas. Ah, pero qué cochinos.
—Quisiera saber en quién... pensabas cuando estabas conmigo... —dice Miguel Ángel arrastrando las palabras.
—¿A quién le toca? —Cambio de tema con la primera oportunidad.
—Yo nunca nunca... Me he filmado teniendo sexo —pregunta Alejandro, y yo soy la única que bebe la copa.
Todos se quedan mirándome en silencio, supongo que sacando cuentas.
—¿Y ponías cámaras escondidas o qué? —pregunta Lucas.
—¡No! Obviamente era consensuado.
—¡Ah! Porque a mí nunca me lo propusiste.
—Ni a mí —afirma Axel.
—O a mí —asegura Miguel Ángel.
—A mí tampoco —dice Alejandro.
—A mí menos —se queja Sebastián.
—A mí sí —dice Adrián, y todos voltean a mirarlo—. No es cierto, bobos, a mí tampoco me dijo que tenía talento para las producciones triple equis.
—¡Bueno, ya! Parece que queda trago para una sola ronda, así que le cedo la pregunta a Scarlett Johansson —dice Óliver, mientras me mira con una expresión cómplice.
«Ay, eres mi salvador. Te amo».
—Ya yo fui por la otra botella, ¡Así que quedan muchas rondas!
«Te odio, Jack».
—Yo nunca nunca he hecho una llamada caliente... Porque se me calentó el teléfono mientras lo cargaba... —digo y no puedo evitar un ataque de risa.
Algunos se ríen conmigo y otros no más beben, sin hacer caso a mi chiste tonto que traté de que lograra desviar la atención.
Jack procede a llenar de nuevo las copas vacías.
—Yo nunca nunca he stalkeado a la nueva pareja de mi ex —dice Axel y toma su copa, sin quitarme la mirada de encima.
Óliver, Miguel Ángel y Juliana también beben.
—Uf, yo hasta he revisado sus antecedentes penales. Para algo debe servirme ser policía —dice Sebastián, ya muy ebrio. Todos nos echamos a reír.
—Un momento, ¿revisó mis antecedentes? —pregunta Miguel Ángel, preocupado.
—El suyo, no. El de todos.
Las risas se acaban y creo que a más de uno se le corta la borrachera, por el impacto.
—Tan pendejos, es molestando, ¿creen que no tengo verdaderos delincuentes que investigar? —afirma entre risas—. A menos que alguno de ustedes haya cometido un crimen.
—En el último mes, no —bromea Adrián.
Todos suspiran aliviados. ¿Qué tantas fechorías estarán escondiendo?
—Bueno, mi turno. Yo nunca nunca he estado con alguien solo porque me recuerda a un ex —dice alguien, pero no estoy lo suficientemente sobria para saber quién.
—¡Salud! —digo con mucho entusiasmo y bebo la copa entera.
Al parecer soy la única que lo hace y siento como cien ojos encima mío.
—¿Soy yo? ¿A quién me parezco?
—No puedo ser yo, pues no me parezco a nadie. ¿O sí, Scar?
—Scar...
—¿A quién me parezco, Scar?
Todos luchan al mismo tiempo por saber si son el ex que se parece a otro ex. No puedo evitar soltar una carcajada.
Cuando al fin se rinden y alguien más dice un "Yo nunca nunca" empiezan a salir muchas otras verdades. Unas menos graves que otras, aunque con el nivel de licor en sangre que ya todos tenemos, parece que ya nada tiene importancia.
Yo nunca nunca he enviado nudes.
Yo nunca nunca he deseado a nadie más estando con mi pareja.
Yo nunca nunca he hecho sexting.
Yo nunca nunca he creado un perfil falso en redes sociales para ver si mi pareja me engaña. Esa confesión me da bastante miedo.
—Yo nunca he tenido relaciones de una sola noche —pregunto. Casi todos beben menos yo, y me sabe mal. Me sabe mal porque siento algo de bilis subir hasta la garganta.
Respiro hondo para evitar arrojar mis jugos gástricos sobre todos, y funciona, por el momento.
—Yo nunca nunca he engañado a mi pareja —afirma una voz masculina que dejé de reconocer hace como diez minutos.
Me quedo quieta un instante. No me gusta admitirlo, pero no voy a mentir en un juego tan importantísimo como este. Me tomo mi copa, y veo que Óliver también lo hace. Mañana le preguntaré sobre esa historia, si me acuerdo. Tengo muchas cosas que preguntarle mañana, pero seguro que me levanto con una laguna del tamaño del océano.
Otras personas toman también su copa, y mi mirada se enfoca automáticamente en Axel. Estoy esperando que beba, pero nada pasa.
—¿Y tú? —le pregunto.
—¿Yo qué?
—Que no te has tomado tu copa.
—Porque yo nunca he engañado a una pareja.
—¿Hello?
—Hi... No sabía que sabías inglés —responde confundido
—No seas baboso, tómate la copa.
—Yo nunca he engañado a nadie.
—¿Y yo? —pregunto indignada.
—Tú sí, parece, porque fuiste de las primeras en vaciar la copa.
—¡Qué te tomes la copa! —grito, y entonces, en un arranque de rabia, frustración y borrachera, reacciono de la peor manera posible.
Si hubiera sabido que un inocente jueguito se iba a salir de control de tal forma, me hubiera ido a dormir hace rato.
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