41. Un pack
—Hola, Óliver... Pues no podía dormir y vine a ver si el sonido de las olas me arrulla. ¿Y tú?
—Trato de llamar a mi hermano, aquí agarra un poquito la señal.
—¿Y has tenido suerte?
—Uff, muchas veces en la vida.
—Con la llamada. —Entrecierro mis ojos, aunque sé que está molestando.
—Ah, no. Ahora vuelvo a intentar.
—¿No está un poco tarde para llamar?
—Precisamente por eso llamo a esta hora, quiero saber si se quedó en el apartamento, como le dije.
—Disculpa que me meta pero... debes dejar que sea adolescente, ¿no? Y tú deberías ser su hermano, no su padre.
—Si tuvieras un hermano o hermana menor, que sabes que está loco, cuyos padres delegaron toda la responsabilidad de su crianza en su hermana mayor, ¿qué harías?
Guardo silencio un momento, porque ante ese argumento no puedo decir mucho.
—Tienes razón, lo siento. —Noto algo de seriedad en su voz, probablemente no le gustó lo que dije. Y me lo tengo bien ganado, por metiche.
—No te preocupes, no es nada personal, solo estoy preocupado por él.
—¿Has notado que Juliana te mira de una manera... especial? —Cambiar el tema es mi pasión.
—¿Juliana, la de Atomik? ¿En qué sentido?
—En el sentido de que quiere dejar de decirte "Óliver" y empezar a decirte "papi" —Suelto una carcajada.
—¿En serio? No lo había notado... —dice asombrado y con una sonrisa en la cara.
—Ay, Óliver, no puedo creer que no te hubieras dado cuenta ya. Si aparece cada que estamos hablando, por Dios. Es más, me sorprende que no se haya aparecido ya acá para interrumpirnos, es como una bruja.
Óliver se ríe y los hoyitos de sus mejillas me distraen un montón. No me sorprende que Juliana se porte como lo hace, lo que no puedo creer es que este hombre siga soltero.
—Pues... No sé, nunca me metería con mi jefe o una cliente.
—Ah, pero ¿si no fuera tu jefe o tu cliente?
—No es mi tipo.
—Cierto, es probable que no le guste sacrificar gatitos —digo refiriéndome a la broma que hizo el día que nos conocimos.
—¡Obvio no! —se ríe.
—Aunque estoy segura de que por ti lo haría —río—. En serio, no puedo creer que no has notado que te come con la mirada.
—Tal vez ahora deba prestar más atención. Aunque, ¿para qué?, estoy muy bien solo.
—Yo apenas estoy acostumbrándome a la soledad. —No sé ni por qué le digo eso.
—Sí, recuerdo que has tenido una vida amorosa muy agitada, gracias a eso toda esta isla tiene trabajo.
—¡Oye! —Lo empujo—. Al menos agradece que gracias a mi papaya estamos empleados...
Casi no puede ni respirar de la risa pero logra preguntar—: Gracias a tu ¿qué?
—Mi papaya —repito y señalo entre mis piernas con ambos dedos índice.
Ambos estallamos en carcajadas y duramos un largo rato así.
—No le llamemos papaya, llamémosle "recursos humanos" —dice.
—Mi papaya alias "el ministerio de trabajo".
Ya no podemos más de la risa e incluso me dejo caer en la arena para reírme más a gusto. A los pocos segundos, Óliver se recuesta a mi lado.
—Bueno, y ahora que los conozco a todos en persona te puedo preguntar... ¿Por qué estuviste con el tipo que hoy se agarró a golpes con el otro?
—¿Enzo?
—Supongo que así se llama. Es que... Es un patán. Y tú eres muy dulce, no sé qué hacías con alguien como él.
—Sí, lo acepto, la verdad ese fue un lapsus para mí.
—Te entiendo, yo he tenido dos o tres lapsus de ese estilo.
—¿Exnovias psicópatas?
—Una tóxica, una psicópata y una pervertida.
Estoy a punto de preguntarle por la pervertida, cuando mi celular vibra. Creo que no lo había hecho en un largo tiempo.
—¡Mi celular está vibrando! —grito emocionada.
—¡Puede ser tu mamá que te escribe! —Óliver demuestra el mismo entusiasmo.
—¡Sí! —Desbloqueo el aparato para comprobar si es un mensaje de ella, y veo una notificación en WhatsApp.
Abro la app y es un mensaje de Álvaro. Por inercia lo miro, es una foto. Al descargarla, quiero morir de la vergüenza, pues Óliver y yo vemos en la pantalla el pack de mi último ex, en todo su esplendorcito.
«Santo patrón de los pitos chiquitos». A buena hora le da a Álvaro por mandarme una foto de su pito.
Del susto, pego un grito y lanzo mi celular muy lejos de nosotros.
Para mi desgracia, Adrián se acerca con mi celular en la mano, mirándome como si ya no le sorprendieran mis metidas de pata.
—¿Ahora me tiras un celular? Si quieres que me vaya de la isla hay formas más sutiles de pedirlo... —dice con tono serio.
Me levanto a toda velocidad, Óliver también lo hace. Recibo mi celular y noto que aún no se ha bloqueado.
—Además con la foto de un pito. Me querías agarrar a vergazos, literalmente —continúa Adrián.
Óliver trata de aguantar la risa, aunque falla.
—¡Lo siento! Estoy segura de que me enviaron eso por error... —me disculpo.
—Te creo, nadie mandaría esa cosita a propósito.
Óliver se aleja de nosotros y empiezo a oír sus carcajadas a lo lejos. Aprovecho que Adrián y yo estamos solos para hablar con él.
—En serio, discúlpame. No quise ni arrojarte el celular, ni que vieras estas desgracias... —Señalo el teléfono y ahora quien ríe un poco es él.
—Pues... Más cuidado para la próxima. —Empieza a trotar y se va.
Su indiferencia conmigo todavía me duele. Sé muy bien que aún no me ha perdonado, y creo que es mejor que me vaya resignando a haberlo perdido para siempre.
Doy un último vistazo al mar y camino de regreso a mi cuarto. Queda muy poco para el amanecer y si no duermo aunque sea dos horas, mañana no podré ni levantarme. La primera sesión es a las siete de la mañana y debo estar ahí, así sea solo para hacer acto de presencia.
Cuando ya voy llegando a mi cuarto, Óliver me llama.
—¿A dónde vas? —pregunta al ver que me detengo y lo miro fijamente.
—Voy a un lugar seguro dónde ya no puedo hacer el ridículo: mi cama —contesto con desánimo.
—Seguro tú no, pero el que debe hace el ridículo en la cama es el que te mandó el pack.
No puedo evitarlo, y suelto la carcajada. Óliver también se ríe con mucha fuerza, hasta que recuerdo que estamos afuera de los cuartos y podríamos despertar a alguien. Respiro para dejar de reírme e insto a Óliver a qué haga lo mismo.
—Que vergüenza que hayas tenido que ver eso...
—No te preocupes, a quién le pidas pack, no es problema mío.
—¡No, no, no! Yo no le pedí nada, debió haberse equivocado. No le he pedido packs a ninguno de mis exnovios. ¿Para qué? Si todas esas imágenes ya las tengo en la cabeza.
—Ah, ¿Es un ex? ¿Y cuál de todos los afortunados es? O bueno, en su caso no podemos decir que sea muy afortunado...
—No está aquí. Es mi último ex, el número trece.
—Ah, al que llamabas a gritos por la ventana hace unos días.
—Ay, ni me acordaba de eso. ¿Ves? Mejor me regreso a mi cama para dejar de hacer el oso.
Se ríe y me desea buenas noches. Al entrar a mi cuarto, me meto entre las sábanas y cierro los ojos, pero recuerdo que antes de dormirme, tengo algo que hacer.
Abro mí WhatsApp y le escribo a Álvaro.
Mensaje de Scarlett:
¿Esta es tu forma de decirme que quieres que volvamos?
Quisiera escribirle algo mucho más inteligente, pícaro o interesante. Pero prefiero ser sincera y preguntarle si eso es lo que quiere.
A los pocos segundos, recibo su respuesta:
Mensaje de Álvaro:
Eso no era para ti. Y nosotros no vamos a volver NUNCA.
«Que imbécil. Ya quisieras tú que yo volviera contigo». Estoy que agarro la pared a cabezazos, no debí escribirle eso para que piense que no tengo dignidad.
Mensaje de Scarlett:
Menos mal, porque yo NUNCA volvería a una cosa tan MINÚSCULA.
«Para que aprendas, idiota».
Me levanto con un terrible dolor de cabeza. Siempre me pasa cuando la noche anterior no puedo dormir bien. Y no fue solo que me quedara dormida casi a las cuatro de la mañana, es que tuve pesadillas toda la noche.
Primero soñé que estaba en medio de un estadio, rodeada de gente de diferentes tamaños y cuerpos, pero todos con la cara de Álvaro. Entonces todos los Álvaros de repente se quedaban viéndome, y salían a perseguirme. Fue horroroso.
Luego soñé que me dejaban tomar las fotos del calendario, pero que se me perdía la cámara. Ese fue terrorífico.
Gracias a Dios que los sonidos de vomito en el baño me despiertan, aunque en realidad habría sido mejor despertar de otra manera.
Me levanto y voy al baño, para encontrarme a mi amiga abrazando el inodoro y agarrándose la barriga como para no escupirla también.
—Lau, ¿sigues mal?
Se demora un momento en responderme pues vuelve a vomitar. Pobrecita, no ha podido disfrutar nada del viaje por su embarazo.
—Siento que me voy a morir —dice al levantar si cabeza.
—¿Cuando vas a decirle a Héctor lo del bebé?
—¿Cuál bebé?
—Pues el que está haciendo que saques el estómago por la boca.
—No, no creo que sea bebé.
—O es eso, o es cáncer. ¿Qué prefieres?
—¡No seas tonta, no digas eso! —me grita asustada.
—Solo estoy tratando de que te hagas a la idea de que vas a ser mamá.
Los ojos de Laura se llenan de lágrimas.
—¿Y qué voy a hacer?
—Lo que tú quieras, amiga. Ahora hay muchas opciones...
—¿Como el aborto?
—Si es lo que quieres...
—Nunca había pensado en eso. Pero no estoy segura, no tengo problema con que otras mujeres tomen esa decisión, pero no sé si es lo que yo quiero.
—Amiga, la decisión que tomes, será la mejor y yo te apoyaré. Piénsalo bien, pero de todas formas, háblalo con Héctor. Creo que es una decisión de los dos.
Le doy un beso en la frente y me meto a la ducha. Tengo muy poquito tiempo para ir a la toma de fotos.
Llego a la playa con mi cámara lista, y con todo el entusiasmo posible, a pesar de estar preocupada por la situación de Laura, y por no haber sabido nada de mi mamá desde el día que llegamos.
Veo al equipo de producción ya con todos los implementos listos, y encuentro a Jack hablando con Alejandro, uno de los ex más dulces que he tenido, y al que le guardo mucho cariño.
—Buenos días, vecina. —Óliver me abraza por detrás y me aprieta fuerte. Mi piel parece la de una gallina y mi corazón empieza con el perreo intenso.
—Hola. ¿Cómo dormiste? —Será mejor empezar una conversación antes de los momentos incómodos y eso.
—Yo muy bien, aunque creo que tú no puedes decir lo mismo. Tienes unas ojeras que te llegan hasta el piso.
—Pues "alguien" me estuvo trasnochando hasta las tres de la mañana... —Hago especial énfasis en la palabra alguien, para que entienda muy bien a quién me refiero.
—¿El del packsito?
—¡No! ¿Con quién me quedé en la playa hasta la madrugada?
—Sí, Scarlett, ¿con quién? —Nos interrumpe Juliana. Se había demorado—. Ay, perdón. Buenos días, Óliver.
Espero un poco a que le terminen de brillar los ojos cuando mira a mi vecino, para responderle.
—Anoche teníamos insomnio y nos quedamos un rato charlando. Nada especial.
Óliver me mira con una expresión algo sería. ¿Le habrá molestado que le dijera a Juliana que estábamos juntos? A lo mejor le caló lo que le dije sobre ella y quiera aprovechar para tener algo, aunque me dijo que no era su tipo.
—Bueno, mejor hay que trabajar —dice la mujer con un tono algo hosco y se va caminando al escuchar que Jack la llama.
Yo también comienzo a caminar para acercarme al fotógrafo principal y al menos poder aprender algo de él, pero Óliver me detiene por el hombro.
—¿Será que está noche también sufrirás de insomnio? Porque me dijeron que el bar del hotel cierra muy tarde...
—¿Me estás invitando a una cita?
—¡Scarlett! —grita Juliana—. Ven por acá, de pronto hoy serás nuestra fotógrafa.
Escuchar eso no me deja terminar de hablar con Óliver. ¡Por fin ha llegado mi día!
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