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4. Un narcisista sin remedio

Hola Hola!!

Si te está gustando esta historia, puedes recomendarla a alguien y alegrar su día :)

Puedes buscarme en FB e Instagram con el mismo pseudónimo... no publico mucho sobre la historia pero voy a empezar a hacerlo, jajaja.

Gracias por sus votos y comentarios, no saben cómo alegran mi día. Cuídense mucho, muak!

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El Instagram de Axel tiene un correo de contacto, pues además de ser influencer, es entrenador personal. Le escribo, haciéndome pasar por una posible cliente, y le envío mi número celular, pidiéndole que me escriba por Whatsapp cuándo y dónde podríamos vernos.

No sé cuántos minutos pasan, pero yo alcanzo a cepillarme los dientes, lavar la loza, peinarme, pedirle consejo al reflejo en mi espejo y poner a hacer arroz. Hace unos momentos, tenía miedo de que no me respondiera, pero tan pronto recibo su mensaje, me aterra más el tener fecha y hora para verlo.

Mientras estuve con Axel me sentí juzgada constantemente. No porque él lo hiciera, pues nunca hizo ni un comentario desfavorable hacia mí; por el contrario, siempre se encargaba de recordarme lo hermosa que me veía a sus ojos, sino por verlo a él así, tan tonificado, tan preocupado por su aspecto físico, tan atractivo; hizo que por primera vez en mi vida durara más de un mes en el gimnasio. "Es mi trabajo, pero tú no tienes que hacerlo si no quieres" me decía él cuando yo le insistía en ir hacer ejercicio así no me encontrara en las mejores condiciones. Ni un solo día de los nueve meses que estuvimos juntos falté a un entrenamiento. 

Pero terminar nuestra relación me llevó a cometer tres graves errores. El primero: atrancarme de comida durante una semana, que hizo que volvieran mis antiguos gorditos y celulitis. El segundo: emborracharme como si no hubiera un mañana en el cumpleaños número veinte de Héctor. Y el tercero (el peor por mucho): terminar en la cama con el hermano de mi mejor amigo esa noche. Pero esa será otra historia para recordar después.

Faltan solo dos días para la cita, y paso cada segundo de esas cuarenta y ocho horas haciendo ejercicio como poseída por el espíritu de Bruce Lee o Bárbara de Regil. Sé que en dos días no borraré dos años de descuido, pero no importa. Nadie puede arrebatarme la sonrisa.

Reencontrarte con tu ex es mucho más fácil si has mantenido una amistad con él. Pero con Axel tengo totalmente lo contrario. Lo bloqueé de casi cualquier servicio o red social que nos permitiera contactarnos. Si pudiera haberme ido del planeta, lo habría hecho. Y ahora, tener que engañarlo para verlo, está haciendo estragos en mi estabilidad emocional y física.

Maldito Suárez y sus estúpidos trabajos.

Para completar, tengo que sufrir el bullying de mi vecino idiota, pues al verme ejercitándome cada vez que estoy en mi sala, me muestra carteles que dicen: "Tú puedes bajar esos kilos de más. ¡Ánimo, marranita!" 

Trato de ignorarlo, pero a veces se pone bien creativo y logra incluso sacarme una sonrisa. Supongo que en plena pubertad —pues yo calculo que no tiene más de diecisiete años— estás todavía en esa época en que te encanta molestar a los demás.

Mi subconsciente me traiciona cuando Axel me pregunta por Whatsapp dónde quiero que nos veamos, pues lo cito en la misma cafetería donde nos conocimos. Era mi favorita, el lugar al que iba todos los días porque tenía un enorme crush con el cajero, y a donde Axel iba todos los días solo para verme. Y mientras estoy aquí sentada, jugando con mis dedos para controlar mis nervios, me doy cuenta de lo estúpida que fue esa idea.

«¿Acaso muy en el fondo quiero volver con él?» me pregunto todo el tiempo mientras lo espero. «Ay, no seas idiota, Scarlett» me respondo enseguida.

Saco mi celular y abro mi Instagram, para pasar un poco el rato. Lo primero que me aparece en mi timeline es una foto de mi fotógrafo favorito que muestra un paisaje montañoso lleno de nieve. Sigo bajando y aparecen algunas fotos de mis amigos, famosos, más paisajes y en un momento la tentación de ir a stalkear a Axel va haciéndose más y más fuerte.

¡Pero no quiero hacerlo! ¿O sí? ¡No! Solo me pondría más nerviosa, y ni siquiera sé si eso es posible sin morir de un infarto.

Después de veinte minutos, sucumbo a la tentación y abro su cuenta. Desde la última vez que revisé ha puesto tres fotos nuevas. En una de ellas sale una mujer a su lado, sonriendo en el gimnasio. «¿Será su novia?» pienso. A pesar de que terminamos hace dos años y ya todo está superado, siento un poco de celos. 

Bajo mi celular y lo veo. Está sentado a unas tres mesas de la mía, pero al parecer no me ha visto. O eso desea. Me quedo mirándolo un momento y suspiro; aún lo odio. O bueno, no odiarlo odiarlo, pero sí siento que el mundo está lleno de personas que estorban más que ser útiles.

Maldito trabajo. Maldito calendario. Y este apenas es el segundo ex al que tengo que pedirle un favor, que si no fuera porque me toca, jamás le hubiera pedido.

Respiro muy hondo y abandono mi asiento; al mal paso es mejor darle prisa.

—¿Está ocupado este lugar? —le digo tomando una silla de su mesa.

Su expresión de total asombro me encanta. Debe estar pensando: «Ay no, aquí está a la que engañé... qué pena, aprovecharé para volver a disculparme por enésima vez» aunque estoy segura de que este no tiene ni vergüenza. Nos quedamos mirándonos fijamente por unos segundos.

—¡Scar! ¿Qué haces aquí? —Ah, pero qué nervioso se pone el perro. —. ¿Aún vienes a tomar café por acá?

—No —contesto escuetamente—, en realidad, tengo una cita contigo.

—¿Qué? Si yo espero a una cliente...

—Que soy yo.

—No, no, creo que se llama Andrea...

—¿Valencia? Soy yo.

Pagaría lo que fuera por tomarle una foto a la cara que hace. Yo dibujo una media sonrisa de satisfacción. Una mesera se acerca y nos pregunta si vamos a ordenar. Todo el staff ha cambiado desde que venía aquí, nadie me conocía y me sentía más cómoda así. Pero ¿qué sería de la vida del cajero que me encantaba? Recuerdo cómo solía soñar despierta viendo a ese hombre cuando solo tenía unos trece o catorce años y...

—A mí tráigame... algo con licor. ¿Tiene licor? No, no... mejor algo saludable. Un batido de lo que sea, ¿si tienen batidos? Ah, sí, verdad que si tienen. —El debate de Axel por su pedido me distrae de mis pensamientos y aprovecho para tomar asiento frente a él. La mesera asiente y lo ve con impaciencia, apuesto que va a escupirle su bebida. Ojalá—. Sí, tráigame un batido de todas las frutas que tenga, sin azúcar.

—A mí tráigame por favor una malteada de chocolate. Con toda el azúcar que no le ponga a él. Es más, tráigame todas sus reservas de azúcar. Gracias. —Al notar la extraña mirada de la mesera, mejor me pongo seria pues no quiero que el escupitajo vaya también a mi bebida. Así que agrego—: Es broma. Azúcar normal, nada de light ni esas cosas. Pero en la cantidad normal.

La mujer se aleja moviendo su cabeza de lado a lado, como si le pidiera a Dios una enorme cantidad de paciencia.

—Bueno, ¿y a qué se debe esta emboscada? —dice con tono irónico y un poco más de valentía—. Por la forma en que terminó todo entre nosotros no me atrevería a pensar que quieres volver conmigo...

—¡Dios me libre! ¿Emboscada? No, esto no es...

—Pues, ¿entonces esto cómo se llama? Te hiciste pasar por una posible cliente, a menos que te hayas cambiado de nombre y quieras entrenar conmigo.

—Ja, ja, pues no. Nada de eso. Necesito... pedirte un favor —suelto sin darle más vueltas al asunto. Quiero irme de aquí rápido.

—Te vas a casar y quieres que sea el padrino...

—¿Y cómo por qué te pediría a ti ser el padrino? Ni que no tuviera amigos. Además, el padrino lo piden los hombres, yo buscaría una dama de honor.

—¿Pero te vas a casar? —Me parece ver algo de... ¿decepción en su expresión?

—No, idiota. No me voy a casar.

—Y sigues tratándome mal. Tal como cuando estábamos juntos.

—¡¿Qué?! ¿Yo cuando te traté mal? De todas formas, al menos no fui yo quien metió un tercero en la relación. —No pude evitar llegar a ese tema.

—Otra vez con lo mismo. Yo nunca te engañé, Scar.

—Ay, no, no vamos a pasar por lo mismo que pasamos hace dos años. Ya no tiene sentido. Y no me digas Scar.

La mesera trae nuestras bebidas y un papelito con la cuenta. Él lo toma inmediatamente y no me deja pagar mi parte. Parece que uno de sus lemas aún sigue siendo que ninguna mujer pague la cuenta si sale con él. Y pues bueno, yo no me voy a oponer si quiere pagar. Tiene que pagar de alguna forma en esta vida por todo lo que me hizo.

Bebemos nuestros batidos en total silencio, esquivando la mirada. En ningún momento él saca su celular, lo que me parece extraño, pues cuando estábamos juntos lo revisaba constantemente atendiendo sus redes sociales o posibles clientes que le escribieran. O mujeres con las que revolcarse, aunque él siempre negó esa parte.

—Tengo un trabajo de la universidad, y debo hacer un calendario. Para eso te contacté, necesito que seas mi modelo —suelto de sopetón tan pronto termino mi malteada. No quiero alargar sin necesidad el momento incómodo.

—Oh. —Su expresión es de genuina sorpresa—. ¿Por qué yo?

—Porque registras muy bien y quiero sacar la mejor nota posible. Además porque eres el único con el ego lo suficientemente grande para decir que sí. —No me siento capaz de decirle que ese favor se lo voy a pedir a otros once hombres con los que él tiene algo en común—. Por favor, me lo debes.

—Yo no te debo nada... ni tú a mí. Pero lo haré, no te preocupes. Y no es por mí ego.

No creí que fuera a convencerlo tan rápido. Esperaba algo de resistencia, incluso tener que ofrecerle dinero. Pero me siento conforme al ver que al menos ha madurado un poquito en estos dos años. 

—Pues te agradezco. Te escribiré por el Whatsapp la hora y dirección donde lo haremos. Nos vemos. 

Me levanto sin más y le doy una última mirada. Me muerdo la lengua de rabia. Sí que esta bueno. Pero antes de seguir por esa línea de pensamiento, me giro con toda la actitud "perrona" —como dice Laura— de la que soy capaz. El problema es que no puedes ser perrona si también eres torpe y te tropiezas con alguien apenas giras con fuerza para que tu cabello se levante de forma sexi al dar la vuelta.

Me disculpo con el enorme hombre con el que me tropiezo y salgo lo más rápido posible, odiándome por ser tan torpe y haberle dado a Axel algún motivo para burlarse después. 

Álvaro hace algo con su celular mientras ve televisión sentado en el enorme sillón en el que gastó una fortuna y en el que nos acurrucábamos mientras nos moríamos del calor por el cuero del mueble. Hace pocos meses me dio una copia de la llave para que durmiera con él la noche de los jueves, pues el viernes ninguno de los dos tiene que madrugar.

—Hola, amor. ¿Ya comiste? —lo saludo al entrar su apartamento.

—Hola, Scar. No, no he comido, ¿quieres que pidamos algo? —pregunta sin alejar la mirada de la pantalla de su celular.

—No sé... ¿cuáles son las opciones?

Dejo mi maleta en una mesita que había dispuesto especialmente para eso. Me costó casi un mes acostumbrarme a ese y otros rituales que el adicto al orden de mi novio impuso para que "la convivencia sea sana y adulta" según sus palabras.

Laura ya no se desgasta dándome lora por el novio aburrido y regañón que me conseguí. Nunca se llevaron muy bien ese par, pero no los puedo culpar. Son polos totalmente opuestos —aunque conmigo también lo es, pero entre los dos al menos existe una gran química— o eso es lo que yo siento, al menos.

Terminamos pidiendo pollo asado pues no quiero cocinar nada y él jamás entraría por la cocina a menos que fuera por una copa de vino. Ponemos una serie en Netflix a la que yo no le presto demasiada atención, pero él la ve concentrado y emocionado. 

Wow, Scar. ¿Te imaginaste que el mayordomo era el asesino?

—No, nunca lo habría pensado —respondo seria.

—No había mayordomos en la serie, ni asesinos. Era broma. No estabas prestando atención ¿verdad? ¿Otra vez soñando despierta? —exhala con hastío.

—No, no, es que... el trabajo final de composición me tiene algo preocupada. Pero no es nada grave.

—¿Y de qué es el trabajo, o qué tienes que hacer?

Eso sí está raro. Álvaro nunca se ha preocupado por nada relacionado con mis estudios o mi carrera. Incluso alguna vez llegó a hacer el comentario de que lo que estudiaba no era una carrera de verdad, como derecho o lo que él estaba estudiando: economía.

—Pues... debo hacer un calendario de doce hombres, que deben ser mis ex —suelto, pensando que va a empezar a hacerme las preguntas que nunca ha hecho sobre mi pasado, y esperando que no se vaya a molestar por mi extenso prontuario de relaciones. 

—Ah, qué bien —contesta levantándose del sillón y apagando el televisor.

Ah, caray, no le importó. Bueno, él nunca ha sido celoso. Pero en este momento no sé si eso lo hace el mejor novio del mundo o el peor.


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