39. Una sesión desastrosa
Me salvo de las preguntas de Juliana, pero ¿a qué costo? Al más alto de todos: no pude tomar ni una sola foto.
Me siento decepcionada y triste, tenía tantas ganas de trabajar con el equipo de producción profesional... Pero, bueno. Más tarde habrá otra sesión, creo que la harán con dos modelos al tiempo para que interactúen entre ellos, aunque no sé quiénes son. Ahora busco a Óliver a ver si él me da algo más de información.
Cuando el equipo empieza a recoger todo, voy a buscar a Laura. He tratado de escribirle varias veces, pero la señal sigue siendo inexistente. Cuando estoy entrando al hotel, Jack pasa por mi lado y me debato entre pedirle que me tenga en cuenta para la próxima sesión o dejar que todo siga su curso natural.
«¿Quién ha llegado lejos esperando que la vida siga su curso?» Pienso. Lo mejor será arriesgarme, lo peor que puede decir es no. El tipo pide la llave de su habitación en el lobby, mientras yo me mantengo cerca de él, pero no demasiado cerca aún. Cuando se dirige a su habitación, acorto la distancia y pongo una mano en su hombro, lo que lo detiene.
—Hola, Jack. ¿Cómo estás? —Me acerco a él y trato de sonar lo más amable posible.
—Hola... ¿Elizabeth? —Ay, por la Virgen de la Macarena. ¿No sabe ni cómo me llamo?
—Scarlett... Como Johansson...
—Oíla. —Oigo... ¿ironía en su voz? Amigo, no estaré tan hermosa como Scarlett Johansson, pero ¿ya viste el catálogo de exnovios que tengo?
—Bueno... sí, no importa... Disculpa si te molesto, ¿te puedo tutear?
—No.
No esperaba esa respuesta, pero bueno, parece que tengo frente a mí otro coprófago, como diría Laura.
—Perdón, no quiero molestarlo, pero quería preguntarle si...
—La respuesta es sí, sí molesta —responde.
Pero, ¿qué diablos?
—No era eso... Bueno. Voy al grano. ¿Puedo tomar las fotos de la próxima sesión? La de esta tarde.
El hombre se queda callado un momento y luego arruga el entrecejo.
—La sesión es a las cuatro en punto. Si llega temprano puede que lo piense.
—¡Muchas gracias! Llegaré tempranísimo... —Empieza a caminar y me deja hablando sola.
No le presto demasiada atención al detalle grosero, pues lo que me importa ya me lo concedió. Sí, sé que no me aseguró que yo tomaría las fotos, pero al menos que me tenga en cuenta me da un poco de esperanza. Tengo unas dos horas para almorzar y alistarme para la sesión.
Faltan veinte minutos para las cuatro y estoy hace diez en el punto de encuentro para la sesión. Aún no ha llegado nadie, por lo que aprovecho a tomar algunas fotos a la naturaleza. Aquí el mar es tan cristalino, que uno se siente como en un paraíso perdido y le dan ganas de que jamás lo encuentren.
Pasan algunos minutos y noto que empiezan a llegar los técnicos y todo el equipo de producción. Guardo mi cámara y me acerco a ellos, no vaya a ser que vuelvan a dejarme por fuera de la sesión. ¡Voy a estar más encima del equipo que nunca!
—Hola, vecina. —Óliver se acerca a mí de buen ánimo.
—Hola, ¿cómo estás?
—Luchando contra la señal en esta isla. No sé, como que acá se comunican con el mundo exterior a punta de señales de humo.
—Je, es cierto. ¿Tratando de llamar a alguna novia? —¿Qué? ¿Eso de dónde salió?
—Tratando de enviar un pack. Pero como que está muy pesado, tú sabes... el tamaño.
«Ah, caray» No puedo evitar mirarlo asombrada. Él solo se ríe.
—En realidad, trato de comunicarme con mi hermano. Desde que llegamos no sé nada de él. —Continúa y adquiere un tono más serio y preocupado.
—Lo sé, yo tampoco he podido comunicarme con mi mamá, solo hablé un poco con ella ayer, pero está sola, recién separada y sin nada qué hacer...
—¿Tus papás se separaron?
—Sí, y mi mamá no lo ha tomado muy bien. Está quedándose en mí apartamento.
—Pobre, me imagino lo triste que debe estar.
—Y yo... Traté de traerla pero a los de Atomik no les pareció buena idea.
Óliver intenta nuevamente hacer la llamada y lo logra. Su cara es de total felicidad. Pone el aparato en altavoz y saluda a su hermanito.
—¡Oli! ¡Te necesitaba con urgencia! —Se queja Samuel al recibir la llamada.
—Samu, ¿Estás bien? ¿Qué pasó? —La angustia es evidente en la voz de Óliver.
—Que borraste el historial de la laptop y no recuerdo cómo se llama la página del porno gratis...
—Ehhhh... ¡Saluda a Scarlett! Te está escuchando... —Trata de quitar el altavoz pero se pone nervioso y suelta el celular. Tiene la cara roja.
—¿Scarlett? ¿Cuál Scarlett? ¿Johansson?
«Como que ya no me gusta esa comparación».
—Scarlett, nuestra vecina de enfrente.
—Hola, vecino. —Lo saludo—. Espero no te estés emborrachando mucho. Y visita hqporner.com. De nada.
Óliver me mira estupefacto y no dice ni mu.
—¡Gracias, vecina! ¡Excelente servicio! Oye, pero ¿Tú qué haces por allá con mi hermano?
—Mejor que él te cuente. —Pongo mi mano sobre el brazo de Óliver y le digo—: Ya llegó más gente, voy a ver si me van a dejar ser la fotógrafa principal. ¡Adiós, Samuel! —grito al teléfono para que el adolescente me escuche.
Camino hacia el "set" dónde veo a Enzo hablando con una mujer sobre la ropa que debe usar. Maravilloso, la sesión es con él.
Maldigo mi suerte, pero aún así no dejaré que eso arruine mi propósito.
Busco a Jack, pero parece que aún no ha llegado. Algunos técnicos terminan de acomodar luces y aparatos por doquier. Estamos muy cerca a un cayo rocoso, en el que las olas rompen con fuerza.
La tarde cae de prisa y la marea es cada vez más alta. Tengo mi cámara colgada al cuello, lista, cargada y con la memoria totalmente en blanco para que nada me falle.
Jack llega finalmente y empieza a gritar órdenes como si no hubiera un mañana.
—Bueno, ¿Listos todos? Tenemos pocas horas de luz y hay que aprovecharlas.
—Aún no ha llegado el otro modelo —le responde la mujer que hace un momento le entregaba ropa a Enzo.
—¿Y David? ¿Dónde está David? —Jack pregunta por el otro fotógrafo.
—¡Estoy yo! —grito animadamente para que me note. Tal vez con demasiado ánimo.
—Necesito a David.
—Ya estoy aquí —grita el aludido. Acaba de llegar, y por lo que se puede notar, venía corriendo pues llegó tarde.
—Pero yo... —Trato de recordarle lo que me había prometido.
—Okay, David, vamos a iniciar unas cuantas tomas sobre el cayo con el primer modelo. ¿Dónde está...?
—Soy yo. —Enzo se acerca a él.
Quiero gritarle que me lo había prometido, o al menos me había dado la esperanza, que soy tan profesional como el tal David, que fui yo la que ya hizo este calendario que se vendió como pan caliente y gracias a eso estamos todos hoy aquí, que de hecho fue una de las condiciones del contrato. Pero ni siquiera puedo abrir la boca. Me siento totalmente invisible.
Enzo sube a la parte más alta del cayo, Jack le da unas cuantas instrucciones y David empieza a tomar fotografías mientras el modelo posa. El agua golpea fuerte y rebota en las rocas, haciendo que la foto quedé como si alguien arrojarse agua por detrás.
«Ojalá una ola se los lleve a todos» pienso, muerta de la rabia.
A los pocos minutos, escucho una voz conocida que se acerca.
—¡Alto, Jack! Ya llegó el otro modelo... Juliana grita agitada.
Cuando volteo a mirar, veo a nada menos y nada más que a Adrián. ¿Él es el otro modelo? ¿Él va a posar junto a Enzo? Aquí van a haber chispas.
Espero que ninguno de los dos guarde resentimientos por la pelea que tuvieron en casa de Héctor.
Estoy nerviosa. Igual sabía que se encontrarían acá, pero jamás imaginé que fueran a posar juntos. La expresión de Adrián se torna oscura y distante, pero no sé si es cuando me ve o cuando ve a Enzo. Se queda inmóvil, alejado de nosotros.
—¡Por fin! Que Stefanía le entregue su ropa y se cambie. Lo quiero en cinco minutos junto al otro modelo.
La mujer del vestuario se acerca a Adrián y comienza a ayudarlo a desvestirse.
—Hola, Juliana. Este... —Me acerco a ella con la esperanza de facilitar un poco las cosas—. Eh, ¿No podríamos cambiar alguno de los dos modelos?
—¡¿Qué?! ¿Por qué? Estás loca, si le digo a Jack que cambie un modelo es capaz de bañarme en sangre de pescado y tirarme al mar para atraer tiburones.
—Bueno, es que... Creo que ambos modelos no compaginan juntos.
—¿Quién es la directora de producción? ¿Tú o Jack? No. Si Jack los escogió a ellos, tienen que posar juntos. Fin de la discusión.
¿Pero qué le pasa a todo el mundo hoy? Cuánta agresividad.
Bueno, hice lo que pude. Ya si se comportan como adultos y dejan sus diferencias en el pasado, es cosa de ellos.
Adrián termina de vestirse y sube al cayo, esperando las instrucciones de Jack. Él le indica que el fotógrafo bajará y los enfocará desde la arena, para obtener un plano contrapicado de ellos, mientras las olas rebotan contra el cayo a su espalda. Yo permanezco muy cerca, por si el viento de la Rosa de Guadalupe sopla sobre mí y puedo ser la fotógrafa oficial.
Óliver me observa a lo lejos y empieza a hacerme señas que no entiendo. Sostiene una luz, así que no puede bajar sus brazos. Dice algo pero soy pésima leyendo labios.
Encojo mis hombros para que entienda que sus señas son igual de claras que los problemas del Álgebra de Baldor.
Finalmente me acerco a él y le pregunto en un susurro—: ¿Qué tratas de decirme? No te entiendo...
—Que vengas.
—Ah... Bueno, pues... Aquí estoy.
—¿En serio no puedes leer unos labios diciendo "ven"?
—¿Solo para eso me llamaste?
—No. Quería decirte que mi hermano te manda saludos. Y que él va a ir a tu apartamento a ver cómo está tu mamá.
El detalle me enternece y me alivia un poco.
—Oye, muchas gracias.
—Dáselas a él, fue a quien se le ocurrió la idea. Creo que está agradecido por el tip de la página porno.
Me hace reír. Y parece que a Jack eso le irrita pues gira si cabeza y nos mira como si quisiera lanzarnos rayos con los ojos.
—¡No me están dejando concentrar!
—Perdón, señor. —Se disculpa Óliver por los dos.
Jack regresa a lo suyo y el resto del equipo permanece en silencio.
—El tipo es psico rígido y no puede trabajar si alguien a menos de cinco metros de él está hablando...
—¿Será que el de la luz puede hacer su trabajo y dejar de coquetear! —grita Jack de nuevo.
—No, señor, no estaba... Bueno, ya. Me callo.
Le hago una seña y regreso a donde estaba. Luego formo con mis labios un "Gracias" que él sí entiende perfectamente.
Cuando vuelvo a concentrarme en la sesión, presto especial atención a la forma en la que Enzo y Adrián se miran. Estos sí que quieren convertir al otro en carnada para tiburones.
Jack les da algunas indicaciones para que cambien la pose, y parece que entre ellos se empujan, hasta que Adrián resbala y es el inicio de la Tercera Guerra Mundial.
—Fíjese, imbécil —grita Enzo cuando su pie resbala y por poco cae al agua.
—¿Que me fijé en qué? —se queja Adrián.
—Me empujó.
—Usted se resbaló solo.
Las cosas se calman unos segundos, pero ahora es Enzo quien empuja a Adrián al cambiar de pose.
La diferencia es que este empujón sí tumba a Adrián al agua. Todos gritamos, pues se cae a la parte más profunda y con las olas más fuertes, y por un momento no sale a la superficie. Luego asoma su cabeza y trata de trepar al cayo, pero una fuerte ola lo golpea y hace que se resbale.
—Bueno, eso es todo por hoy. Ya pueden recoger todo —indica Jack.
—¿Y por qué no recogen primero al modelo que se cayó? —Me quejo.
—Ese puede salir solo.
Jack y el equipo empiezan a alejarse del cayo mientras Enzo mira a Adrián luchando contra el oleaje y se ríe burlonamente.
—¡Óliver, ayúdale por favor! —le pido a mi vecino con notable angustia mientras me subo a las rocas.
Óliver ya había dejado su luz a un lado y estaba acercándose a Adrián. Se arrodilla sobre las rocas y estira su mano. Yo me paro casi en la orilla, muy cerca de él, pero asegurándome que desde donde estoy no podría caer al agua.
—¡Adrián, agárrate! —grito. No recuerdo haber sentido tanta desesperación antes.
Óliver por fin agarra la mano de Adrián, justo a tiempo para evitar que lo golpeé otra ola. Respiro aliviada mientras lo veo subir y ponerse en un lugar seguro.
Escucho las carcajadas de Enzo y eso me genera una ira incontenible.
—¡¿Qué te pasa, idiota?! ¿Te parece muy gracioso? ¡Por poco se ahoga! —le grito, muy cerca, tan cerca que lo empujo un poco.
Casi hago que pierda el equilibrio y caiga al agua.
—¡Ey, estúpida! ¿Qué te pasa a ti? —responde y me devuelve el empujón. Me hace resbalar y caigo al agua yo también, solo que no en el mismo lado que Adrián, por fortuna.
Lo primero que hago es levantar mi cámara para evitar que se moje. Desde que Adrián cayó, la cámara estuvo colgando en mi cuello. Afortunadamente dejé mi celular en mi bolso sobre la mesa que producción destinó para que todo el equipo dejara ahí sus pertenencias. Si no, no se habría salvado.
Óliver y Adrián saltan al mismo tiempo al agua, y tratan de alcanzarme. Aunque las olas aquí no son tan fuertes, es difícil poder nadar cuando tienes una mano en alto sosteniendo la cámara que tanto esfuerzo te costó tener y que es tu herramienta de trabajo. Espero que no se moje.
Cada uno me toma de un brazo y me hala para su lado. Cuando me quejo, se dan cuenta de que es mejor trabajar en equipo, así que Óliver toma la cámara y Adrián me agarra a mí y me ayuda a nadar.
«Es como tener mis Guardianes de la Bahía personales».
Cuando llegamos a la orilla, Enzo se acerca a nosotros riendo muy fuerte.
—Wow, Scarlett. Tal como te gusta, ¿No? Todos los hombres pendientes de ti. Como toda una zorra...
No puede ni seguir hablando pues recibe un puñetazo que le calla el pico venenoso que tiene. Tal como se lo merece.
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