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37. Un "casi" error

Laura y yo regresamos a nuestro cuarto en cuanto el sol empieza a ocultarse. Mientras mi amiga se tira a la cama, según ella agotada por el sol, yo entro directamente a la ducha para quitarme toda la arena que tengo en lugares innombrables.

El agua tibia que cae sobre mí me genera tanto placer que podría quedarme dormida aquí parada. De repente, una voz masculina que se escucha a lo lejos, llama mi atención.

Le cierro el paso al agua y tomo mi toalla para salir. Veo a Héctor en el cuarto.

—Oye, ¿Podrías ponerte algo más decente? —se queja cuando me ve envuelta en mi toalla.

—No tengo nada que no hayas visto... O que quieras ver. —Al principio no mido mis palabras, pero luego empiezo a pensar que Laura puede sentirse incómoda—. Pero esperaré en el baño hasta que te vayas.

—No te preocupes que ya me voy. Solo venía a avisarles que la producción del calendario nos invitó a un cóctel de bienvenida en la playa, en media hora. —Se acerca a Laura y le da un beso. Luego sale de la habitación.

Me acerco a mi maleta y busco un vestido blanco de tela muy suave que es ideal como para el clima delicioso que nos abriga.

—Será divertido beber algo, ¿no? Bueno, amiga, entonces báñate mientras yo me arreglo, igual soy más lenta que tú... ¿Laura?

Mi amiga ronca como Renault cuatro modelo ochenta. Se quedó dormida en menos de dos minutos. Debe haber roto un récord.

No la molesto y comienzo a arreglarme. Debe estar cansada por la madrugada, el viaje, haber tomado el sol, además de que hace un rato que entré a esta habitación, había un sospechoso olor a sexo que lastimosamente no era mío.

Me miro en el espejo, satisfecha con mi imagen. El maquillaje se ve mucho más bonito sobre una piel bronceada. Claro que tampoco es que haya quedado como Ariana Grande, pero el sol le ha dado un poco de luz a mi piel.

Laura sigue profundamente dormida, no soy capaz de despertarla. Entonces tomo mi teléfono, la llave del cuarto y salgo hacia el cóctel. Al mirar el aparato, noto que tengo cinco llamadas perdidas de mi mamá. Me siento mal por no haberla llamado para avisarle que el viaje transcurrió sin contratiempos, así que aprovecho para devolverle la llamada, antes de que esté tan bebida que me gane un regaño. Aunque hoy no pienso tomar más que un par de tragos.

Silvia Scarlett. Al fin te dignas a llamar —contesta la voz al otro lado de la línea.

—Ay, mami, hoy fue un día de locos —miento—. Apenas ahora me queda algo de tiempo de revisar el celular.

Bueno, al menos ya puedo apagar la veladora y guardar el rosario, la Virgencita debe estar cansada de escuchar mis súplicas para que aparecieras.

—Qué exagerada eres. Además la Virgen no empieza la búsqueda hasta pasadas setenta y dos horas de desaparición.

—Eso, búrlate. Cuando seas madre lo entenderás. Pero bueno, ¿qué tal el viaje?, ¿cómo es la isla?, ¿Adrián sigue tan bonito como siempre?

Puff, ya va a empezar a nombrar a Adrián. Debí haberle dicho que él no venía.

—Pues el viaje muy tranquilo, la isla hermosa, y Adrián viene en un par de días —contesto secamente.

—Bueno, pues eso te da el tiempo para broncearte, ponerte bien hermosa y dejarlo impactado cuando te vuelva a ver. 

—Ay, mami, ¿por qué tanta insistencia en que vuelva con Adrián? —pregunto con curiosidad, aunque el tema me cansa un poco.

—Porque te conozco y sé que si no te insisto no haces nada. Adrián es inteligente, trabajador, buen novio, además está más bueno que un calao en una changua. Y si te insisto tanto es porque el tiempo está pasando y el tren se nos está yendo, ya no tenemos tiempo de andar conociendo nueva gente, mejor ir a lo seguro.

—Lo dice la mujer que quería conocer a medio supermercado el otro día —refunfuño.

—Pero es que a mí no me está dejando ningún tren. Yo ya estuve un chorro de años con el mismo desagradecido que no se comía mis mondongos, ya tuve una hija; es hora de conocer nueva gente. Bueno, el único tren que se me está yendo es el de ser abuela, y por eso necesito que te pongas bien bonita para Adrián...

—Mamá, ya nos están llamando los jefes, mañana te llamo ¿si?

—Listo, cuélgame, me tocará prender otra vez la veladora para que la Virgencita no permita que no vuelvas a llamarme. Te conozco.

—Chau, mami, te amo.

—Y yo a ti. Pero acuérdate que te amaré más cuando me des un nieto...

Mi mamá es imposible. Cuelgo la llamada y camino unos cuantos metros por el pasillo del piso, hasta que una puerta se abre y alguien sale de sopetón de un cuarto. Casi muero del susto.

—¡Uy! —exclama Óliver ante mi gesto impactado.

—¡Casi me provocas un infarto— me quejo.

—¿Así de feo estoy?  —se burla.

Lo miro bien por un segundo y en mi mente respondo que es todo lo contrario. Parece recién salido del Photoshop. Su camisa negra de manga corta deja notar que se ejercita, sus mejillas también están algo rojas por el sol y es el primer hombre al que creo que le quedan bien las sandalias y las bermudas.

—Estás horrible. Peor que Freddy Krüger.

Se ríe discretamente y termina de cerrar la puerta de su cuarto.

—¿Vas al cóctel en la playa?

—Sí.

—Entonces vamos... A menos que ya tengas otro acompañante.

—Iba a ir con mi amiga, pero creo que tanto sexo la tiene rendida.

«Cállate, Scarlett»

—Me mata la curiosidad por preguntarte más sobre el tema, pero mejor vamos a respetar la intimidad de tu amiga.

Asiento y sonrío. Gracias a Dios uno de los dos es prudente.

Llegamos a la playa y me sorprendo al ver una enorme fogata rodeada de varios muebles y sillas. Reconozco a varios de mis ex hablando entre ellos o con personas de la producción. A lo lejos veo a Jack riendo con Juliana, y un montón de personas que aún no reconozco muy bien.

Pero algo... O más bien, alguien, llama mi atención. Es un hombre bajito y algo pasado de peso que carga una cámara de video y va de grupo en grupo grabando a la gente.

Estoy a punto de preguntarle a Óliver si él sabe algo al respecto, cuando un mesero del hotel pasa con una bandeja y nos ofrece algo de beber. Las bebidas son pequeños cocos decorados, con pitillos y sombrillitas.

—Bienvenidos —dice el hombre con un tono muy entusiasta—. ¿Desean un coco loco?

Óliver toma un pequeño coco y yo también. Agradecemos al hombre, quien en seguida sonríe y busca a quien más dar sus coquitos.

—Cuidado con el coco loco... Es una bomba.

—¿Y por qué asumes que nunca lo he probado?

—¿Lo has probado?

—Pues no, pero jamás asumas nada sobre mí.

Aunque evita ser muy evidente, veo que se lleva la bebida a la boca y trata de disimular una sonrisa.

—A mi hermano le encantaría estar aquí —dice después de unos segundos de silencio.

—¿Por los coco locos o por el mar? Porque me parece que le dijiste que aún no puede beber... —río.

—No, por la compañía.

Siento que mis mejillas se ponen rojas y me escondo tras otro sorbo de coco loco.

—¿Sabías que eres lo que él llama su "crush"? —continúa—. De hecho creería que eres mucho más que un simple crush...

—Ay... La verdad no puedo decir que jamás lo hubiera imaginado. Pero tienes que enseñarle a conquistar. Espiar al crush por la ventana y hacerle bullying lo dejará soltero de por vida.

Ambos soltamos una sonora risa.

—Sí, tengo que enseñarle mis trucos al enano.

Quiero preguntarle cuáles son sus trucos, pero llega Juliana más alegre que de costumbre y casi me tumba mi coco loco de un abrazo.

—¡Scaaaar! Bienvenida. ¡Óliver! ¿Eres Óliver, verdad?

—Sí, doña Juliana.

—Ay, hombre, quítame el doña que no soy tan vieja ni tú tan joven... —dice mirándolo con una expresión demasiado atrevida.

Él se ve algo incómodo y se excusa para ir a buscar más bebidas.

—Ese también podría ser parte del calendario. ¿No te parece? Rawr.

Ese gruñido me produce mucha risa porque me recuerda un vídeo de TikTok, pero no quiero ofenderla. Es casi mi jefe y no creo que le guste que me burle.

—Juliana, ¿por qué hay un hombre grabando todo? —Cambio el tema, mejor.

—Los altos ejecutivos que no pudieron venir quieren ver cómo la pasamos. Aunque en realidad creo que lo que quieren es ver que sí hagamos el trabajo —susurra la última parte.

—Ah—. Será muy raro sentirse vigilada, pero me imagino que así es el trabajo con grandes marcas.

—Bueno, ¿vas a terminar de contarme todo sobre tus ex?

No me gustaría seguir hablando de ese tema, pero supongo que si simpatizo con ella me tendrá en cuenta para futuros trabajos.

—Bueno, gente. ¡Esta noche no es sobre trabajo! Esta noche ¡vamos a divertirnos! —grita Jack, parado muy cerca de la fogata, con un coco loco en la mano, muy entusiasmado.

—Uhhhhh —Tanto el equipo de producción como los modelos vitorean al unísono.

—Pero... —continúa exagerando la e— mañana madrugamos a trabajar.

—Ahhhh —se quejan.

A pesar de las quejas y la advertencia sobre la madrugada que nos espera, todos empiezan a bailar al ritmo de una champeta.

Tres coco locos después, estoy dedicada al perreo intenso en medio de Alejandro y otra persona que no tengo ni idea quién es.

Cuando termina la canción, me siento en la arena, en el mismo lugar donde estoy. La coordinación me da para bailar, pero no para caminar.

Todo el mundo parece que ya está algo tomado: Juliana baila con Jack, la otra chica de mercadeo hace ángeles de arena, unos cuantos modelos juegan vencidas y Óliver está desaparecido, igual que Héctor.

A mí me da vueltas el mundo y solo quiero que pare. De la única forma en que no siento tanto el mareo, es bailando, por lo que me pongo de pie y empiezo a moverme al ritmo de la música. Noto que a los pocos segundos alguien se para detrás mío y sigue mi ritmo. Una mano agarra mi cintura y tengo la sensación de que es Óliver. Acerca más su cuerpo al mío y me estremezco. Estoy segura de que es él.

—Volviste... —susurro.

Él deja salir un gruñido seductor.

No pensé que tuviéramos esta matemática sexual tan fuerte. ¿O era química? Ya ni me acuerdo la materia, pero es que con sus dedos acariciando mis piernas no me puedo concentrar.

Algo en su pantalón empieza a oprimirme.

«Mmm, Óliver... ¿Eres carpintero? Porque tienes buen taladro». Me río mentalmente.

Sigo deleitándome con el contacto hasta que escucho un grito que me asusta.

—¡Scarlett! —La voz de Laura retumba en mi cabeza—. ¡¿Qué haces bailando con Enzo?!

Giro mi cabeza para darme cuenta que, efectivamente, tengo a ese personaje atrás, muerto de la risa.

—¡Guácala! —grito y lo empujo. Él cae al suelo y sigue riendo—. ¿Por qué nadie me detuvo?

Los que están cerca nuestro voltean a mirarme, seguramente preguntándose de qué estoy hablando. El hombre de la cámara gira de inmediato hacia nosotros y empieza a grabarnos.

Laura me hala del brazo y me aparta del grupo de gente.

—Vomita —ordena.

—¡¿Qué?!

—Métete el dedo y vomita. ¡Rápido!

—¿Y por qué voy a vomitagagdarsa... —Mete su propio dedo en mi boca y casi, casi, logra que expulse todo el contenido de mi estómago.

—¡¿Qué te pasa?! ¡Loca! —grito cuando logro sacar su mano de mi garganta.

—Tienes que devolver toda la droga. —Trata de volver a agarrarme, pero la esquivo.

—¿Cuál droga? ¿Te emborrachaste y no me di cuenta?

—Enzo tuvo que haberte drogado, es la única forma en que podría haberte convencido de volver con él. ¡Es el ex que más odias! ¿O se te olvidó? ¿Ves? Te dio escopolamina.

Héctor se acerca a nosotras con cara de preocupación.

—¡¿Volviste con Enzo?! —pregunta.

El camarógrafo enfoca a Héctor y se acerca mucho a él. Casi lo acosa. Es espeluznante.

—Sí. La drogó. La estaba obligando a estar con él —me interrumpe Laura antes de poder explicarles lo que pasó.

—¡Voy a matar a ese hijo de... A ese adoptado! Espérenme aquí...

—Espera... —Laura lo coge de un brazo y luego le habla al espeluznante hombre que carga la cámara—: ¿Puede dejar de grabar?

El tipo se aleja un poco pero me parece que no deja de grabar nada.

—¡ENZO NO ME DROGÓ! —Cuando grito, mis amigos y el camarógrafo voltean a mirarme—. Ni me obligó a nada. Estaba bailando con él porque no lo había visto. Pensé que era... otra persona.

Todos me miran confusos.

—Esto es más grave de lo que creí, seguro es de esas drogas que te borran la memoria... Sí, tiene que ser escopolamina.

—¡Qué no! A ver... He bebido tanto que podría hasta perrear con Héctor. ¿Ok? No me enorgullece, pero a duras penas puedo quedarme parada. Podría confundir a cualquiera. Incluso hasta podría recrear con Laura la canción "I kissed a girl"...

—¡Sí! —interrumpe Héctor. Laura quiere matarlo con la mirada—. Eh... Digo que me consta que está muy borracha.

—Ahora... con su... permiso... el dedo de Laura es de efecto retardado...

Me aparto a un lado de ellos y vomito hasta lo que comí en mi bautizo.

Laura se acerca a mí y me sostiene el cabello. Cuando me compongo, mi amiga se agacha a mi lado y también comienza a vomitar.

—¿Qué te pasa, Lau? ¿Estás bien? —Ahora yo sostengo su cabello.

—Hace un rato empezó a sentirse mal. —Héctor se acerca a ella y le acaricia la espalda.

—¡Traigo más coco locos! —Óliver regresa con sus manos llenas de bebidas—. Uy. ¿Qué pasó aquí?

—Laura está enferma y Scarlett está borracha. Además, parece que regresó con uno de sus ex...

—¡Qué no! —insisto.

Óliver deja las bebidas en el arena y se acerca a mí. Lau ya se siente mejor pero se ve verde. Pone una mano en su cabeza y la otra en su estómago.

—Justo tengo que enfermarme hoy... Cuando más necesitas una niñera. Héctor, ¿te puedes quedar con ella para asegurarnos de que no caiga en las garras de ningún aprovechado? —Mi amiga se ve realmente preocupada.

—Pero, amor ¿quién te va a cuidar a ti? —Él la abraza.

—No se preocupen, yo cuido a Scarlett. Tengo experiencia con sus borracheras —propone Óliver.

Laura y Héctor se miran y luego me miran a mí. Ninguno de los dos lo conoce bien y entiendo que se sientan desconfiados.

—Tranquilos, el vecino tiene razón, es muy bueno cuidando borrachos. Si se queda sin trabajo ya sabemos a qué puede dedicarse. —Suelto la risa.

Laura se acerca a Óliver y le susurra algo. Luego agarra a Héctor del brazo y comienza a caminar, no sin antes decirme—: Espero que te comportes.

¿De qué habla? ¿Yo cuándo he hecho algo indebido estando borracha?

—Bueno, Scarlett. Yo creo que lo mejor es que también te vayas a dormir, ¿no?

—Ay, pero por qué, ¡si la noche es tan joven! Además, estábamos bailando tan rico... 

—¿Quienes?

Ups, es cierto que creí bailar con él pero en realidad bailaba con el idiota mayor. 

—Bueno, no estábamos bailando, pero me imagino que eres buen bailarín... ¿Bailamos?

—¿Segura? ¿No prefieres descansar?

Sin darle oportunidad a que diga más tonterías, lo tomo del brazo y lo acerco a mí. Tal como lo imaginé, este hombre baila muy bien. Aunque al principio está algo tímido, luego empieza a entrar en ambiente y a acortar la distancia cada vez más.

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