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35. Un Viaje Hacia Lo Inesperado

—Ho... Hola, Adrián.

Su mirada me duele. Se ve como si mi sola presencia le amargara la existencia.

—Hola, Scarlett. —No sonríe, ni sus ojos grises brillan como antes.

—Iba por mi celular... —No se me ocurre nada mejor o más importante que decir—. Se me quedó arriba.

—Ajá. —Y sin decir ni "adiós", empieza a caminar.

—Oye... —Quiero retenerlo de alguna manera, pero mis conexiones neuronales están haciendo huelga, así que solo me decanto por hablar con el corazón—. Gracias por aceptar hacer parte de este nuevo calendario... Significa mucho para mí.

Guarda silencio un momento, suspira y luego me responde—: Lo sé, por eso acepté. Pero no me gustó que me trajeras con mentiras. Siempre las mentiras, Scarlett. Ojalá cuando estábamos juntos no hayas sido tan mentirosa.

Gira y comienza a marcharse sin darme la oportunidad de decir nada más. Que esté aún molesto conmigo es lo más normal del mundo, pero que sea tan seco... A eso no estoy acostumbrada. Incluso cuando fuimos novios y discutíamos, él seguía siendo igual de cariñoso. Era yo quien contestaba mal o permanecía enojada por días, pero él siempre lograba cambiar mi estado de ánimo a punta de besos y caricias. Si tan solo yo pudiera usar la misma táctica ahora...

Recupero mi celular, regreso al carro de mis amigos, mientras las preguntas y los recuerdos se tropiezan y empujan en mi mente. Lo que viví con Adrián fue tan especial y fuerte, que en realidad jamás sentí que llegara a su final. Estos once o doce meses que estuvimos separados se sienten como días.

Llego al carro donde mis amigos me esperan y me subo en silencio. Héctor empieza a conducir, él y Laura van hablando, no sé de qué. No puedo prestarle atención a algo más que la canción que suena y que comienzo a cantar en voz muy bajita.

Sé que alguna vez
Te encontraré y será extraño verte...

«Mi encuentro con Adrián...»

Sé que el tiempo es
Una señal
Una respuesta a todo...

«Pues el tiempo pasa y pasa y él sigue en mis pensamientos... »

No puedo dejar de comparar cada frase de esa hermosa canción de Diego Torres con Adrián, o mi relación con él. El sentimiento y la tristeza que me produce la canción va creciendo, hasta que, sin darme cuenta, termino gritando el coro a todo pulmón.

SÉ QUE YA NO VOLVERÁÁÁÁÁS
SÉ QUE MUY LEJOS ESTÁÁÁÁS
QUE BUSCAS OTRO LUGAAAAR
SIN MIRAR HACIA ATRÁÁÁÁS

Canto tan fuerte que parece que quisiera que Adrián me escuchara desde donde sea que esté.

—¡Scarlett! —escucho un grito que me saca de mi trance.

Cuando abro los ojos, veo a Héctor atacado de la risa y a Laura desde el asiento del copiloto mirándome con unos enormes ojos de huevo frito, sin saber si preocuparse por mí o reírse.

—¡¿Qué?! —respondo mientras trato de simular que me encuentro absolutamente bien y soy una persona normal.

—No te conocía esos dotes para el canto —dice Laura, y ambos sueltan la risa.

—Ay, pues es una canción hermosa...

—¿Tanto como para hacerte llorar? —pregunta Héctor mientras me mira por el espejo retrovisor.

Paso mis dedos por debajo de mis ojos y noto unas cuantas lágrimas que ni siquiera había sentido. Bueno, en realidad no son unas cuantas, tengo las mejillas empapadas.

—Yo no estaba llorando... —Me limpio mientras trato de disimular lo que hago.

—No, no, para nada...

—Eso fue seguro que ver a alguno de tus once ex te removió el talento digno de Colombian Idol —afirma mi amiga y ambos vuelven a reír a carcajadas.

—¡No! —grito molesta.

—Y si no me equivoco, ese ex fue Adrián.

Quiero golpearla, pero... «Bueno, ¿y por qué no la golpeo? Se lo merece», pienso y actuó en consecuencia.

Laura se queja por el manotazo que recibe en la cabeza y va a empezar a gritarme cuando Héctor cambia el tema:

—¿Tienen hambre? Yo tengo ganas como de una hamburguesa.

Ninguno quiere seguir molestándome después de una mirada furtiva que se hacen, como si la palabra "hamburguesa" significara algo especial para ellos. A pesar de mi molestia del momento, es tan lindo verlos juntos; ya hasta se hablan con la mirada y todo.

Eso ablanda mi mal carácter. Extraño tener algo así.

Nunca había subido a un yate, barco, velero o canoa, eso explica por qué estoy a punto de colapsar de los nervios. Aunque en parte también puede ser porque estoy por iniciar una aventura que no sé muy bien cómo terminará. Todo puede ser un éxito total o el más vergonzoso de los fracasos.

Por fortuna, se pudo llegar a un buen arreglo con cada "modelo" e incluso el agente de Mau aceptó que posara. Nunca supe los términos de cada acuerdo, ni cuánto les van a pagar, o cuánto tiempo estarán en la isla, pues con cada uno de ellos hablaron y negociaron en privado.

—Tranquila, todo va a salir muy bien. —Laura lleva media hora tratando de tranquilizarme.

Somos las primeras en llegar al pequeño puerto de madera vieja y embarcaciones en su mayoría oxidadas. No hay mucha gente subiendo a los botes y barcos, pero sí hay muchos pescadores y guías turísticos a la espera de sus primeros clientes.

Parte del equipo de fotografía y de mis ex debía llegar a la misma hora, pero ninguno ha aparecido aún. Otros llegarán directamente a Isla Marina mañana.

Si hay algo que odie más que a Enzo, es la impuntualidad de la gente, y todos llevan quince minutos de retraso.

—Tal vez tenías razón, debimos tomar el avión desde Bogotá a la hora que dijiste. —Trato de iniciar una conversación sobre otro tema para olvidar un poco los nervios y el mal genio.

—Te dije que llegaríamos muy temprano. Pero ya sé lo pertinaz que eres.

—Espero que eso signifique que me gusta llevarle la contraria a la gente, y no que soy una imbécil —digo con algo de sarcasmo, pues sé que mi amiga nunca me llamaría así. Ni siquiera con insultos disfrazados.

—Exactamente eso significa. —«¡¿Qué?!» —Que eres terca.

«Ah, qué alivio».

—Me asustaste. Te lo juro.

—Creo que hoy te asusta todo, amiga —asegura y se pone de pie para estirar los músculos—. ¿No te parece que esta ciudad es como la última parada antes del infierno? ¡El calor es insoportable!

—Es porque a ti te encanta el frío. Pero si no fuera por lo nerviosa que estoy, amaría este lugar. —Yo también me pongo de pie, inspiro profundamente y comienzo a caminar para acercarme a la orilla del muelle. Quiero sentirme así de poética como en las películas, mirando hacia el horizonte y disfrutando el sonido del mar. Solo que tal vez debí escoger un paisaje más bonito para eso.

A pesar de que este muelle no tiene nada de poético, al final, el sonido del mar y el viento caribeño sí logran relajarme un poco, por lo menos hasta que a lo lejos un buque toca su bocina y me hace brincar del susto. Mejor regreso con mi amiga antes de volver a tener una crisis nerviosa.

Voy a empezar a caminar pero no había notado que al pararme en la orilla, puse mi pie en el centro de un bulto de cuerdas. Cuando trato de dar el primer paso, las cuerdas me atrapan y estoy a punto de caerme. Unas manos fuertes me agarran del brazo y detienen la vergüenza que se avecinaba.

—¿Está bien? Debería tener más cuid... —El hombre guarda silencio tan pronto mi mirada cruza la suya.

—¿Scarlett? —pregunta un Óliver muy sorprendido.

—¡Vecino! ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí?

—Trabajo, aunque me gustaría decir que por placer —responde con un tono muy sexi que quizás no pretendió que sonara así.

—¿En qué trabajas? ¿Te volviste marinero?

—Soy parte del equipo de producción de un calendario masculino.

—¡Qué casualidad, yo también! —contesto sin atar ningún tipo de cabo.

—¡Es un calendario para Atomik! —completamos al unísono.

¿Puede ser tan pequeño el mundo? ¿Qué posibilidad hay de que un vecino al que llevaba un tiempo sin ver volviera a encontrarme en una ciudad tan lejana y yo trabajáramos en el mismo proyecto? Él parece estar pensando lo mismo; me mira sonriente y sorprendido.

—Entonces ahora sí puedo decir que estoy aquí por placer.

No suelo ponerme nerviosa ante esas cosas, y estoy muy acostumbrada a los coqueteos de los hombres atractivos, pero Óliver es... diferente a todos mis ex. O puede que solo sean los nervios del viaje, el trabajo, y todas las cosas que siempre me preocupan más de lo que deberían.

Trato de respirar y calmarme sin que él lo note, y hago mi mayor esfuerzo por actuar natural.

—Pero tú nunca mezclas trabajo con placer —afirmo recordando la broma que me hizo cuando nos conocimos.

—Siempre hay una primera vez para todo.

—Scar, ya hay varias personas en el mue... ¡Hola! —Laura no puede resistirse a una cara bonita, y la de Óliver le llama totalmente la atención.

—Lau, este es Óliver. Ella es mi mejor amiga, y se podría decir que mi manager. —Los presento.

Se dan la mano amablemente y Enzo aparece detrás de ella, arruinando totalmente el momento. No es que fuera algún momento especial, pero él siempre arruina todo.

—Bueno, bueno, bueno, aquí está la fotógrafa estrella que me debe dinero.

Exhalo con fuerza y rabia. Laura voltea los ojos y Óliver se ve confundido.

—Bueno, un gusto volver a verte, Óliver. Nos veremos en la isla. —Tomo a Laura del brazo y la halo para alejarnos de Enzo, quien no nos persigue ni sigue molestando, para mi tranquilidad.

—Amiga... —susurra Lau en mi oído—. ¿De dónde sacaste semejante proyecto de futuro exnovio?

—Lo conocí cuando imprimí el calendario, y resultó ser mi vecino. Pero ¿cómo así que futuro exnovio? ¡No estoy pensando en eso ahora!

—Pues qué lástima, porque está bien zibá.

Me rio bajito y no sigo dándole cuerda, no quiero empezar a pensar bobadas. Prefiero concentrarme en el trabajo, y en esperar al resto del equipo para iniciar y terminar todo lo antes posible.

Juliana y Alejandra son las representantes del cliente, pero quien dirigirá el equipo, es un hombre alto y muy rubio llamado Jack. Poco a poco, tanto ellos como los otros dos fotógrafos, técnicos de iluminación, asistentes, maquilladores, diseñadores de vestuario, asistentes y los modelos que viajarán con nosotros, van llegando y subiéndose al yate en el que partiremos.

El equipo en general va muy alegre, y la única que parece ir nerviosa y mareada, soy yo. Me habían dicho que el viaje duraría una hora y, aunque según mi reloj han pasado veinte minutos, yo siento que llevo al menos tres horas montada en este yate que imaginé más moderno.

Como presiento que en cualquier momento expulsaré todos mis jugos gástricos, y no quiero ponerme en esa situación delante de todos, salgo a la parte delantera del barco, que nunca me pude aprender si era la proa o la popa. El mar es hermoso, el oleaje está algo fuerte y hace que el yate se bambolee agresivamente. Nada amigable para nosotros, los débiles de estómago.

Para pensar en otra cosa, estoy tentada a pararme en la parte más delantera, cual Leonardo DiCaprio en Titanic y gritar "¡Soy la reina del mundo!" pero jamás haría eso en un lugar lleno de desconocidos y exnovios.

—¿No te dan ganas de pararte en la proa y gritar "¡Soy el rey del mundo!"? —dice una voz que proviene detrás mío.

Al girar, me doy cuenta de que es Óliver, y que luce tan pálido y verde como yo.

—No, jamás pensaría en eso; es peligroso e imprudente —respondo riéndome por dentro.

—Pues sería divertido. ¿Qué haces aquí tan sola?

La frase es tan cliché que si no fuera porque mi estómago está tan contrariado, me hubiera reído con muchas ganas.

—Lo mismo que tú. Tan solo.

Al parecer no entiende mi broma pues se acerca a la orilla y respira hondo, sin responder nada. Me acerco a él y trato de ponerle conversación para que se calme, se ve muy intranquilo.

—La verdad, entre el mareo y el hecho que los exnovios que tengo allá adentro me incomodan con sus miradas, prefiero estar acá sola.

—Uf, entiendo lo del mareo; llevo media hora tratando de no vomitar. Pero, no entendí lo de tus ex...

—¿Recuerdas el calendario que imprimí cuando nos conocimos? O bueno, cuando yo te conocí a ti, al menos. Los modelos, todos fueron mis novios en algún momento de mi vida...

—¿Pero ese no era un trabajo que habías hecho para la universidad?

—Exacto, y ahora estamos volviendo a hacerlo.

Le explico toda la historia, y cuando termina de hacerme preguntas sobre ellos y sobre otras cosas, el yate se detiene frente a una maravillosa playa de arena blanca.

La vista parece un fondo de pantalla. Amo la arena clara, el mar azul, pero lo que más amo es que ambos fuimos capaces de mantener nuestro contenido estomacal en su lugar.

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