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32. Un suceso indeseado

Mis padres nunca me prepararon para recibir malas noticias, pero no los culpo por eso. La vida fue la culpable. Ni un familiar fallecido, ningún amigo que se fuera para siempre y perdiéramos contacto, ni siquiera la ruptura con cualquiera de mis trece ex fue tan dolorosa como esto.

Oír a mí madre llorar desconsolada al otro lado de la línea, definitivamente es algo que no esperaba. No sé qué decirle, porque lo que acabo de escuchar tampoco lo puedo entender. Ni en un millón de años me llegué a imaginar que mi papá le pediría el divorcio a mi mamá.

Ni ella ni yo podemos creer que la historia se repita después de veintidós años. Toda una vida.

Le digo que venga a quedarse unos días en mi apartamento, mientras las aguas se calman un poco. Será raro tenerla bajo el mismo techo otra vez, pero si le diera la espalda siento que el karma haría algo terrible como... no sé, tener que volver a ver a mis ex para tomarles fotos nuevamente. 

Unas cuantas horas después de la llamada, mi madre aparece con un par de enormes maletas frente a mi puerta. Lo primero que hago al verla es abrazarla, se ve como si le hubieran dicho que le quedaban veinticuatro horas de vida. Le pido que se siente en el comedor, entro las maletas, las dejo en el pasillo y me siento frente a ella.

—Es que... No lo puedo creer, mamá. Ni siquiera sabía que tenían problemas. ¿Desde cuándo han tenido problemas? —pregunto cuando le acerco una taza de chocolate que, espero, la calme un poco.

—¡Yo tampoco sabía que teníamos problemas! Para mí el único problema que alguna vez tuve con tu papá era que se comiera mi mondongo. Odia el mondongo. ¿Será por eso que dejó de quererme?

—Ay, mamá. Pues es que con el mondongo cualquiera se desenamora.

Trato de hacerla reír pero ella no entiende el chiste, o está tan triste que ni el elenco completo de Saturday Night Live la haría reír.

—¿Por qué pasa esto ahora, Silvita? ¿Con quién voy a pasar ahora el resto de mis días? ¿Quién me va a cuidar cuando esté anciana y ya no pueda ni reírme sin mojar los calzones? Prométeme que no me llevarás a un ancianato...

—¡Mamá! ¿Cómo se te ocurre que voy a dejarte tirada en un ancianato? Jamás lo haría...

«Demonios, nunca había pensado en la vejez de mi mamá y la responsabilidad exclusiva de su cuidado en caso de que mi papá no estuviera ya con ella». La idea me asusta un poquito, pero no es tiempo de pensar en eso.

—Llevaba unos meses comportándose extraño. ¿Te acuerdas que te lo dije? Debí haberme puesto las pilas... Hubiera encargado ese columpio sexual que me ofrecieron en Wish —dice dando un pequeño golpe sobre la mesa.

—¡Mamá! —¡Trauma, trauma, trauma! ¡Puaj! Mejor cambio el tema—. Recuerdo que algo me dijiste sobre una bicicleta rara... Pero eso ¿qué tiene que ver?

No dice nada más y deja caer su cabeza sobre la mesa. Solloza fuerte mientras mis propios ojos liberan algunas lágrimas. Le acaricio la espalda, trato que no se sienta tan sola. Lo bueno de tener tantos ex, es que tengo experiencia en rupturas. Sé muy bien cómo se siente y lo que hay que decirle.

Oh, por Dios, ¿a quién quiero engañar? Ni yo sé reaccionar bien ante estas situaciones. Y tengo dos vecinos que lo pueden testificar. Sin importar cuánta experiencia tengas en rupturas, siempre duele como si fuera la primera vez.

Laura y Héctor son mi consuelo en los días siguientes. Me dan fortaleza para apoyar a mi mamá, cosa que no es fácil. Solo deambula por el apartamento sin decir nada, como un fantasma. Tuve que esconderle su celular, pues no se despegaba de él, esperando que la llamara, o que contestará alguno de sus mensajes.

Para que se despeje un poco, la invito conmigo al mercado, para llenar la nevera. Gracias a Dios mi papá no ha dejado de enviarme dinero, a pesar de que no ha querido contestar mis llamadas.

A mí también me debe una explicación. Me duele que no me haya dicho que tenía problemas con mi mamá. Pero no es el momento de pensar en él, sino en nosotras.

Desafortunadamente, había olvidado cómo puede ser mi mamá. En el supermercado se olvida que ya no habla, y de repente empieza a hablar con todo el mundo. Hombres, sobre todo.

—Esa marca de papel higiénico es muy buena. Suavecita...

—Gra... gracias —responde el hombre alto y acuerpado que compara precios junto a mi mamá. Yo la observo desde el stand del frente, mientras busco papel de cocina. 

—Y un traserito así merece lo más suave, como caricias... —Gira un poco su cara para mirar la retaguardia del caballero. Su expresión de vieja verde es como para tomarle una foto.

—¡Mamá! —grito con una mezcla de pánico y vergüenza.

Me acerco a ella y me disculpó con el hombre, quien es la descripción gráfica de tener la cara roja como un tomate. Tomo a mi mamá del brazo y la llevo a otro lado.

—¡¿Estás loca?! ¿Por qué le dices esas cosas a la gente? Pobre señor, quería que la tierra se lo tragara.

—¿Y por qué no puedo decir cosas así? Solo digo lo que veo —responde en un tono muy altanero.

—Ese tipo podría ser tu hijo, y...

—Ah, ¿entonces no puedo decir cosas así porque estoy vieja? Como soy una momia, debo comportarme como una momia, ¿no? La novia de Frankenstein, pues...

—Mamá, no es eso lo que estoy diciendo, es solo que la gente se siente incómoda cuando los abordas así...

—¿Por qué no lo puedo hacer? Por si se te olvida, estoy soltera y soy libre como Nino Bravo. Deberías hacerlo tú, o te quedarás solterona, Silvita.

La palabra me ofende.

—¿Sabes qué? Acosa a cuántos quieras, pero devuélvete caminando a la casa.

Acelero el paso y me dirijo al siguiente pasillo. Trato de concentrarme en el resto de las compras, pero estoy muy molesta, no solo por la vergüenza, sino porque en mí cabeza retumba la palabra "solterona".

No vuelvo a ver a mi mamá en un rato, pero no me preocupo por eso. No pretendo cumplir mi amenaza de dejar que se vaya caminando, ya aparecerá en el parqueadero.

Cuando estoy haciendo fila en la caja para pagar, veo a un hombre salir corriendo de un pasillo, a los pocos segundos pasa mi mamá persiguiéndolo. Volteo la cara, tratando de evitar toda la escena para que nadie sepa que tengo el mismo ADN que esa señora loca.

Cuando llega mi turno en la caja, me apuro a pagar las compras para ir a buscarla y sacarla de ahí. Aún no tengo un plan para pasar desapercibidas, pero algo se me ocurrirá.

La señora de amarillo que se encuentran en el pasillo cinco, por favor presentarse al puesto de información. —Se oye por el altavoz del almacén.

¿De qué color está vestida mi mamá? Cómo me gustaría ser de esas personas que pueden recordar aquellos detalles.

¡Señora de amarillo en el pasillo 3, deje de acosar a los clientes! —Vuelvo a escuchar por el altavoz y en seguida veo a mi mamá salir de uno de los pasillos, mira hacia arriba con los brazos en alto como si se estuviera rindiendo y en efecto, está vestida de amarillo.

Camina hacia mí y todo el mundo la mira. ¿Por qué no me puede tragar la tierra justo en este momento? Creo que nunca en mi vida había deseado tanto sufrir un ataque cardiaco o algo fulminante que me saque de esta incómoda situación. O de esta incómoda vida.

Ahora más que nunca necesito trabajo. Aunque antes estaba siendo selectiva, ahora estoy dispuesta a aceptar lo que me ofrezcan. Mis gastos, los de mi mamá y la cantidad de dinero que manda mi papá, ya no son proporcionales, pero incluso conseguir algo aparentemente fácil es casi imposible.

Hasta estoy considerando hacer clic en el anuncio que más me aparece en Youtube: "Conviértete en webcam y cumple todos tus sueños". Lástima que para los bailes sensuales, el sexting e incluso enviar nudes, soy mucho más torpe de lo que soy en la vida real. Por eso nunca me arriesgo con esas cosas.

Un lunes cualquiera, suena mi celular insistentemente. Después de tres o cuatro llamadas, respondo casi dormida y sin tener ni idea de qué hora es.

 —Báñate y vístete, necesito que me acompañes —me pide una voz femenina que casi no reconozco.

—¿A dónde? ¿Quién eres? —pregunto un poco somnolienta aún.

Soy Laura, tonta. Tengo una cita de trabajo en una oficina... muy importante. 

—¿Y por qué tengo que ir yo? —protesto—. Para ser sincera, hoy no tengo mucho ánimo.

Precisamente por eso; no me gusta verte triste y si me acompañas puedes despejar tu mente. No quiero que te quedes en tu apartamento toda alfeñicada.

—Ya ni me molestaré en preguntarte qué significa esa palabra... Y ni me digas que la busque en Google. —Exhalo con pesadez.

Ay, amiga. A ver, no más quejas y quítese la ropa para meterse al baño. Y póngase bonita. Paso en quince minutos por usted. —Cuelga sin esperar a que yo responda.

La sala donde esperan a mi amiga es un cubículo de cristal gigante en medio de dos pasillos con muchas puertas y oficinas transparentes. Dentro hay una mujer sentada a la cabeza de una mesa de juntas. Me parece curioso que todas las puertas estén cerradas si las oficinas son transparentes, como si quienes trabajan ahí quisieran conservar su privacidad, a pesar de que cualquiera puede verlos a través de las paredes. ¿Se imaginan si alguien llega a quedarse dormido después del almuerzo... O quisiera tener sexo en la oficina? Imposible.

—¿Scarlett y Laura? ¡Bienvenidas! —Una mujer en sus treintas se levanta de la silla en la que descansa y se acerca a nosotras para darnos dos besos en la mejilla. Me sorprende que mencione mi nombre, ¿no esperaba a Laura solamente?

—¿Es usted Juliana... Robles? —pregunta mi amiga.

—¡Sí, sí, soy yo! Mucho gusto, soy la gerente de mercadeo de Atomik. Déjenme adivinar, tú eres Scarlett y tú eres Laura... Siéntense, por favor, ya viene el resto de los ejecutivos con los que debemos hablar.

Laura la corrige y le aclara quién es quién, aunque yo no tengo ni idea de por qué la señora usa un tono como si me conociera, o por lo menos como si tuviera alguna idea de quién soy yo. Tomamos asiento donde nos indica y le agradecemos su amabilidad. En seguida entra una mujer muy elegante, para ofrecernos algo de beber. Yo acepto un vaso con agua y Laura, un café.

—Ay, bueno, pero mientras esperamos, ¿por qué no me cuentan de quién fue la maravillosa idea de hacer este calendario tan particular y único.

«¿Qué? ¿Calendario? ¿Cuál calendario?» pienso, más confundida que nunca.

¿Les gustó el capítulo? ¿Qué les parece la mamá de Scar?

Gracias por darle tanto amor a esta historia. Los quiero mucho <3

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